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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Literatura rusa.

La poesía, el teatro, la novela y la narrativa rusos, desde los orígenes a la actualidad, sus desarrollos y sus grandes autores.

A pesar de que su procedencia y sus poderosas tradiciones la diferencian de las del resto del continente, la literatura rusa pertenece a la corriente principal de las letras europeas. Está escrita en ruso y comprende la literatura escrita por los pueblos eslavos del Este.

Adoptó, en alguna época, formas y temas procedentes de culturas exteriores a los límites del territorio ruso, pero estos periodos de dependencia cultural terminaron cuando los escritores rusos comenzaron a reelaborar, siguiendo sus propios impulsos e intereses, los materiales procedentes de otros países, dándoles forma y carácter propio. A lo largo de toda la edad media, durante el Renacimiento y los años inmediatamente posteriores, los rusos desarrollaron sus propias tradiciones literarias.

A pesar de que, por diferentes razones, Rusia quedó fuera, en algunas ocasiones, de las corrientes culturales de otros países, los escritores rusos hicieron un gran esfuerzo, no sin frutos, por integrase en el cuerpo principal de la literatura europea.

La poesía rusa

Las manifestaciones del género lírico no aportaron métrica en verso hasta entrado el siglo XVII.

Con la invasión tártara aparecen relatos militares que están escritos en una prosa rítmica que puede revelarnos un principio de lirismo latente. Ritmo que, a través de la canción popular, irá desarrollándose hasta alcanzar, en el siglo XIX, la época dorada de la poesía rusa.

De los orígenes, al siglo XVIII

A lo largo de toda la Edad Media, durante el Renacimiento y los años inmediatamente posteriores, los rusos desarrollaron sus propias tradiciones literarias, de forma independiente de la Europa occidental.

- El período de Kiev (hasta 1240)

La literatura escrita no nace, en Rusia, hasta la conversión del país al cristianismo, en 989. En esta época ya existe, desde hace largo tiempo, una abundante literatura popular transmitida por tradición oral bajo dos formas: las bylinas y las piecni.

Estos relatos y canciones sin duda eran compuestos por poetas ambulantes, los skomoroji, llegados de Bizancio o de cualquiera de los países eslavos situados al sur de Rusia.

La primera poesía rusa escrita se produjo en la ciudad de Kiev. El arte poético del periodo de Kiev es obra de dos clases preponderantes de la sociedad de la época: el clero urbano y la aristocracia militar. Por consiguiente, los temas principales girarán en torno a vidas de santos o relatos de batallas y tendrán dos objetivos: convertir al cristianismo y defender el territorio. Esta poesía no está escrita en verso, sino en prosa rítmica.

Entre los textos religiosos, cabe citar: el Evangelio de Ostromir (1056), los Florilegios (extractos de Padres de la Iglesia, vidas de santos, preceptos morales) compuestos en el siglo XI por el príncipe Sviatoslav, y la Loa de son Vladimiro, por Hilarión, metropolita de Kiev (hacia 1050).

El texto laico más famoso es el Cantar de gesta de la hueste, pero muchos críticos creen que este texto es una superchería literaria semejante a los Poemas de Ossián: en efecto, el manuscrito único al que se refiere su editor, el conde Musin Pushkin, en 1800, se habría quemado en el incendio de Moscú.

- La literatura en letargo (1240-1480)

En 1223, la invasión tártara tuvo una gran influencia sobre la cultura y la literatura rusas. La decadencia de Kiev, iniciada ya con la aparición de nuevos centros, como Novgorod, es definitiva. En esta época, en que la literatura está aletargada, se desarrolla la pintura religiosa rusa.

La mayor parte de las obras literarias está constituida por relatos militares escritos en prosa rítmica. Citemos Súplica de Daniil Zatochnik (siglo XIII); el Canto del desastre de la tierra rusa, de autor desconocido; el Ciclo de Kulikovo, cuatro relatos que rememoran la gran derrota de los tártaros en 1380, etc.

- El período moscovita (1480-1598)

En 1480, los tártaros son expulsados definitivamente y Rusia se unifica. Moscú pasa a ser el centro de la vida literaria. Se producen violentos conflictos políticos y religiosos, que originarán una abundante literatura polémica en prosa sobre si la Iglesia tenía que tomar parte activa en el gobierno o no. La poesía escrita sigue siendo casi inexistente, si se exceptúan algunos poemas sacros, y la prosa rítmica, todavía se manifiesta por esta época, en relatos militares, el más conocido de los cuales es el Relato de la toma de Pskov, escrito en 1510 por un autor anónimo.

- El período de transición (1613-1703)

La poesía escrita en verso no aparece en Rusia hasta el siglo XVII, bajo el reinado de los Romanov, con Simeón de Polotsk (1629-1680). Por tanto, a partir de este momento coexisten dos clases de poesía, la que se sirve del ritmo métrico de la canción popular y la que utiliza el verso bajo la influencia de Polonia (en 1569, la Rusia occidental quedó sometida a Polonia y la influencia de Occidente se hizo sentir cada vez más durante el siglo XVII, hasta el advenimiento de Pedro el Grande).

Las obras más importantes son: Relato de Dolor-Mala Suerte (anónimo); Historia de un joven y una joven (anónimo); El jardín multicolor de Simeón de Polotsk, y el Epitafio de Silvestre Medvedev (1641-1681).

El período moderno: del siglo XVIII a la Revolución

Durante este periodo se produce en la poesía un progresivo cambio y fijación en la métrica, debido a la influencia de las corrientes europeas, sobre todo a algunos autores y músicos alemanes, a pesar de que los poetas rusos de la época no quisieran reconocer dichas influencias.

La poesía en el siglo XVIII

A principios del siglo XVIII, los alemanes aportaron un género y un estilo nuevos a la poesía rusa. De este modo, Wilhelm Mons (1688-1724), secretario de la emperatriz Catalina I, escribió poesías amorosas en ruso copiadas de poesías alemanas.

El pastor Ernest Glück (1652-1705), que tradujo al ruso cánticos religiosos alemanes, y el maestro Johann Werner Pauss (1670-1735), sucesor suyo, trataron de introducir la regularidad métrica en el verso ruso. Pero los poetas rusos siempre han pretendido que este nuevo estilo no había tenido ninguna influencia sobre sus obras.

Tres grandes figuras han marcado la poesía del siglo XVIII: Lomonosov, Derjavin y Karamzin.

- Mijail Vasilievich Lomonosov (1711-1765). Científico y escritor, Lomonosov es el verdadero fundador de la literatura rusa moderna y estableció las normas del ruso literario. Su teoría distingue tres estilos: el estilo noble (con vocabulario eslavón) para el poema épico, la tragedia y la oda, el estilo medio para la sátira y los dramas, y el estilo vulgar (con vocabulario popular) para la comedia y la canción.

Sus principales obras poéticas son sus odas sacras, unos panegíricos y una Epístola sobre la utilidad del vidrio.

- Gavrila Romanovich Derjavin (1743-1816). Sufrió la influencia de Lomonosov y de Sumarokov y se interesó en los esfuerzos de renovación de Jeraskov. Fue el último representante de la escuela clásica del siglo XVIII y el primer "poeta" en el verdadero sentido de la palabra, esencialmente lírico.

Sus obras más bellas son Felitsa, La cascada y la Vida en Zvansk.

- Nikolai Mijailovich Karamzin (1766-1826). Fue francmasón. Karamzin reformó la lengua literaria al introducir en ella numerosos galicismos y al suprimir elementos eslavones. Con esta transformación, abrió un foso entre las clases cultas y el pueblo y favoreció el advenimiento de la poesía clásica.

Más conocido como historiador, también fue poeta y puso al alcance de la poesía rusa las técnicas occidentales.

La edad de oro de la poesía rusa

Por la época en que se desata en Europa la tempestad romántica, durante el primer tercio del siglo XIX, la poesía rusa conoce su "edad de oro", que había sido preparada por Karamzin (el cual, recordémoslo, murió en 1826) y por el enorme trasiego de ideas que se produjo en los medios cultos después de las guerras napoleónicas.

Las revistas -políticas y literarias- nacen (y mueren) a tal ritmo que hace pensar que Rusia trata a marchas forzadas de ponerse al nivel de la cultura europea: El mensajero de Europa (Karamzin), La estrella polar (Rileiev), El contemporáneo ( Pushkin) y, algo más tarde, El telégrafo de Moscú (Polevoi), El telescopio (Nadejdin), etc.

La poesía y la literatura están a la orden del día, igual que el patriotismo. ¿Hay que ser occidentalista o eslovófilo? La pregunta todavía no se plantea claramente en los años veinte, pero las universidades se agitan y los efectos de esa agitación alcanzan a la literatura.

El romanticismo llega a Rusia, pero con menos virulencia que a Polonia, por ejemplo. Por supuesto se admira el Werther y las obras de Schiller, Walter Scott y Byron, pero al mismo tiempo, se descubre a Dante y a Shakespeare, cuyo genio eclipsa el de los grandes románticos europeos.

Pushkin

Pushkin (1799-1837). El más grande de los escritores rusos (aunque en Europa el público lector sea más sensible a los novelistas de fin de siglo que a la poesía de Pushkin).

Al ver los títulos principales se comprobará la extrema diversidad del escritor y de sus fuentes de inspiración. Este eclecticismo hace que cada crítico pueda tirar de Pushkin por su lado. Un liberal, un patriota, el cantor de la tierra rusa, un romántico a lo Byron, un clásico como Goethe, un progresista (como lo presentaban los críticos estalinistas), etc., todo puede decirse de este autor que -debe subrayarse- mostró todas las facetas de su genio entre 1820 y 1837, en diecisiete años de actividad creadora.

Esto ya constituye una paradoja: algún partidario de lo sistemático podrá lamentarse, no de que tocara todos los géneros, puesto que ello no tiene ninguna importancia en Europa a partir del siglo XVIII y menos aún en el caso de los románticos, sino de que Pushkin cambiara con tanta frecuencia de inspiración, de preocupación.

Muchos críticos, deseosos de esclarecer la cuestión, han propuesto que la obra de Pushkin se divida en dos períodos perfectamente distintos: una fase de Sturm und Drang, de 1820 a 1826, y una fase de madurez, desde su regreso a Moscú hasta su muerte.

Esto quizás es simplificar excesivamente las cosas: preferimos aceptar como un hecho esta multiplicidad pushkiniana y admitir que, en cada instante de su vida creadora, tanto en la época de los poemas eróticos de San Petersburgo como en la de las "pequeñas tragedias" de las postrimerías de su existencia, Pushkin fue un hombre de personalidad rica, compleja, ambivalente, que se expresó acentuando una u otra de sus tendencias.

- Ruslan y Ludmila, compuesto entre 1817 y 1820, es un poema tragicómico, a la manera del siglo XVIII.

El episodio está tomado del Orlando furioso de Ariosto y relata como Ruslan desbarata los ardides de un mago y reconquista a su joven esposa Ludmila. La obra es viva, el lenguaje seguro y la imaginación tan rica como la de Ariosto; para nosotros los contemporáneos, posee una sutil y atrayente tonalidad barroca.

- El prisionero del Cáucaso (1822) se considera tradicionalmente como un poema "byroniano". Es indudable que Pushkin, durante su primer destierro, experimentó cierto cansancio de existir, pero ello no constituye la única componente de su mentalidad de entonces. También existe en él un deseo panteísta de vivir, y sus viajes, entre 1820 y 1824, no son los de un melancólico.

El prisionero del Cáucaso es un poema construido sobre un tema parecido al de la Graciela de Lamartine: un oficial ruso se encuentra prisionero de una tribu circasiana; una joven de la tribu le prodiga cuidados y afecto, pero él se muestra indiferente a su amor; cuando la joven lo libera y él huye de su prisión, ella, desesperada, se arroja al mar. La belleza de este poema es más formal que moral; quizá nos impresionan más las descripciones exóticas (en el ámbito de cierta emoción panteística) que el drama humano. Por esta razón es demasiado sumario invocar únicamente el byronismo.

Por otra parte, en la misma época, Pushkin escribe con el brio y el afán de un buen librepensador, a la vez que con mucho humor, una parodia blasfema, La Gabrieliada.

El poeta describe en ella tres aventuras amorosas de la Virgen María: una con el Maligno -que le dirige un maravilloso discurso sobre el significado del pecado original-, la segunda con el arcángel Gabriel y la tercera con la Paloma (el Espíritu Santo). Por supuesto el poema tuvo que circular clandestinamente y no fue publicado oficialmente hasta después de la muerte de su autor (en 1861, en Londres; y en 1919, en Moscú).

En la fase "byroniana" de Pushkin concurren otras varias características, aun cuando se ponga en la balanza el exotismo de Los hermanos bandoleros (1821), de La fuente de Bakchi Sarai (influencia del Don Juan de Byron, pero también perfección técnica y maestría de los yambos), y de los Cíngaros (1824).

Esta fase se cierra con un adiós A la mar, cuando abandona Odessa: "...límite deseado de mi alma".

El periodo de su confinamiento en Mijailovskoie (1824-1826) es breve, pero fecundo. Pushkin renegó de Byron (prueba suplementaria del aspecto muy superficial de su melancolía caucasiana) y descubrió una fuente natural de poesía: las antiguas leyendas populares rusas, las viejas bylinas que le cuenta en su exilio una anciana nodriza.

Por otra parte, esto no constituye un verdadero descubrimiento. La Antigüedad está de moda: el gaelismo en Europa occidental, el helenismo en la Europa mediterránea, el kievismo en Rusia. Además, la infancia de Pushkin transcurrió mucho más junto a su nodriza que junto a sus padres, distraídos por la frivolidad de su vida.

En Mijailovskoie, el poeta emprendió la redacción de Boris Godunov y Eugene Oneguin (1823-1831), considerada una obra maestra, es su obra narrativa más interesante en la que describe las consecuencias fatales que conlleva el hastío del joven protagonista sobre él mismo y sobre los que le rodean. La narración se encuentra sabiamente intercalada de escenas descriptivas, partes líricas y discusiones sobre temas sociales, estilo que enriquece sobremanera la obra. Su estructura es, sin embargo, concisa y demuestra ironía, ingenio, y una profunda emoción, así como de numerosos poemas, bastante breves (excepto Poltova) y de un lirismo familiar y popular muy sincero, serio incluso, ya que Pushkin se asoma ahora a esa famosa "alma rusa" que obsesionó a todos los escritores del siglo XIX.

No existe discontinuidad entre los poemas del segundo destierro y los del regreso a Moscú.

Pushkin escribirá hasta el fin de sus días estos cuentos en verso, y, dueño absoluto de sus medios de expresión, "regalará", -el término es vulgar, pero justo- a sus lectores con proezas formales de las más variadas y sutiles (desgraciadamente, no pueden apreciarse en una traducción).

No olvidemos, sin embargo, que la poesía pura pasa a segundo término en este momento de su obra: Pushkin se consagra a sus novelas en prosa, a las llamadas "pequeñas tragedias" que, como sabemos, son otras tantas obras maestras.

Fiodor Ivanovich Tiuchev

Fiodor Ivanovich Tiuchev (1803-1873) es reconocido hoy como uno de los tres más grandes poetas rusos, con Lermontov y Pushkin.

Influido por Derjavin y Lomonosov, su estilo es más arcaico que el de Pushkin o el de Yukovski, y sus versos mezclan metros y pies diferentes.

Empezó traduciendo a los poetas alemanes e ingleses. A partir de 1829, la obra de Tiuchev alcanza su apogeo, y seguirá en la misma línea hasta el final de sus días.

Los poemas de Tiuchev son de dos clases: filosóficos y políticos. Su filosofía es pesimista y dualista. Considera que existen dos mundos: el Caos y el Cosmos (en poesía, la noche, el día), y que el Cosmos sólo es una parte viva del Caos. Entre los poemas filosóficos pueden distinguirse: poemas filosóficos puros, como Silentium; poemas sobre la naturaleza y poemas sobre el amor, como Predestinaciones. Los poemas sobre el amor son trágicos, profundos, apasionados.

En 1854 publicó un volumen con la ayuda de Turgueniev, donde evocó la naturaleza rusa.

Mijail Yurievich Lermontov

Mijail Yurievich Lermontov (1814-1841) nació en Moscú, pero pasó la mayor parte de su juventud en el Cáucaso. Empezó a escribir a los trece años. Tras pasar por la Universidad de Moscú, entró en la escuela de cadetes de caballería de Petersburgo y fue nombrado oficial en 1834.

Su genio poético resplandeció a la muerte de Pushkin, al dedicarle un poema La muerte de un poeta (1837). En éste Lermontov - que fue por ello desterrado al Caúcaso- rezuma desprecio contra el zar y los frívolos cortesanos que empujaron a Pushkin a que se batiera en un duelo que le costó la vida. En 1838, regresó triunfalmente a Petersburgo y se interesó por las cuestiones políticas. Tras un duelo con el hijo del embajador de Francia, Lermontov fue "transferido" de nuevo al Caúcaso, donde, en 1841, encontró a un compañero de clase, Martinov, con el que se batió en un duelo en el que murió (5 de julio de aquel mismo año).

Lermontov publicó poco, pero después de su muerte se editaron sus Obras completas. Su poesía evolucionó desde un romanticismo inicial (El ángel) hasta una poesía soez cuando estaba en la escuela de cadetes (Hadji Abrek), para, seguidamente, alcanzar su período de madurez: El demonio y El novicio.

En los últimos años de su vida, Lermontov expresa principalmente su desprecio por "la vida de la alta sociedad". Tras un momento de desorden romántico, la poesía de Lermontov se hace cada vez más realista: El testamento y Valerik.

La segunda mitad del siglo XIX

Muertos Pushkin y Lermontov, la poesía rusa queda decapitada. Por otra parte, la evolución histórica aparta a los escritores de la expresión versificada. La gran crisis de 1830-1848 los aleja de preocupaciones formales y determina entre ellos un movimiento intelectual comparable al que se desarrolló, en el siglo XVIII, en la Europa occidental. Retengamos tres caracteres fundamentales de este periodo:

Acceso a la cultura de "individuos de toda condición", los raznochintzi (funcionarios, pequeños burgueses, etc).

Introducción en Rusia de la filosofía alemana: Schelling y, principalmente, Hegel.

División de los intelectuales rusos en dos partidos: los eslavófilos (que no son necesariamente partidarios ciegos de la autocracia) y los occidentalistas, uno de cuyos primerísimos representantes es Chaadaiev (1794-1856), autor de un manifiesto que causó escándalo en su tiempo: Carta filosófica (1936).

En estas condiciones, la poesía cede el paso a la ideología: el periodo 1840-1890, es, ante todo, el de la prosa.

Alexandr Alexandrovich Blok (1880-1921) fue el más grande de los simbolistas rusos. A principios de siglo publicó sus primeros poemas, que interesaron casi exclusivamente a una minoría. Su poesía expresa un pesimismo desesperado que Blok supera con el misticismo y con una pasión auténtica por Rusia.

Principales obras: Poemas de la bella dama (1904), y colecciones escalonadas desde 1907 hasta 1915: Alegría inesperada, La máscara de nieve, Horas nocturnas, Versos sobre Rusia: después de la Revolución, produce Los doce (1918), donde se ve a doce soldados precedidos por un Cristo invisible molestar a los burgueses de Petersburgo, y Los escitas (1918), invectivas contra los países occidentales.

El teatro ruso

Hasta el siglo XVIII, con el zar Pedro I el Grande, las manifestaciones dramáticas rusas eran prácticamente inexistentes.

Más allá del siglo, evoluciona de una manera parecida a la de occidente, pasando a una época de esplendor, sentimental y con toques cómicos en el siglo XIX y a un teatro revolucionario y contestatario en los años posteriores, en los que se le da una gran importancia a los recursos teatrales y a la aparatosidad del ambiente creado en el escenario que contrasta con la pobreza que normalmente se adueña de los protagonistas.

Evolución general del teatro ruso

Antes de Pedro el Grande, el teatro ruso es casi inexistente. Sólo consta de farsas y de representaciones de marionetas, cuyo héroe principal es el astuto Petrushka, así como de algunas representaciones religiosas. La mayor parte de las veces, el talento de los actores es superior al de los dramaturgos, cuyos nombres, en general, no han llegado hasta nosotros.

En el siglo XVIII, predomina la imitación de Occidente, aunque en forma bastante mediocre.

Bajo Catalina II, triunfa el teatro satírico (siempre a la manera francesa), el teatro de costumbres y la ópera cómica (Ablesimov), donde las tradiciones populares ocupan un lugar importante.

El siglo XIX asiste al auge de la comedia lacrimosa y sentimental y, más tarde, al del vodevil.

El florecimiento del teatro ruso original se produce con las comedias de Griboiedov (1795-1829), autor de ¡Qué desgracia el ingenio! (1822-1824).

Seguidamente, la escena rusa se ennoblece con los grandes nombres de Pushkin ( Boris Godunov), Gogol (El inspector), Ostrovski, Chejov, Gorki, Andreiev, etc.

El teatro del siglo XIX estuvo ligado al desarrollo de la ópera rusa (Mussorgski, 1839-1891: Boris Godunov y Khovanschina) y, a principios del siglo XX, al importante trabajo de los grandes directores de escena, que, con sus adaptaciones, sus teorías del decorado, de la interpretación, etc., renovaron la dramaturgia mundial: Vsievolod Emilievich Meyerhold (1874-1942), teórico del constructivismo; Konstantin Sergeievich Alexeiev, llamado Stanislavski (1863-1938), creador del Teatro de Arte de Moscú (en 1898, con Danchenko), y de un Estudio experimental (en 1905, con Meyerhoid), Nemirovich-Danchenko (1853-1942) y Nikolai Nikolaievich Evreinov (1879-1953), que abandonó la URSS en 1925.

El teatro del siglo XX, muy brillante, fue utilizado durante la Revolución como medio de propaganda.

Los grandes autores del teatro ruso

Nos referimos aquí a los grandes dramaturgos del siglo XIX y principios del XX, que hacen gala de los mejores recursos teatrales para impresionar a un público de muy variada clase social, según a quien estuviera dirigida la pieza en cuestión.

Pushkin y Alexei Tolstoi

Debemos a Pushkin (1799-1837), Boris Godunov y las "pequeñas tragedias" de 1830: El caballero avaro, Mozart y Salieri, Festín durante la peste y El convidado de piedra.

Boris Godunov es una tragedia histórica. Pushkin se inspiró en la Historia del Imperio de Rusia de Karamzin (en lo que respecta a la información histórica) y en algunas antiguas Crónicas (para el "color local"). Para la descripción de los caracteres y la construcción de la obra, Pushkin siguió la técnica de Shakespeare. Boris Godunov está escrito como un drama "romántico".

En la historia del teatro ruso representa el punto de ruptura con el teatro clásico (a la manera francesa) del siglo XVIII. Es una obra nacional, ideológica, y que presenta una originalidad con respecto a las otras piezas románticas: el realismo psicológico.

Las "pequeñas tragedias" son poemas dramáticos más que obras teatrales. El caballero avaro, que escenifica un conflicto entre generaciones (como en el Avaro de Molière), y El convidado de piedra se encuentran muy próximos a la inspiración byroniana.

Sin embargo, Pushkin no se limita a la poesía y a la melancolía, sino que, apartándose de estos temas, aborda, más como poeta que como hombre de teatro, el problema de la libertad (social y metafísica) y el problema del destino del hombre.

El drama histórico y nacional no perderá su prestigio después de Pushkin. La trilogía del conde Alexei Tolstoi (1817- 1875; no debe confundirse con el novelista de Guerra y paz): La muerte de Iván, El zar Fiodor y El zar Boris (18671870), se inspira en la dramaturgia de Schiller.

El análisis de los caracteres es notable y el sentido teatral es más puro que en Pushkin. Tolstoi, realzado por un montaje grandioso, proporcionó grandes noches al Teatro de Arte de Moscú.

Gogol

Las comedias de costumbres de Gogol (1809-1852), como La orden de son Vladimir (1832) Himeneo (1833, arreglada en 1842), pertenecen a una vena explotada antes que él por Fonvizin (1745-1792) y Griboiedov (1795-1829).

Estas obras constituyen unos divertidos estudios de costumbres en los que todavía no apunta el espíritu rechinante y enfermizo de El abrigo o de Las almas muertas.

El inspector, escrita en 1833 y retocada en 1841, es una de las obras más famosas del teatro ruso. La edición impresa lleva como epígrafe: "Si tu cara está torcida, no culpes al espejo." Parece que Gogol quiso protegerse de sus audacias, ya que El inspector tiene la virulencia de Tartufo, el cinismo de Don Juan y la desmesura de Pantogruel.

La intriga está urdida sobre una confusión. En la capital de una provincia, es esperado el "revisor", representante del emperador, encargado de revisar la administración provincia] y que dispone de poderes muy amplios. Se supone que este inspector del zar, llegado de incógnito para investigar un torno a los notables de la ciudad, es un joven disoluto llamado Khlestakov, al que miman y agasajan y a quien el alcalde le ofrece su hija en matrimonio.

Estafador a su pesar, Khlestakov huye discretamente con el pretexto de consultar a su familia sobre este matrimonio. Después de su partida, los notables se enteran, con pavor, de la llegada del verdadero revizor, quien les convoca en el hotel donde se hospeda. Es fácil de imaginar la vasta caricatura de las costumbres sociales que traza Gogol a lo largo de los cinco actos de su comedia. Como parece ser que dijo el emperador Nicolás I, que asistió al estreno de El inspector: "Todo el mundo ha recibido lo suyo, y yo algo más que los otros."

Más allá de la sátira social, menos interesante en nuestros días que en 1836, existe en esta obra una visión sarcástica de la humanidad de "cara atravesada".

Chejov

Chejov (1860-1904) llega al teatro tras haber logrado bastantes éxitos como novelista y consagra los últimos años de su vida casi exclusivamente al arte dramático, transformándolo considerablemente.

Todos los temas tratados por Chejov surgen de la misma fuente de inspiración: en apariencia, la soledad y la monotonía "existencial", las hojas de otoño de un mundo que se extingue. El Tío Vania pasará su vida haciendo cada noche las cuentas de sus dominios; El jardín de los cerezos será vendido pese a las ilusas esperanzas de sus propietarios; Las tres hermanas, sumidas en el tedio provinciano, no irán jamás a Moscú. En segundo término, se nos ocurre que estos seres lastimosos, arropados en sus prejuicios, sus pequeñas manías, sus ilusiones mezquinas, quizá son la imagen de toda la humanidad.

Es un error -que ya no se comete- considerar a Chejov como un pintor de costumbres provincianas. Es posible ver en el autor de Las tres hermanas dos tendencias que conducen a dos interpretaciones diferentes de su obra.

Es un dramaturgo del tedio; un pesimista, por consiguiente, que encierra al hombre en su pequeñez y en su dolorosa imperfección.

En otro sentido, es un profeta. En este caso habría descrito el mundo agonizante de la vieja y triste Rusia anunciando al mismo tiempo un mundo mejor.

El tono de Chejov es fundamentalmente lírico. No existe en él ni polémica, ni sentido de la historia o de la epopeya, ni siquiera sentido de lo trágico. Las obras teatrales de Chejov son una efusión, todo en medias tintas.

Eran tan nuevas, dentro de su simplicidad, que los actores del Teatro de Arte, de buenas a primeras, las juzgaron imposibles de representar. En efecto: ¿cómo "representar" sin elocuencia, sin teatralería, sin pasión? ¿Cómo expresar el gris humor chejoviano, cuando se está acostumbrado al teatro efectista o a los grandes parlamentos?

Todo esto, que hace cerca de un siglo parecían defectos, ahora nos parecen otras tantas cualidades. Y, como el lenguaje es bello y armonioso, el diálogo vivo y matizado y la construcción sólida y sobria, Chejov está considerado como uno de los precursores del teatro moderno.

La novela rusa

La novela fue una de las formas preferidas por los escritores en el fértil periodo de la literatura que fue el siglo XVIII y XIX. Cada uno de ellos llevó a cabo un uso particular de esta forma y desarrolló su propio estilo y sus propios temas.

Sin embargo y de una manera general, los escritores de novela se basaban en la vida cotidiana de las gentes de su época, e intentaban alcanzar un alto grado de autenticidad en las recreaciones de la experiencia. Concebían sus obras como instrumentos para explorar importantes cuestiones relacionadas con la posición del ser humano en el universo.

Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII

La novela no aparece en la literatura rusa hasta el siglo XVIII, en la época de Pedro el Grande. La prosa más antigua que conocemos es el cuento (Skazka), que prosperó por tradición oral.

En el siglo IX, Cirilo y Metodio introducen el alfabeto cirílico y, en el siglo X, aparecen las primeras obras escritas en prosa. Estas obras son, por supuesto, de carácter sacro, como Vidas de santos. A continuación aparecen las Crónicas (Lietopici), que son, en su mayor parte, relatos guerreros o simplemente profanos.

La literatura narrativa a partir del siglo XVIII

Pushkin definió la edad clásica como el "siglo de la oda". Efectivamente, la oda yámbica fue el género preferido de Lomonosov y Sumarokov, y también del "lingüista" Trediakovski (1703-1769).

Al lado de la reforma poética, el siglo XVIII también ofrece el espectáculo de un gran movimiento de ideas (influencias alemana y francesa). Hecho significativo: la literatura pasa a ser asunto de laicos; el último gran escritor religioso ruso es el metropolita de Novgorod, Feofan Prokopovich (1681-1736), predicador y dramaturgo. Bajo el reinado de Catalina la Grande, entre 1762 y 1796, se fundan o se desarrollan las primeras revistas literarias.

El clasicismo pulió el arma de los escritores, es decir, el ruso literario, que también fue usado por la literatura narrativa. Ésta se descompuso en tres corrientes:

Una corriente tradicional, que descubre, dos siglos después de los europeos occidentales, la. novela de caballerías y la novela picaresca, géneros que, a veces, se mezclan con los relatos folklóricos.

Una corriente reivindicadora, que atrae la atención del público culto hacia las injusticias de la sociedad rusa, la suerte de los siervos, etc.

Una corriente prerromántica, que se manifiesta principalmente a través de relatos de viajes o de impresiones, a finales de siglo, y cuyo iniciador es Karamzin (1766-1826).

La novela rusa en el siglo XIX

La fase romántica es muy breve. Pushkin y Lermontov son ya realistas: comprendieron que los tiempos no estaban para efusiones personales, sino para reflexiones sobre la condición humana y la sociedad.

Entre 1830 y 1832 -fecha extrema para el romanticismo, que puede considerarse terminado a la muerte de Lermontov, en 1841-, Gogol (1809-1852) escribió lo esencial de su obra y estableció las reglas del género: la novela debe ser la pintura realista de un medio (y no una "historia"). En este aspecto, El abrigo (1842) es la obra clave de la novela rusa, y Turgueniev dirá, más tarde: "Todos hemos salido de El abrigo de Gogol."

La segunda mitad del siglo XIX lleva la impronta genial de Dostoievski (1821-1881). Como vamos a ver, Dostoievski dio nueva fuerza al realismo al introducir en éste el análisis psicológico, atormentado y fascinante, que contribuyó a dar a los lectores occidentales una idea preconcebida del "alma rusa": un alma de estudiantes de metafísica aplastados por la burocracia y que reconstruían el mundo fumando cigarrillos. Sin embargo, no debe olvidarse que esta "alma" también está en la lógica positiva de un Tolstoi (1828-1910).

El fin del siglo XIX y el principio del XX se caracterizan por una crisis pesimista en el seno de la "intelligentsia". Hemos percibido un eco de esta situación en las comedias de Chejov (1860-1904), y lo volveremos a encontrar en sus relatos cortos y en las novelas de Sologub (1863-1927) o de Remizov (1877-1957).

Los grandes nombres de la novela rusa

En este apartado hacen su aparición los cariñosamente llamados "monstruos" de la narración. Aquellos escritores de largas y emocionantes novelas en las que se verán surgir en tinta todos los recursos que se conocen para llegar al lector, impresionando sus sentidos y, al mismo tiempo, serán portadores de una realidad social y cultural, la de su país al que aman hasta la muerte.

Pushkin

Pushkin (1799-1837), es un novelista conciso, preciso y eficaz, que imprimió a la prosa literaria un prodigioso impulso, estableciendo -y aplicando- el principio de la economía de medios: André Gide hablaba del "estilo limpio y desnudo de Pushkin, cuya gracia es esbeltez y que vibra como una cuerda tensa" (Prefacio a la traducción de La dama de picas, 1949).

Los relatos de Bielkin (1830) constituyen la primera y brillante demostración de lo que Gide apreció. Uno de los relatos -El oficial de correos- introdujo un tema que luego aparecerá constantemente en la literatura rusa: el interés por los humildes (en este caso un desdichado postillón cuya hija Dunia ha sido seducida y secuestrada por un húsar).

La dama de picas (1833) es un relato en el que lo fantástico se mezcla con lo realista. Hermann, el héroe de esta novela, constituye la prefiguración de los protagonistas que aparecen en las obras de Dostoievski. La conclusión de este relato constituye un buen ejemplo del estilo lapidario de Pushkin.

De las novelas históricas de Pushkin cabe retener La hijo del capitán (1836), que lo convirtió en el precursor de Tolstoi.

Lermontov

Mijail Yurievich Lermontov (1814-1841). Un héroe de nuestro tiempo (1840) es otra brillante muestra de la prosa clásica. El personaje principal de las cinco novelas que contiene la obra, Pechorin, aparece unas veces como héroe de la narración y otras como narrador.

Cada novela pone de relieve un rasgo de su personalidad. El ambiente es algo -byroniano-, pero Lermontov supo mantenerse sabrio y dueño de su estilo.

Gogol

Gogol (1809-1852), es el verdadero creador de la novela rusa. Cronológicamente, lo esencial de su obra es anterior a Un héroe de nuestro tiempo.

No es posible comprender la obra de Gogol sin tener en cuenta las dificultades de su existencia.

Nacido en provincias (es ucraniano), Gogol vive la embriaguez de los primeros éxitos en Petersburgo a la edad de veintidós años y después fracasa lamentablemente en un intento de carrera universitaria (como profesor de historia). Psicológicamente es un enfermo; los psiquiatras hablan de autismo, de pérdida de contacto con la realidad. Sexual y afectivamente, su vida está desprovista totalmente de mujeres. Al avanzar en edad, el estado mental de Gogol empeora.

Vaga durante doce años, de 1836 a 1848, por Alemania, Francia, Italia y Tierra Santa, dedicándose casi exclusivamente a la redacción de Las almas muertas y a una búsqueda patológica de la pureza interior, que le conduciría al ascetismo.

Por último, regresa a Rusia, luchando entre el deseo creador y la psicosis, en la que aún le hunde más la influencia de un monje mascovita, y muere de las privaciones y de los ayunos que se inflige (febrero de 1852).

Los primeros éxitos de Gogol son debidos a sus relatos ucranianos. Las Veladas en la finca de Dikanka (18311832), que le hicieron famoso, aúnan la fantasía, el humor y la truculencia a las descripciones realistas. En la misma línea se halla Mirgorod (1835), que comprende, entre otras, la historia romántica del cosaco Taras Bulba, relato subido de color, sensual, orgiástico, que puede ser situado entre la evocación histórica y el poema épico.

Los relatos "petersburgueses" parten del mismo principio: un telón de fondo realista a partir del cual Gogol adorna, imagina, sueña e inunda su obra de fantasía o de caricaturas. La perspectiva Nevski, El retrato y El diario de un loco (todos escritos en 1834-1835) tienen más de cuento fantástico que de novela.

El delirio de grandezas de un pequeño funcionario, que termina por creerse rey de España y que cree que los perros se hablan y se escriben, antes de hundirse en un asilo de alienados (Diario de un loco), es muy significativo a este respecto.

El abrigo (1842) es la historia sencilla y trágica de un pequeño funcionario, Akaki Akakievich, que, tras múltiples vicisitudes se compra la pelliza con la que soñaba y, la tarde misma de la compra, deja que se la roben. Durante mucho tiempo sólo se vio en esta obra el relato realista de una vida hecha de humillaciones y privaciones, y se repitió la fórmula de Turgueniev sobre el origen gogoliano del realismo ruso.

La critica moderna tiende a resaltar el aspecto fantástico de la narración (el fantasma de Akaki Akakievich que va a atormentar a su superior jerárquico durante el sueño) y sus elementos burlescos.

La obra maestra de Gogol, "Las almas muertas", quedó inacabada ya que el autor, cuando decidió abandonar la vanidad de la literatura, quemó la última parte en 1852.

La trama: un pequeño terrateniente, Chichikov, compra a bajo precio los siervos muertos entre dos empadronamientos y, sobre el papel, transfiere estas "almas muertas" a una región: se concedían tierras a quienes poseyeran un cierto número de siervos (los de Chichikov, aunque difuntos, no están legalmente muertos hasta que se realice el siguiente empadronamiento). Esta trama es un pretexto; Gogol, al pasear a su héroe por toda Rusia para comprar "almas muertas" a los propietarios arruinados por la penuria o las epidemias, encuentra ocasión para pintar a sus compatriotas en su aspecto más negro y detestable. La galería de retratos es impresionante.

Primeramente, se vio en esta novela una caricatura truculenta y venenosa de la sociedad terrateniente de Rusia. En realidad, Gogol va más lejos: su crítica abarca a toda la humanidad.

Su naturalismo se hace, pues, alucinante: lo que pinta es la situación humana.

Ahora bien, Gogol estaba animado de convicciones contrarias: reverenciaba a la Santa Rusia, aprobaba la servidumbre y la autocracia y creía que el hombre podía salvarse por la Redención. Cuando advirtió que su obra -producto de su personalidad profunda- estaba en oposición con su personalidad consciente, con su super-yo, emprendió la redacción de la última parte de su libro: Chichikov se arrepentiría y se regeneraría por su fe en la Santa Rusia. Desgraciadamente, Gogol no posee, como Dante, el soplo místico.

Sobresale en la pintura del Infierno, pero no posee ningún don para cantar el Paraíso. Se da cuenta de ello y se inquieta. Cree que es indigno de celebrar la virtud y que por ello, antes debe purificarse, lo cual provoca sus crisis (después de 1846), sus confesiones públicas y, finalmente le lleva a la destrucción de su manuscrito.

Turgueniev

Los remotos orígenes mongoles de Turgueniev (1818-1883) sólo tienen un interés secundario. En cambio, su infancia en Spaskoie y la cruel severidad de su madre para con los siervos, indudablemente, provocaron en él la tradicional reacción de compensación. Estudió los filósofos alemanes en Berlín y, después (tras concebir un amor imposible por Paulina "alma de mujer en un cuerpo de cíclope" según la frase de Alphonse Daudet), vivió en Baden y más tarde en París (después de 1871), cerca de esta mujer a la que sólo pudo amar con un afecto platónico.

Se relacionó con los realistas y naturalistas franceses (particularmente con Flaubert) y contribuyó a dar a conocer la literatura rusa en Francia. Murió en Bougival, en 1883.

Como dramaturgo tuvo el mérito de introducir en la escena rusa la comedia seria, despojada de intenciones didácticas o satíricas. Como novelista, aficionado al costumbrismo rural y a los problemas tradicionales de Rusia, es mediocre.

Por el contrario, ha pasado a la posteridad como extraordinario autor de cuentos con los Relatos de un cazador (1852), que constituyen uno de los testimonios más conmovedores y realistas sobre la servidumbre en Rusia. Ejerció una influencia considerable sobre la opinión pública y sobre el propio zar (Nicolás I, muerto en 1855; su sucesor, Alejandro II, aboliría la servidumbre en 1861).

El rival y enemigo literario de Turgueniev fue Goncharov (1812-1891), escritor de segundo plano que intentó huir del defecto tradicional de sus compatriotas eslavos, la apatía, en unas nada geniales novelas, la más famosa de las cuales es Oblomov (1859). Su héroe proporcionó al lenguaje la expresión oblomovschina ("oblomovismo") para designar esa resignación y pasividad que paraliza toda acción.

Dostoievski

Dostoievski (1821-1881) es el vivo ejemplo de las ambivalencias de la personalidad. Y las contradicciones que se agitan en él se proyectaron en su obra. Obra que, por otra parte, rebasa los límites de lo ruso y pertenece a la humanidad. Por consiguiente, no hay nada más superficial que el juicio que pretende convertir al autor de Crimen y castigo en el pintor del "alma eslava".

Las obras más famosas de Dostoievski son: Recuerdos de la casa de los muertos (1861), Crimen y castigo (1866), El jugador (1867), El idiota (1868), El eterno marido (18691870), Los endemoniados (1871-1872), El adolescente (1875) y Los hermanos Karamazov (1878-1880).

Es imposible analizar detalladamente las principales obras de Dostoievski. Su riqueza y su complejidad exigirían una amplitud desproporcionado con las características de esta obra. Sin embargo, cabe retener algunas directrices.

En Crimen y castigo (1866), probablemente su mejor novela, Raskolnikov, un estudiante pobre, asesina y roba a una vieja avara a la que considera un parásito, con el fin de salvar la vida de sus familiares, sumidos en la indigencia. Atormentado por su culpa, acaba por confesar y por redimirse espiritualmente.

El idiota (1868), es un personaje mesiánico, concebido por el autor como el paradigma del hombre bueno. Los endemoniados (1871-1872), es una novela sobre un grupo de conspiradores revolucionarios que usan tácticas terroristas para conquistar sus metas.

Los hermanos Karamazov (1879-1880), está considerada como una de las grandes obras maestras de la literatura universal. Su argumento, el de una historia de misterio sobre un asesinato, se adentra en el terreno del parricidio y de las tensiones familiares. La profunda significación de esta extensa novela se va revelando a través del enfrentamiento entre los tres hermanos: el intelectual escéptico Iván, el pasional hombre de acción Dimitri y el bondadoso novicio en un monasterio Aliocha que representan los símbolos metafísicos del cuerpo, la mente y el espíritu, llevan a cabo un apasionado debate sobre los temas que preocupaban al autor desde su juventud centrados todos ellos alrededor de la pregunta clave: cómo debe vivir un ser humano y para quién tiene que hacerlo.

Evidentemente, existe una relación entre su vida y su obra. Antes de su estancia en Siberia, Dostoievski se lanzó ingenuamente al humanitarismo, al agnosticismo. Cree en la humanidad y piensa que puede ser salvada con un poco de amor y un poco de comprensión. Dostoievski padece ya de neurosis, pero ésta sólo se manifiesta todavía en trastornos de carácter fisiológico y funcional.

Tras su estancia en presidio, Dostoievski atraviesa una doble crisis cuyas componentes son caracterológicas y sociales. Se ha convertido en un escéptico y un desesperado, nietzschiano "avant la lettre", y, directamente o a través de la interpuesta personalidad de sus héroes, se entrega al "desorden de todos los sentidos". Durante este periodo se incuba lo que podría llamarse el sadomasoquismo de Dostoievski, su "cinismo". Vive al mismo tiempo un drama burgués y un drama psicometafísico, casi místico, cuyo punto culminante es Crimen y castigo, novela maniquea cuyos protagonistas son el Bien y el Mal.

A partir de Crimen y castigo, Dostoievski emprende una lenta ascensión hacia la luz. Por etapas, se convierte en un profeta antiluciferino y, a través de todas las tentaciones del satanismo y del cinismo, recobra, poco a poco, el optimismo de su juventud. Aparece entonces en sus novelas una ideología basada en la fraternidad cósmica.

Al mismo tiempo, Dostoievski se asoma cada vez más a la naturaleza del alma humana y aborda (es uno de los primeros que lo hace en la historia de la literatura narrativa) el dominio, hasta entonces inexplorado, del inconsciente y de los sueños. La culminación de esta prolongada búsqueda es, simbólicamente, el famoso Discurso que, pocos meses antes de su muerte, pronunció en ocasión de la inauguración del monumento a Pushkin en Moscú. Muere como cristiano ortodoxo.

El arte dostoievskiano es inmenso. Sus inicios fueron gogolianos y balzaquianos, desembocando después en un arte original, hecho de análisis sutiles, de sentido del absurdo, de poesía atormentada, que aparece a partir de Memorias del subsuelo, en 1864.

Podría resumiese la actitud de Dostoievski con frases como -voluptuosidad del sufrimientos o carácter sagrado del infortunio,. Tras su regreso de Siberia, Dostoievski se proclamó constantemente partidario de la religión ortodoxa, de la autocracia y de la Santa Rusia, y adversario del socialismo, de la tentación revolucionaria y del ateísmo. Pero, en todas sus novelas, describe el sufrimiento y la desesperación del hombre implicado en el universo alienante.

Leon Tolstoi

Tolstoi (1828-1910) realizó sus dos obras maestras antes de su conversión: La guerra y la paz y Ana Karenina. Los antecedentes de estas dos obras hay que buscarlos en todo lo que escribió durante su período caucasiano y son testimonio de sus primeras convicciones ideológicas: el vitalismo y el racionalismo (un poco excesivamente razonador).

Guerra y Paz, considerada una de las novelas más importantes de la historia de la literatura universal y una de las obras maestras del realismo es, principalmente, una crónica de la vida de cinco familias aristocráticas.

Los personajes, están perfectamente definidos por precisas descripciones físicas y por profundos análisis psicológicos. Destacamos a la sincera y espontánea Natasha Rosova, una de las más conocidas heroínas de la literatura rusa, que madura y pasa de ser una exuberante adolescente a convertirse en una sólida matrona, encarna el ideal tolstoiano de feminidad.

De Guerra y Paz emana una filosofía extremadamente optimista, lo que constituye el mensaje principal de la obra, escrita durante un periodo particularmente feliz de su vida.

En Ana Karenina utiliza los mismos métodos creativos realistas que en sus primeras obras, pero presenta una unidad artística mucho más sólida, y la exuberancia deja paso al pesimismo, pues la protagonista no logrará resolver sus conflictos internos y será condenada por transgredir las normas sociales y morales.

Ana siente una pasión adúltera por el joven oficinista Vronsky, en la ciudad de San Petersburgo, que contrasta fuertemente con la sana unión que existe entre Kitty y Constantin Levin -personaje con rasgos autobiográficos- y la plenitud de su campesina vida. A través de este argumento, Tolstoi se reafirmaba en la idea de que la vida era superior en la naturaleza que ahogada por la superficialidad de la ciudad.

Después de su conversión, que él describe en Confesión (1880), parece como si el "genio" pasara de su obra a su existencia. Las obras posteriores a Ana Karenina son indiscutiblemente más endebles. Todo sucede como si la fuente de inspiración tolstoiana se hubiera secado y, en muchas ocasiones, el escritor muestra cierta tendencia a plagiarse a sí mismo. Por otra parte, Tolstoi se convierte en profeta y no sólo condena la guerra, sino todos los aspectos del mundo industrial del siglo XIX: la violencia, el Estado, la industria ("esclavitud de nuestro tiempo"), el derecho de propiedad, el lujo; en suma, todo lo que hoy tendríamos tendencia a denominar "civilización de consumo" y "alienación del hombre".

Tolstoi propone el regreso a la tierra, el amor fraterno, la supresión de las fronteras, una concepción idílico-religiosa (un poco ingenua) de la existencia. Su misoginia, alimentada por las exigencias y las recriminaciones de Sophie Bers, su mujer, le llevan a conclusiones como ésta: "El camino hacia Dios se hace más lento, si no imposible, por la unión del hombre y la mujer. La humanidad se salvará cuando comprenda que esta unión debe terminar. Por supuesto, con la supresión de la unión amorosa, se llegará a la supresión de la especie humana: en esta desaparición residirá la salvación."

Chejov

En sus narraciones y relatos diversos, Chejov (1860-1904) describió, con su fascinante estilo, el ambiente que pinta en sus comedias: la aburrida existencia provinciana; unas vidas absurdas, sin sentido, desesperadas; un clima nostálgico, indefinible y absorbente.

No ofreció ningún mensaje, no vivió ninguna desesperanza; se conformó con ser testigo -algo asombrado- del hombre solitario.

Gorki

Gorki (1869-1936) (Maxim Gorki es el seudónimo empleado por Aleksei Maximovich Pechkov en la firma de su producción literaria) es un anti-Chejov, como Tolstoi fue un anti-Dostoievski.

La juventud de Máximo Gorki es la del hijo de un artesano: unas veces mozo de cuerda, otras mozo de panadería o empleado de ferrocarriles. Su cultura es la de un autodidacto que había leído a Balzac y a Alejandro Dumas, y que alcanzó muy rápidamente el éxito literario, casi desde su primera novela, Makar Chudra (1892), narración realista y romántica que apareció en el diario El Cáucaso. Inspirado por los triunfos de Chejov en el teatro, Gorki vio aumentar su celebridad con el extraordinario éxito de sus obras teatrales, en especial con Los bajos fondos (1902).

Admirado universalmente, sus convicciones marxistas le obligan a exiliarse, primero a Estados Unidos, donde escribe La madre (1907), una influyente obra propagandística acerca del espíritu revolucionario de una anciana campesina; y después a Capri, donde se instala en una suntuosa residencia y emplea parte de su inmensa fortuna en crear una escuela de propaganda marxista. Es la época de Infancia (1913), posiblemente su obra maestra. Después de la Revolución, regresa a Rusia, convertida en la Unión Soviética.

Ciertas desavenencias con Stalin le obligan a un nuevo exilio, por otra parte bastante breve y seguido de una reconciliación. Él es el responsable de una doctrina politicoliteraria que ha gravitado por mucho tiempo sobre los escritores soviéticos: estaba convencido de que, como él mismo cuando era panadero en Kazán o mozo de cuerda en Odessa, todos los hombres pueden hacerse mejores y elevarse por medio de buenas lecturas. Por tanto, fue uno de los paladines de la doctrina del realismo socialista en el arte; doctrina que, por un tiempo, convirtió a los artistas soviéticos en escritores patrocinados. Murió en la URSS, en 1936, colmado de honores; su ciudad natal, Nijni Novgorod, cambió su denominación original por la actual de Gorki.

Gorki es un romántico-realista. Hay mucha truculencia en sus descripciones, en sus semblanzas: su literatura rompe con la tradición del análisis morboso de los sentimientos a la manera de Dostoievski o del melancolismo chejoviano.

Cuando abandona su romanticismo para convertirse en un escritor "social", con Tomás Gordeiev (1899) o Los Artamonov (1925), Gorki pierde su truculencia y su verbo. En cambio, raya a su mayor altura en la trilogía compuesta por Infancia (1913-1914), Entre los hombres (1915-1916) y Mis universidades (1923), está considerada como uno de sus mayores logros artísticos, al dejar de lado las elucubraciones filosóficas de sus primeros trabajos y por llevar a cabo en ella numerosas caracterizaciones memorables.

Otros aspectos de la literatura rusa

Componen un apartado aparte tanto la literatura hecha en el exilio, como la literatura regional, por su carácter reivindicativo. Estigmatizadas por la rebeldía de sus protagonistas y por los hechos que éstos se han visto obligados a vivir, la literatura de los exiliados, sobre todo durante los primeros años de separación de su país, está labrada por las memorias o por escritos de temas políticos o religiosos que nos ofrecen una visión diferente de la sociedad rusa.

La literatura de los emigrados

Con la Revolución de 1905, se produjo una primera ola de emigración y los revolucionarios que pudieron escapar del destierro en Siberia se instalaron en Francia, en Inglaterra o en Italia.

Las obras de estos emigrados decepcionados están constituidas principalmente por Memorias.

Tras la Revolución de Octubre, una nueva oleada de escritores emigró principalmente a Berlín, Praga y París. Entre los emigrados, hubo al principio varias corrientes literarias, entre ellas el "eurasismo", que suscitó numerosas polémicas (según los eurasistas, Rusia no debía volverse hacia la cultura de Occidente, sino hacia el Oriente).

Pero, en conjunto, esta primera generación de escritores que se asentó principalmente en los países occidentales, todavía se hallaba claramente vinculada, y por ello, muy influida a los movimientos literarios de antes de la Revolución.

La nueva generación se aleja de dichos movimientos, en primer término con Vladimir Nabokov. Poco a poco, los emigrados se fueron aclimatando a su país de adopción y se hace difícil precisar cuándo cesa de producirse esta literatura de emigración propiamente dicha y se transforma en la propia de cada país elegido por los emigrados.

Aspectos regionales

La primera literatura ucraniana, la encontramos, en la canción oral, la duma. Ucrania sufre seguidamente la presión de la católica Polonia y, para resistir a ella, el clero ortodoxo emprende una acción cultural. Se imprime la primera Biblia en eslavón, así como una Gramática de Melecio Smotristski (finales del siglo XVI) y un Diccionario de Pavma Berinda (siglo XVII).

En 1654, la Ucrania cosaca se alía al reino moscovita, y la escuela literaria de Kiev produce los mejores escritores de la época: Stefan Yavorski (1658-1722), Dimitri Tuptalo (1651-1709) y Feofan Prokopovich (1681-1736).

En la primera mitad del siglo XIX surgen tres grandes figuras: Nikolai Ivanovich Kostomarov (1817-1885), historiador; Panteleimon Alexandrovich Kulish (1815-1897), novelista, y Taras Grigorovich Shevtchenko (1814-1861), poeta romántico, cuya obra está integrada por Kobzar (poemas inspirados en la canción popular) y numerosos poemas políticos, históricos y religiosos.

Después de la Revolución, Ucrania posee su escuela simbolista, en la que destacan:

Mikola Filianski (1893-1935?), Dmitro Zagul (1890-1936?), Iakov Savshenko (1890-1932), que a continuación pasó a la literatura proletaria-, Oleski Slisarenko (nacido en 1891), que se hizo "futurista", y el poeta más importante de la Ucrania actual, Pavio Tychina (nacido en 1891), que se convirtió después en panteísta, panrevolucionario y marxista.

Literatura soviética

La literatura soviética, es decir, las obras escritas sobre todo en lengua rusa después de la Revolución de Octubre, suele conocerse muy poco en la Europa occidental, dejando aparte las obras de algunos escritores de renombre como Maiakovski, Ilia Ehrenburg, Pasternak o Soljenitsyn.

En torno a la Revolución

Hacia 1900, la poesía rusa es simbolista y modernista a la manera de la poesía de Europa occidental, en especial de la poesía francesa y de la poesía alemana.

A partir de 1910, aproximadamente, el simbolismo decae. Se desconfía -o bien se está cansado- de la seudometafísica y de las sutilezas del decadentismo. Se dibuja así un movimiento de retorno a la poesía "sana", a la pureza del lenguaje pushkiniano y al Realismo. Este movimiento confuso recibe el nombre de Acmeísmo, y sus principales representantes son Kuzmin (1875-1935), Gumiliev (1886-1921) y la poetisa Anna Ajmatova (1893-1966).

Casi al mismo tiempo, aparecen las doctrinas futuristas (desarrolladas en Italia por Marinetti, 1876-1944), movimiento que, en Rusia, será llevado a su apogeo por el poeta soviético más importante del siglo XX: Maiakovski (1893-1930).

Los futuristas pusieron su poesía al servicio de la revolución. La época era de epopeya y perfectamente adecuada al lirismo impetuoso de Vladimir Maiakovski, cuya técnica era tan revolucionaria como sus temas.

Recordemos que la teoría del futurismo reposaba en una revolución lingüística: utilización de palabras nuevas, prioridad del elemento fonético, creación de la poesía zaum, es decir de la poesía transmental (magia, encantamiento a la manera de los hechiceros asiáticos).

El Imaginismo, cuyo fundador es Cherchenevich (nacido en 1893), es cultivado por Esenin (1895-1925) y Pasternak (1890-1960, cuya poesía es más importante que sus libros).

El Imaginismo, cuyo manifiesto reivindicaba la prioridad de la imagen sobre el símbolo constituye un retomo a la poesía tradicional.

El Constructivismo (Selvinski, 1899-1968; Lugovskoi, nacido en 1901) es una doctrina poética que quiso cantar el paso del Estado capitalista al Estado socialista y el triunfo del proletariado.

Es una forma técnica de la poesía proletaria de la proletkult.

La "proletkult", significa, abreviadamente: "cultura proletaria".

Es una tendencia que se fijaba el objetivo de crear un arte específicamente proletario y vinculado a la exaltación del trabajo colectivo. Este movimiento produjo toda una serie de obras cuyo único interés es el histórico y en las cuales los poetas cantan la Revolución, las máquinas y los obreros.

Los primeros años de la Revolución: la prosa

Éste es el periodo en el que la prosa destierra a la poesía.

Los escritores de la contrarrevolución son eliminados, los escritores emigrados lo son doblemente. Son favorecidos y exaltados los jóvenes compañeros de viaje de la Revolución -en su mayoría nacidos con el siglo-, como Esenin, Fedin, etc.

Después de 1925, tiene lugar una batalla ideológica entre dos grupos literarios: el de los compañeros de viaje de la Revolución, los popuchiki, y el de los escritores partidarios de una literatura socialista y proletaria agrupados en la Asociación panrusa conocida por la abreviatura de RAPP y sostenida por el Estado.

La RAPP lucha contra el grupo de los "hermanos Serapión", contra los constructivistas y contra las diversas escuelas de vanguardia, reclamando una literatura que resulte asequible a las masas, tanto en el fondo como en la forma.

El grupo de los "hermanos Serapión" tomó su nombre de un héroe del romántico alemán Hoffmann. Se declaraba discípulo eremita Serapión, símbolo de la libertad y de la independencia del artista, y fue protegido por Gorki. En su manifiesto, los -hermanos Serapión- declaraban su voluntad de oponerse -a la coerción opresiva y a la uniformidad de expresión-.

Los temas dominantes son la Revolución, la guerra civil, la educación y la reconstrucción del país. Es una literatura propagandística que, sin embargo, conserva las grandes tradiciones de la literatura rusa del siglo XIX: el sentido del realismo y del naturalismo.

Los grandes nombres son los de Ilia Ehrenburg (1891-1967) y Alexei Tolstoi (1882-1945).

El realismo socialista

A partir de 1929 (año en que se votó el primer plan quinquenal), la RAPP triunfa e intenta imponer una literatura colectivista.

Desde 1932, y ante el lamentable fracaso de la RAPP, el Comité central del Partido comunista decide su disolución. Stalin insiste en sus discursos sobre la parte que debe corresponder al individuo, "el más valioso capital" en la creación artística, y Gorki vuelve a ser, tras una fase de oscurecimiento, la conciencia literaria de su época.

Tras la constitución de la Unión de Escritores Soviéticos, en 1934, se estableció oficialmente la doctrina del "realismo socialista", que, a partir de una concepción del arte basada formalmente en el realismo y el naturalismo, preconizaba el uso de temas heroicos o ejemplares como instrumento de formación del pueblo. Se abre así un periodo de calidad literaria mediocre.

Poco después, la guerra hitleriana provoca la aparición de un frente patriótico contra el invasor del territorio. Esto explica que, a partir de 1941, renazcan la epopeya y la canción popular.

Una vez concluida la guerra aparece una nueva corriente inclinada hacia las literaturas occidentales. Resurge, entonces, la vieja querella entre eslavófilos y occidentalistas, que desemboca -durante el período comprendido entre 1946 y 1954- en lo que se ha llamado zhdanovismo, es decir, la despiadada lucha ideológica contra todos los escritores "heréticos" con respecto a la línea general del Partido.

Después de Stalin

Stalin muere en 1953. El régimen se suaviza, y es rehabilitado cierto número de escritores, antes condenados, censurados y reducidos al silencio (Anna Ajmatova, Zoschenko, Pasternak, Zabolotski, Tsvetaieva, etc.). Es el llamado período del "deshielo ideológico".

En 1962, la revista Novy Mir da a conocer a Soljenitsyn, que pertenece a la gran tradición de la novela realista rusa. Paralelamente, la poesía apela a Maiakovski, cuyo suicidio (1930) había estado causado no sólo por problemas personales, sino también por el sentimiento de que existía una oposición irreductible entre la espontaneidad del poeta y las exigencias del realismo socialista.

Literatura y democratización en los años 80

En las décadas posteriores a la Revolución, en la Unión Soviética proliferó una obra literaria apoyada en un género utópico e imaginativo, proyectado siempre hacia un futuro heroico como objetivo final.

En la actualidad literatura soviética ha cambiado casi radicalmente la perspectiva. El cambio vertiginoso que provocó la llegada de Mihail Gorbachov al poder, a mediados de los ochenta, supuso también la gestación de una tendencia crítica respecto al pasado. Con el llamado "renacimiento literarios han surgido gran cantidad de nuevos escritores de teatro y narrativa.

Sus rasgos más significativos no están en la forma literaria sino en la temática retrospectiva, sobre hechos históricos o sobre la propia realidad reciente.

Un ejemplo de esta nueva línea es el autor Vladimir Gubarev, que poco más de un año después de producirse el accidente nuclear de Chernobil había escrito el libro El sarcófago, cuya adaptación teatral fue representada en Unión Soviética, Japón, Suecia, Italia, Austria y Gran Bretaña.

El pasado, una constante en la literatura soviética actual, aparece también en la trilogía dramática de uno de estos nuevos autores, Michael Satrev: Caballos rojos sobre la hierba azul, La paz de Brest-Litousk y La dictadura de la conciencia. En las tres obras el autor hace entrar en escena a los dirigentes soviéticos Vladimir Lenin, León Trotski y Josef Stalin y presenta al espectador el contraste de los jefes de la revolución soviética en su inicio y a lo largo de su evolución histórica.

Dentro de la vertiginosa retrospectiva soviética, la era Stalin es uno de los temas que más inspira a los escritores actuales.

Boris Mozaev ha escrito una obra llamada Música y niños sobre el tema de la colectivización forzada en el medio agrícola en la época estalinista. El libro, ambientado en la campaña rusa, da una imagen más real del sufrimiento de los campesinos soviéticos, que la versión antigua, edulcorada oficialmente.



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