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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Bélgica, una dualidad marcada por una única fe

Bélgica, pais artificial, creado en 1830, tras las guerras napoleónicas, sólo tienen en como nexo su fe.

Bélgica es uno de los países más pequeños de Europa y también uno de los más jóvenes; su forma actual data de 1830. Sin embargo, su historia, rica en acontecimientos, aporta significativas orientaciones. En el campo ideológico, Bélgica ha sido uno de los artífices de la europeidad y en el campo práctico, uno de los pioneros de la CEE. Pero este papel no es casual: la misión europeista ejercida por la actual Bélgica tiene sus antecedentes en la remota Lotaringia. Este espacio geográfico nació con el despiece del imperio carolingio en tres entidades, dos de las cuales llegarían a ser las futuras Francia y Alemania. La tercera entidad era la Lotaringia, un elemento intermedio que ejercía de nexo de transición entre los dos posteriores grandes países y que era a su vez deudor cultural de ambos.

El papel de enlace entre dos mundos culturales distintos se mantuvo bajo la personalidad de Borgoña y con el flamenco más universal de todas las eras, el emperador Carlos V. Borgoña fue uno de los pilares de unión europea en torno a los Habsburgo. En la época de Carlos V, el catolicismo imprime carácter en aquella población hasta tal punto que se puede decir que el hecho religioso es el origen de la nación belga, como autoafirmación frente al calvinismo militante de los nacientes Países Bajos. Carácter católico que encontró su contrapeso ideológico en el liberalismo, proveniente de la revolución de 1789. El liberalismo de influjo francés se expandió de forma primordial en Valonia, zona francófona, y aportó a la Bélgica de 1830 el centralismo monopolizador de la cultura de Moliere y Voltaire.

La repercusión liberal provocó el surgimiento del nacionalismo flamenco a lomos del romanticismo. La industrialización de Valonia propició una fuerte presencia socialista en el area francófona, mientras la más rural y católica Flandes se convirtió en el baluarte electoral de los católicos.

La región flamenca sufrió la depuración de su élite flamenca por su colaboracionismo con los alemanes en los dos conflictos armados. El nacionalismo flamenco fiel al lema Todos por Flandes, Flandes por Cristo, llevó a su movimiento por la senda del corporativismo católico aliándose con el rexismo de Degrelle, único líder valón, que se prestó a reconocer los derechos del pueblo flamenco sin llegar al separatismo. Tras una dura represión y la obligada abdicación del rey Leopoldo, la monarquía del católico Balduino fue el cemento que ha ayudado a crear un clima de convivencia entre ambas comunidades.

Sin embargo, en la actualidad en pleno sueño europeísta, Bélgica sufre uno de los peores períodos de su historia. La dos comunidades viven espalda con espalda, mientras Valonia sufre una crisis grave por el hundimiento de la industria tradicional, Flandes se desarrolla con un gran crecimiento económico y poblacional. A parte, la caída de los valores ha hecho aparecer graves crímines de los más abjectos que han conmocionado a la sociedad y en la cual algunas autoridades estan implicadas. El suceso luctuoso se añade a una larga cola de escándalos en la clase política que la a puesto a la par con la italiana y española en nivel de corrupción. Esto ha provocado un crecimiento de fuerzas alternativas como verdes en la izquierda y Frente Nacional (valón) y Vlaams Blok (flamenco) en la derecha, que estan aglutinando a cada vez más descontentos con la corrupta política tradicional.

José Luis Orella *


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