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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Pluralismo y cultura.

La proposición clave del pensamiento antropocultural norteamericano y, consecuentemente, mundial es que cada cultura sólo puede ser evaluada desde sí misma siendo imposible establecer una jerarquía entre las diversas expresiones culturales.

La idea de que no existen culturas superiores ni inferiores es el principio metodológico de la antropología contemporánea, fiel heredera de Frank Boas. Este relativismo de la cultura es asumido como principio incontrastable de toda investigación antropocultural.

Si bien este relativismo cultural surge ante ella de la existencia de múltiples culturas que habitan la tierra, la cuestión que deseamos plantear acá consiste en saber si es posible explicar la diversidad cultural con arreglo a algún principio de validez universal. Tarea, esta última, que corresponde específicamente a la filosofía.

No pretendemos volver a la posición de los evolucionistas del siglo pasado que sostenían un etnocentrismo europeo como cima de la civilización, pero sí ofrecer una alternativa al despótico relativismo cultural que ha invadido todo el ámbito del pensar occidental transformándolo, al carecer de pautas, en pensamiento decadente.

El hecho cierto ha sido contabilizado por Will Kymlicka quien sostuvo que, actualmente, en los 184 Estados independientes del mundo existen más de 600 grupos de lenguas vivas y más de 5.000 grupos étnicos. «Esta diversidad plantea una serie de cuestiones importantes y potencialmente decisivas. Así, minorías y mayorías se enfrentan cada vez más respecto de temas como los derechos lingüísticos, la autonomía regional, la representación política, el curriculum educativo, las reivindicaciones territoriales, la política de inmigración y naturalización, e incluso acerca de los símbolos nacionales, como la elección del himno y las festividades oficiales»(')

La solución que intentó la Ilustración filosófica en su maridaje con el liberalismo político fue, para realizar la idea de igualdad, la atribución de derechos iguales para todos sin privilegiar ningún grupo. Y esta igualdad resultó una ficción. Con la excusa de defender a los hombres se sometió a los pueblos creando Estados ficticiamente libres y soberanos. Entró en vigencia plena el colonialismo. Africa y Nuestra América son testimonios irrecusables.

Hoy las nuevas políticas de globalización instrumentadas por el neo-liberalismo con sus mecanismos de exclusión de mano de obra y de atención a los más débiles cambió el argumento que justifica su accionar. Ya no es más en nombre de la ficticia idea de igualdad que actúa, ya no se crean Estados cuyos himnos, como el nuestro, sostienen «ved el trono a la noble igualdad». Ahora actúa en nombre y bajo la idea de los «derechos humanos», cuyo rasgo más saliente es la autonomía política respecto de los diferentes estados-nación, lo que le otorga universalidad en su validación. Pero como estos derechos son antes que nada «derechos subjetivos cuya titularidad se atribuye a las personas» los centros de poder mundial pueden intervenir en forma justificada en cualquier espacio político donde exista al menos un caso donde no se los respete, como sucedió con Noriega en Panamá. O capturar por el mundo a quien no los haya respetado, como ocurrió con Pinochet en su viaje a Inglaterra.

Pluralismo cultural

La riqueza del mundo consiste en la diversidad étnica y cultural que lo constituye como un pluriverso y no como un simple universo como pretendió la mente de los «Ilustrados».

Esta diversidad no debe ser entendida como un desastre porque sea ella fuente de conflictos, sino que el conflicto debe ser comprendido como connatural al hombre. Tengamos en cuenta que el carácter de conflictivo, de ser «aún no resuelto» es la definición que da Niesztche del hombre.

El pluralismo cultural no debe ser entendido como multiculturalismo en tanto relativismo cultural que conduce simultáneamente a las exclusiones de otras culturas, sino que el pluralismo debe ser entendido como interculturalismo donde cada indemnidad cultural se piensa entre otras. Tanto el multiculturalismo como la interculturalidad parten de la afirmación del principio de diferencia, pero mientras con el primero se piensa la defensa y preservación de la identidad cultural limitando los intercambios, el segundo va a sostener que las identidades culturales se constituyen viviendo con y entre las otras .

Ahora bien, el hecho de pensar la realización de las diferentes culturas en el intercambio y no en el aislamiento abre la posibilidad de la mutua influencia y, al mismo tiempo, la de poder encontrar alguna pauta superior que nos aleje del relativismo cultural. Nos explicamos: si las culturas son pensadas como compartimentos estancos, y por una suerte de democratismo cultural, se acepta que todas valen por igual, entonces no tenemos salida al dilema del relativismo. Por el contrario, si las culturas son pensadas una entre otras en influencias mutuas podemos, sine ira et studio, establecer ciertas pautas o principios culturales por los cuales afirmar que una cultura es superior o inferior a otra en ciertos aspectos o manifestaciones, con lo cual quebramos el totalitarismo relativista de la decadente antropología occidental. Así por ejemplo, y debido a la mutua influencia de las culturas europea e iberoamericana, y por ende a una cierta comunidad de pautas culturales, podemos decir que en muchos aspectos ellos han llegado a expresiones superiores y en otras nosotros. Y si esto es así, sin necesidad de establecer una toponimia matemático-cultural, ya estamos quebrando el relativismo cultural contemporáneo, pues es signo de que existen expresiones superiores e inferiores. Mas, cabe ahora preguntarse ¿Cuál es la pauta o norma cultural que hace que una cultura o expresión cultural sea superior o inferior a otra?: La producción de significaciones de mayor o menor valor universal. Se nos podrá objetar que el valor universal está dado por las culturas dominantes. Y ello es cierto. Pero al mismo tiempo ello no inhibe que una cultura, llamémosle periférica, no pueda producir significaciones de valor universal. De modo tal que cuanta mayor cantidad de significaciones de valor universal produzca una cultura, mayor será su jerarquía y superioridad.

Ahora bien, ¿Qué es lo que hace que una significación tenga valor universal?. Para la antropología cultural lo mismo que para las ciencias sociales el hecho de ser aceptadas mayoritariamente. Que dicho sea de paso, no es poco. Pero para la filosofía el fundamento de la validez universal de una expresión cultural no radica en la cantidad o número de convalidaciones sino en la naturaleza misma del valor expresado. Cuanto más acabada o perfecta es la significación de una particularidad mayor validez universal ha de tener. Al mismo tiempo la filosofía establece una jerarquía en orden a las manifestaciones distinguiendo entre manifestaciones vitales y las del espíritu (nous o anima) otorgándole una primacía a esta última por ser expresión de «lo divino que hay en nosotros». Vemos pues que desde la filosofía se plantea un doble acceso a la producción de significaciones de validez universal. Primero en cuanto a la perfección de la expresión y segundo en tanto expresión de lo más sublime que hay en nosotros. *

Alberto Buela


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