Portada revista 34

Editorial Indice de Revistas Perú Cristiano "Primitiva evangelización de Iberoamérica y Filipinas, 1492-1600

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

"El infierno son los demás".

Frente a frases tópicas, como la del título ó "Yo soy yo y mi circunstancia", centradas en el yoismo, existe una realidad social que debe tenerse en cuenta

El título de este artículo, atribuido al inteligente escéptico, Óscar Wilde, se ha formulado de cien modos distintos, pero siempre desde única actitud: la falta de comprensión del hombre, que no es un santo y nunca lo ha sido, pero que merece un trato racional y no el ataque completo por parte de personas mal integradas y, peor aún, convencidas de que el individualismo es una virtud.

Si el infierno son los demás, habrá que reconocer, al menos, que no todos los demás. Se me aparecen cientos de nombres, miles de ellos, nada infernales, no sólo todos los santos sino tantísimos y silenciosos desconocidos que ha entregado a los demás su vida, una vida de esfuerzos y sacrificios. Quien crea el título se demuestra como enemigo de la humanidad y como dimisionario de la vida: es fácil que sea partidario del aborto, de la eutanasia, de la muerte violenta de sus presuntos enemigos y odie la organización social.

Cualquiera que no sea tiránica. De igual modo que el técnico, el especializado es "el que sabe mucho de poco", el típico miembro de la actual clase política del Sistema es el primate que sabe muy poco sobre casi nada. Apenas el tópico que la moda trae y el claro hecho de que la libertad hoy no existe por mucho que algunos lo crean así. Casi todos -y algunos de nosotros momentaneamente- hemos llegado a creer verdad la literariamente afortunada frase de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mi circunstancia". Luego se madura o no, pero es normal reparar en que las circunstancias cambian, a un ritmo distinto del hombre o, dicho de otro modo, que el ser humano cambia poco en lo que de verdad es, cosa que no sucedería si fuéramos el simple yo reaccionando ante una circunstancia.

Lo mismo que Oscar Wilde, todos sabemos que Infierno es «infer nos», lo que está debajo de nosotros o por debajo de nosotros y contiene, desde el romanticismo que no cesa, una valoración clasista o un yoísmo exagerado: Los demás, dice la frase traducida a su realidad, están debajo de mí.

Lo mismo que Ortega, sabemos que las circunstancias modifican nuestra conducta en un momento o en otro, aunque esto niegue parte del libre albedrío. La circunstancia, siempre individual ("yo soy", dice), es un principio de división, un "accidente" en filosofía aristotélica y tomista. Y el hombre "genérico" no puede definirse por diferencias accidentales, porque, entre otras, contiene semejanzas esenciales.

No soy «Yo y mi circunstancia» sino "yo con los demás" y eso, tan grabado en el hombre de todas las épocas, es lo que hace de nosotros es lo que nos hace sociales y hasta lo que genera comportamientos heroicos, católicos, amorosos. Sin los demás soy menos.

Los necesito; los necesitamos todos para ser hombres. Y quien influye sobre los demás, me influye, porque nuestra sociedad es nuestro cao.

Esta visión nos saca del YO, parte pequeña del hombre, casi una "superestructura" (por decirlo en politiqués anticuado) y traslada el centro de operaciones: Para ser yo con los demás, necesito, por ejemplo, idioma, es decir un sistema de codificación del mundo que permitirá que me comunique con los demás: un vínculo general y un principio de unión, no de división.

No deseo ser mal entendido: Un gran pensador* decía que España no es una lengua, por buena y brillante que sea la nuestra; pero sin ella no serían posibles ni España ni el hombre, que son, ambos, comunicación, dar y recibir. Hablamos y escribimos para decir algo a "los demás", precisamente porque los demás no son el infierno, del mismo modo que la Patria no es la infancia. El Pentateuco ya recoge de Jehová que "no es bueno que el hombre esté solo" y hoy sigue siendo verdad con un añadido implícito: sin compañía no hay humanidad. Y en esto, en la compañía, se basa la libertad: un hombre solo en una isla desierta, ¿sería libre? No: sólo salvaje.

El hombre es literatura, palabras e ideas al servicio no sólo de la "persona", la máscara individual, lo que nos diferencia a unos de otros, la llamada "personalidad". Y las diferencias no son base para la convivencia. Ese ser "literatura", ese contar a los demás, es lo contrario a la personalidad, lo común a todos y, por lo tanto, lo que se puede compartir de nosotros.

Nadie comparte su carácter, que es intransferible. Pero comparte la obligación vital de comunicarse, que es pensar. Y Patria es todo cuanto podemos compartir.

Arturo Robsy.

 



Editorial Portada revista 34 Perú Cristiano "Primitiva evangelización de Iberoamérica y Filipinas, 1492-1600

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.