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Revista Arbil nº 78

Luis Alberto Heiremans, testigo del Ansia humana y maestro de la Esperanza

por Vicente Lastra.

Luis Alberto Heiremans Despouy (1928-1964), es uno de los grandes escritores chilenos de todos los tiempos. También un insigne desconocido para una amplia cofradía de lectores. Miembro de avanzada de la "Generación del 50", comparte honores junto a José Donoso, Enrique Lafourcade, Jorge Edwards, y Enrique Lihn, entre los arietes de dicho grupo. Y a pesar de los breves 36 años de su vida terrenal, pudo configurar una sólida obra literaria, donde la necesidad de un mundo más humano y trascendente, sobresalen con una fuerza pocas veces igualada, y vista, entre nuestros literatos. "Hermoso, inteligente, lleno de múltiples talentos", lo definió hace poco su amigo Lafourcade, en una de sus últimas columnas dominicales.

"Nuestra única verdad radica en el amor que uno puede dar, y en el amor que uno recibe. Todo lo demás es engaño."
Luis A. Heiremans, "Seres de un día".

"Cada uno lleva un secreto dentro de sí; más aún, ese secreto se corporiza en otro ser que, fatalmente, uno debe encontrar. A veces se pasa junto a él sin verle, a veces uno le conversa y después sigue su camino sin comprender . Pero la posibilidad de hallarlo es un hecho. Unirse para siempre a ese ser, es haber encontrado la dicha".
Luis A. Heiremans, "Los Demás".

La soledad, la dificultad y complejidad de las relaciones interpersonales, la búsqueda de un sentido de la vida, la orfandad de nuestros sentimientos, son analizados por Heiremans, bajo la perspectiva de una sensibilidad privilegiada.

Luego de realizar sus estudios secundarios en The Grange School teniendo como condiscípulos al mexicano Carlos Fuentes y el mismo José Donoso, siguió la carrera de medicina en la Universidad de Chile, recibiéndose con honores como Médico Cirujano, en 1954. No obstante, su verdadera profesión fue la de escritor: la de cuentista y novelista, principalmente la de dramaturgo.

Hombre de viajes, vivió largo tiempo en París y los Estados Unidos, cosa que no fue obstáculo, para que en sus creaciones teatrales, el amor por Chile y su gente, se noten a metros, a leguas de distancia. Citando palabras suyas, poco antes de morir, "Desde lejos se ve más claro cuando se mira hacia Chile. Porque es cierto aquello de que "los árboles no dejan de ver el bosque.". Estamos en una línea de superación. Debemos seguir en la búsqueda de un estilo nuestro. Yo estoy en lo mío. Trabajo con el firme propósito de establecerme una disciplina literaria. En mis obras utilizo el folklore porque estimo que es base de gran riqueza en un país." Ese estilo propio y original, del que nos habla Heiremans, lo llevó a su máxima expresión en la famosa trilogía compuesta por "Versos de ciego", "El Abanderado", y "El Tony chico". De las cuales, en opinión nuestra, la última es la más poderosa y sugestiva. Por su lenguaje, por el simbolismo implícito que lleva en sus diálogos y descripciones, por la humanidad que rebosa la historia entera.

Aparte de sus obras de teatro, no exageramos si decimos que la gran mayoría entre las mejores del Teatro Nacional, su producción está compuesta por tres libros de cuentos, "Los niños extraños", "Los Demás", y "Seres de un día", además de su única novela, "Puerta de Salida", también traducida al alemán.

El año pasado, después de un largo y eficiente trabajo, vieron la luz su "Teatro Completo" (2002), edición que estuvo a cargo y cuidado de la profesora Norma Alcamán Riffo, jefa del Departamento de Literatura de la Universidad Adolfo Ibáñez, bajo el sello de RIL editores. Este año, se espera que haga su aparición la narrativa completa, y, para el próximo, cuando se cumplan cuarenta años de la muerte del escritor, sus cartas y diarios íntimos.

Como decíamos, Luis Alberto Heiremans fue un hombre reservado, desterrado por sí mismo de camarillas y la vida social misma. En sus libros nos es posible discernir el por qué de sus silencios, de su alejamiento. La disyuntiva interna que lo aquejaba, y la angustia existencial que lo acompañaba, es fácil de advertir en sus creaciones más logradas. Nos dice, por ejemplo, en "El Tony chico", a través de Landa, el protagonista, "Yo estoy cansado de estar solo. De andar solo. De buscar solo. Es... ¿Cómo explicarle? Me parece que con tanto andar de un lado a otro, he perdido algo y no he encontrado nada. ¿Cómo explicarle? Como si se me hubiera escapado lo que las cosas son. Lo que la vida en verdad esconde. Pienso... pienso que siempre he mirado desde una altura, como usted dice, y nunca he llegado a comprender lo que sucede entre los demás... acá abajo... ¿Cómo explicarle? Esta tarde cuando llegué acá y los vi a ustedes, me pareció que después de mucho tiempo veía cosas reales... cosas que en realidad sucedían, que estaban ahí frente a mí, que podía encontrar y tocar. Todo lo otro es algo que ha estado dentro de mi cabeza durante mucho tiempo, girando ahí, haciéndose cada vez más vago... más impreciso. Ahora quiero vivir con ustedes.

La sinceridad de sus diálogos logran que el lector se estremezca y conmueva ante la soledad de Heiremans, enfrentado ante el ansia humana del hombre que utiliza al escribiente para revelarse ante él mismo, y sus potenciales lectores.

Porque así, amigos, es el escritor que observamos perplejos en esta oportunidad: un hombre sincero que nos habla de sus ilusiones y temores, que nos hace sentir, que a veces, no estamos tan perdidos como creíamos. Como diría el recordado Ricardo Latchman, en una crítica del año 1964, es Luis Alberto Heiremans, un testigo del Ansia humana y maestro de la Esperanza.

Siempre la Esperanza.

Eso siempre respondía Heiremans cuando le preguntaban acerca de qué estaba escribiendo, cuál era el tema que presidiría sus futuras invenciones. Porque tal y como sucede en la práctica y devoción de una Religión, el Arte en esta vida adquiere los rasgos sagrados de una Religión y creencia, de una singular forma de vida, desenvuelta en el hecho puntual que significan la escritura y la Literatura. El artista busca comunicar sus impresiones de comunión con la Deidad mediante sus creaciones, ese momento de lucidez aplastante con los valores superiores de una existencia más plena y profunda. Es un acto de hospitalidad, de entrega y amor, de sincera expresividad.

Pues en Heiremans, el mundo es un misterio, una caja de resonancias que contiene mitos y leyendas fastuosas, ecos de ilusiones y maravillas insospechadas, pero alcanzables, he ahí su posibilidad cierta. Una realidad que finaliza en el Paraíso, en una meta, en un destino, en la alternativa permanente de alcanzar la felicidad y la plenitud consiguientes. Bajo esta perspectiva, sus ideas filosóficas se hallan fuertemente influenciadas por el pensamiento existencialista cristiano de Gabriel Marcel.

Como buen hombre de su tiempo (mundo post-Segunda Guerra Mundial y comienzo de la Guerra Fría), Heiremans no puede, ni tampoco es, indiferente al quiebre existencial y vacío de horizontes que azotan aquel tiempo. A los problemas inherentes de la vida moderna, con su sesgo de infelicidad, ausencia y nihilismo por esencias, el Arte del dramaturgo chileno, siempre abre una puerta trascendente y superior. Nunca como vía de escape que promueva la evasión y el desapego, nada más alejado de la verdad, sino como camino a una esfera de valores más altos y absolutos. Dicho con otras palabras, Heiremans le devuelve a la realidad, a través del Arte, la sacralidad poseída antaño.

En el Arte, igualmente, se observa, un intento desesperado por eternizar y transformar en siempre, ese momento de paz y quietud que se consigue tras la tormenta, posterior a la construcción de un hombre nuevo en reemplazo del anterior desvalido y derrotado.

Concluyendo, el tema de la Esperanza, en la obra de Luis Alberto Heiremans, va enlazado con una clara concepción tradicional y cristiana de la vida. Manifestándose, de preferencia, mediante la comunión espiritual con otro ser humano; es así, como por ejemplo, en "El Tony chico", se expresa en el siguiente diálogo entre Landa, el protagonista, y el niño Juanucho:

Landa: Y adónde le gustaría ir, señor Juanucho.
Juanucho: (Olvidándose de su papel de tony) Al mar.
Landa: Hacia allá vamos , entonces. ¿Has estado alguna vez?
Juanucho: ¿Cómo es?
Landa: Grande. Verde en el día. Con olas y la espuma que vuela por encima. (Retomando el papel de tony). Siga remando, señor Juanucho. Mire que el camino es largo y el Paraíso queda lejos.
Juanucho: Allá vamos?
Landa: Allá parece. (Pero pronto pierde su voz de tony. Parece recordar). Parece que allá están todos los tesoros que la tierra en otro tiempo tuvo.

El Amor, única posibilidad de Salvación.

Siguiendo las mismas coordenadas anteriores, el amor es otra de las temáticas de importancia para nuestro autor. Es con la vivencia de ese sentimiento inmortal y divino, que solamente es capaz el alma de comunicar el secreto sagrado que todos llevamos dentro.

Para Heiremans, el A-MOR, con mayúsculas, así como era utilizada esa palabra sin raíz etimológica por los trovadores y juglares medievales, y de manera parecida a como lo es para otro escritor chileno, Miguel Serrano, es de por sí un elemento de estabilidad, de arraigo contra una dimensión frágil y evanescente por principio. Más que un deseo, o un vínculo de afecto hacia otro ser humano, el amor es la conjunción de un objetivo puro y sublime, en una sociedad donde las relaciones humanas, se hallan matizadas por las imposturas y enmascaramientos.

Los personajes de Heiremans que persiguen el A-MOR, lo hacen debido a la frustración latente que existe en sus vidas. Al caer una existencia, en la cuenta de la futilidad y velocidad pasajera de los bienes o comodidades materiales, del tiempo que todo lo destruye, es el espíritu, o faceta espiritual del Ser, el que debe pasar a imperar entre las prioridades de la nueva vida obtenida. Y por eso, decimos que es de naturaleza mística este A-MOR: porque representa el reflejo de un Ansia, de un anhelo más que material y afectivo, de raigambre existencial, de un Encuentro que lo solucione todo, que borre ese dolor sordo en el pecho, de una vez por todas.

En ese intento por encontrar algo permanente en un mundo de espejismos, el A-MOR, como sentimiento regenerador de orden divino y supra terrenal, regresando a la idea anterior, aparece como lo único capaz de crear esa sensación de eternidad y quietud en el alma que así lo busca con premura.

De esta manera, lo podemos leer, visualizar, en la novela "Puerta de Salida", relatado en el Diario del principal protagonista de la historia, Andrés.

"Estoy lleno de una felicidad difícil de expresar. Estoy tranquilo y exacerbado a la vez. Lleno de esperanzas. Inquieto por lo que ha de sobrevenir. Y decidido. Quieto. En paz conmigo mismo. Todo esto a la vez. No sé si ella experimentará en este momento todo el cúmulo de sensaciones que yo estoy experimentando. Pero siento su mano en la mía y en esa mano hay una entrega silenciosa, quieta también. Estamos el uno con el otro. Eso lo sé. Estoy con ella y ella conmigo como nunca antes había estado con alguien. No lo podemos negar: esto es, en definitiva, algo que nos ha sucedido.".

Más explícito todavía, es otro párrafo del mismo libro.

"La reja se cierra tras nosotros y por un instante tengo la sensación de haber perdido algo para siempre. Pero miro en derredor y veo la misma noche que había allí adentro, idéntica oscuridad, el cielo con las primeras estrellas y el mar abajo, oscuro él también, delimitado por los puertos que una cadena de luces a su vez determina. Visto desde esta altura, todo tiene un cierto orden. Hay en torno a nosotros una armonía casi inevitable. Y ella me da el brazo, me toma la mano. El ritmo de mi paso se aúna al suyo, las respiraciones se hacen idénticas, los cuerpos van presos en un mismo movimiento. Y así juntos, bajamos: pero es como si ascendiéramos".

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Vicente Lastra.

 

Revista Arbil nº 78

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