Vida y muerte en el seno de una madre: Fotos y estudios.

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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Nosotros amamos la "res publica"

El sentido de los ataques a la Iglesia española, el peso de la tradición católica y el espacio de los laicos en la sociedad actual. Un lúcido texto, de gran significación, de la revista "Páginas para el mes"

Ya no cabe duda -se ha dicho desde estas Páginas en varias ocasiones- de que se está librando en estos momentos en España una batalla por limitar el espacio público de la Iglesia Católica. Y si hacía falta alguna confirmación por parte de los artífices de la ofensiva, ahí está el reciente libro-entrevista publicado por el grupo PRISA que recoge las conversaciones entre Felipe González y Juan Luis Cebrián. Todo teorizado y explicado.

Pero no parece que, a pesar de las debilidades manifiestas de esa compleja realidad social llamada Iglesia, sea tan fácil asimilarla a los criterios comunes, tal como desearían algunos. Será necesario forzar el proceso. De hecho, como dirá el antiguo director de El País, este proceso de asimilación "no se producirá, si no lo producimos". Y en eso están. ¿Alguien necesita alguna explicación más sobre los motivos de la campaña mediática contra la Iglesia en los últimos meses?

La batalla es a largo plazo aunque ahora haya tenido un repunte con los asuntos Gescartera y la declaración de no idoneidad para algunos profesores de religión. Está claro, no obstante, que financiación y educación, constituyen dos ejes vitales para la Iglesia española y torpedearlos es apuntar a la línea de flotación del espacio público católico en nuestro país. No es una batalla que busque la derrota -ciertamente complicada y difícil- sino el desgaste, la erosión de la autoridad moral de la Iglesia o dicho en términos más sociológicos, su deterioro ante la opinión pública.

En España estamos comenzando importantes debates sociales y culturales que llevarán a decisiones políticas que pueden transformar profundamente la tradición popular y la mentalidad de la gente, así como el armazón jurídico-moral sobre el que se ha venido construyendo la vida civil de la nación. En este sentido, es inmediato hacer referencia a las políticas sobre la familia, las parejas de hecho, los problemas ligados a la biotecnología y la manipulación genética, la eutanasia... En todos estos casos, la Iglesia Católica aparece como un factor incómodo, disidente. Está claro que los partidos políticos no van a ser un lugar de propuesta y de debate en estos asuntos, y que el mismo Partido Popular se dividirá frente a temas de esta índole. Queda sólo pues, la Iglesia, un factor no político, con peso significativo en la sociedad y posiciones claras al respecto. Así pues habrá que eliminar este factor. ¿Nos podemos imaginar lo que sería un debate nacional sobre la eutanasia, por ejemplo, sin el juicio y la argumentación, articulada y pública, de la Iglesia Católica en su conjunto? Todo el monte orégano. Ninguna oposición real a los modernizadores jacobinos de la Patria.

Por eso se dice en el libro citado respecto a la Iglesia que se debe "limitar su influencia en la invasión de la vida civil". Y esta limitación se hace en defensa de un "estado laico". Curiosa forma de defenderlo: afirman un estado laico eliminando al factor histórico y social más importante de nuestro país. Esto no parece laicidad del estado, sino jacobinismo, que es una forma de integrismo.

Lo que nos conviene, lo que defendemos desde estas Páginas para nosotros y para todos es precisamente un estado laico. Un verdadero estado laico al servicio del bien común y de la pluralidad social. Y no vamos a regalar el concepto de lo público o de sociedad civil, o incluso de laicidad del estado a aquellos que laminarían, si pudieran, toda pluralidad social y cultural en nombre de una llamada ética común construida a su medida.

Parte muy importante de esta pluralidad social y cultural en España es la tradición católica y la Iglesia como sujeto de la misma. Pero a la Iglesia española -y hablo de la jerarquía, pero también del pueblo cristiano, de los grupos y movimientos católicos- le sobra victimismo y le falta decisión laica de estar en la cancha de todos. A veces parece que nuestra Iglesia está satisfecha con su propio espacio -a pesar de los golpes que recibe- y con los leves signos de revitalización de su vida interna. Pero de nada sirve el propio ámbito si no es para ponerlo en juego en el espacio de todos, el espacio público.

Nosotros amamos la res pública, el lugar de todos, donde están todos, donde se debate todo. Es ahí donde queremos estar, con decisión y sencillez, compartiendo aquello que a nosotros nos permite vivir y trabajar.

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Este artículo ha sido publicado en el número 50 (octubre, 2001) de la revista de la Asociación Cultural Charles Péguy de Madrid, (www.paginasparaelmes.com).
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