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El confusionismo del lenguaje o el lenguaje del confusionismo Indice de Revistas Editorial

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Corazón y cabeza

"El más demoledor de esos falsos conceptos, aceptados generalmente, es el relativismo, que niega para el hombre toda sujeción a una ley moral superior;.".

A lo largo de la historia podemos valorar dos tipos de hechos, aquellos que manifiestan como es un pueblo y que deben acompañar a las conciencias de las generaciones futuras, y los hechos negativos, de los que se debe salir reforzado, tras superarlos.

Las orientaciones filosóficas que han informado la historia de los últimos siglos se han movido a golpes de péndulo, entre extremos, igualmente alejados del equilibrio de la verdaderos valores.
De un siglo XVIII fundamentalmente racionalista, se pasa al XIX, un siglo donde el romanticismo, eminentemente sentimentalista, domina las concepciones filosóficas y políticas.

Este siglo comienza con el predominio anglosajón que ha ido introduciendo, en un terreno preparado por el racionalismo y el romanticismo, muchos de sus planteamientos pseudoculturales, los cuales han ido calando en el resto de occidente. Ni siquiera los pueblos hispanos han podido mantenerse ajenos a esa influencia anglosajona y mantener íntegros los valores de la Hispanidad.
El más demoledor de esos falsos conceptos, aceptados generalmente, es el relativismo, que niega para el hombre toda sujeción a una ley moral superior. Así surge el hombre "liberalizado", que se considera libre, pero que carece de referencias verdaderas, las cuales intenta sustituir con el consumismo, el hedonismo, el permisivismo... todos ellos "ismos" esclavizadores enfrentados al hombre.

El relativismo niega la felicidad del hombre, porque le roba su trascendencia.
Entonces el hombre puede colmar sus inquietudes naturales únicamente en aquello que puede observar, es decir en lo material, que pretende convertir en un valor. Una conocida multinacional de automóviles anuncia un coche, bajo el lema de "nuevos tiempos, nuevos valores", es otra forma de decir aquello de ver las cosas bajo "los signos de los tiempos". Esta es la "cultura actual" en la que todo fluye y nada permanece.

Toda cultura auténtica debe tener un modo de entender al hombre y de su destino. Se encontrarán diferentes caminos, mejores o peores, pero todos ellos nos deben llevar a avanzar, si realmente se quiere que sean verdaderas civilizaciones, hacia culturas basadas en unos principios de derecho natural, fijados por la naturaleza del hombre.

Si buscásemos en la historia un modelo que mostrara el ideal de equilibrio interior de nuestro pueblo, tal vez lo encontrásemos en el caballero español que describía Morente como arquetípo hispano de plenitud.

No busquemos la respuesta en el relativismo con su envoltura, ni los "ismos", sino en los firmes que debemos desear con el corazón y discernir con la cabeza para hallar el equilibrio*


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