Portada revista 34

El PNV y su estrategia hacia la independencia de Euskal Herria Indice de Revistas En el centenario de Antoine Saint-Exupery (1900-1944)

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Vigencia de la obligación cristiana de desmentir el liberalismo relativista.

El llamamiento de Juan Pablo II y de los obispos reunidos en el II Sínodo Europeo a luchar contra el liberalismo y por la verdadera libertad

Juan Pablo II, en un mensaje dirigido a los participantes en la LXXIV Semana Social de Francia celebrada en París del 25 al 28 de noviembre de 1999, recordaba a los católicos <<el deber de mostrar que los valores humanos y cristianos son el fundamento de la edificación social>>, y de <<subrayar el peligro de las ideologías, desde el comunismo hasta el liberalismo, que paralizan a las sociedades y hacen que aumenten las diferencias entre las personas y los pueblos>>.

Ambas ideologías, liberalismo y comunismo, pugnan desde hace tiempo por excluir de la vida social al cristianismo.

Así lo explicaba el mismo Pontífice el 13 de abril de 1980 en un discurso en la Plaza Vittorio de Turín:

<<Es un cuadro muy complejo el que en su conjunto se me presenta hoy: se trata, en el fondo, de tres corrientes características de toda la existencia, sea de la sociedad actual sea de la Iglesia, que en la sociedad vive y actúa. Son corrientes coexistentes a la vez unas con otras, pero al mismo tiempo en tensión, con agudos contrastes entre sí.

>>Veo, ante todo, el estrato profundo y espléndido del cristianismo, la corriente espiritual y cristiana, que ha tenido también su apogeo "contemporáneo", siempre vivo y presente. Pero en este conjunto han apàrecido las otras, bien conocidas, corrientes de una potente elocuencia y eficacia negativa. Por una parte, está toda la herencia racionalista, iluminista, cientifista del llamado "liberalismo" laicista en las naciones de Occidente, que ha traido consigo la negación radical del cristianismo; por otra parte, está la ideología y la práctica del "marxismo" ateo, que ha llegado, puede decirse, a las extremas consecuencias de sus postulados materialistas en las diversas denominaciones actuales>>.

Ahora bien, el Papa es consciente de que si bien el comunismo ha sufrido un duro golpe tras el desmoronamiento del régimen marxista soviético, la ideología liberal parece haber quedado en una situación de predominio que no deja de ser igualmente peligrosa para la fe en el mundo.

<<Tras el derrumbamiento del edificio ideológico del marxismo-leninismo en los antiguos países comunistas, no se detecta tan sólo una pérdida de la orientación, sino también un apego ampliamente extendido al individualismo y al egoísmo que caracterizaban y siguen caracterizando a Occidente. Semejantes actitudes no pueden transmitir al hombre un sentido de la vida y darle esperanza. Todo lo más, pueden satisfacerlo temporalmente con lo que él interpreta como realización individual. En un mundo en el que ya no existe nada verdaderamente importante, en el que puede hacerse lo que se quiera, existe el riesgo de que principios, verdades y valores trabajosamente adquiridos en el curso de los siglos queden frustrados por un liberalismo que no deja de extenderse cada vez más>>. (Juan Pablo II, Discurso a los obispos alemanes de las provincias eclesiásticas bávaras en visita "ad limina" 4-12-92), n. 3: "O. R." 6-12-92, pág. 7)

Este riesgo de aceptación social y consolidación del liberalismo, en todos sus grados y en todas sus formas, ha sido una -quizá la mayor- de las grandes preocupaciones del Santo Padre y de los obispos durante el Sínodo de los Obispos Europeos celebrado en Roma el año pasado.

En su Instrumentum laboris, el Sínodo señala que <<los obstáculos y las dificultades que la nueva evangelización encuentra en la Europa de hoy>> son, entre otros: <<las muchas formas de indiferencia religiosa; una especie de pluralismo indiferenciado y de tendencia escéptica o agnóstica; el relativismo ético; el peso de un liberalismo desenfrenado en Occidente y la creciente influencia de éste en el Este de Europa; un extendido allanamiento en los intereses materiales, con el consiguiente clima de materialismo práctico y de hedonismo individualista>>, la difusión de <<una mentalidad y unos comportamientos que privilegien de forma exclusiva la satisfacción de los propios deseos inmediatos y de los intereses económicos, con una falsa absolutización de la libertad de la persona y con la renuncia a enfrentarse con una verdad y con valores que lleguen más allá del propio horizonte individual o de grupo>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<En este marco general, se advierte cada vez más el riesgo de que la misma civilización europea quede expuesta al peligro por la absolutización y la afirmación unilateral de algunos valores y principios válidos en detrimento de otros. Por ejemplo, cuando se absolutiza la libertad y se la desvincula de la referencia a otros valores como el de la solidaridad, se corre el peligro de acabar atomizando nuestro sistema de vida: una libertad reivindicada como valor absoluto corre el peligro de destruir esa misma sociedad que había contribuido a construir>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<Ahondando con mayor profundidad en la raíz de todo ello, hallamos una noción malentendida de libertad, libertad que se concibe y se vive como autodeterminación del individuo no regulada por referencias a valores trascendentes y no opinables, de la que nacen mentalidades y actitudes que muchos califican como relativismo ético, subjetivismo individualista, hedonismo nihilista. Se agudiza por tanto el problema del ejercicio de la libertad, en la relación entre verdad, conciencia personal y leyes civiles>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

Pues bien, esa divinización y absolutización de la libertad, desvinculada de toda relación con las verdades absolutas, con las normas morales objetivas inmutables y universales, y con los valores trascendentes y no opinables, constituye la esencia del liberalismo.

Así lo manifiesta, claramente, el Sínodo Europeo:

Existen <<dos concepciones contrapuestas de libertad presentes en la Europa de hoy: una basada en la obediencia a Dios considerada como "fuente de la verdadera libertad, que nunca es arbitraria o sin alma, sino una libertad para la verdad y el bien" y la otra que, "habiendo suprimido toda subordinación de la criatura a Dios, o al orden trascendente de la verdad y el bien, considera al hombre como el principio y el fin de todas las cosas" y como el único arbitro incuestionable y la única referencia de sus opciones>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

Esta segunda concepción de libertad, la liberal, es la que se ha ido propagando e instalando desde hace siglos en las sociedades europeas y en gran parte de nuestro planeta.

<<La concepción de libertad extendida en la Europa de hoy es deudora de una visión neoliberal individualista y utilitarista de la realidad, que, como tal, no sólo no favorece, sino que obstaculiza la labor evangelizadora>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

Esta idolatría de la libertad, -el liberalismo- se manifiesta de muy diversas maneras.

En lo político da lugar a unas democracias tiránicas y totalitarias, basadas en el agnosticismo, en el relativismo moral, en un pluralismo político ilimitado y en la radical separación entre vida privada y vida pública.

<<Se ha ido afirmando un concepto de democracia que no contempla la referencia a fundamentos de orden axiológico y por tanto inmutables. La admisibilidad o no de un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria>>. (Juan Pablo II. Carta encíclica Fides et Ratio, 14 de septiembre del año 1998)

Tales democracias surgen como consecuencia de <<un concepto de libertad que tiende a ser casi absoluta, privada de su relación esencial con la verdad; una distorsión del concepto de tolerancia que conduce al relativismo moral y al agnosticismo religioso; una sobrevaloración de la categoría de lo útil que se antepone a lo bueno y una hipertrofia de lo placentero que se sobrepone a aquello que produce auténtica y profunda alegría; una democracia animada por este caldo vital revela cada día su propia enfermedad>> (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Relación del Círculo Menor Hispanicus-Lusitanus. Mons. Juan María Uriarte Goiricelaya, Arzobispo de Zamora)

En la raíz de las democracias liberales se halla <<aquella concepción moderna del hombre que ha llegado a considerarlo como el centro absoluto de la realidad haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. El olvido de Dios condujo al abandono del hombre. La pervivencia de este humanismo inmanentista, que se encuentra en la base tanto del liberalismo filosófico radical como del marxismo, coloca a los europeos de hoy ante una situación tan problemática como decisiva>>. <<El eclipse de Dios en la conciencia moderna ha conducido a una comprensión desmesurada de la subjetividad como fuente y fundamento de la verdad. En este marco, la libertad, entendida como fuente última de toda verdad, acaba por ser comprendida como dueña y soberana del mundo: carente de otra ley que no sea su propio proyecto. ¿Cómo admirarse luego no sólo de las violaciones particulares de los derechos de las personas, sino también del estilo de las concepciones y las prácticas del "Estado tirano", desvinculado de cualquier valor y de cualquier norma que no sea su propia "soberanía"? El nacionalsocialismo y el comunismo han sido los exponentes más nefastos de este tipo de configuración del Estado. Pero las mismas democracias no escapan hoy a la amenaza, en Occidente y en Oriente, de poder ser manipuladas y de convertirse, por este camino, en amparadoras o encubridoras de actos y hábitos sociales que ponen en peligro -cuando no los quebrantan directamente - los derechos inviolables de la persona humana y de las instituciones originarias que la amparan>>. <<Pensemos en los problemas de la investigación con embriones humanos o de su destrucción sistemática; del aborto y de la eutanasia; de la recta concepción del matrimonio y de la familia; de las drogas o del tráfico de armas. En algunos de estos asuntos existen normativas de los Estados o de los organismos europeos en abierta contradicción con la visión cristiana del hombre y del mundo. Será necesario no cejar en el diálogo paciente y constructivo. Pero el presupuesto de un tal diálogo no podrá ser, como también algunos católicos parecen pensar, el pluralismo relativista, es decir, la renuncia, incluso teórica, a todo principio en aras de acuerdos meramente pragmáticos>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Relatio ante disceptationem del Relator General Mons. Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid)

<<De manera más radical, detrás y en el seno de los distintos fenómenos que hemos recordado, entre los factores que contribuyen a determinar y explicar los escenarios europeos actuales, no resulta difícil localizar una creciente escisión entre conciencia privada y valores públicos. Bueno será subrayar, sin embargo, que dicha escisión constituye la consecuencia lógica de actitudes precisas y opciones culturales bien determinadas. Cuando la vida democrática se conjuga con la neutralidad ante los valores, cualquier opción no se considerará sino opción privada de quien la expresa, prescindiendo del resultado social vinculado a la misma. Y si las opciones de valores quedan confinadas en una dimensión exclusivamente privada, la relevancia pública de tales valores será nula. En esta situación, la divergencia entre valores privados y vida social, con motivo de una peligrosa neutralidad democrática, no puede sino acrecentarse, con el resultado de que la sociedad es cada vez menos capaz de responder a los distintos estímulos acerca del "sentido" de la existencia, que de distintas partes le llegan>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

En lo económico, el liberalismo genera la expansión y la globalización del capitalismo salvaje, con sus secuelas de insolidaridad, paro, explotación, marginación social, destrucción de los cuerpos intermedios...

<<Frecuentemente el valor de la solidaridad parece estar en crisis en la Europa de hoy. En efecto, están a la vista de todos y prácticamente por todo el continente actitudes y conductas individuales y colectivas inspirados y alimentados a menudo por sistemas de corte capitalista y consumista, que significan cerrazón y egoísmo>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<En el ámbito social, por ejemplo, el fenómeno de la mundialización, al estar con frecuencia regido sólo o principalmente por lógicas de corte mercantilista a beneficio y favor de los poderosos, puede ser portador de nuevas desigualdades, injusticias, marginaciones; puede contribuir al aumento del desempleo, constituir una amenaza para el "Estado social", fomentar la tendencia a la desigualdad tanto entre los distintos países como dentro de los mismos países industrializados, plantear interrogantes incluso sobre la noción de "desarrollo sostenible", inaugurar nuevas formas de exclusión social, inestabilidad e inseguridad; puede poner en tela de juicio la armonía de la relación entre economía, sociedad y política, reducir el poder de las autoridades nacionales en materia económica, introducir una especie de "hipercompetencia" salvaje, y así sucesivamente.

>>También la introducción de la moneda única europea puede acarrear peligros, ya porque puede favorecer la hegemonia de las finanzas y el predominio de los aspectos económico-mercantilistas, ya porque puede elevar nuevos muros en Europa, especialmente hacia el Este, para proteger las economías más fuertes y defenderse de las inmigraciones. No cabe duda de que está aún muy presente el peligro de una nueva división del continente en dos bloques: por un lado los paises con moneda fuerte, por otro los de moneda no convertible; aquí un sistema económico relativamente estable, allí un sistema económico precario, con todo lo que de éste puede derivarse en términos de convivencia y seguridad>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<Si se considera, por último, la realidad del Estado en relación con los instituciones intermedias y con la Iglesia misma, hay que considerar que en los últimos decenios en muchas naciones el poder del Estado ha crecido a veces de forma desproporcionada, con la consiguiente disminución o supresión de instituciones intermedias. Ello ha hecho a individuos y a muchas pequeñas instituciones muy vulnerables ante las opciones del Estado. Esta situación parece especialmente actual en los países de la Europa oriental, donde decenios de comunismo han destruido dichas instituciones y ha ido minando la vida civil y social; más forzoso es reconocer que decenios de capitalismo han producido resultados análogos en muchos países occidentales>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

En lo religioso, el liberalismo reclama una tolerancia que, por un lado fomenta la indiscriminada libertad de cultos, el subjetivismo espiritual, la "religión a la carta", el indiferentismo, el sincretismo o el irenismo, pero, por otro persigue a la Iglesia Católica por su pretensión de ser la única vía para la salvación.

<<En ámbito más específicamente religioso y eclesial, sigue siendo valida la situación que quedó descrita en el anterior Sínodo para Europa. Efectivamente, hoy como entonces "persiste la búsqueda de la experiencia religiosa, si bien en una multiplicidad de formas no siempre coherentes entre si y que con frecuencia conducen lejos de la auténtica fe cristiana. Sobre todos los jóvenes buscan la propia felicidad en muchos símbolos, imágenes y también en cosas vanas, y de esta forma se sienten fácilmente inclinados hacia nuevos modos de religiosidad y sectas de diverso origen". (Sínodo de los Obispos, Declaración final de la l Asamblea especial para Europa, n. 3: ECCLESIA, núm. 2.559 (1991/11), pág. 1921)

>>Hay quien a este propósito sitúa entre los elementos de mayor ambigüedad el mismo despertar de la demanda religiosa, ya que se acompaña de fenómenos de fuga hacia el espiritualismo y más concretamente de un sincretismo religioso y esotérico que desemboca en una multiplicación de sectas y grupos cuyo único denominador común es una referencia indiscriminada a lo sagrado. Estas nuevas propuestas sacan energía no tanto de una novedad de vida sustancial, sino de la homologación respecto a un sistema de vida autorreferenciado, que disimula el individualismo exacerbado mediante la búsqueda de grupos protectores y gratificantes.

>>Además, es grande el peligro de una progresiva y radical descristianización y paganización del continente: en algunos países resulta ya harto elevado el número de los no bautizados; a menudo ya no se conocen ni siquiera los elementos básicos del cristianismo; se dan situaciones en las que se asiste a un verdadero derrumbe de la catequesis y de la formación cristiana. Todo ello acarrea, por otra parte; una profunda crisis de la identidad cultural europea, cuyas dimensiones sufragan la hipótesis, formulada por algunos, de una especie de "apostasía de Europa".

>>En este clima cultural crecen y se extienden fenómenos de ateísmo, agnosticismo e indiferencia religiosa. Incluso una opción religiosa amenaza con transformarse cada vez más en opción de tipo privado: se extiende un planteamiento consumista de la experiencia religiosa; la opción ético-religiosa ya no constituye el horizonte básico de referencia para todas las demás opciones, sino que se presenta como "una" de tantas opciones que contribuyen a definir la identidad privada del individuo.

>>Tampoco hay que olvidar que en casi todas las sociedades occidentales el clima generalizado de tolerancia plantea un gran reto a la Iglesia. En efecto, en una sociedad en la que la tolerancia se considera valor esencial, dominante e irrenunciable, no falta quien piense que cualquier forma de monoteísmo -y por consiguiente también el monoteísmo cristiano- sea la causa más profunda de toda intolerancia, por lo que, si se quiere salvaguardar la necesaria tolerancia, habría que regresar a una especie de convivencia indistinta de creencias religiosas e incluso de posibles divinidades. Existe por tanto quien se pregunta como puede la Iglesia seguir realizando su misión evangelizadora sin ser portadora de intolerancia y, más precisamente, cómo puede y debe anunciarse el Evangelio reconociendo y aceptando a quienes profesan una fe distinta y evitando, al mismo tiempo, que la "tolerancia" se transforme en "indiferencia" o en "relativismo">>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

En su afán corruptor, el liberalismo ha querido invadir, incluso, el interior mismo de la Iglesia Católica:

<<Tampoco está ausente la tendencia a ponerlo todo en discusión, incluso dentro de la Iglesia, como si en ella y en las mismas cuestiones éticas y doctrinales debiera valer el principio democrático de la mayoría>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

El liberalismo es obra del mismo Lucifer. Nos lo advirtió aquél gran Pontífice que fuera León XIII:

<<Hay ya muchos imitadores de Lucifer, cuyo es aquel nefando grito: no serviré, que con nombre de libertad defienden una licencia absurda. Tales son los partidarios de ese sistema tan extendido y poderoso que tomando nombre de la libertad, quieren ser llamados Liberales>> (León XIII. Carta encíclica Libertas, sobre la libertad humana, 20 de junio de 1888)

Pero lo ha vuelto a insinuar más recientemente el Cardenal Jorge Arturo Medina Estévez, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos:

<<Quisiera subrayar que el influjo nefasto del demonio y de sus secuaces es habitualmente ejercitado a través del engaño, el embuste, la mentira y la confusión. Como Jesús es la Verdad (cf. Jn. 8,44), así el diablo es el mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el principio, el engaño ha sido su estrategia preferida. No hay duda que de el diablo logre enredar a tantas personas en las redes de sus mentiras, pequeñas o clamorosas. Engaña a los hombres haciéndoles creer que la felicidad se encuentra en el dinero, el poder, y en la concupiscencia carnal. Engaña a los hombres persuadiéndolos de que no tienen necesidad de Dios y que son autosuficientes, sin necesidad de la gracia y de la salvación. Incluso engaña a los hombres disminuyendo, es más haciendo desaparecer el sentido del pecado, sustituyendo a la ley de Dios como criterio de moralidad, por las costumbres o las convenciones de la mayoría. Persuade a los niños de que la mentira es un modo apropiado para resolver diversos problemas, y así, poco a poco se crea entre los hombres una atmósfera de desconfianza y de sospecha. Detrás de las mentiras y los engaños, que llevan en sí la imagen del Gran Mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las dudas, un mundo donde no hay más seguridad ni Verdad y donde, en cambio, reina el relativismo y la convicción que la libertad consiste en el hacer lo que se quiere: así no se entiende más que la verdadera libertad es la identificación con la voluntad de Dios, fuente del bien y de la única felicidad posible>>. (Presentación del Rito del Exorcismo del Ritual Romano, 26 de enero de 1999)

¿No vemos claramente retratados en estas palabras del Cardenal Medina la raíz y los frutos del liberalismo?

Por todo esto, no es de extrañar que la Iglesia haya condenado siempre el liberalismo.

No es de extrañar que Juan Pablo II haya canonizado en 1992 a Ezequiel Moreno, obispo de Pasto, que en su Testamento de 6 de octubre de 1905 dejó escrito:

<<Confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado, enemigo fatal de la Iglesia y del reinado de Jesucristo y ruina de los pueblos y naciones; y, queriendo enseñar esto, aun después de muerto, deseo que en el salón donde se exponga mi cadaver, y aun en el templo durante las exequias, se ponga a la vista de todos un cartel grande que diga: EL LIBERALISMO ES PECADO. Yo he gritado contra ese mal, y aun he sufrido por gritar. No me arrepiento de haber gritado. Si en este punto tengo que arrepentirme será de no haber gritado más>> (D. Francisco Suárez. Reflexiones y sugerencias sobre la Iglesia en el mundo. Valencia, febrero de 2000)

Este santo obispo había dirigido a su clero de Pasto unas Instrucciones "sobre la conducta que ha de observar con los liberales en el púlpito y en algunas cuestiones de confesionario". En ellas se puede leer:

<<Ese escándalo, de los buenos católicos al ver que los liberales se confesaban y al mismo tiempo se jactaban de seguir siendo liberales, y de que tal y cual sacerdote los absolvía, fue aquí en Pasto tan grande y tan general el clamor de que se les exigiera algo, que me vi precisado a reunir lo más escogido del clero secular y regular para convenir en que habia de hacerse. A dos cosas había de atender; al justo clamor de los buenos católicos y al buen nombre de los sacerdotes, llevados y traídos por los liberales, que decían los absolvían sin exigirles el que dejaran de ser liberales. e discutió el asunto, emitiendo cada uno su parecer con santa libertad, y se resolvió por unanimidad exigir a los penitentes liberales un papelito en el que hicieran constar que condenaban el liberalismo tal como lo condena la Iglesia>>. (D. Francisco Suárez. Reflexiones y sugerencias sobre la Iglesia en el mundo. Valencia, febrero de 2000)

Ya hemos visto lo que enseña Juan Pablo II al respecto del liberalismo.

Su predecesor, Pablo VI, en su Carta Apostólica Octogesima adveniens, de 14 de mayo de 1971, fue, si cabe, más contundente:

<<La doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática. Diversos modelos han sido propuestos; algunos de ellos han sido ya experimentados; ninguno satisface completamente, y la búsqueda queda abierta entre las tendencias ideológicas y pragmáticas>>. (n. 24)

<<El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal, que cree exaltar la libertad sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social>>. (n. 26)

<<Por otra parte, se asiste a una renovación de la ideología liberal. Esta corriente se apoya en el argumento de la eficiencia económica, en la voluntad de defender al individuo contra el dominio cada vez más invasor de las organizaciones, y también frente a las tendencias totalitarias de los poderes políticos. Ciertamente hay que mantener y desarrollar la iniciativa personal. Pero los cristianos que se comprometen en esta línea, ¿no tienden a su vez a idealizar el liberalismo, que se convierte así en una proclamación de la libertad? Ellos querrían un modelo nuevo, más adaptado a las condiciones actuales, olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad. Por todo ello, la ideología liberal requiere también, por parte de los cristianos, un atento discernimiento>>. (n. 35)

Frente a esta deformación y adulteración de la libertad llevada a cabo por el liberalismo, la Iglesia propone la recuperación del verdadero sentido de la libertad, que no puede ser separada de la Verdad que es Cristo.

<<La libertad se basa en la dignidad constitutiva de la persona, expresión a su vez del hecho de que todo hombre es hijo de Dios; el ejercicio de la libertad implica la responsabilidad del hombre; implica además las cuestiones de la verdad -que constituye su fundamento último- y del bien común, objetivo del ejercicio social de la libertad>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

En esa <<concepción de la persona y de su libertad>>, subyace una <<cuestión ética>>, pero esa cuestión ética, <<arraiga en la "cuestión religiosa">>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<De todo ello se deriva, en última instancia, el carácter central y decisivo de la "cuestión de la fe" en Jesús. Se trata por otra parte de la indicación dada por Juan Pablo II durante su primer viaje a Eslovenia. Tras subrayar que en nuestro continente "por una parte emerge el vacío, dejado por las ideologías y, por otra, se abre camino un despertar significativo de la memoria de las propias raíces y de las riquezas de antaño", añadía: "Esta es la hora de la verdad para Europa. Los muros han caído, los telones de acero ya no existen, pero el desafío sobre el sentido de la vida y el valor de la libertad permanece más fuerte que nunca en lo intimo de las inteligencias y de las conciencias. ¿Y cómo no ver que el interrogante sobre Dios está en el centro de este problema? O el hombre se considera creado por Dios, del que recibe la libertad que le abre inmensas posibilidades pero le pone también precisos deberes, o bien se autopromueve absolutamente, dotado de una libertad que, si está privada de leyes, se abandona a toda clase de impulsos, encerrándose en el hedonismo y en el narcisismo". Y terminaba: "El clima actual de angustia y de desconfianza en lo referente al sentido de la vida y el desconcierto manifiesto de la cultura europea nos urgen a mirar de forma nueva las relaciones entre cristianismo y cultura, entre fe y razón. Un diálogo renovado entre cultura y cristianismo será útil para ambos, y el que sacará ventaja será sobre todo el hombre, deseoso de una existencia verdadera y más plena">>. (Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la ciencia y de la cultura esloveno Maribor, 19-5-96), n. 3: ECCLESIA, núm. 2.792 (1996/1), págs. 869-870) (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<De ello se deriva que nuevo ha de ser también el compromiso de evangelizar, pues nuevas son las cerrazones y resistencias a la fuerza y a la verdad del Evangelio. En concreto, el hombre moderno tiende a depositar su confianza en la ciencia y en la razón, haciendo de ellas los únicos elementos de los que procede inferir sentido y criterios para la vida humana. Sobre esta base se atribuye a la libertad un valor absoluto e indiscriminado. La fe se percibe como limite puesto al poder científico y tecnológico, y como vinculo inaceptable para la libertad. Evitando toda fuga hacia el espiritualismo, se trata pues de mostrar, con la palabra y el testimonio, la razonabilidad de la fe, y al mismo tiempo dar a entender que, sin la luz de la fe, la razón y la libertad no sólo no alcanzan los objetivos esperados, sino que se transforman en peligro para el hombre y para la sociedad.

>>Los trágicos acontecimientos del presente siglo han de constituir una admonición permanente ante las absolutizaciones recurrentes de los derechos individuales o étnicos. El anuncio y el testimonio del Evangelio constituyen el mayor recurso para proporcionar a Europa ese alma, indispensable y harto invocada, capaz de hacer de la economía un servicio al bien común, de la política el lugar de decisiones responsables y de amplias miras, de la vida social el espacio para la promoción de los sujetos intermedios, desde la familia a las asociaciones, que constituyen el vivo tejido de la nueva comunidad europea>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<Concluyendo, parece posible aplicar en cierto sentido a todo nuestro continente lo que Juan Pablo II decía a Italia: Europa, "que tiene una insigne y, en cierto sentido, una herencia de fe única, se encuentra afectada desde hace mucho tiempo, y hoy con fuerza especial, por corrientes culturales que ponen en peligro el fundamento mismo de esta herencia cristiana: la fe en la Encarnación y en la Redención, la especificidad del cristianismo, la certeza de que Dios a través de su Hijo Jesucristo ha venido por amor en busca del hombre (cf. Tertio millennio adveniente, no. 6-7). En lugar de dichas certezas ha penetrado en muchos un sentimiento religioso vago y poco comprometido por la vida: o también diversas formas de agnosticismo y de ateísmo práctico, todas las cuales desembocan en una vida personal y social vivida "etsi Deus non daretur" como si Dios no existiera">>. (Juan Pablo II, Discurso con motivo del III Congreso de la Iglesia en Italia Palermo, 23-11-95), n. 2: ECCLESIA, núm. 2.766 (1995/11), pág. 1866) (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<Alimentar estas convicciones para dar nueva esperanza a Europa resulta particularmente urgente hoy, en los umbrales del tercer milenio. Y ello porque "la Puerta Santa del año 2000 se abrirá sobre una sociedad que necesita ser iluminada por la luz de Cristo. La "vieja Europa" ha recibido el don del Evangelio, pero invoca ahora un nuevo anuncio cristiano que ayude a personas y naciones a conjugar libertad con verdad y que asegure unos cimientos espirituales y éticos a la unificación económica y política del continente">>. (Juan Pablo II, "Ángelus" del 14-2-99, n. 1: "O. R. 15/16-2-99, pág. 7) (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<Para ello la Iglesia no tiene más fuerza y mas camino que los del Evangelio. De aquí, una vez más, la urgencia y la importancia de acometer esa "nueva evangelización" de la que incansablemente y con especial referencia a Europa habla Juan Pablo II. Dicha nueva evangelización no arranca de cero, y sin embargo debe considerarse como tarea primaria, debe ocuparse nuevamente del fundamento, es decir de Jesucristo y del Dios de Jesucristo, y de forma correlativa con la dimensión trascendente de la persona, con la convicción de que la centralidad ética de ésta no puede sostenerse de forma continuada si queda privada de su sustrato ontológico. No es suficiente por tanto proponer aquellos valores que pueden calificarse al mismo tiempo como evangélicos y humanistas, como la justicia, la paz, la libertad, y ello no porque estos no resulten esenciales, sino porque lo que está en juego es algo más originario y fundamental>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

Por ello, <<tampoco resulta suficiente un compromiso común entre cristianos y miembros de las demás religiones acerca de la justicia, la paz, la libertad, la salvaguardia de la creación. Resulta en cambio urgente y necesaria una confrontación que estimule providencialmente la recuperación y la profundización de valores fundamentales de la tradición cristiana. Y ello porque "el respeto de la libertad y la justa conciencia de los valores que se encuentran en las demás tradiciones religiosas no deben inducir al relativismo, ni debilitar la conciencia de la necesidad y de la urgencia de anunciar a Cristo" y porque un diálogo prudente y sincero, lejos de debilitar su fe, debe hacerla más sólida y profunda>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)

<<La nueva evangelización esta ciertamente centrada en el anuncio de la persona de Jesús. Todo ello ha ido creciendo de forma especial en la predicación y en la catequesis. Se trata, por otra parte, de una exigencia que se deriva del actual contexto sociocultural, en el que la figura de Jesús ejerce una fuerza de atracción significativa para nuestros contemporáneos, y especialmente para los jóvenes, y la relación personal con él se advierte como algo muy importante y significativo. Pero también es necesario velar porque ese mismo Señor Jesús no sea presentado sólo como modelo ético o como hombre ejemplar, sino también y en primer lugar como el Hijo de Dios vivo y el único y necesario Salvador>>. (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)


José Mª Permuy.

 



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