Portada Revista 17

El alma de Europa Indice de Revistas Democracia y Poder

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La crisis del liberalismo

¿Es posible, ahora y en el futuro, un resurgimiento de las formas liberales?, ¿puede el liberalismo ser, de alguna manera, una nueva solución?

Nadie que aspire a entender el futuro político puede eximirse de la meditación en torno a los problemas fundamentales de toda dinámica política. Ahora bien, ocurre que algunas veces se confunde la tarea de meditar con la de rememorar, de lo que resulta no una visión intelectual anticipadora del mañana, sino un deseo más o menos melancólico, proyectado sobre el porvenir. Eso sucede en muchos campos de nuestra política; muy particularmente, en los que de sean una nueva vivencia del liberalismo.

Dejando a un lado la bondad o maldad intrínsecas al liberalismo como tal, podríamos plantear otra pregunta, cuya raíz tiene que ver más con la perspectiva histórica que con la escueta valoración ética. ¿Es posible, ahora y en el futuro, un resurgimiento de las formas liberales?, ¿puede el liberalismo ser, de alguna manera, una nueva solución? Desde nuestro punto de vista y de nuestra experiencia, la respuesta es clara y rotunda: no. El liberalismo se ha agotado en sus propias contradicciones individualistas y sus premisas de escepticismo fundamental, dejando a la sociedad inerte ante el juego anárquico de las fracciones y ante la amenaza real de la subversión.

Dos son los factores que determinan la imposibilidad del renacimiento en el liberalismo: su tendencia a la atomización de la sociedad, a la insolidaridad y al individualismo y el hecho de que, al avance técnico y al aumento de riqueza, no acompañan en el pensamiento liberal unos principios espirituales en que riqueza y técnica se armonicen y coordinen.

Un gran estadista lo resumió así: "En esta última etapa de la vida del mundo, la inhibición, que el sistema liberal ha asentado y que el capitalismo y el materialismo han hábilmente explotado, es causa de que a los progresos técnicos y materiales que el mundo ha tenido no les hayan seguido los progresos morales, que nos hubieran llevado a una más justa y equitativa distribución de la riqueza... Si podemos decir que al gran siglo liberal le debemos en gran escala la multiplicación de los bienes, podemos también, en justicia, achacarle la multiplicación de las miserias"

Y más adelante, refiriéndose al sistema político concreto de los partidos, propio del pensamiento liberal, dijo: "No son las entidades nacionales fragmentadas, atomizadas, artificialmente montadas y en el fondo disgregadas, las que pueden unirse en una superior y más alto unidad. Los partidos políticos son entre sí dispares, beligerantes frente a lo común, mientras que las entidades familiares, municipales u obreras, dentro de las modalidades propias de cada pueblo, tienen denominadores comunes; sus fines naturales siempre y en todas partes son los mismos".

Como se ve, el fracaso del liberalismo no puede ser más claro. En efecto, todos los procesos de reconstrucción, de desarrollo, de progreso, no se han encaminado en el fondo más que a superar la herencia de insolidaridad, de injusticia y de escasa coherencia social que el liberalismo legó. Los procesos en marcha son imparables; por eso, el camino de rectificación histórica que el mundo impone hay a la crisis liberal no ofrece perspectiva apta al retroceso. El crecimiento social, la sociedad de masas de hoy, no puede de ningún modo volver a caer en una atomización disgregadora, que, teniendo en cuenta el efecto multiplicador de la sociedad de masas, no sólo supondría un relativo desorden, sino un caos absoluto.

En cuanto al crecimiento desproporcionado entre riqueza, técnica y justicia, constituye, hoy por hoy, la más desajustada y utópica de las teorías. La presencia de un vigoroso pensamiento social, el indeclinable afán de justicia, el desarrollo progresivo de una legislación en torno a la seguridad, etc., han impuesto exigencias comunitarias en que la pura espontaneidad del clásico liberalismo es ya imposible. Y de ahí el intento, en el propio campo del «laissez faire», de superar su crisis promoviendo un «neoliberalismo» que pueda armonizar con el signo socializante y planificador de la época. Pero hasta ahora queda en simple propósito, sin alcanzar aún una rectificación eficaz y decisiva de sus fallos y probadas fragilidades.

Es difícil el hacer resurgir un pensamiento cuya formulación y desarrollo se produjeren antes que el mundo conociera el hecho inmenso de la revolución social y científica del siglo XX. Lo que ocurre es que en ese nuevo mundo, conformado par el afán de justicia y la tecnificación, la libertad de la persona ha de presidir los avances y los rumbos. Pero no podemos ya hablar de libertad con el matiz romántico, melancólico y en el fondo egoísta (libertad tan sólo para los privilegiados) que era propio del claudicante y desfasado pensamiento liberal.

N.H. *


El alma de Europa Portada revista 17 Democracia y Poder

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.