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Estrategia y situación del centro derecha español en el País Vasco Indice de Revistas Editorial

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Una nueva imagen de autoridad .

Las características de la autoridad, no confundida con la postestad. El concepto, el proceso histórico de desarrollo, sus fundamentos naturales, su origen, etc...

Importancia general del tema

La importancia del tema de la autoridad es, sin duda, evidente para todos. Basta acercarse a cualquier medio de comunicación social para constatar las repercusiones que este tema tiene en nuestro tiempo y como todos los ámbitos de la vida civil, eclesial, cultural y familiar están afectados por él.

Si vamos al plano de la política veremos revoluciones, dictaduras, golpes de estado, problemas de gobiernos... en los que se ponen de manifiesto conflictos en el ejercicio de la autoridad.

En el ámbito de las relaciones laborales, también quedan bien de manifiesto las tensiones entre empresarios y trabajadores, jefes y subordinados.

Si miramos a la Iglesia veremos, de igual modo, tantos problemas con respecto a la autoridad como en cualquier organización humana.

En el plano de la educación produce una gran perplejidad las dificultades con las que se tienen que enfrentar los profesores para imponer un mínimo de orden y disciplina entre los niños y adolescentes.

Por último en la familia nos encontraremos con las mismas dificultades. Se hace muy difícil el encuentro entre padres e hijos. Se habla del conflicto generacional, del poder de los jóvenes, de la falta de diálogo, de la incapacidad de los padres para transmitir sus convicciones.

Es obvio que el concepto de autoridad hace crisis a todos los niveles. Es pues, una de las cuetiones ineludibles a la hora de construir un nuevo orden social, una nueva empresa, una nueva Iglesia, una nueva familia.

Qué se entiende hoy por autoridad

Antes de analizar el concepto de autoridad desde una perspectiva cristiana, es importante examinar lo que en general, el hombre de hoy entiende por autoridad. Si se le pregunta qué entiende por este término, seguramente responderá mayoritariamente, que autoridad significa poder de mando. La palabra autoridad aparece asociada con la de "poder", lo que produce miedo y rechazo.

El hombre moderno gracias a la ciencia, empieza a desarrollar un tipo de poder- el poder técnico- que emerge de forma avasalladora como capacidad de dominio, de control y manipulación. Quién hoy tiene poder en sus manos puede hacer lo que quiera; puede alcanzar límites inimaginables de brutalidad, valiéndose de técnicas altamente sofisticadas, y de los avances de la ciencia, usando la química, la biología, genética, la fuerza atómica...etc.

La palabra "poder" se ha vuelto, por tanto, una palabra que produce temor, y que asociada a la de "autoridad", hace que ella se identifique como ese tipo de poder que se impone para dominar, explotar, manipular, o coartar legítimas libertades. Y es que correlativamente al rechazo de la palabra "autoridad" esta el rechazo a la palabra "obediencia". Porque para la mentalidad de hoy obedecer significa que a uno le mutilen la libertad personal, y eso no le gusta a nadie.

En el fondo, el rechazo de la autoridad nace de un deseo legítimo de afirmar la libertad. El hombre contemporáneo siente que su vida y felicidad dependen de su libertad, y que si se coarta ésta, se coartan las posibilidades de su felicidad. El rechazo a la autoridad viene, por tanto, la conciencia de que la autoridad, solo entendida como poder de mando que exige obediencia, no hace crecer al hombre en su libertad ni lo conduce a su felicidad.

Proceso histórico de deterioro del concepto de autoridad

Brevemente hemos visto que se ha producido un progresivo empobrecimiento en la comprensión del significado de la autoridad y sería bueno, también brevemente tratar de comprender como se ha producido dicho proceso en Occidente.

El origen de dicho proceso se puede situar en el Renacimiento, donde el hombre llega a lo que se podría llamar una etapa de "adolescencia"; por el desarrollo cultural el hombre adquiere un sentido crítico. No olvidemos que el problema de la obediencia suele estallar en esta etapa del desarrollo humano.

En el Renacimiento el hombre se plantea la pregunta crítica sobre la autoridad ante los evidentes abusos que habían existido desde siempre.

Se podrían distinguir tres etapas. La primera comenzaría en este periodo que es cuando se empieza a separar la autoridad humana de la divina que es su modelo. Entonces, al perder la autoridad humana su norte y guía, va progresivamente degenerándose.

En este proceso tuvo mucho que ver la Reforma protestante. Lutero era una persona con muchos conflictos personales que no llegó a resolver y además le tocó ser testigo de problemas graves dentro de la Iglesia y de abusos en el ejercicio de la autoridad. Al sentir ese choque entre autoridad y libertad humana personal, opta por eliminar la autoridad. Siendo consecuente con la linea central de su pensamiento que prescindía de toda mediación entre Dios y los hombres, para él no había autoridad humana que pudiera ser reflejo de la autoridad de Dios. Se descabezaba así la autoridad de la Iglesia. Por otro lado, la crisis de Lutero es una duda no solo frente al problema de la autoridad dentro de la Iglesia, sino también acerca del misterio de la paternidad de Dios. Para él, Dios después de haber creado a los hombres, escoge arbitrariamente quienes son los destinados a salvarse y quienes no. Con Lutero empieza pues, a desfigurarse el rostro de ese Padre que es padre de todos y quiere que todos los hombres se salven. Calvino agregará notas más duras aún al rostro de Dios. Si para Lutero Dios es un Dios arbitrario, para Calvino es un dictador. Calvino no cree en la libertad humana, que según su doctrina de la predestinación, es mera apariencia. Crece, así el temor frente a un Dios arbitrario y dictador que hace lo que quiere con el hombre y que predetermina su libertad. Se abren entonces las puertas para una espiritualidad de miedo frente a Dios, la suprema autoridad.

Lo más importante de esto serán los efectos que acarreará, como, por ejemplo, las terribles guerras entre católicos y protestantes. Entonces surge la pregunta acerca de la seguridad de la fe en ese Dios de la Biblia, en el nombre de quien se matan los unos a los otros. Se acabará concluyendo que la fe cristiana no es un fundamento sólido sobre el que construir una sociedad fraterna. Y empezará a surgir el ideal de una sociedad fundada sobre algo más universal que la fe por ser común a todos los hombres: la razón.

La segunda etapa comenzaría pues, cuando este pensamiento hace irrupción en el siglo XVIII. El liberalismo es una de las ideologías en las cuales se expresa el anhelo de construir un mundo más humano no ya fundado en el Dios de la Biblia, cuyo rostro se ha ido oscureciendo, sino sobre la razón del hombre. Lo importante de la Revolución francesa no fue haber destronado al rey. Lo más importante es el cambio de concepto de autoridad. La Revolución francesa proclama que la autoridad en la sociedad temporal no viene de Dios, como se había aceptado hasta el momento, sino del pueblo. Será el pueblo quien decide como se ejerce y solo a él se le rendirán cuentas. La consecuencia última de ello será que si el poder humano se basa en sí mismo, los hombres lo utilizarán como se les antoje.

Esto es lo que empieza a suceder en el campo político y económico, con el liberalismo. En el libre mercado cada cual usa su poder como quiere. Ante los abusos del liberalismo económico, viene la reacción del marxismo. Sin embargo, si bien el marxismo propone un sistema distinto en cuanto a la propiedad de bienes, en el campo de la autoridad es una ideología tan anti-autoritaria como el liberalismo que quería combatir. El liberalismo al menos, por razones prácticas, reconocía la necesidad de un "mínimo" de autoridad para garantizar las normas que permitan el libre juego de las libertades individuales. El marxismo lleva a su extremo los errores del liberalismo, pues considera toda autoridad mala en sí misma, postulando una sociedad comunista sin autoridad. Las consecuencias dramáticas de este intento de liberación completa del hombre de toda autoridad y de quien es su máximo exponente, Dios, han quedado bien patentes en nuestra historia contemporánea: todo país bajo regímenes comunistas se ha visto sometido a dictaduras brutales y terriblemente empobrecedoras en todos los sentidos.

Una tercera etapa en el desarrollo anti-autoritario de nuestra cultura lo representa Freud. Al rechazo protestante, liberal y marxista de que haya autoridades humanas que de algún modo participen del poder de Dios en el campo religioso o político-económico, Freud agrega que tampoco las hay en el plano familiar. El padre de familia era el único reflejo de la autoridad paternal de Dios que quedaba intocado hasta ese momento. Pero Freud dirá que la imagen del "padre"en la familia es fruto de toda una serie de tensiones y complejos sicológicos que nada tienen que ver con un "Padre" trascendente. Freud proclamará como consigna la liberación del padre, como símbolo de opresión.

La "muerte del padre"significaba también por tanto, la desaparición del primer principio de toda autoridad. La razón de ello es que la paternidad es la raíz de toda autoridad, por lo que cualquier forma de autoridad debería ser entendida y ejercida como una forma de paternidad.

Fundamentos naturales de la autoridad.

No se entiende la autoridad sino es en el orden que lleva implicito cualquier proceso de vida. El caos no necesita autoridad. En el Génesis vemos que la autoridad creativa de Dios aparece cuando se disipa el caos.

Cuando el Concilio Vaticano II habla de autoridad dice que ésta se funda en la naturaleza. Es decir, la autoridad no es algo que viene fuera de la naturaleza. Es importante tener en cuenta esto para que no se piense que la autoridad esta contra la naturaleza. El caos y la anarquía sí están contra la naturaleza. Todo lo vivo es orgánico, es decir funciona como un todo compuesto de muchas partes, subordinadas las unas a las otras. Es decir de alguna manera existe en ello una línea de autoridad que garantiza su pleno desarrollo y el cumplimiento de su finalidad. Por esto la autoridad no es un concepto impuesto a la naturaleza misma de las cosas materiales o a la actividad humana, sino que pertenece a su propia dinámica vital.

Si por tanto, se acepta que en las cosas que tienen vida se da una ordenación y que esa ordenación supone una autoridad que se ejerce a través de una "escalera" de autoridades, se llega al principio de la autoridad delegada.

Ya el Génesis nos trae la primera muestra concreta de la autoridad y su delegación, cuando, estando todo creado hasta la criatura humana, a imagen y semejanza de Dios, la Autoridad da la orden de "Poblad la tierra y sometedla"; y luego una delegación: "Dominad todos los seres vivos que se encuentran sobre la tierra". Después que Dios había creado todo, se lo da al hombre para que lo gobierne. Por tanto, se puede decir que todo ejercicio de autoridad aquí en la tierra es siempre, un encargo que se le hace a aquel en quien se ha delegado la autoridad, y que por ello es siempre un servicio y esta en función de la vida. Esto es evidente si analizamos el origen de toda autoridad humana.

Origen de toda autoridad humana

La autoridad legítima viene de Dios y es un hecho benéfico puesto a favor del hombre y de la convivencia entre los hombres. Tal procedencia no excluye, sino que precisamente incluye que el hombre elija las formas de organización del poder y los ámbitos de su competencia.

Quien detenta el poder lo recibe de Dios, fuente primera de toda autoridad. Recordemos aquí las palabras de Jesús a Pilatos: "No tendrias contra mi ningún poder sino se te hubiera dado desde arriba"(Jn. 19, 11).

Pero además debe ejercerlo de tal manera que sea transparente de Dios para los que han sido conducidos a su conducción, prueba del amor y providencia de Dios sobre ellos y camino que les conduzca de vuelta a su destino definitivo, a la Casa paterna.

Contra los abusos de poder

El punto anterior no debe interpretarse como una exaltación ilimitada de la autoridad humana. No existe mayor barrera para los abusos de la autoridad que la afirmación de su participación en el poder de Dios. Porque suprime todo argumento que apoye la exigencia de obediencia a un poder absoluto en la tierra.

El repudio a cualquier absolutismo pertenece a la fe cristiana no solo en la concepción, sino tambien en el ejercicio de la autoridad. Quien la posee debe distinguirse por su obediencia a la voluntad de Dios, y esta ligado como ninguno a una ley superior. Conduce en nombre de Alguien y solo en la transparencia de su conducción se encuentra la fecundidad de la misma.
Por esto se puede afirmar que cualquie uso totalitario del poder es una forma de idolatría.(DP. N. 500)

Sentido evangélico de la autoridad

El sentido que Cristo le da a la autoridad queda bien claro en los siguientes versículos del Evangelio: "Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No será así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos"(Mt. 20, 25-27) Vemos pues, que Cristo define su autoridad en términos de servicio y no de mando.

Junto a este texto tenemos otro en que Cristo se compara al Buen Pastor cuando habla sobre su autoridad. Hay que tener en cuenta que para el oriental la imagen del Pastor era el símbolo de la autoridad política. El cetro que usan incluso los reyes de los países occidentales, es una estilización del cayado del pastor. El cetro nace en Oriente y es el símbolo del rey, que es el pastor del pueblo, el que lo dirige. Cuando el Señor dice "Yo soy el Buen Pastor" lo que quiere decir es que "Yo soy la buena autoridad", en contraposición de aquellos malos pastores de los que hablaron los profetas. En el Antiguo Testamento aparecen duramente condenados los malos pastores (los reyes de Israel y los sumos sacerdotes) porque en lugar de servir al rebaño se apacentaron a sí mismos y engordaron a costa de las ovejas que se les confiaron.

Los judíos entendieron muy bien que Jesús quería decirles que Él venía como la buena autoridad, no a aprovecharse de ellos y a explotarles como tantas veces habían hecho las malas autoridades religiosas o políticas. Y les añadió la bella frase: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn.10,10)

Cabría preguntarse si es posible compaginar esta visión religiosa de la autoridad y la que normalmente se experimenta en la vida cotidiana: una autoridad como poder de mando mas que nada.

Pero ambas visiones pueden compaginarse. Si vemos la etimología de la palabra autoridad descubriremos que viene de la palabra latina "auctor", que viene del verbo "augere", que significa hacer aumentar, hacer crecer. El autor es el que es fuente u origen de algo. El padre en sentido propio, es aquel que da la existencia a otro y se preocupa de su bienestar y crecimiento El significado por tanto, de la palabra "autoridad" no es mandar, sino engendrar, dar vida, hacer crecer. Luego ser autoridad, etimológicamente hablando, es ser fuente de vida, y al mismo tiempo es servir a esa vida. Lo que nos lleva a poder definir la autoridad como paternidad. Ambos términos significan ser fuente de vida y servir a la vida que de uno brotó.

Es importante corregir mentalmente la relación que hacemos entre autoridad y paternidad, pues es corriente pensar que la paternidad en una forma de autoridad, cuando la paternidad es el fundamento de toda autoridad.

Paternidad y autoridad.

La paternidad es la raíz de la autoridad. Dios, que es la autoridad suprema, es autoridad porque es Padre. Dios tiene poder sobre el universo entero porque lo engendró y El es su autor. De la misma manera el padre tiene autoridad sobre el hijo porque lo generó.

Para Santo Tomas de Aquino la autoridad paterna constituye la potestad terrena primordial. Precisamente porque es reflejo de la paternidad divina, origen y autora de la vida. De ahí que toda autoridad en el cielo y la tierra, en la familia y en la sociedad, en la política y en la economía sufra el mismo destino que se le depare a la autoridad paterna.

En este sentido León XIII, que tenía puesto el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo, no se cansa de proclamar esta relación mutua entre autoridad y paternidad, y el orden objetivo del ser como fundamento y norma del orden subjetivo querido por Dios. Y lo hace basándose en Sto. Tomás.

El orden social cristiano descansa en el orden natural. Por eso se apoya en la autoridad paterna, la que constituye el fundamento, la garantía, y la protección de todo poder en todas las formas de vida comunitaria.

A partir de que el Padre eterno se reveló en su Unigénito, la autoridad paterna es despojada de toda arbitrariedad brutal, uniendo en ella, en sabia mezcla, la dignidad, la sabiduría y la solicitud paternales.

Para el oído humano que entonces escucha las palabras "autoridad paternal", no es posible ya percibir sólo la fuerza, la firmeza, la voluntad imperiosa de dominio, la constancia indeclinable, o el poder creador inexorable, ni mucho menos los caprichos de un dictador que dispone arbitrariamente sobre los demás, como si tan solo fuesen piezas recambiables de engranajes sociales. El hombre percibe ahora en la autoridad paternal el amor y la bondad, la servicialidad abnegada, y la voluntad de entrega marcada por el espíritu de sacrificio, para ser "auctor" , es decir, autor de la vida de la manera más amplia: en sentido biológico, espiritual, religioso; en el campo de lo profesional, en el de lo social, o familiar.

Cuando quien ejerce la autoridad en el ámbito de la vida humana que sea, se inclina ante los deseos y la ley de Dios, cultivando la vinculación interior con Dios que es Padre y Legislador, se convierte en representante y custodio fuerte y bondadoso de la autoridad divina y de sus derechos indeclinables a la docilidad y acatamiento humano. De este modo planta profundamente en la voluntad, el corazón y la afectividad de los suyos la sumisión a las leyes morales y éticas, expresión de la soberanía y del amor paternal de Dios. Sin ellas en cualquier sociedad o grupo humano imperaría la ley de la selva y del egoísmo individual del más fuerte sobre el más débil o necesitado.

Resulta entonces que toda autoridad debe ser entendida y ejercida como una forma de paternidad.

En el fondo el derecho a gobernar naturalmente a los hijos le corresponde en primer lugar a los padres. Y si hay un presidente de gobierno que tiene un derecho a gobernar un país, a la totalidad de los hijos de un país, es solo por delegación de los padres de ese país.

Toda forma de autoridad es una delegación parcial de la paternidad. Los padres de un país han delegado parcialmente, en cuerpos especializados, aquellas tareas que original y naturalmente les competen a ellos. Toda autoridad en materia política, económica, militar, docente, religiosa es en el fondo, una delegación parcial de la autoridad del padre. Solo la autoridad del padre contiene todo: el derecho a gobernar, a defender, a alimentar, a enseñar. Por eso toda autoridad es una forma de paternidad y debe ser ejercida paternalmente; también la del político o la del empresario. No se pueden disociar estos dos conceptos de autoridad y paternidad.

Ejercicio de la autoridad paternal

La autoridad fuerte.

Sin duda es más perfecta una comunidad donde hay una autoridad que una en donde no la hay. Primero porque el servicio que debe prestar la autoridad bien entendida es indispensable. Sin autoridad que sea garantía de humanismo, de fraternidad e igualdad, ningún grupo humano subsiste ni puede alcanzar la madurez.

La plenitud del orden creado es asemejarse a Dios. Dios es comunión perfectísima de la tres Personas divinas. En Dios las tres Personas son iguales pero hay una que es la primera, que tiene razón de principio y que es la fuente de la vida de las otras Personas: es el Padre. También una comunidad humana realizará mas plenamente la semejanza divina cuando en ella exista un pricipio claro de autoridad.

Luego se debe aspirar a que haya una autoridad fuerte. Porque, si es como debe ser, una fuerza de servicio, de acogimiento, de diálogo, de respeto, mientras más fuerza tenga la autoridad en esa línea, mejor.

La autoridad participada

Para el creyente el principio fundamental de acción es la imitación de Dios. Dios es una autoridad tremendamente fuerte, porque tiene un poder infinito. Sin embargo todo el poder de Dios no lo usa para dominar, para aplastar a los hombres, sino que usa todo su poder para vivificarles, para estimular sus vidas y su libertad. Usa ese poder para hacerles crecer.Y una de las formas es haciendoles participes de sus cualidades, derechos y poderes

No hay comunidad sana sino tiene un centro claro, fuerte con poder de decisión. Pero el sentido del centro no es para afirmarse a sí mismo como centro. Toda la fuerza del centro es para descentralizar. El centro tiene que cuidar que todas las partes tengan lo que les corresponde, que todas se desarrollen.

Todo ejercicio de autoridad tanto en el ámbito de lo privado como de lo público, pasa por los mecanismos de participación y de delegación. La señal de una buena conducción se encuentra en la capacidad de asociar a muchos en la propia conducción. Para esto la autoridad se debe de preocupar de entregar a cada persona o instancia el papel o porción de autoridad que les corresponda, respetandola en su autonomía y en las funciones que le han sido confiadas. Aquí se aplica el principio de la subsidiaridad: la autoridad mayor no debe hacer lo que puede hacer la autoridad menor y a su vez, debe acudir en su ayuda cuando no este en condiciones de cumplir la tarea que se le encomendó.

Sólo así se despertará y promoverá una actitud clave en toda comunidad: la corresponsabilidad. La persona esta llamada a participar y si no encuentra los canales para hacerlo, se paraliza y se anula. O bien los intentará abrir por la via de la violencia. Por el contrario, cuando la autoridad es quien suscita el aporte de todos y cada uno, cuando entrega responsabilidades, entonces la comunidad se vitaliza y la persona se desarrolla.

Cuando la autoridad acapara todas las responsabilidades, esta dando muestras de inseguridad y esta causando un grave perjuicio, pues al no reconocer ni promover las distintas capacidades de sus colaboradores no les permite desarrollarlas ni crecer como personas haciendolo. Por otro lado, quien consulte, quien delegue, quien respete la tarea del otro, estará mostrando su capacidad de mando y por tanto robusteciendo su propia autoridad, e irá contruyendo así una verdadera comunidad.

La autoridad participada sirve al desarrollo de la libertad

La vida del hombre solo crece en un ambiente de libertad. El hombre crece en la medida en que es capaz de tomar decisiones libres, en la medida de que es capaz de asumir responsabilidades. Por eso la autoridad debe ayudar a que las personas sean capaces de tomar decisiones libres. Y la autoridad cumple mejor su fin mientras menos decisiones tenga que tomar porque ha ido delegando y ha idopermitiendo a los otros que vayan asumiendo sus responsabilidades.

En este sentido, la autoridad debe tender a hacerse lo menos necesaria posible. La mejor empresa será aquella cuyo jefe puede ausentarse y no pasa nada, porque las responsabilidades estan compartidas y son llevadas a cabo por los subordinados,este o no este él. Lo mismo sucede en una familia. La madurez de sus miembros se verá cuando los padres no tengan que estar continuamente dando ordenes, porque cada uno participa asumiendo su propia responsabilidad en ella.

La autoridad tiene que tener muy claro que será mejor autoridad, cuanto más innecesaria se haga. La autoridad "paternalista" en cambio, no quiere dejar de ser necesaria. La autoridad paternal aspira a hacerse innecesaria, porque ello demuestra que los demás van creciendo, van teniendo más vida propia, han sido capacitados para poder tomar las decisiones oportunas según las circunstancias.

Señalemos ahora algunos medios adecuados para que la autoridad fomente el ejercicio de la libertad personal:

· El respeto: Si la autoridad no crea un ambiente de respeto en la familia o empresa, donde cada uno pueda decir lo que piensa, y hacer sugerencias sin miedo a ser descalificado, es imposible que crezca un espíritu de libertad, de confianza, de participación , de iniciativa

· El acogimiento: Todos necesitan para dar lo mejor de sí mismos, para dar su aporte propio, el sentirse acogidos. La autoridad ha de estimular para que cada uno de lo que lleva dentro, y es su misión la valorización e integración de las distintas capacidades y talentos. Sólo así la familia, comunidad o empresa se beneficiara de la riqueza del aporte de todos, podrá corregir sus errores y crecerá en cohesión interna

· La confianza: La autoridad además de acoger tiene que dar confianza. Las personas aprenden equivocandose. Es evidente que el director de una empresa, por ejemplo, sabe hacer muchas cosas, al igual que un padre en la familia, pero si ellos no dan oportunidades a sus empleados o hijos para que tomen sus decisiones y las lleven acabo, aún a riesgo de equivocarse, nunca crecerán ni se sentirán responsables de la empresa o de aquello por lo que se han decidido. Naturalmente quien detenta la autoridad asumirá riesgos proporcionados en cada caso , porque aveces una decisión equivocada puede tener graves consecuencias, pero también procurará otorgar el máximo grado de confianza posible, consciente de cuan importante es la confianza
en el progreso de sus subordinados

· La paciencia: de la autoridad frente a sus subordinados. Saber esperar y respetar los ritmos de crecimiento y aprendizage de cada uno. No impacientarse ante los errores, incluso repetidos, confiando siempre en lo mejor de cada uno y valorando el esfuerzo antes que los éxitos

· Estímulos de vida: Es muy importante saber incentivar a las personas para que vayan avanzando en su camino de vida.

· La alabanza: Ella es muchas veces el mejor medio que un padre, educador o empresario tienen para conseguir lo que quieren de los que dependen de ellos. El acento de la autoridad paternal tiene que estar más que en criticar el error, en estimular con una alabanza oportuna, medida y adecuada, cuando la persona lo ha hecho bien. El saber alabar lo bueno es una forma de ejercicio de la autoridad tal vez mucho mejor que la orden. Es impresionante lo que un poco de confianza y estímulo pueden transformar a las personas.

La autoridad personal

Ejercer la autoridad paternal significa que cuando tengamos que organizar cualquier comunidad tengamos presente el ideal de toda comunidad: la familia. Tratemos que esa comunidad sea lo más familiar posible dentro de su estilo, en donde se tratará de ejercer la autoridad de forma lo más parecida posible a un padre. Y el primer paso será afirmar que tiene que haber autoridad, pero una autoridad personal.

En el mundo de hoy, tal y como funcionan las cosas hay poco espacio para este tipo de autoridad. La autoridad se siente responsable de que la maquinaria funcione. En algunos casos, los hombres que tiene a su cargo pueden llegar a ser cosiderados en la practica, simples herramientas, o piezas de una maquina a las que se puede reemplazar cuando se considera que ya no rinden lo suficiente y si se les puede sustituir por maquinas, ordenadores...etc, mejor, porque causan menos problemas. La autoridad puede llegar a perder de vista su responsabilidad por el trabajador o subordinado. Sin embargo es tarea de quien ejerce la autoridad preocuparse de que las personas que trabajen con él crezcan en todo el sentido de la palabra. Preocuparse de que no solo reciban un salario justo y suficiente, sino también de que el trabajo sea hecho de tal forma que los trabajadores crezcan como personas, que ellos puedan sentir la obra o empresa como suya, que puedan desplegar iniciativas, hacer sugerencias, que puedan desplegar responsabilidades, que aprendan a trabajar en equipo, que crezcan como comunidad de trabajo.

Con respecto a esto hay que admitir que el problema no esta solo en el que manda sino también en el trabajador o subordinado, pues en este mundo tan materialista, la cuestión económica prima muchas veces sobre cualquier otra. La mayoría de las revindicaciones giran alrededor de los aumentos salariales y sólo en menor medida de la promoción humana de los trabajadores.

El ejercicio de la autoridad personal, hace que quién detente un liderazgo, este imbuido de responsabilidad con respecto a los otros hombres, si no quiere que su poder aparezca como algo vano, egoísta y estéril a través de la mera aplicación de normas y reglas mecánicas en la gestión de cualquier empresa. Y que la vocación de contribuir a la humanización de aquellos que trabajen con él, se quede sustituida por la pura eficacia o el rendimiento económico.

En este sentido la autoridad tiene que ser vista como un centro de personalización. El hombre crece en la medida que se hace persona. Y se hace persona en la medida que es tratado como persona y en que se le permite vivir en un ambiente personal. La tarea de la autoridad es dar ese trato personal y crear en torno a ella un ambiente personal

La autoridad siempre se debe ejercer en función de la vida, de la perfección, y nunca de modo que, por exageración o dejación vaya contra la vida o contra las personas, contra su perfección, o su desarrollo. La autoridad esta en la raíz de la orientación de la vida y si los hombres necesitan del servicio de los demás para sobrevivir, entonces la autoridad pasa a ser él mas alto grado de servicio a la vida, y al bien de todos

El hombre que detenta cualquier tipo de autoridad, si la concibe como el mayor de los servicios, tiene que estar defendiendo continuamente este privilegio de servir y de hacerlo cada vez mejor y, al mismo tiempo evitar servirse a sí mismo. Su tarea es servir a los demás y con ello también se sirve a sí mismo. El servir bien lleva aparejado que el que ejerza la autoridad ha de tener capacidades, aptitudes y conocimientos adecuados y ha de ponerlos de forma desinteresada al servicio del bien común.

La autoridad moral

Existe una autoridad formal, institucional o jurídica. Es el cargo. A alguien se le nombra autoridad y ese alguien tiene autoridad a causa de su nombramiento.

Otra cosa es la autoridad moral: la persona merece el cargo.

La fuerza de la autoridad se halla en la autoridad moral, conquistada no por decretos o investiduras externas, ni mucho menos por imposiciones o castigos, sino por la coherencia entre el decir y el hacer, entre el hacer y ser. La autoridad moral no puede ser fabricada ni exigida. Es el resultado de un proceso interior en quien detenta la autoridad, por el cual él mismo lucha por los valores que desea transmitir. Y un proceso interior en quien es conducido, por el cual experimenta la irradiación de esa encarnación y se despierta en él mismo la voluntad de plegarse a tales valores.

La autoridad no esta en primer lugar para mandar, organizar, coordinar, sancionar o controlar. Su primer papel es el de encarnar un ideal y conducir hacia él. La fuerza motriz para el cumplimiento de tal papel es la actitud de servicio, la actitud paternal.

La autoridad interior se basa en el servicio desinteresado a la vida ajena. La autoridad exterior sin la correspondiente autoridad interior jamás educará ni podrà formar verdaderas comunidades.

El Papa Juan XXIII señalaba la importancia de la autoridad moral como energía que despierta la participación de todos en la gestión del bien común:

"La autoridad que se funda tan sólo o pricipalmente el la amenaza o en el temor de las penas o en la promesa de premios, no mueve eficazmente al hombre en la prosecución del bien común; y aún cuando lo hiciere, no sería ello conforme a la dignidad de la persona humana, es decir de seres libres y racionales. La autoridad es sobre todo una fuerza moral; por eso los gobernantes deben de apelar, en primer lugar, a la conciencia, o sea, al deber que cada cual tiene de aportar voluntariamente su contribución al bien común de todos."

Cuando la autoridad sólo interviene para ordenar, mandar exigir, es una autoridad interesada en afirmar sus propios derechos, y crea rechazo.

De parte de la autoridad, desde que recibe el cargo, es su deber tratar de conquistarse la autoridad moral. Una autoridad que solo se ejerce como autoridad formal , merece ser obedecida porque es autoridad, pero nunca podrá cumplir su meta, nunca será fecunda. Será una autoridad que será obedecida a desgana, por obligación, nunca voluntariamente.

Solo la autoridad moral puede ganarse por el servicio desinteresado a los demás, el derecho a ser obedecida con buena voluntad y a recibir la cooperación y la adhesión de sus subordinados.

María y la autoridad

El Padre José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, estaba convencido de que a María le había sido confiada una gran tarea antropológica y sociológica para nuestro tiempo. Tarea que en Ella tanbién le ha sido confiada a cada mujer, pues como dice J. Pablo II en Mulieris Dignitatem, a la mujer "Dios le confía de un modo especial el hombre".

Él sostenía que a través de María, Dios quiere educar en el hombre moderno un corazón de hijo, capaz de descubrir su rostro de padre. La gran misión de María consiste en que ella revela el rostro de Dios como un rostro de Padre. En la Familia sobrenatural tiene la misma misión que cualquier madre en al familia natural. La madre es el gran lazo natural que une al hijo con el padre

María tiene una tarea para nuestro tiempo porque vivimos en una época sin padres. Es ella la que puede hacernos redescubrir su rostro paternal. Y ella es la educadora de un hombre nuevo, porque ella, como madre, puede educar corazones filiales. El hombre nuevo es mariano porque es un hombre filial. Y la comunidad nueva. La nueva Iglesia, la nueva sociedad, es mariana porque es fraternal. Y es la tarea de María crear un ambiente fraternal reuniendo a todos los hijos que se saben hijos de un mismo Padre. Su tarea es manifestar el misterio de su paternidad divina que coincide con el de su autoridad. El misterio de un Dios vivo y cercano, que esta actuando en medio de la historia, y que es padre y es origen, fuente y modelo de toda autoridad.

Conclusión

El anhelo de Cristo es que los hombres tengan vida y vida en abundancia. Si queremos que surjan sociedades nuevas, donde los hombres puedan desplegar su libertad, su iniciativa creadora, y sentirse hermanos, la única solución es educarnos como autoridades que reflejen en su actuar la autoridad paternal-maternal de Dios. Y que ya sea en el terreno de la propia familia, de la vida civil o eclesial, podamos ser para otros fuentes de vida tratando de que nuestra autoridad sea una autoridad personal, servidora de la vida, servidora de la libertad, teniendo en cuenta que la autoridad se nos ha dado para servir a personas antes que a organizaciones, partidos, empresas o cosas.

Mercedes Soto de Silva.



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