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Portada revista 52

El aborto también daña a la mujer. Indice de Revistas Les falsedats dels simbols del nacionalisme català.

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La fuerza de la poesía navideña.

Lope de Vega plasma en su poesía toda la fuerza y la emoción que la celebración de la Natividad pueden obrar en el espíritu humano

"Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón."


Lope de Vega.

"Siguiendo el dictamen del aire que lo dibuja", en los cielos, estamos ante Lope, poeta hermético y cristiano de los nacimientos: del nacimiento de la fe y del nacimiento de la poesía. La gloria del nacimiento constante de la poesía se une en nuestro poeta con la del nacimiento del Dios nuevo, herméticamente niño, vivo y desnudo.

Es un niño lo que Lope canta, un niño que tiene frío, que "llora de amor", pero con lágrimas de niño, y al que Lope consuela y mece con canciones de cuna que hubiera podido cantar a sus propios hijos. No sin misterio incluyó en Los Pastores estos versos: "No se dejaba mirar / envuelto en nubes y velos; / ahora en pajas y hielos / se deja ver y tocar".

Lope toca realmente al Niño, le acaricia. La inmensa ternura que sintió por la infancia consigue en estos versos de Los Pastores su más fina expresión poética; Lope prestó a María, madre, pero también niña, palabras nacidas de sus propios sentimientos paternales, como podemos ver en este precioso villancico: "Una niña y un niño / vengo de ver, / que Dios ve con ellos / todo cuanto ve".

Y ésta es la fuerza de la poesía navideña, la fuerza de un niño. Esta poesía de Lope, tan fuerte y sencillamente infantil, con su encanto y frescura de infancia, se nos aparece, como expresión viva de la gracia: ardiente niña de nueva vida.

Perseguido, acorralado, sobre puertas que no se abren, frente al frío y la incomodidad nace un Niño sobre las pajas de un pesebre, entre las ruinas de un portal. Se inclinan sobre su cuerpo pequeño una mula y un buey, aperos de trabajo de cualquier campesino. Así empieza una vida. Luego, vendrán confundidos, pastores y reyes. Depositarán a sus pies oro, incienso... como una ofrenda auténtica de la ambición y el orgullo. Entre matanzas de niños inocentes, huirá por caminos de palmeras, perseguidos por soldados y lanzas de centinelas. Cuando el hijo del hombre surgió sobre la vida y el mundo, latía un Estado jurídico en apariencia perfectamente constituido, el Derecho Romano de entonces es hoy todavía base en el armazón de todas las leyes.

Sobre aquel mundo de ricos y pobres, de vandalismo y cultura, con tantos puntos de semejanza aún en el paso de los siglos con este mundo que hoy no has tocado vivir, se alza la voz de aquel Niño para defender a los pobres contra los abusos de los poderosos, para perdonar a la Magdalena, para echar a latigazos a los mercaderes del Templo. Eso supone romper un orden establecido y ponerse de frente a los que defienden ese orden. Y al final, aquel Niño que nace desnudo sobre las pajas de un pesebre, escarnecido, humillado y apaleado, será condenado a morir en una cruz.

Buscamos la verdad: encontramos la poesía. "La poesía no es lo que se busca, sino lo que se encuentra", escribía admirablemente certera, Eugenia de Guerin.

Esta poesía navideña, la gloria del nacimiento, tan de verdad, tiene encanto y frescura de infancia y es la expresión viva de la gracia. Así lo entiende Lope. Porque en su corazón de niño, de hombre -de poeta-, ha latido esa poética lección de amor del nacimiento de un niño desnudo. Y en su carne, en su cuerpo vivo, se estremece, por ello, de alegría.

Desde hace muchos años se observa el principio de un alto el fuego durante el período de Navidad. Este año ha de ser también verdad. Aunque a los señores de la guerra no les importe esta regla y obliguen a niños y jóvenes a participar en sus guerras sucias.

Nuestro mundo anda sumido en un ciclo nefasto de guerra, violencia y destrucción. Se ha instalado la violencia en nuestra cultura y no cesa de propagarse, en franco desacato con los normas del derecho internacional humanitario.

La violencia, no sólo se manifiesta en los conflictos armados, está onnipresente en las calles, en las escuelas, en los campos de fútbol, en las familias y en los hogares. Sus víctimas suelen ser  los pobres y los marginados.

Utilicemos la fuerza de la poesía navideña para dar al mundo un testimonio claro de paz basado en la justicia, con el objetivo de que pueda germinar una nueva cultura de paz y libertad. Y como dijo el poeta de los nacimientos: "Los ángeles bellos / cantan, que le dais / a los cielos gloria / y a la tierra paz".

Francisco Arias Solis.



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