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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Hacia una nueva política de maternidad "laboral": el problema de la natalidad en España.

Algunas reflexiones sobre un problema real

"Un juez condena a 30 millones de pesetas a una empresa por rebajar la categoría laboral de una mujer tras su bajas de natalidad" (El País)

La noticia recientemente publicada sobre la condena que ha impuesto un juez de lo social a una empresa por discriminación a una mujer tras sus bajas por maternidad, ha puesto sobre el tapete uno de los temas de más actualidad en el panorama social español. No se trata aquí solamente de escandalizarnos porque se den en el mundo laboral este tipo de conductas, sino que al hilo de la noticia reflexionar sobre el tema de mucho más calado: las mujeres de nuestra España no están teniendo chiquillos, y mucho me temo que uno de los motivos principales sea la imposibilidad de compatibilizar la vida de familia con la vida laboral... ¿o hay otras causas?.

No supone ninguna sorpresa para nadie que nuestra sociedad se está quedando sin niños. La católica España tiene el dudoso honor de encabezar la lista de naciones con menos nacimientos por habitante, dato que se comenta por si mismo.

Afortunadamente, los emigrantes vienen en auxilio de nuestra envejecida sociedad (si, repito: vienen en AUXILIO de nuestra sociedad) y compensan con su juventud y mayor tasa de natalidad el desastroso crecimiento vegetativo de los autóctonos, que por si a alguién le quedaba alguna duda es ya negativo (mueren más españoles de los que nacen).

Analizando con más profundidad la cuestión, nos encontramos reiteradamente en los Medios y en la opinión pública comentarios referentes a los cambios que se han sufrido en la España de los últimos 30 años. Alguno hasta dan la cifra mágica de 1968... Sin ir más lejos, hemos tenido ocasión de escuchar varias veces en el alud de noticias retrospectivas relacionadas con el XXV aniversario de la muerte de Franco y la Coronación del Rey, el dato siguiente: "Las españolas de entonces se casaban muy jóvenes y todas tenían como mínimo tres hijos". Los que hemos ido al cole en esos años sabemos que ese dato es tremendamente exagerado, por no decir simplemente falso, y que incluso lo era ya en las décadas inmediatamente anteriores. Recomiendo para corroborarlo acudir a los estudios que sobre el problema ha realizado Amando de Miguel, a quien muchos escuchamos con admiración no disimulada en nuestra querida Cope. Se obtienen datos muy interesantes: pese a que efectivamente la natalidad (nº de nacimientos en relación a los habitantes) tiene una considerable caída en los últimos 30 años, por lo que podría en principio dar la razón a los que creen que es un problema de ahora, la fecundidad (nº de hijos por mujer entre 15-49 años) viene descendiendo ¡a lo largo de todo el siglo!, por no hablar de la influencia numérica relativa de las familias de más de cinco hermanos, que son calificadas de "extravagancia estadística". Son datos suficientemente expresivos. Continúa De Miguel exponiendo que el tan cacareado baby-boom de los 60 fue en realidad una extraordinaria aglomeración de hijos únicos debido a la alta nupcialidad de esos años, motivada a su vez por las transformaciones profundas que sufrío la sociedad española (emigración del campo a la ciudad, abandono de la agricultura, industrialización, etc...) En fin, que el problema de la natalidad viene gestándose de antiguo y responde en nuestra opinión al cambio de modelo demográfico que experimenta toda Europa al irse incorporando a la revolución industrial y abandonar los modelos predominantemente agrarios.

Sin embargo, mal de muchos consuelo de tontos, el que ocurra en todas las sociedades occidentales en mayor o menor medida no puede darnos excusa de conformismo: los que creemos en la familia como uno de los valores superiores de nuestra sociedad, estamos convencidos de que en España el problema de la natalidad se agrava por la ausencia de una verdadera protección de la familia. hemos observado recientemente con alegría como en la encuesta que publicó el "El Rotativo" en el nº del 14 de noviembre, dentro del "Análisis de la juventud española", como son mayoría los jóvenes que consideran a la familia como un valor primordial, y como las chicas tienen como principal horizonte de futuro poder conciliar trabajo y maternidad.

Al hilo de la sentencia con la que abríamos fuego en este artículo, parece ser que es un verdadero problema el realizar esta conciliación, y aquí está gran parte del asunto. No se engañan nuestras jovencitas de la encuesta: ese anhelo de compatibilizar trabajo con maternidad indica que su inconsciente ya les está indicando las dificultades tremendas con que se van a encontrar. Hoy en día fuera del permiso de maternidad y lactancia, y de la posibilidad de solicitar reducción de jornada (algo desgraciadamente difuso en muchos casos), no van a encontrarse con muchas ayudas en ese terreno. La desprotección es casi total, y el tan comentado caso de discriminación laboral, sirve como exponente de como los poderes públicos, las empresas, y porque no decirlo la propia sociedad, se han despreocupado del tema.

Entrando en el 2001, nadie puede negar a las mujeres el derecho a realizarse trabajando fuera del hogar, y hablamos de derecho pero podíamos perfectamente hablar de "necesidad". En muchísimos casos se trata de eso, de una imperiosa necesidad de aportar dos sueldos a la unidad familiar. Ante la perspectiva de no poder simultanear trabajo y maternidad, o de hacerlo en condiciones precarias, y reitero lo de precario, la alternativa de los padres es tener un único niño, con esfuerzo tener dos, o directamente no tenerlos. Y digo precario porque mandar a un niño a la guardería con 39 de fiebre es muy duro para una madre, y afecta a su autoestima como tal, y no digamos lo que supone para una madre trabajadora el aparecer muchos días a las doce de la mañana por su oficina diciendo que su niño tenía fiebre y que no ha podido llegar antes, teniendo que soportar las miradas "asesinas" de su jefe e incluso de sus compañeros, que sin lugar a dudas están pensando "menudo morro le echa ésta". Yo confienso haber participado en ese juego despiadado: pido perdón y entono el mea culpa.

Es evidente que son necesarias acciones en este sentido. Las administraciones públicas tienen que arbitrar medidas para fomentar el ejercició responsable de la maternidad (y la paternidad) dentro del ámbito de lo laboral. ¿Qué ello supone un coste para las empresas? Pues sí, sin lugar a dudas, y además en muchos caso puede afectar a su competitividad, pero desde luego siempre será mejor que quedarse sin clientes en el futuro... Muchos otros países han puesto ya en marcha medidas de este tipo, con resultados esperanzadores ¿será que también aquí nos asalta eso del "retraso secular"?. Seguieremos hablando de ello

Pepe López

 



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"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

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