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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Literatura portuguesa y brasileña.

Dentro de la gran familia hipánica la lengua portuguesa tiene un lugar fundamental, se trata de la lengua gallega en su desarrollo natural dentro de la península y en América, que se habla y escribe en Portugal y Brasil. Todavía está por desarrollar la literatura de nivel en la hispanidad losófona africana.

En rigor, no se puede hablar de "literatura portuguesa" antes del siglo XV si no es con serias restricciones. Y ello se debe a dos razones primordiales, una de orden lingüístico y la otra de carácter sociohistórico, Por lo que respecta a la primera, el "portugués" no existe hasta mediados del siglo XIV, momento en que aparecen las peculiaridades que lo diferenciarán del "gallego" con el cual habla formado una sola unidad idiomática: el llamado gallegoportugués.

En cuanto a la segunda, los lazos culturales entre Galicia y Portugal sobreviven a la separación política, y, al romperse aquéllos, la literatura en portugués se centra en la prosa didáctica, al servicio de la nacionalidad portuguesa y de la orientación particular de la misma.

Del siglo XII al siglo XIV

El gallegoportugués surgió en la actual Galicia a principios de la Edad Media, y fue llevado hacia el sur por los reconquistadores de las tierras que hoy constituyen Portugal y que estaban ocupadas por los musulmanes.

Es continuación del latín vulgar hablado en la época visigótica por los germanos e hispanorromanos establecidos en aquella región, y su evolución se vio favorecida por el proceso de la Reconquista.

A finales del siglo XII estaba ya tan diferenciado del latín que ocupó el lugar de éste en textos notariales y literarios.

Como hemos dicho, a mediados del siglo XIV el gallegoportugués se bifurca en el gallego y en el portugués modernos. Fidelino de Figueiredo cita como fecha clave la de 1434 (año en que el rey Don Duarte crea el cargo de cronista mayor del reino y marca con ello el comienzo de la prosa histórica portuguesa), y establece una segunda época de la "era medieval", que arrancaba de aquella fecha y llegaría hasta 1502, año de la recitación del Monologo do Vaqueiro de Gil Vicente.

A esta segunda época Figueiredo la llama joanina, por cuanto está dominada por las figuras del rey Juan I, sus hijos y sus colaboradores. En cuanto a las diferencias entre el gallego y el portugués, pueden resumiese, siguiendo a Adolfo Coelho, en que el primero conserva formas medievales que el segundo alteró, incorpora muchas formas castellanas que el portugués no conoció nunca y posee formas peculiares suyas, desconocidas en toda la historia de la literatura portuguesa.

El más antiguo monumento literario en gallegoportugués es una pieza lírica, escrita hacia 1189, atribuible a Payo Soares de Taveiros, dedicada a doña María Pais Ribeiro -"Ribeirinha", favorita del rey Sancho I- y mal conservada en el Cancioneiro da Ajuda.

Toda la literatura de la primera de las épocas establecidas por Figueiredo está integrada, fundamentalmente, por poesía lírica reunida en cuatro Cancioneros: tres de carácter colectivo (los de Ajuda, la Vaticana y Colocci-Brancuti) y el de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio.

Los textos más antiguos de los Cancioneros colectivos se inspiran en el lirismo provenzal y, aun añadiéndole notas originales, reflejan el culto a la mujer de la poesía trovadoresca occitana. La diferencia está en que en los Cancioneros, la mujer es una doncella y no una dama casada. Si es ella quien habla, la composición se denomina cantiga de amigo; si habla el enamorado, cantiga de amor o de ledino.

La poesía satírica, correspondiente al sirventés provenzal, adopta las formas de cantiga de escarnio (censura de carácter general) y de cantiga de mal-dizer (simple denuesto personal).

Cuando las cantigas están formadas por estrofas en número par, casi siempre de dos versos, con refrán o estribillo, y con los versos encadenados, se denominan paralelísticas.

Muy debatida ha sido la cuestión relativa a las relaciones entre la poesía gallegoportuguesa y la provenzal.

A las razones históricas de un influjo provenzal, se opuso primeramente la creencia en una primera lírica hispanoárabe (tesis de Julián Ribera, basada en el estudio del cancionero de Abén Cuzmán) y recientemente la existencia de una lírica mozárabe cuyas jarchas serían del mismo origen que las cantigas de amigo.

Sea como fuere, el subjetivismo, la delicadeza, la nostalgia melancólica (saudade), la pasión sofrenada, caracteres a los que tanto se adaptaba el blando y flexible gallegoportugués y la estructuración musical de su expresión poética, no sólo promovieron una lírica abundante y rica en sus propios territorios, sino que incitaron a poetas de otras tierras a utilizar este idioma para la efusión de su intimidad.

Así, el rey Alfonso X de Castilla se sirvió de él en sus Cantigas, y, entre 1350 y 1500, se desarrolló la llamada -escuela gallegocastellana-, compuesta de poetas castellanos que emplearon el gallegoportugués para su producción lírica: Villasandino, Macías, Santillana, Gómez Manrique, etc.

Los tres cancioneros gallegoportugueses se conservan (de los catorce códices que existieron, según Carolina de Michäelis) reúnen la poesía escrita en esta lengua desde 1189 hasta 1340:

- Cancioneiro Portugués do Biblioteca Vaticana, llamado así porque su manuscrito fue encontrado en la biblioteca pontificio. Fue publicado por Ernesto Monaci, en Halle, en 1873.

- Cancioneiro Portugués Colocci-Brancuti, publicado también en Halle, en 1880, y que debe su nombre a haber pertenecido al humanista Colocci, del siglo XVI, y a haber sido hallado en la biblioteca de los condes Brancuti di Cagli.

- Cancioneiro Portugués da Ajuda, que tomó su denominación de la biblioteca portuguesa que lo guardaba. Fue publicado también en Halle, en 1904, bajo la dirección de Carolina de Michäelis.

Entre los tres reúnen más de doscientos autores, en su mayoría portugueses, y casi dos millares de composiciones, entre las que predomina el elemento lírico, pues aparte del mismo sólo se encuentran las cantigas de escarnio y de maldizer y el Romance de Don Fernando de Alfonso López de Bayâo.

Se distinguen dos corrientes poéticas: una de imitación de lo provenzal y otra de tipo indígena, más espontánea.

La primera tiene un valor principalmente técnico, y a ella pertenece la casi totalidad del Cancioneiro da Ajuda. Entre otros muchos, siguen esta orientación Fernán Gonçalves, Pedro Barroso, Men Rodrigues Tenorio y el mismo Alfonso el Sabio.

La corriente indígena, en cambio, recoge el alma hondamente lírica de Galicia y expresa, con una "melancolía vaga, misteriosa y soñadora" (Menéndez Pelayo), el encanto de un paisaje "en el que las olas y los pinos hacen el contrapunto de los sentimientos" (Alda Tesán). En este tipo de poesía sobresalen Nuño Fernández Torneol, Juan Zorro, Ayras Nunes, el rey don Dionís, Pero Meogo y, sobre todo, los grandes poetas marineros:Martín Codax, Payo Gómez Chariño y Meendriño.

La gran épica portuguesa surgirá con el Renacimiento. Durante la Edad Media, este género es cultivado en Portugal escasamente y con muy poca personalidad propia.

Hay rastros del mismo en los Cancioneros, no sólo en el Romance de Don Fernando que hemos citado, sino también en las referencias históricas que figuran en algunos poemas líricos.

La prosa

- Traducciones. Esta actividad literaria, tan importante en la Edad Media, se despliega en dos focos, uno gallego y otro portugués. Al primero corresponden las versiones de la Leyenda áurea de Jacobo de Vorágiñe, una parte del Códice Calixtino y del Flos Sanctorum titulada Us miragres de Santiago, el Fuero juzgo, las Siete Partidas y la Grande e General Estoria de Alfonso X, etc.

El foco portugués fue la abadía de Alcobaça.

Historiografía. A la primera época medieval corresponden; los cronicones, tablas de efemérides ordenadas cronológicamente y redactadas en latín; las hagiografías y los escritos de materia religiosa, que, muy numerosos, se hallan recogidos, junto con los cronicones, en la colección Portugaliae Monumenta Historica, reunida por Alexandre Herculano (1810- 1877); y los libros de linajes, que, con finalidad de habilitar a los nobles para ejercer sus derechos, remontaban su investigación hasta constituir un bosquejo de historia.

En la segunda época, hasta la Crónica do Condestavel se repiten las características de la historiografía de la época anterior. A partir de esta obra, se desarrolla una fase superior, a la que contribuye decisivamente la creación en 1434, por el rey don Duarte, del cargo de cronista mayor del reino, para el cual fue nombrado Fernán Lopes.

Éste, el anónimo autor de la Crónica de Condestavel, y fray Juan Alvares, son los verdaderos creadores de la historiografía portuguesa.

Orígenes del teatro. Dejando aparte las grandes representaciones litúrgicas, y el germen dramático de algunas composiciones líricas dialogadas, el género teatral portugués cuenta únicamente, en la Edad Media, con los llamados arremedilhos, piezas embrionarias de las que sólo tenemos noticia por su mención en algunos documentos y que, por su nombre, sugieren la idea de farsa mímica o burla.

El siglo XV

- La poesía

Características de la poesía lusitana del siglo XV son la extinción de la tradición lírica gallegoportuguesa y su sustitución por la influencia alegórico-dantesca italiana, recibida a través de los poetas castellanos del momento ( Santillana, Mena, etc.), a la que se unen elementos épicos nacionales.

El Cancioneiro Geral (Lisboa, 1516), de García de Rezende, secretario y biógrafo del rey Juan II, recoge casi toda la producción poética de esta época. En él figuran 286 poetas portugueses, 29 de ellos con poesías en castellano. Los más notables son: el propio García de Rezende, con unas trovas dedicadas a la muerte de Inés de Castro; Joâo Rodrigues Castelo Branco, con una bella Contiga Partindo-se; Duarte de Brito, autor de un largo poema a imitación del Infierno de los enamorados de Santillana; el infante don Pedro; y otros poetas posteriores, que adoptan ya los temas y el estilo de la plenitud del Renacimiento, como Sá de Miranda, Bernardim Ribeiro y Gil Vicente.

La tristeza, el amor y la muerte, sentidos a la manera neoplatónica, son los temas predominantes que abren de par en par las puertas al Renacimiento.

- El teatro

En el Cancioneiro General hay referencias a representaciones de momos, y García de Rezende, en su Miscelánea, cita a Gil Vicente como inventor del auto.

Entre las rudimentarias exhibiciones teatrales de la época podrían establecerse, con bastante reservas, las siguientes distinciones: el entremés sería el conjunto de representaciones escénicas de la forma dramática más frecuente, determinado momento y determinada solemnidad; el momo sería el episodio particular y la acción común (en una misma noche, y con la misma escenografía, se representaban sucesivamente varios momos); el breve era toda la parte hablada, muy pequeña por cierto.

- La prosa didáctica

Al ciclo joanino corresponden las últimas de entre las obras historiográficas citadas más arriba y un grupo de obras didácticas que contribuyeron a fijar el lenguaje literario portugués y a efectuar la transición entre la Edad Media y el Renacimiento. Estas últimas son las siguientes:

- El Livro da Montaria es un tratado venatorio, atribuido a Juan I, a quien también se le atribuye la Côrte Imperial, compendio de materias religiosas tratadas con gran aparato de erudición y escasa originalidad.

- El Leal Conselheiro, escrito por el hijo de aquél, don Duarte, es una obra de edificación moral especie de enciclopedia de tipo medieval. Del mismo autor es el Livro da Ensinança de bem cavalgar tôda a sela, enseñanzas y consejos sobre el arte de la caballería y lecciones morales relacionadas con los altos ideales que habían de inspirar la vida del "caballero".

- La Virtuosa Bemfeitoria, obra del regente don Pedro, duque de Coimbra, es un profundo tratado de ética cristiana basado en Aristóteles; Plutarco, Cicerón y, sobre todo, Séneca, "que tiene la primacía entre los filósofos moralistas-. Escrito con gran equilibrio y perfecta composición. Es un claro y valioso precedente del Renacimiento.

- El Fabulario contiene numerosas fábulas o isopetes en prosa, con sus respectivas moralejas añadidas.

La literatura del Renacimiento

La influencia italiana es ejercida, directa e indirectamente a la vez, a través de España. El impulso literario fue dado por Francisco Sá de Miranda (h. 1485-1558), que introdujo en Portugal la poética del dolce stil nuovo, como Garcilaso la había introducido en España (adopción de ritmos nuevos y de la octava rima; empleo del nuevo octosílabo nacional o media velha).

La escuela italo-clásica está representada en esta época por Antonio Ferreira (1528-1569), autor, sobre todo, de una tragedia ( Inés de Castro) y de Poemas lusitanos; por Pedro de Andrade Caminha, por Frei Agostinho da Cruz, por André Falcâo de Resende y, sobre todo, por Luis Vaz de Camôes (cuyo nombre en español se transcribe como Luis de Camoens).


Camoens

Camoens (1525?-1580) nacido probablemente en Coimbra, donde estudio; durante su juventud vivió en la corte donde escribió su amor por "Natercia", nombre bajo el que se quiere identificar a Catalina de Ataide.

Considerado el más grande de los poetas portugueses. Ha cultivado todos los géneros: el lírico, el dramático (Anfitrión, póstuma 593; Auto del rey Seleuco, hacia 1546) y, sobre todo, el épico.

Con Los Lusíodas (1572), epopeya que narra la expansión portuguesa por las Indias orientales, compuesta al modo de la Eneida, ha dado a Portugal su gran poema nacional. Escrita en diez cantos en octava rima, se inspira tanto en la Eneida ( Virgilio), como en Orlando furioso ( Ariosto). Aunque la obra ensalza las hazañas de los hijos de Lusus o portugueses, también refleja la amargura con respecto a los aspectos más crueles del colonialismo portugués. El mismo tono de pesimismo impregna mucha de su lírica y las pocas cartas que nos han llegado.

Los discípulos de Camoens nunca alcanzaron la talla de su maestro. Entre ellos puede citarse a Jerónimo Corte-Real (1530?-1588), autor de la Austríada (epopeya sobre la batalla de Lepanto, escrita en castellano) y de una larga narración en prosa titulada El segundo cerco de Diu (1574); a Luis Pereira Brandâo (1540-1590), autor de Elegíada (1588), sobre el desastre de Alcazarquivir-, a Francisco de Andrade (1540-1614), autor de Primer sitio de Diu (1589), y a Vasco Mouzinho de Quevedo (muerto en 1627), a quien se debe Alfonso el Africano (1611), poema épico.

La literatura dramática sigue, con menos brío, la misma evolución que en España. Sá de Miranda introduce la comedia, sustituye el verso por la prosa y procura imitar a Terencio, Sófocles y Eurípides. Escribió la primera comedia en prosa, Los extranjeros (1528), cuya acción se desarrolla en Italia; y la primera tragedia "clásica", Cleopatra (perdida).

La tragedia de António Ferreira Inés de Castro renuncia a la inspiración italiana y logra un tema nacional a la manera de Sófocles.

Por último, recordemos que Jorge Ferreira de Vasconcelos (hacia 1515-1585) nos dejó una obra de estilo similar al de la Celestina: Eufrosina.


El siglo XVII

Portugal entra en el siglo XVII en una época de decadencia política y literaria. La influencia española está constantemente presente, tanto si se trata de la expansión del gongorismo, como si se trata de la poesía bucólica o lírica, de la novela o del teatro. La figura más representativa de la época es Francisco Manuel de Melo (1608-1666), cuyas Obras métricas están, en parte, escritas en castellano.

En medio de esta monotonía hay que destacar un documento excepcional, aparecido en París (1699) en francés, con el título de Cartas portuguesas.

Se trata de una serie de epístolas en las que una monja portuguesa describe y analiza las diferentes etapas de una unión pasional con un oficial francés cuya amante debió de ser ella misma, en 1663, durante la guerra franco-española.

Una erudita tradición ha atribuido esas Cartas a una tal Mariana Alcoforado (1640-1723), religiosa en Beja. Pero en 1926, el critico británico F. C. Green demostró que, de hecho, las Cartas Portuguesas (a veces llamadas Cartas de una monja portuguesa) eran una superchería literaria cuyo autor era, en realidad, el pretendido traductor francés: conde Lavergne de Guilleragues (1628-1685), familiar de Madame de Maintenon. Este pudo haberse inspirado en auténticas cartas, escritas por mujeres portuguesas a los oficiales franceses de regreso de sus campañas por la península Ibérica. Esta fuente explicaría el lirismo apasionado (los lusismos) de las Cartas, que constituyen una obra maestra de la psicología amorosa.


El siglo XVIII

Presenta idénticos caracteres que la española: apertura a las grandes corrientes europeas, creación de Academias (Arcadios), compilaciones, trabajos historiográficos y de erudición (Manuel Cactano de Sousa, Frei Manuel do Cenaculo, Barbosa Machado, Soares da Silva, Antonio Ribeiro dos Santos, Francisco Alexandre Lobo, Cardenal Saravia, Frei Fortunato de San Boaventura).

La poesía (mediocre) está representada por Antonio Diniz da Cruz e Silva (1731-1799) con El hisopo (1802); Pedro Antonio Corrêia Garçâo (1724-1772), versificador consumado; Domingo dos Reis Quita (1728-1770), poeta bucólico (Églogas, 1776); Manuel Maria Barbosa de Bocage (1765-1805), cuyos Sonetos merecen recordarse, y José Agostinho de Macedo (1761-1831), autor de Los asnos o El reinado de la estulticia (1827). Todos ellos son arcades (académicos).

Entre los no académicos llamados disidentes, pueden recordarse los nombres de Nicolás Tolentino de Almeida (1741-1811), poeta satírico, y de Francisco Manoel do Nascimiento (1734-1819) quien, al ser perseguido por la Santa Inquisición, hubo de exiliarse a Francia y a Holanda, donde bajo el seudónimo de "Filinto Elysio" publicó numerosas poesías.


El siglo XIX

La poesía portuguesa, igual que la española, renace a principios del siglo XIX bajo la influencia de otros países (en especial de Inglaterra, a donde se exilió Almeida Garret, fundador del romanticismo portugués) y participa, con cierto retraso, del movimiento romántico europeo.

- Joâo Baptista de Almeida Garret (1799-1854) cultivó todos los géneros. Sus dos poemas épicos, Camoens (1825) y Doña Blanca (1826), son las primeras obras románticas portuguesas. Su obra más notable es el drama -desdichadamente, un caso aislado- que publicó en 1843: Fray Luis de Sousa.

Tras él, Alexandre Herculano (1810-1877), que también pagó con el exilio sus ideas liberales, estuvo influido por los romanticismos alemán y francés. Si sus versos han caído en el olvido, no sucede lo mismo con su importante Historia de Portugal (1846-1853), obra científica y artística a la vez.

A pesar de los esfuerzos de estos dos poetas, el romanticismo portugués no ha producido obras de importancia.

La reacción contra el Romanticismo llegó, en 1865, con los jóvenes escritores que exigían una literatura y una poesía más comprometidas. A la cabeza de ellos, Antero de Quental (1842-1891) y Teófilo Braga (1843-1924) discípulo éste de Auguste Comte.

Quental ha expresado su pesimismo metafísico en las Odas modernas (1865) y en los Sonetos (1886), que le aproximan al italiano Leopardi. Entre las obras antirrománticas, la que constituye el estudio más acabado y moderno de la poesía de este período es Flores del campo (1868), de Joâo de Deus (1830-1896).

Una segunda tendencia es la de la poesía social y revolucionaria, cuyos sostenedores alzan sobre el pavés -sin haberlos comprendido del todo- a Hugo y Baudelaire.

Principales representantes: Abilio Manuel Guerra Junqueiro (1850-1923), António Duartes Gomes Leal (1848-1921), anticristiano y antimaterialista a la vez, a quien suele relacionársele con Verlaine.

Paralelamente se desarrollan la teoría del arte por el arte (parnasiánismo francés) y la del simbolismo. Cándido Gonçalves Cres (1846-1883) introduce en su las tesis del Parnaso francés, doctrinas que J. J. Cesario Verde (1855-1886) transforma en una poesía simple y desnuda que no fue conocida hasta después de su muerte (El libro de Cesario Verde, póstumo, 1887).

A partir de 1890, Portugal entra en un periodo de conflictos políticos que desembocan en la proclamación de la República (1910). A esa crisis política y social corresponde una crisis intelectual. Los poetas, bajo influencia francesa, oscilan entre el romanticismo y el pesimismo simbolista.

Así, Solo (1892), de António Nobre (1867-1900), expresa, a través de una antigua tradición, toda la tristeza (saudade) portuguesa. Teixeira de Pascoâes (1877-1952) se nos presenta como el poeta panteísta de la nostalgia (La saudade). Eugenio de Castro (1869-1944), considerado como el introductor del simbolismo, se convierte en uno de los más grandes poetas portugueses de su tiempo. Y Camilo Pessanha escribe los poemas de Clepsidra (publicados póstumamente, en 1922).


El teatro, la novela, la historia

El drama romántico se remonta a Almeida Garret. Sin embargo, tras él la escena portuguesa sólo ha conocido unos dramas históricos que no pueden compararse a Fray Luis de Sousa. Son sus autores José Mendes Leal (1818-1886) y Manuel Joaquim Pinheiro Chagas (1842-1895).

El drama social, que lleva a la escena la ideología liberal, está representado por Ernesto Biester (1829-1880), António Enes (1848-1901) y Fernando Caldeira (1841-1894).

El dramaturgo más célebre de este fin de siglo es Joâo da Camara (1852-1907), autor de obras históricas y sociales demasiado grandilocuentes.

Herculano, a su vuelta del exilio, exaltó la novela histórica, género que él mismo enriqueció con El monje cisterciense (1848). Fue imitado por muchos escritores: Luis Augusto Rebello da Silva, Joâo de Andrade Corvo, Manuel Pinheiro Chagas, etc.

La gran época de la novela portuguesa está presidida por Camilo Castelo Branco (1825-1890), autor de Amor de perdición, Memorias de una familia, entre otras; por Julio Diniz (seudónimo de Joaquim Guilherme Gomes Coelho, (1839-1871), autor de Los hidalgos de la casa morisca (1871) y de Las pupilas del señor rector (1866), en las que se observan influencias de Dickens; y, sobre todo, por José María Eça de Queiroz (1845-1900), cabeza de la escuela realista portuguesa.

Muy influido por los novelistas franceses,(como Flaubert), ha dejado una abundante labor de la que pueden destacarse El crimen del padre Amaro (degradación progresiva de un sacerdote); El primo Basilio (1878) y Los Maias (1880), ambos cuadros de costumbres de la sociedad mundana lisboeta hacia 1875; La ilustre casa de Ramires (1900), El mandarín (1988), La reliquia (1887).

Eça de Queiroz ha dejado también diversos trabajos críticos.

El naturalismo está representado por Lourenço Pinto y, sobre todo, por Francisco Teixeira de Queiroz (1848-1919), que se propuso describir la sociedad de su tiempo en una amplia Comedia humana en 15 volúmenes.

Las tendencias realista y naturalista se continúan en el siglo XX.

La historia, está dignamente representada y encabezada por los trabajos de Herculano: Historia de Portugal (1846-1853) e Historia de la Inquisición en Portugal (1854-1859).

Pero el interés por los estudios históricos se manifiesta a través de un gran número de obras, entre las cuales destacan las de Henrique de Gama Barros (1833-1925) y António da Costa Lobo (1840-1913); las de Joaquim Pedro de Oliveira Martins (1845-1913), autor de una Historia de la civilización ibérica, de una Historia de Portugal y de Los hijos de Juan I.

Hay que advertir que Oliveira fue más un escritor que un historiador científico: la imaginación puede en él más que la documentación y la estricta realidad. Sin embargo, la calidad de su narración y la filosofía política que extrae de la Historia, hacen de él un autor particularmente apreciado, incluso en nuestros días.


La literatura portuguesa en el siglo XX

Creación en 1910 de la revista A Aguia, tribuna del movimiento de renacimiento cultural llamado Renascença portuguesa.

En torno a esta revista se han agrupado: 1º, Teixeira de Pascoâes (1877-1952) y los poetas nacionalistas que cultivaron el saudadismo: Correia de Olivera (1879-1960), Mário Beirao (1892-1965) y Lopes Vieira (1878-1947); y 2º, Alfonso Duarte (1884-1958), cuya poesía, menos tradicionalista, está más abierta al modernismo.

Los "teóricos" de A Aguja son el filósofo Leonardo Coimbra (1883-1936) y el critico António Sergio de Sousa (1883-1968), opuesto al "lusitanismo" estrecho de Pascoâes. Otros tradicionalistas: António Patricio, António Boto y Florbela Espanca.

Creación en 1915 de la revista Orpheu (anticonformista): nacimiento del modernismo con Fernando Pessoa (1888-1935), complejo genio que en vida sólo publicó un libro (Mensajes) y que dejó firmadas con varios seudónimos las obras que se publicarían póstumamente.

Después de su muerte han aparecido sus Obras Completas publicadas con diferentes nombres. I-Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II-Poesías, 1944, de Alvaro de Campos; III-Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV-Odas, 1946, de Ricardo Reis; V-Mensajes, 1945; VI-Poemas dramáticos; y VII y VIII-Poesías inéditas.

Destaca también El libro del desasosiego (aparecido en 1982), que inició el poeta en 1912 y que se compone de aforismos, divagaciones y fragmentos de su diario. Mário de Sá Carneiro (1890-1916), poeta maldito del grupo, se suicidó en Paris.

Creación en Coimbra, en 1927, de la revista Presença (proustiana). Poetas del grupo: José Régio (1901-1969), Miguel Torga (nacido en 1907), Adolfo Casais Monteiro (nacido en 1908), y Branquinho da Fonseca (1905-1974).

A partir de 1940, movimiento que tiende al Neorrealismo (opuesto a Presença) y que crea la colección del Nuevo Cancionero: Alvaro Feijo, Joâo José Cochofel (nacido en 1919), Carlos de Oliveira (1921-1981), y Manuel de Fonseca (nacido en 1911).

En la misma línea se encuentran: José Gómez Ferreira (nacido en 1900), Veiga Leitâo (nacido en 1915), Egito Gonçalves (nacido en 1922) y algunos otros.

Al grupo Cuadernos de la poesía (fundado en 1940) pertenecen poetas de tendencias muy diversas, desde católicos hasta marxistas, como Ruy Cinatti (nacido en 1915), Sophia de Mello Breyner Andresen (nacida en 1919) y Eugénio de Andrade (nacido en 1923).

Tendencias actuales: el grupo surrealista de Lisboa (tardío), con António Pedro (1906-1966), Mário Cesariny de Vasconcellos (nacido en 1923) y Alejandro O'Neill (nacido en 1924); el grupo de la Tabla Redonda (1950-1954), con Alberto de Lacerda (nacido en 1928), Fernando Botelho (nacido en 1926), etc.; el grupo neo-barroco y "concretista" (Raul de Carvalho, António Ramos Rosa, etc.), y la generación "ascendente", que unas veces se inspira en los antiguos y en otras ocasiones intenta aventuras más personales (Herberto Hélder, nacido en 1930).


El teatro

En el curso del presente siglo, Portugal ha descubierto el teatro europeo, naturalista antes de 1914, expresionista en los años treinta, y el teatro nuevo (desde Pirandello hasta Beckett) después de la segunda guerra mundial.

Los dramaturgos portugueses o son regionalistas (como Alfredo Cortés, 1880-1946) o pertenecen a alguno de los grupos poéticos citados anteriormente, y entonces procuran -no sin dificultad- saltar de la revista literaria a la escena. Entre los autores contemporáneos pueden citarse a Jorge de Sena (1919-1978), Romeu Correia (nacido en 1917) y Bernardo Santareno (1924-1980).


La novela

A principios de siglo volvemos a encontrar a los realistas y naturalistas Teixeira de Queiroz y Eça de Queiroz.

Tendencia a la novela de análisis, dirigida hacia el mundo interior y opuesta a la vez al bergsonismo y al positivismo: representada por Raul Brandâo (1867-1930), influido por Dostoievski y por la revista Seara nova (1921), donde volvemos a encontrar a António Sergio de Sousa (1883-1968), y a novelistas refinados, como Manuel Teixeira Gomes (1862-1941). Joaquim Paco d'Arcos (nacido en 1908) lanza una mirada sobre la sociedad.

El grupo de "Presença" está más próximo a la nueva novela que el de Seara nova (la "novela moderna", es decir, Proust y Joyce); hay que mencionar a José Rodríguez Miguéis (nacido en 1901).

Los jóvenes escritores opuestos a "Presença", liberales e inquietos por los problemas sociales y nacionales dan en el neorrealismo, al que José María Ferreira de Castro (1898-1971) emigrado al Brasil a los doce años y empleado en la cosecha del caucho en Amazonia, tal como cuenta en Selva virgen, sirve de figura precursora. Ellos son: Soeiro Pereira Gomes (1909-1949), Virgílio Ferreira (nacido en 1916), Alves Redol (1911-1969) y Fernando Namora (nacido en 1919).

La "nueva novela", perdura en Portugal, como experimento, con Alfredo Margarido (nacido en 1928) y Artur Portela Filho.

La corriente "tradicional" sigue viento en popa con Aquilino Ribeiro (1884-1963) y con la regionalista Agustina Bessa Luís (nacida en 1922).

La prosa portuguesa de los últimos veinte años se apoya en un doble pasado reciente: el de la narrativa verosímil, en relación a una cierta imagen de la vida, real y dimensional, y el de la sospecha de que la ficción moderna debería ser una permanente investigación del significado y del significante.

Esta última línea tiene sus antecedentes, entre otros, en Mario de Sá Carneiro, Raúl Brandâo, Fernando Pessoa, Almada Negreiros, Manuel de Lima y Luiz Pacheco, que en su mayoría se manejaron en el individualismo sin agruparse en la corriente moderna que protagonizaba su época.

De estas fuentes nació la narrativa actual que une esas posibilidades expresivas de la realidad con una carga sistemática de inconformismo. Actualmente es posible observar en el ámbito literario portugués autores y libros que sintetizan las dos corrientes en una tercera que reúne a jóvenes autores como Almeida Faría (n. 1943), cuyos textos se sitúan a medio camino entre la realidad y el mito. Esta forma literaria se refleja en sus obras A. Paixâo (1965), Cortes (1978), Lusitânia (1981) y Cavaleiro andante (1983).

Los escritores que más han trascendido en estos años son Cardoso Pires, Fernando Namora, Manuel de Fonseca, Urbano Tavares, Natalia Nunes y José Saramago.

Al margen de una posible catalogación, mezcla de influencias y géneros, se presenta la obra de Agustina Bessa-Luís (n. 1922) ("O Mosteiro",), marcada por una profunda originalidad basada en su poder de fabulación. Algunos críticos le han llamado a este género surrealismo rural.


La literatura de Brasil está formada por la mezcla de la cultura de tres pueblos: los pueblos indígenas, los europeos emigrados y los negros que fueron llevados desde África como esclavos. Desde que los portugueses comenzaron a colonizar el país, su lengua determinó la unidad del mosaico cultural resultante y estableció el carácter particular de la literatura brasileña en íntima relación con la tradición literaria portuguesa.

Desde los orígenes hasta el siglo XIX

La historia de la literatura brasileña de este periodo transcurre paralela a las demás hispanoamericanas, bajo la influencia del pensamiento y la cultura europeas, y podemos dividirla en dos etapas.

Antes de la independencia

Si dejamos a un lado los escritos (relatos, descripciones, etc.) redactados por los primeros conquistadores portugueses en el siglo XVI, la literatura brasileña apenas existe en los siglos XVI, XVII y XVIII.

Cabe citar a Pero de Magalhâes Gandavo (finales del siglo XVI) y al padre Cardim (hacia 1608-1697), quienes describen el Brasil a sus compatriotas europeos, y al predicador Antonio Vieira (1608-1697).

Los comienzos de la literatura brasileña se suelen fechar en la obra del poeta Gregorio Mattos (1633-1696), el cual, sin embargo, es más portugués que brasileño.

A finales del siglo XVIII se manifiesta la influencia de la revolución norteamericana y de los filósofos franceses. Algunos intelectuales piensan en sustraer a su país de la tutela portuguesa y convertirlo en un Estado independiente. Este movimiento se inicia en la región de Minas Gerais. A él se unen el poeta Claudio Manuel da Costa (1729-1789), el poeta mulato Manuel Ignacio da Silva Alvarenga (1749-1814) y otros escritores, en general mediocres imitadores de los autores europeos salvo, quizá, José Basilio Gama (1741-1795), autor de Uruguay (1769).

Después de la independencia

La independencia de Brasil (1822), que coincide con la expansión del romanticismo en Europa, va acompañada de una exaltación de todo lo que no es portugués, es decir, de la indigenidad, y, por supuesto, del gigante Brasil cantado por António Gonçalves Dias (1823-1864). Un hombre que, con la pluma y la acción política, lucha por la abolición de la esclavitud de los indios fue Joaquim Nabuco (1849-1910), diplomático, ensayista e historiador.

La poesía lírica prosigue, después de Dias, con António de Castro Alves (1847-1871). Después, el romanticismo desemboca en el arte marmóreo de los parnasianos (Raymundo Correa, 1860-1911; Alberto Oliveira, 1857-1937; Olavo Bilac, 1865-1918) y, al final del siglo, en el simbolismo (Joâo de Cruz e Souza, 1862-1898).

El naturalismo brasileño se caracteriza por el interés que los escritores muestran por el sertâo, esa vasta y desheredada región del nordeste del Brasil, que todavía inspira a los novelistas y, sobre todo, a los cineastas.

Los principales representantes son: Afonso Arinos (1868-1916), H. M. Coelho Netto (1865-1934), Afranio Peixoto (1876-1947), Euclydes da Cunha (1866-1909), autor de Os sertoes (1902), admirable mezcla de novela épica y ensayo sociológico. Joaquim Maria Machado de Assis (1839-1908), además poeta parnasiano (Crisálidas, 1864), es ante todo un narrador realista, una especie de Anatole France brasileño, con un poco más de pesimismo que de escepticismo (Memorias póstumas de Braz Cubas, 1880; Quincas Borba, 1891; Dom Casmurro, 1900).


El siglo XX

En el siglo XX los escritores brasileños continúan explorando la sociedad brasileña, tanto en obras que analizan la vida campesina, como la urbana.

Continúa la tradición naturalista con un estilo experimental propio. Aunque Brasil no ha proporcionado dramaturgos a la altura de sus novelistas y poetas, destacan algunas obras de contenido religioso y folclórico.

El crecimiento de la economía y las comunidades urbanas de Brasil prometen una literatura rica y variada.


En la evolución literaria del Brasil durante el siglo XX son de señalar tres etapas:

El principio del siglo es el momento de la consolidación del academicismo (parnasianismo y simbolismo). Como reacción, hacia 1922 aparece el modernismo (sin relación con el modernismo de Rubén Darío): Mario de Andrade (1893-1945), Oswald de Andrade (1890-1954), José Pereira de Graça Aranha (1868-1931). Este movimiento se caracteriza por el empleo y definición de nuevos medios de expresión.

A partir de 1930: expansión de la cultura e interés por la historia y la sociología. Los escritores y los críticos- se preocupan cada vez más por los problemas sociales (liberalismo) y el modernismo se convierte en vehículo de las ideas revolucionarias después de la instauración de la dictadura (1933).

Después de 1945, retorno a la "democracia". Hay que señalar un hecho importante: el desarrollo del cine brasileño, a cuya evolución están ligados los escritores de la generación de 1945 (problemas que aborda: las favelas -el "chabolismo"-, la miseria en las ciudades, las cuestiones sociales, la decadencia de las grandes familias, el sertâo).

Los regímenes políticos y la censura favorecieron el retorno de las corrientes intimistas de gran corrección formal, destacando E. Verissimo, F. Sabino y D. Trevisan en narrativa, y Cecilia Meireles en poesía.


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