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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

No a la "Constitución" antieuropea

por Luis María Sandoval

Razones morales y prácticas para votar no a una constitución antieuropea, y desmentido de amenazas de posibles peligros si no se aprueba en el referéndum de Febrero

Te invito a votar NO en el referéndum de ratificación de la Constitución Europea que se celebrará el próximo mes de febrero.

Puede que haya quien invite a votar NO por motivos con los que no coincidamos: desde nacionalistas antiespañoles a partidarios de votar no por sistema o por perjudicar al actual gobierno. Pero ese no sería motivo para verse obligados a votar afirmativamente.

Tampoco entendemos que votar NO sea signo de antieuropeísmo: entendemos que es una responsabilidad de todos los ciudadanos españoles interesarse y participar en decisiones graves que atañen a la comunidad jurídica europea de la que España es hoy parte, responsabilidad que obliga igualmente a aquellos que no fueran partidarios en su momento del ingreso en la Unión Europea.

La Constitución Europea, tratado internacional firmado el pasado mes de octubre en Roma, y cuya prevista entrada en vigor se ha previsto para el 1 de noviembre de 2006, si es ratificada, ocupa en su versión oficial en internet 349 páginas. Evidentemente hay en ella de todo, y mucho es abstruso o discutible. Una disconformidad parcial justificaría un disgusto mayor o menor, pero no nuestra recomendación de votar NO.

Dejando de lado razones políticas y económicas, que las hay, para decir NO a la Constitución Europea nos vamos a detener sólo en razones de principio, fáciles de comprender, y con las que no existe posibilidad de gradación.

En primer lugar -en todos los sentidos- creemos que se debe votar NO porque el preámbulo carece de la más mínima referencia a la herencia cristiana de Europa. Esa Europa cuyos pueblos, según dicho preámbulo, “sin dejar de sentirse orgullosos de su identidad y de su historia nacional, están decididos a superar sus antiguas divisiones”. Pues, precisamente, la identidad de todos los pueblos de Europa sin excepción se forja en torno de la religión cristiana, con lo que ésta debe ser a la vez motivo de orgullo nacional y substrato de unidad europea.

¿Esa ausencia es motivo suficiente para votar NO a la Constitución Europea?

Lo es porque se trata de una ausencia muy injusta: la mención a la matriz cristiana de Europa obedece a la realidad de las cosas. Lo es por deliberada, que no inadvertida: la mitad de los países de Europa pidieron su inclusión y sólo la oposición radical de los representantes franceses, encastillados en el laicismo, impidieron su inclusión pacífica. Y lo es por preocupante, porque si la mera mención fuera del articulado de la mención cristiana molesta a tantos, tenemos que sospechar qué tipo de mercancías sociales se va a pretender introducir con dicha Constitución hasta el punto de ser incompatibles con el mero nombre cristiano en su frontispicio.

Como empezamos a tener muestras de lo que significa tener gobernantes imbuidos de laicismo militante nos importa mucho más la declaración explícita de laicismo en una instancia superior que se nos va a invitar a refrendar. Por sana precaución debemos votar NO.

Pero también por sentido de Iglesia, los laicos que la constituimos debemos votar NO. Los obispos de Europa, y muy en particular el Papa, han reclamado con suma insistencia la inclusión de alguna referencia cristiana, siquiera fuera basada en la historia. En todo momento han dado la mayor importancia a la cuestión. No parece que nuestro papel deba ser desautorizar ese juicio votando como sí no tuviera mayor importancia el que no les hayan atendido. Si era importante para el Papa y votamos sí a los que le han desoído estaremos desautorizándole. Si votamos NO respaldaremos su juicio y haremos llegar el mensaje de que los cristianos merecemos no menos deferencia que las mimadas minorías que tanto preocupan a los eurocorrectos políticos.

Efectivamente, la preocupación que nos suscita el preámbulo se confirma al examinar los artículos II-61 a II-114 que constituyen la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión.

En el artículo II-62,1 se afirma “Toda persona tiene derecho a la vida”. En estos momentos tal formulación es insuficiente y preocupante. Tenemos la experiencia de la Constitución Española, cuyo texto (art. 15) “todos tienen derecho a la vida” pretendía asegurar el derecho a la vida de los no nacidos y, como tales, no reconocidos jurídicamente como personas. Si conocemos el resultado de la interpretación del Tribunal Constitucional, favorable en la práctica al aborto, aunque no teóricamente, un texto europeo de rango superior que reserva el derecho a la vida a las “personas” descarta toda posibilidad de revertir las leyes abortistas por falta de amparo euroconstitucional.

Por prevención, en defensa de la vida, debemos votar NO. Es igualmente sospechoso que dicho artículo se ocupe de vedar la muerte de un europeo por castigo penal, pero omita el peligro de eutanasias ‘periciales’. El texto no está a la altura de las cuestiones contemporáneas... porque no quiere estarlo a favor de la vida. También en el artículo siguiente se prohibe solamente la clonación reproductora, con lo que se admite la clonación mal llamada terapéutica y muchas otras aberraciones bioéticas. Repetimos: la defensa de la vida inocente, inicial y final, es un solo motivo, pero del máximo peso que justifica nuestra recomendación de votar NO en el referéndum previsto para febrero.

Y sin salir de los principios de la Carta de los Derechos Fundamentales, la prohibición de toda discriminación por orientación sexual (artículo II-81,1) no hace sino conceder un fundamento de máximo nivel a la tendencia de legalizar la homosexualidad con relaciones llamadas ‘matrimonio’ y susceptibles de adoptar hijos. Eso, si no se acogen además a las ventajas de la siempre nociva discriminación positiva por razón de sexo(art. II-83) para convertir la inversión sexual en un mérito social. Para cerrar el paso al pretendido matrimonio homosexual con adopción de hijos debemos primero votar NO a la Constitución Europea.

Existe, por último, un motivo muy conveniente de conocer. Votaremos NO porque debemos, y porque creemos que coincidirá con nosotros un número suficiente de españoles como para que triunfe. Y eso no será malo. Ni pasará nada.

La Unión Europea, si triunfa el NO, como debemos conseguir, no se romperá, ni dejarán de entrar Polonia o Malta, ni necesitaremos pasaporte para ir a Portugal, ni se retirarán los euros de la circulación. Los políticos, sí, deberán atender a la opinión popular de que con la vida, la familia y la herencia cristiana no se juega... Y mientras seguirán en vigor las estipulaciones del Tratado de Niza, más favorables a los intereses de los españoles y a las que el actual gobierno ha renunciado sin necesidad ni contraprestaciones.

Te instamos a dejar de pensar que el referéndum de febrero es un trámite afirmativo obligado. Se debe votar NO a la Constitución Europea y no nos vamos a encontrar solos en esa opinión. ¡Podemos conseguirlo!

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Luis María Sandoval

 

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