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Revista Arbil nº 81

El asturcón y la caballería romana

por Francisco D. de Otazu

El autor, monitor ecuestre, combina consideraciones de las ciencias naturales y sociales; zootecnia hípica e historia militar, presentándonos una visión global sobre el caballo asturcón y su significado histórico. No hace falta ser un especialista para recrearse en la historia

Las conveniencia agropecuaria ha estado a punto de eliminar razas poco rentables de animales domésticos, que han significado en nuestro pasado demasiado para que nos lo podamos permitir, aun en el caso de que tuviésemos derecho a prescindir de cualquier patrimonio genético.

Existe una amplia familia de ponis en el arco atlántico europeo. Los insulares; islandés, gotland y shetland podrían atribuirse al endemismo y a la falta de competencia de caballos grandes, pero esta explicación no basta para el connemara de Irlanda, el highland, welsh y exmoor de Gran Bretaña, el landais galo, el garrano portugués, el pottok vasco, el faco gallego y el asturcón.

Garrano viene del término celta ¨garron¨ o ¨gearran¨, que significa en gaelico équido fuerte y resistente. Hacia el 600 a.C., los celtas se impusieron a pobladores anteriores porque ¨portaban ya tanto espadas de hierro con antenas como ponis perfectamente domesticados¨(1). El escocés Cossar Ewart acuñó la expresión ¨poni celta¨, con estas características:

¨Carencia de espejuelos en los miembros posteriores; cabeza pequeña, ligeramente achatada; oreja corta, grupa caida, pelo largo, abundante en todo el cuerpo y particularmente en las quijadas (por el invierno); crines en la frente y cuello largas, abundantes y crespas. De pequeña alzada¨(2)

No es posible alargarse en su descripción, mucho menos en la etología. Baste decir que el arcaismo de alguno de sus rasgos responde a la necesidad; limitación alimenticia, supervivencia al invierno en libertad...Las yeguas, a diferencia de otras razas, tienen colmillos como los machos. El porqué de este atavismo se puede ver en las cicatrices que muestran estos animales en la Sierra del Pedroiru, en el occidente de Asturias, única población de ponis europea sometida a la presión de los lobos, lo que ha merecido un exhaustivo estudio de Jauregui Campos (3). Con el Sueve, se reparten los dos nucleos más puros de esta exigua, pero en recuperación, cabaña ecuestre.

Es tan proverbial como falsa la convicción de que los ponis, por el hecho de serlo, tienen mal genio y no son dóciles. Lo que ha ocurrido es que no han merecido, por razones comerciales, la atención y doma requerida, sirviendo más que como silla como juguete. Tampoco las razas más pequeñas pueden soportar a un domador corpulento. Con el asturcón y algún pariente suyo vasconavarro se han hecho tratamientos terapeúticos con niños con problemas psicológicos. Con obstáculos medianos, el asturcón responde estupéndamente en las competiciones de hípica infantil.

El lector interesado en la realidad actual de la raza puede consultar en internet; ¨elcorru@arrakis.es¨. El viejo debate sobre el árbol filogenético del caballo dista de estar cerrado. La similitud con las pinturas rupestres no siempre es respaldada por los avances de la genética. Nos conformaremos con la ¨Zootecnia especial¨de Aparicio, que hace descender del caballo celoide o cóncavo del Cuaternario al Tarpán, al caballo de Prezewalski y al ¨equus gracilis de Edwart, generador de las jaquitas celtas del norte peninsular¨(4).

Celtismos aparte, será a través de Roma como el sufrido caballito entra en la historia. En la ¨Retórica ad Herennium¨, hacia el 80 a. C., se dice que el animal astur de más fama es el caballo. Pequeño, era sin embargo muy duro y veloz, tan útil para el carro como para el jinete, muy apreciado por su paso portante, (ambladura). Dicho paso es llamado por Plinio, que mandó una cohorte de caballería y que fue gobernador en la península, ¨tolutum ire¨. El militar e historiador dice; "En la misma Hispania está el pueblo galaico y astur; crian una raza de caballos (thieldones y los asturcones de menor tamaño) cuyo paso en marcha no es corriente, sino elástico debido a que extienden al mismo tiempo las patas de cada lado; de aquí que se les haya adiestrado para marchar al trote".

Antes de proseguir, dejar claro que la ambladura viene a ser como la coincidencia del paso de dos soldados, marchando uno delante del otro. Esta singularidad proporciona mayor seguridad en estrechos senderos en pendiente. Aun así, es excepcional verla espontáneamente.

Otra consideración. El ¨thieldon¨ al que se refiere Plinio. El extinto celdón asturiano, galés ¨cel¨,escocés ¨sheltie¨, vasco ¨zaldi¨,(a los jinetes les sonará como una reputada marca guarnicionera). Se trata de un caballo grande, también duro y piloso, del que sólo sobrevivieron algunos machos castrados a la guerra civil. Era provervial su longevidad útil. El caballo más famoso de nuestra historia, Babieca, llamado así por su cuna en la ladera leonesa de la cordillera, Las Babias, sobrevivió a su heroico dueño con esa característica. Primo suyo debe ser el leonés-zamorano, que quizá perviva gracias a la remonta del ¨Almansa¨. Sin embargo, para algunos autores, como el coronel del arma y director de la revista "Memorial de Caballería", (carta 29/3/1999), Antonio Bellido, el celdón sería propio de carreras de carros y nunca de silla.

Pero volvamos a nuestro poni. No hace falta especular con los rasgos del caballito ya romano. En la excavaciones de la Campa de Torres, Gijón, se encontraron 25 esqueletos. Estos tenían señales de haber sido usados para monta y tiro. Alguno fue mantenido vivo a pesar de la cojera, ¿semental o culto religioso?. Sacrificados de viejos, no por explotación cárnica.

El culto al caballo es típicamente celta. Epona era la diosa de la fertilidad, y aparece en estelas funerarias. El caballo que sobrevive a su difunto jinete es símbolo de su heroización, algún ejemplo más cercano podríamos rastrear en nuestra iconografía cinematográfica. El caballo es el psicopompo celta equivalente a la nave egipcia, el que se lleva el alma. Estrabón relata sacrificios rituales de caballos, uno de los cuales aparece en la erroneamente llamada ¨diadema de Ribadeo¨. Las montañas del norte no debieron tener demasiado interés para el Imperio, salvo con fines defensivos de la meseta, para lo que se estableció la ¨Legio Gemina¨en León, que le debe su nombre, hasta que, a fines del I a.C., se descubrió oro, y en cantidad como para financiar a Roma durante siglo y medio. Las ¨guerras cántabras¨ respondieron a la necesidad de completa dominación, requiriendo la presencia del mismo Octavio que las concluye en el 19 a. C. Finalizadas, son muchos los astures sirviendo en las legiones, alguno, como el signifer, abanderado, Pintaius merecerá una extraordinaria tumba en Germania. En todas los limes del Imperio hay astures destinados. En la muralla de Adriano, frontera escocesa que protegía de los pictos, habrá dos cohortes de caballería astur. El segundo de estos regimientos se llamaba ¨Ciliurnum¨, (¨cilurn¨ en celta es calderero), los cilúrnigos eran los astures de la citada Campa de Torres, en Gijón. Parecerá exagerado, pero está localizado el exacto acuartelamiento del Ala II astur, en la antigua Chester.

Aunque la condición de equite era estamentalmente importante en Roma, lo eran, segun Polibio, los 1.200 más ricos patricios, el ejército ciudadano era básicamente de infanteria. Eso costó la mayor derrota jamás sufrida por Roma; en Cannas, la caballería celtíbera de Aníbal arrolló en los flancos a la más débil romana, decidiendo una masacre sin parangón en la historia antigua. El ejército romano estaba montado en la proporción de 1:10, el de Cartago 3:10. Así pues, la mayor proeza de Escipión no fue la batalla de Zama, si no otra más dulce, seduciendo a la princesa numida Masinissa y apartando así su formidable caballería del genial Aníbal.

La mayor parte de la caballería romana estaba formada por oriundos de territorios ocupados, sobre sus propios caballos, actuando con maniobras versátiles propias de la caballería ligera.

Los romanos tenían sillas, la más típica es la de ¨cuatro cuernos¨, pero carecían de estribos, y montar sin estribo un caballo de gran cruz no es muy apetecible. Los jinetes pretorianos disponían de unos caballos de madera de tamaño natural, en los que se entrenaban montando y desmontando al salto una y otra vez. Más difícil era montar ¨a la griega¨; implicaba adiestrar al caballo a agacharse, como los camellos, al subirse el jinete. El estribo es invento chino que nos debió llegar con los hunos. Así pues, pese al cine colosal de Samuel Bronston, los romanos no los tuvieron hasta ¨demasiado tarde¨. Los caballos no se herraban. Los romanos tomaron de los celtas los pantalones, sólo hasta media pantorrilla, específicamente para montar. Curiosamente, si se utilizaron espuelas, incluso con sandalias abiertas.

Un ejemplo de estas operaciones la recoge Lion(5), fue sufrida por la infantería romana en las guerras cántabras, más tarde fue adoptada por los invasores. El ¨cantabricus circulus¨: ¨Se trata de un ejercicio a realizar entre dos escuadrones armados de jabalinas. Los jinetes de ambas unidades avanzan en hilera, unos por la derecha y otros por la izquierda, en direcciones contrarias, de forma que, girando en el extremo acaben formando círculo. De una manera ordenada, cada jinete debe esforzarse en lanzar el máximo número de venablos contra el oponente que tenga enfrente¨.

Esta táctica, que nos evoca a los indios de las praderas, era la más temida por la legión romana, que la sufrió también por partos y numidas.

Otra maniobra era el ¨cantabricus impetus¨; una carga momentánea. (¨Adlocutio¨ de Adriano y ¨Tactica¨40.1 de Arriano).

Como el ¨gladio hispaniense¨, espada más cortante, y por ello más apta para el encuentro singular, que la tradicional legionaria, en la tradición helena del combate cerrado, el asturcón tuvo un absoluto éxito en el ejército romano.

Con la excepción del periodo fabiano, retardatario durante la progresión de Aníbal, los romanos buscaban la batalla decisiva y no gustaban de la ¨guerra pequeña¨. Esto tiene un coste cuando la geografía no ayuda, un ejemplo fue la desastrosa incursión en los bosques de Teutoburgo, todo un mito germano por la victoria de Arminio.

La solución fue integrar contingentes indígenas, como han hecho todos los imperios. Entre estos estuvo la caballería astur con Augusto y la dinastía julia-claudia. En los establos de Nerón habrá asturcones. Bien es verdad que la profesión de ¨asturconarius¨, que cita Pelagonio en ¨Ars veteris¨ 27, tratante en estos caballos, debía alcanzar a cuantos tenían el paso de ambladura, siendo el asturcón, si atendemos al nombre del oficio, arquetipo indiscutible. El asturconario era el intermediario entre los lejanos criadores y la intendencia militar. Un negocio muy lucrativo si llegaba el pedido. El ejército disponía de los ¨prata legionis¨, específicos para obtener el forraje necesario.

El lector que haya servido en una unidad de montaña, con mulas para los morteros o piezas pequeñas, sabrá de la tradicional utilidad de las sufridas mulas. Si a sus cualidades se le sumase la vivacidad del caballo, lo agradecería. Esto es el asturcón. No ha mucho he podido ver una fotografía de dos artilleros británicos en Bosnia montando parecidos ponis locales, y subiendo equipo por donde jamás lo haría una montura más elegante. Volviendo al periodo que nos ocupa, apuntar alguna curiosidad; las modernas banderas proceden de los ¨vexillium¨, pequeños pendones de tela específicos de la caballería, la infantería usaba águilas y figuras metálicas similares. También la ¨spatha¨ del jinete sobrevivió siglos al gladio corto, y su más cómoda loriga escamada a la segmentada, en placas de ¨langosta¨ típica del legionario. El saludo marcial de la caballería era el que conocemos hoy como ¨saludo romano¨, mientras la infantería usaba uno muy parecido al moderno militar(6).

Las unidades auxiliares tenían unos 500 jinetes cada una, a diferencia de las alas convencionales romanas, de 300, y la unidad básica era la turma, de 30. Después de la instrucción en suelo hispano, más larga que en infantería, eran destinadas al limes; Rhin, Danubio, Escocia y norte de Africa, donde hacían patrullas fronterizas y de primer escalón de intercepción ante cualquier incursión.

Sirva ahora la pervivencia de esta reliquia viva de la Naturaleza y de la Historia también como primer escalón defensivo ante la insensibilidad modernista ante lo que no parece¨útil¨; rentable. Si el asturcón sobrevive, y entendemos que lo hará cuando alcance los mil ejemplares en el libro-registro de la asociación de criadores, pues la endogamia de nucleos muy pequeños trae degeneración y no pureza de raza, será exponente de nuestra capacidad para preservar la tradición y de convivir en armonía con la Creación.
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Francisco D. de Otazu

Notas

(1) GARCIA DORY M. A.
¨Asturcón. Caballo de los astures¨1980. Caja de Asturias, p.84
(2) EWART E. HARTLEY y otros
¨Enciclopedia del caballo¨1981, Blume, Barcelona
(3) JAUREGUI CAMPOS Jorge y otros
¨Asturcones¨1995, Caja de Asturias pp. 96-140
(4) APARICIO SANCHEZ G.
¨Zootecnia especial. Etnología compendiada¨,1947, Córdoba
(5) LION ROZA DE AMPUDIA A.
¨El caballo y su orígen¨1970, Inst. Cultural de Cantábria, santander.
(6) RANKOV Boris
¨La Guardia Pretoriana¨,1995, ed. del Prado, Madrid. pp.49-52

 

Revista Arbil nº 81

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