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Portada revista 53

Diez minutos diarios para Dios. Una contribución verdadera a la política. Indice de Revistas IV Centenario de Sor Maria de Jesús de Agreda (1602-1665)

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

A propósito de Cela.

Evocaciones de un lector

El hilo de la reciente muerte de Camilo José Cela, me vienen a la cabeza unas modestas reflexiones sobre la obra y la persona de este genial escritor; no espere encontrar aquí el lector un estudio exhaustivo ni una crítica literaria de primer orden, ya que sólo pretendo transmitir las impresiones de un lector agradecido, que, desde el temprano descubrimiento de su obra, ha pasado grandes ratos de ocio disfrutando de la misma.

Qué decir de un poeta que escribe en prosa para recrear y legarnos ambientes rurales ya perdidos para siempre, que plasma por escrito la forma de vivir y sentir de las gentes sencillas, gentes que se expresan en sus novelas con palabras llanas pero perfectamente traídas al relato para darle toda la fuerza necesaria; qué decir del Cela que nos habla de niños que se hurgan la nariz "porque da mucho gusto", de viajeros por la Alcarria que pernoctan en humildes pensiones en las que se deja dada la luz y se desnuda uno a oscuras..., del viajero que habla con los viejos del lugar sobre monumentos "que están ahí desde los moros".

Y del campo a la ciudad, en la que con su magnífica pluma nos retrata en clave de humor negro las miserias de una posguerra a través de un mosaico de personajes urbanos que luchan por sobrevivir a base de café con leche, de bicarbonato y de mucha agua, que aguantan estóicos una disertación inacabable sobre la usucapión porque saben que detrás del discurso puede caer algún "suizo" gentileza del conferenciante, que duermen en casas de citas en vez de al raso, pero que nunca pierden su orgullo.

Qué maravilla también los relatos cortos denominados por el autor Apuntes Carpetovetónicos; se podrían ensalzar mil detalles en cada uno de ellos; en el titulado "La romería", en el que una familia veraneante decide, con sus cinco hijos y suegra incluída, participar en una, se respiran, desde el polvo del camino a lo que Antonio Muñoz Molina denominó muchos años después "la imposibilidad de ser feliz un domingo por la tarde"; qué ironía al describir la comida previa a ponerse en camino:

"A eso de las tres o tres y cuarto, el cabeza de familia y los suyos se sentaron a la mesa. Tomaron de primer plato fabada asturiana; al cabeza de familia, en verano, le gustaban mucho las ensaladas y los gazpachos y, en general, los platos en crudo. Después tomaron filetes y de postre, un plátano."

Dentro del mismo relato, no imagino que se pueda describir en menos palabras esa excursión, ese viaje al que en el fondo no se desea ir, ese acontecimiento social en el que hay que divertirse, como lo hace él al decir:

"La familia, sentada a la sombra del pinar, con la boca seca, los pies algo cansados y toda la ropa llena de polvo, hacía verdaderos esfuerzos por sentirse feliz. La abuela, que era la única que había bebido, era la única que hablaba..."

Y todas estas escenas engarzadas una tras otra de forma magistral, desde que la familia decide ir hasta que, rendida por el esfuerzo, regresa a casa a la puesta del sol, desencajada por el esfuerzo, destemplada por la noche fría del verano, con los niños cayéndose de sueño...; y la cena, ya en casa, en silencio, con la sensación de vacío que deja el no haberlo pasado demasiado bien; sencillamente genial.

Pero es que Cela es también un cuentista que inventa genealogías imposibles, oficios inverosímiles de catadores de escabeche, de peritos en veredas de secano, de señoritas toreras, que biografía la vida de verdugos nacidos " ¡también es buena broma¡ un día de Nochebuena, el del año 1.861 ", que se divierte y nos divierte relatando en clave de romances de ciego las andanzas de damas bravas; es el Cela que para ganarse la vida al comienzo de su carrera ejerce de crítico de arte, literario, haciendo obras maestras del contar en breves reseñas periodísticas; es el virtuoso de una lengua que domina y que fustiga a quienes, presumiendo de escritores "ignoran las aljamías de la música, los nerviosos ringorrangos de los tonos, los compases y los befabemíes" y que, a la postre, en la hora del triunfo, es capaz, en un gesto que le honra, de hacer acreedor del Nobel a otro gran escritor contemporáneo y de su misma nacionalidad como Delibes.

Gracias por tanto, Señor Cela. Descanse en Paz.

Fernando Larraz.



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