Portada revista 37

El idioma de Puerto Rico Indice de Revistas El Greco

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La emoción del toreo.

Un arte que transciende la estética.

Se ha dicho que el espectáculo de las corridas de toros enseña a mirar para ver claro. Que su entendimiento es de una cruel clarividencia. También se ha dicho que el toreo es "escuela de elegancia espiritual" El toreo es escuela, aprendizaje de los ojos por la mirada. Si el toreo no ve claro lo que mira no puede torear. O torea mal, que es como si no toreara. Y al espectador le sucede lo mismo: ve claro lo que mira o lo ve mal, que es como si no lo viera. El que no ve claro es el toro, que se ofusca, por un instinto ciego oscuro, impetuoso y mortal.

Pero las corridas de toros están ahí, ante nuestros ojos, luminosamente: pareciéndonos lo que son o siendo lo que nos parecen: imponiéndonos su evidencia. Evidencia viva del arte, de juego, de fiesta: Triángulo en el que se inscribe o al que circunscribe el círculo mágico que las realiza. Para no verlas hay que no quererlas mirar: hay que no dar crédito a los ojos.

Si le damos crédito a los ojos ellos nos dirán, como al torero, cuál es nuestro sitio en la plaza, que es el sitio (punto de vista) desde el que podemos ver claro. Ver para creer en lo que vemos: para creer tal vez que el toreo "todo es verdad y es mentira", como dijo el poeta.

Pero todo, cuando se ve tan claramente. Exactamente lo contrario de "nada es verdad ni mentira", que dijo otro poeta, si se mira a través de un cristal negro o colorado. Entre nuestros ojos y lo que vemos no puede caber, si aceptamos medida humana, ningún intermediario que desproporcione, desenfoque y confunda esa claridad natural de nuestra mirada. Ni aumentándola ni disminuyéndola. El toreo no se ve, cuando bien se mira, ni con el telescopio ni con el microscopio; que es lo que hacen algunos cuando tratan de analizarlo como un fenómeno social independiente de su realidad propia de arte, de juego, de fiesta; de su viva y natural evidencia aparente.

El toreo no es más ni menos, que lo que parece. Pero ni más ni menos; "que no es poco", como diría Lope, profeta teatral clarividente del "arte mágico del vuelo", que es el arte del toreo. Visto y no visto siempre; o no visto nunca de verdad, por no darle crédito a los ojos.

El tiempo apaga la claridad o la luz de las cosas en nuestra mente, las oscurece y asombra, porque en su noche oscura desaparecen para nuestros ojos, se nos pierden de vista.

La noche oscura de los tiempos apaga las luces de las cosas claras del toreo. El toreo es "arte mágico del vuelo", por momentáneo y pasajero, por imposibilitado de duradera permanencia. La emoción del toreo, para el espectador como para el torero mismo, es una emoción mágica que se supera con mucho la de su riesgo: que necesita superarla para que el toreo no se convierta en una especie de turbadora pornografía de la muerte.

El toreo es un despertador vivísimo para los ojos; tanto que se nos mete por los ojos con sus verdades luminosas.

"Porque, a la verdad -escribía Pepe Hillo-, en este arte tauromáquico siempre se está aprendiendo". Y acabó su vida torera en los cuernos de un toro. Y es que, como dijo el poeta: "Verte y no verte. / Yo, lejos navegando, / tú, por la muerte".

Francisco Arias Solis.

 



El idioma de Puerto Rico Portada revista 37 El Greco

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.