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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La prudencia, virtud para la acción.

La prudencia, que no la cobardía, que muchos pretenden disfrazar de prudencia, es virtud necesaria para la política

Se la suele desprestigiar calificándola de freno y límite. Pero, en realidad, la prudencia es una virtud que nos impulsa a medir las consecuencias de nuestras acciones, es decir, a meditar antes de obrar o de tomar una decisión. Junto con la justicia, la fortaleza y la templanza, la prudencia integra el grupo de virtudes denominadas cardinales, porque son el fundamento y origen de las demás.

Lo contrario de la prudencia es la imprudencia, la temeridad, la inconstancia, la imprevisión. Además, es posible fallar en la recta aplicación de la prudencia, por precipitación, que consiste en decidir que una cosa es buena sin contar con la información necesaria; por vacilación, que es la falta de prontitud en decidirse en lo que parece obligatorio o en lo que es obvio; y por negligencia, que consiste en no decidirse a realizar lo que uno está obligado a hacer. ¿Qué más práctico, por lo tanto, que la prudencia?

Aristóteles y Santo Tomás de Aquino clamaban que la prudencia no sólo trata de lo universal, sino que debe conocer también lo singular. Un lema mil veces repetido afirma: teoría sin práctica, utopía; práctica sin teoría, rutina. El prudente tiene algo de explorador: a diferencia de los melindrosos y apocados, busca explotar nuevas oportunidades; más que actuar adecuadamente, pretende hacer las cosas adecuadas. Después de la fase de comprensión intelectual, en la que no faltará nunca la solicitud de consejo a los más experimentados, se suceden otras: la deliberación y el juicio o decisión. Y tras ellas, aparece una etapa que afecta de manera más directa a la voluntad: el imperio.

En cierto sentido, la prudencia ayuda a conocer el futuro a través del presente y/o del pasado, lo que se lleva a cabo en buena medida por deducción; pero no sería completa virtud si se limitase a una mera contemplación inactiva. Vale la pena detenerse en la deliberación, saboreándola. Cuántas veces entran ganas de repetir a personas apasionadas e insuficientemente reflexivas: ¡Lo urgente, ahora, es esperar! Luego, la acción deliberada será ejecutada sin dilaciones.

El prudente es especialmente importante en períodos de incertidumbre, como los actuales, porque puede ver lejos, buscando soluciones en medio de ese sucederse imparable de incertidumbres tan propio de cualquier navegación en el agitado mar de las relaciones humanas. Ciertamente no puede faltar la petición de asesoramiento para mejor acertar. Con estratagemas se hace la guerra, y la victoria está en la muchedumbre de los consejos, se escribió hace más de dos milenios. Como el gobierno versa sobre lo que puede ser de otra manera -lo inamovible no es objeto de deliberación, sino más bien de sumisión- las personas implicadas procurarán basar su autoridad no tanto en la jerarquía formal, como en el conocimiento y en la competencia sobre la materia específica. Activa virtud, doña prudencia.

Juan Pablo Barros Santander.



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