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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Manipulación del lenguaje [La revolución oculta].

De la mano de una autoridad en el tema, una aproximación a las intenciones ocultas de quienes manipulan el lenguaje

Impresionado por la devastación que produjo en Europa la última guerra mundial, el gran escritor G. Bernanos afirmó que "el mundo sólo puede salvarse si cuenta con hombres libres". Esta frase resulta sobrecogedora si pensamos que hoy día está en serio peligro la verdadera libertad humana, que es la libertad interior. No basta vivir en democracia para ser libres. Podemos disfrutar de cierta libertad de movimientos, pero no ser libres para discernir entre lo que nos conviene y lo que nos destruye, entre lo que es noble y lo que es ruin.

Manipular = manejar

Lo que hace difícil y a veces imposible en una democracia ser libres de verdad es la práctica de la manipulación de las mentes y las voluntades. Manipular significa manejar a las personas como si fueran objetos, medios para los propios fines. Pero las personas sólo se tornan manejables si se les quita el poder de pensar por propia cuenta, a base de razones sólidas. Para llevar a cabo ese despojo se cuenta hoy con muchos medios. El más poderoso es el lenguaje, usado con intención de confundir las mentes y pervertir las conductas.

Si un ministro partidario de la ley despenalizadora del aborto afirma que "la mujer tiene un cuerpo y debe concedérsele libertad para disponer de él y de cuanto en él acontezca", está utilizando el lenguaje de forma manipuladora. Da por supuesto (el manipulador nunca demuestra nada, da por supuesto lo que favorece su razonamiento) que el cuerpo es una realidad que el ser humano posee o tiene, y de la que por tanto puede disponer. Esta suposición está pulverizada por la mejor investigación filosófica desde hace casi un siglo, pero resulta atractiva para multitud de personas que desean disponer del mayor numero posible de realidades. Por si alguien descubre que tal afirmación es cuestionable, el ministro añade un término "talismán", una palabra que ha cobrado tal prestigio en la actualidad que parece inatacable, por ser considerada como fuente de todos los bienes que puede tener el hombre: la palabra libertad. Él sabía bien que con sólo ponerse a favor de la libertad iba a concitar la adhesión de millones de personas, que se dirían a sí mismas: "No te opongas a eso, que te dirán que estás en contra de la libertad y de la democracia, y quedarás fuera de juego en la sociedad actual". Efectivamente, innumerables personas y grupos -incluso de la denominada intelectualidad- celebraron la afirmación como una llamada "progresista" a la "modernización" de la vida social (las palabras entrecomilladas son también "talismán" y enceguecen a quien no está sobre aviso...).

Descubrir al manipulador

La forma de no caer en la trampa del uso manipulador del lenguaje es perder el miedo a los términos "talismán", pararse a matizarlos, y preguntarse si se puede aplicar al cuerpo humano el verbo "tener", y a qué tipo de libertad se refiere el que pide que le sea concedida a la mujer embarazada, en orden a determinar el futuro de la vida naciente. Basta percatarse de que el ser humano no "tiene cuerpo" -como tiene un lápiz, una casa, un traje-, sino que "es corpóreo" para advertir que la argumentación del ministro se cae por su base. No hace falta más que distinguir dos tipos de libertad: la de simple maniobra (hacer en cada caso lo que uno quiera) y la creativa (elegir en cada momento lo que uno debe hacer para desarrollarse plenamente como persona) para dejar al descubierto la voluntad del manipulador de confundir nuestras mentes y gobernar a su arbitrio nuestra capacidad de decisión.

José Stalin, buen conocedor de las astucias de gobierno, dejó claro el poder manipulador del lenguaje cuando afirmó que "el medio más poderoso que tienen los gobiernos para dominar a los pueblos no son las armas, sino los vocablos". Desde la atalaya de su penetrante mente filosófica, Martín Heidegger nos alerta diciéndonos que "las palabras son a menudo en la historia más poderosas que las cosas y los hechos".

Subversión de valores

Debido a ello, no podemos permitir que los jóvenes salgan de las aulas sin conocer de cerca qué es manipular, quién manipula, para qué manipula y cómo. Un joven que se adentre en el bullicio de la sociedad actual sin conocer los recursos de que disponen hoy los manipuladores -que quieren vencerle sin convencerle, dominarle sin darle razón alguna- van por la vida con los ojos cerrados, expuestos a todo tipo de engaños. Nada extraño que los jóvenes, cuando se les explican estos temas, se muestren sorprendidos y sumamente agradecidos. "Ahora -suelen decirme- ya sé a qué atenerme respecto a la manipulación política, la comercial, la cultural, la religiosa...". La caída en la trampa de las sectas destructivas y las diferentes formas de adicción -a la droga, al alcoholismo, a los juegos de azar, etc.- podría evitarse en buena medida con sólo conocer los trucos arteros de la manipulación.

Esto me llevó a consagrar tiempo y esfuerzo a la investigación de estos temas, que se hallan increíblemente poco cultivados. El resultado de este análisis es una verdadera radiografía de la sociedad actual, pues queda a plena luz la razón soterrada que explica mil y un fenómenos inquietantes: ¿por qué se difunde masivamente el erotismo banal y no el auténtico amor humano?, ¿por qué se cultiva la zafiedad y no la finura de espíritu?, ¿por qué se confunde la tolerancia con la permisividad y la independencia con la insolidaridad?, ¿por qué se invierte la escala de valores y se renuncia a buscar un sentido profundo a la vida?... Al delatar las causas de la manipulación, se descubre la relación siniestra que existe entre la "subversión de valores" y el nihilismo (doctrina según la cual la vida humana carece de un sentido último y nada en fondo vale la pena).

Si queremos orientarnos bien en la vida, debemos tener una idea clara de lo que pretenden quienes defienden ciertas doctrinas, ofrecen determinados espectáculos, propugnan tales o cuales conductas. El estudio de la estrategia manipuladora nos descubre que a menudo no se intenta que seamos felices -como suele afirmarse- sino que sirvamos a los fines del manipulador, aunque ello suponga nuestra desgracia personal.

Estar alerta ante la manipulación

Para poder organizar una defensa eficaz contra la avalancha de un fenómeno tan avasallador y solapado como es la manipulación, se requiere en primer lugar ponerse alerta, estar sobre aviso, tomar conciencia clara de que existe tal riesgo, analizar las circunstancias que lo hacen posible, los medios que moviliza y los peligros que provoca. Estar alerta equivale a no intimidarse, hacer frente al tirano, plantarle cara, instarle a tomar las cosas en serio y no hacer juegos malabares con el lenguaje.

La manipulación es un tipo de actividad cobarde. El demagogo no tiene la gallardía de presentarse de frente a plantear batalla. Quiere dominar ofreciendo la pipa de la amistad, y con malas artes lo va consiguiendo al amparo de la buena fe de las gentes. No es fácil comprender cómo pueden tener tanto éxito los demagogos. Deberían ser rechazados por cobardes. La primera reacción del pueblo debiera ser de rechazo, pero no sucede así porque el demagogo no aparece nunca ante él como cobarde, sino como arrojado. Para ello se presenta siempre en calidad de "progresista" y "avanzado"y actúa de forma contundente, incluso cuando adopta por táctica formas moderadas para infundir confianza.

Estar sobre aviso respecto a la manipulación implica, entre otras cosas, "desmitificar" los medios de comunicación. La televisión, la radio, la prensa, los espectáculos de diverso orden tienen un inmenso prestigio ante quien los ve como un poder que procede de un lugar inaccesible. Este prestigio propio de lo recóndito y poderoso convierte a tales medios en algo "mítico", entendido aquí este vocablo en el sentido de elevado, enigmático, noble. Desmitificar los medios de comunicación significa despojarlos de este halo de grandeza y verlos de forma realista como el producto de un trabajo realizado por personas concretas en unas circunstancias determinadas. El que está al corriente de lo que pasa entre bastidores -en una redacción de periódico, en un estudio de televisión o de cine...- tiene poder de discernimiento y está lejos de conceder valor automáticamente a cuanto ve y oye; lo somete todo a crítica y acepta sólo aquello que ofrece garantías suficientes de autenticidad.

Los medios de comunicación social tienen en su mano mil recursos para influir poderosamente en las gentes. Sólo quienes consiguen tomar distancia frente a ellos conservan incólume su libertad. Se cuenta que Hitler y Mussolini -afanosos de hacer sentir su presencia- utilizaban a menudo la radio para ganar ante el pueblo esa especie de ubicuidad que la misma facilita al permitir hacerse presente al mismo tiempo en los rincones más apartados, penetar en los hogares, hablar a las multitudes al oído, de modo sugerente. Esta constante presencia discreta se convierte en invasión anegante si se moviliza el poderoso recurso de la repetición, la insistencia, el volver una y otra vez sobre el tema desde ángulos distintos, con pretextos diversos, mediante entonaciones de la voz diferentes, pero siempre con la misma intención de fondo: grabar a fuego una idea en las mentes, sugerir una actitud, avivar un sentimiento, provocar una decisión, suscitar una filia o una fobia.

Alfonso López Quintás.


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