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Uno de cada tres niños concebidos es asesinado con la complicidad del Estado, de sus Gobiernos, de su Parlamento... y con tu dinero

Portada revista 53

El aborto en los casos de abuso sexual Indice de Revistas ¿En defensa de Occidente?

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Reflexiones y sugerencias para la acción política cristiana.

Sea cual sea su adcripción ideológica superficial y su disciplina partidista, la clase política del sistema, la legislación que produce y la forma en que administra, es uniformizadora en la cosmovisión que impone. En el fondo, todos participan de una misma interpretación materialista y economicista de la vida. Los cristianos debemos procurar denunciar y derogar las leyes tiránicas que destruyen la dignidad humana y derribar a los políticos que las desarrollan.

Cristo quiere reinar en la sociedad, pero la sociedad le rechaza o prescinde de Él como si no existiera.

Los políticos de izquierda, centro y derecha (socialistas y liberales) promueven leyes que atentan contra los derechos de Dios y contra los derechos fundamentales de las personas humanas.

Leyes que toleran el abominable crimen del aborto.

Leyes que autorizan la fecundación in vitro, que destruye, manipula y congela embriones humanos.

Leyes que permiten el divorcio, que destroza la felicidad de miles de familias, matrimonios y niños.

Leyes que equiparan las "parejas de hecho", incluidas las homosexuales, con el matrimonio.

Leyes que marginan la enseñanza de la religión en las escuelas.

Leyes que consienten que centros educativos y medios de comunicación blasfemen, difundan modelos de vida contrarios a la fe y a la moral, e insulten , ofendan y persigan los sentimientos de los creyentes.

Leyes que amparan el quebrantamiento del descanso dominical, y los abusos y la incertidumbre laboral que padecen muchos trabajadores.

Leyes que favorecen la usura y cargan con excesivos impuestos a los pequeños propietarios, desincentivando la iniciativa privada y destruyendo la pequeña propiedad en beneficio de la llamada "clase política" y del capitalismo financiero y multinacional.

Leyes que son ineficaces e insuficientes en la prevención y represión del terrorismo, el separatismo, el narcotráfico y la delincuencia.

Y todo ello dentro del marco legal de una Constitución relativista que admite, sin más límite o cortapisa que la mudable y errante "voluntad general", el establecimiento de semejante legislación.

Dicen que España va bien, pero no es verdad. Sólo va bien para unos cuantos. ¿Nadie se acuerda de los millones de pobres que mal viven en nuestra Patria, muchos de ellos sin vivienda? ¿Nadie tiene en cuenta a los miles de niños asesinados año tras año en el seno materno? Para ellos España no va bien. Pero a nuestros políticos liberales y socialistas no parece importarles. Para ellos, incluso para los que dicen asumir un peculiar humanismo cristiano, vivir bien consiste sólo en generar e incrementar la riqueza, en tener dinero, en contar cada vez con más medios y comodidades materiales, como si los factores moral, espiritual y religioso no tuviesen nada que ver con una vida buena y digna. En el fondo, todos participan de una misma interpretación materialista y economicista de la vida.

Lo más escandaloso es que políticos que dicen inspirarse en el humanismo cristiano y pertenecer a la llamada Democracia Cristiana, no sólo no ponen freno a esta situación, sino que están agravando la degeneración moral y espiritual de España manteniendo las leyes del aborto y del divorcio, reconociendo las parejas de hecho, aprobando las píldoras abortivas, secundando campañas de desprestigio en contra de la Iglesia, etc.

Estos políticos "democristianos" y liberalcatólicos, son, de hecho, los más peligrosos para quienes queremos que Cristo sea el centro de la vida social, porque bien por hipocresía y doblez, bien por cobardía y acomplejamiento, engañan o cautivan a muchos católicos y otros hombres de buena voluntad, que les prestan su apoyo y sus votos, para terminar empleándolos, por acción u omisión, contra la vida humana, contra la familia, contra la salud de las almas, contra la Iglesia y contra Dios.

La política del mal menor, del voto útil y del posibilismo no ha servido para otra cosa que para conservar y consolidar todos los males que desde hace tiempo se han venido sembrando en nuestra tierra; y para evitar o desarmar cualquier intento o posibilidad de reacción enérgica, audaz, radical y contundente contra esos males y a favor de la regeneración moral y material de la sociedad.

¡Basta ya de engaños y de mentiras! ¡Basta ya de incongruencias, permisivismo y soluciones tibias!

La instauración cristiana del orden temporal -bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales y otras realidades semejantes-, el afán por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que uno vive, no es una mera opción que se puede abrazar o rechazar caprichosa e indiferentemente, sino que es, en palabras del Magisterio Pontificio, del Concilio Vaticano II, del Código de Derecho Canónico y del Catecismo de la Iglesia Católica, una carga, un deber y una obligación irrenunciable que nos corresponde especialmente a los laicos católicos, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia y movidos por la caridad cristiana. Por eso, si verdaderamente queremos ser fieles a Cristo, a la Iglesia y al Papa, no podemos eludir nuestra responsabilidad en la misión de impregnar con la fe cristiana la sociedad civil, la comunidad política y el ordenamiento jurídico de las naciones y Estados, empezando por nuestra propia Patria. No podemos permanecer pasivos, pues, ni mucho menos depositar nuestra confianza en quienes han demostrado, a pesar de disponer de la mayoría absoluta para gobernar, despreciar la ley de Dios e ignorar las enseñanzas y exhortaciones del Santo padre y de los Obispos en comunión con él.

Es preciso reaccionar urgentemente para denunciar la situación real de decadencia en que se hallan España y el mundo, como consecuencia, entre otras razones, de la actuación anticristiana de los políticos demoliberalsocialistas, empezando por los inconsecuentes democristianos y católicos liberales.

Es necesario profundizar en el estudio y desarrollo de la Doctrina política y social de la Iglesia, salir a las calles a divulgar ese mensaje, y animar a todos los cristianos a crear o engrosar las filas de asociaciones culturales y políticas íntegramente católicas que aspiren a llevar a cabo una política plenamente consecuente con la fe cristiana, con el propósito de restaurar la Unidad Católica de España y reconstruir la Cristiandad, implantando un orden social cristiano que sustituya al actual Sistema impío y perverso, y al Nuevo Orden Mundial totalitario, relativista y sincretista que se nos quiere imponer a escala planetaria.

Para ello, debemos luchar y trabajar por el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, procurar que Cristo reine, no sólo en la inteligencia y en el corazón de los individuos sino también en el seno de todas las sociedades: familias, centros educativos, empresas, asociaciones laborales y políticas, municipios, regiones, naciones, etc.

Debemos procurar que el Estado asuma, e inscriba en su Constitución o Ley Fundamental, el compromiso de observar y cumplir el deber moral para con la verdadera religión y para con la única Iglesia de Cristo; deber que obliga a todas las sociedades y que, en consecuencia, obliga al Estado a rendir culto público a Dios; inspirarse en la concepción cristiana de la vida; fundamentar las leyes civiles en la ley divina, natural y revelada; acatar la Autoridad de la Iglesia Católica como instancia suprema, última e inapelable en lo que se refiere a la recta interpretación de la ley eterna y de las verdades de fe en las que se fundamenta la cosmovisión católica; reconocer la personalidad jurídica de la Iglesia con carácter de sociedad perfecta independiente del Estado; y colaborar con ella en su misión de evangelizar la sociedad.

Debemos procurar denunciar y derribar los regímenes políticos tiránicos, empezando por aquellas "democracias" que, basadas en el agnosticismo, el escepticismo religioso, el liberalismo filosófico, y el relativismo ético y epistemológico, han sido calificadas por Juan Pablo II y otros eminentes pastoress de la Iglesia de totalitarias, criminales, y delictivas.

Debemos procurar la abolición de todas las leyes inicuas que atentan contra la ley eterna -natural o revelada-, los derechos fundamentales de las personas humanas y los derechos de Dios.

Debemos procurar la prohibición legal del aborto; la eutanasia; la clonación; el divorcio; la fecundación artificial; los anticonceptivos; la pornografía; las "parejas de hecho"; la ilimitada libertad de prensa y de cátedra; el pluralismo político y religioso indiscriminado; la apología del laicismo, el "amor libre", el homosexualismo, el terrorismo y el nacionalismo separatista.

Debemos procurar implantar la educación católica en los centros educativos públicos y privados. Educación que no puede limitarse a la enseñanza de la asignatura de Religión, sino que implica también que todas las demás materias sean impartidas a la luz de la fe cristiana.

Debemos procurar la desaparición del liberalismo, el capitalismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, el nacionalsocialismo y todas cuantas ideologías perversas han sembrado hasta ahora en España y en el mundo los más terribles horrores y errores.

Debemos procurar que los cuerpos intermedios de la sociedad tengan el protagonismo político y económico que les corresponde, frente a la tentación totalitaria y absorbente del moderno "Estado del bienestar", y frente a la dictadura de los partidos.

Debemos procurar una economía que dé primacía a la persona sobre la materia, al trabajo sobre el capital. Una economía que incentive la iniciativa privada y proteja la propiedad, especialmente el pequeño comercio y la pequeña empresa, tanto de la usura y de la rapiña acaparadora de los grandes grupos bancarios e industriales supercapitalistas como de la desmedida presión fiscal de los Estados. Una economía que fomente, promueva y facilite la creación de empresas en las que los trabajadores que voluntariamente lo deseen puedan participar jerarquizada y responsablemente en la propiedad, gestión y resultados económicos de las mismas, difundiendo de esa manera, entre el mayor número de personas, la propiedad de los medios de producción.

Debemos procurar la unidad entre todos los hombres, clases y pueblos de España. Unidad que no se opone a la diversidad de sus regiones, ni a la relación fraterna con el resto de las naciones del planeta. Unidad cuyo cimiento más sólido -sin desdeñar otros factores que conforman nuestra nacionalidad (y que por tanto hay que preservar), como el territorio o la lengua común- ha sido históricamente, y debe seguir siendo, la religión católica. Unidad hoy amenazada por los separatismos nacionalistas y por la globalización mundialista, y que sólo puede ser mantenida y revitalizada haciendo que España, fiel a sus raíces y a su tradición, recobre la conciencia de su vocación misionera al servicio de la conservación y dilatación de la civilización cristiana en el mundo.

Debemos procurar contribuir a la divulgación, conocimiento y estudio de la doctrina social y política de la Iglesia.

Debemos procurar fomentar la unidad de acción de todas las asociaciones políticas de inspiración católica existentes o por existir, en el empeño por lograr un orden social -jurídico, político, económico- cristiano, alternativo al actual Sistema y al Nuevo Orden Mundial. Unidad de acción que no significa unificación, fusión o confusión, pues debe partir del reconocimiento de la autonomía, y el respeto a la identidad propia y a la diversidad de propuestas en lo opinable, de todas y cada una de las asociaciones. "In dubiis libertas, in necesariis unitas, in omnia charitas".

Debemos procurar impulsar una acción política cristiana íntegra, positiva, combativa y audaz frente a la estéril, cobarde y cómplice política del "bien posible", el "mal menor" y el "voto útil".

Debemos procurar denunciar las incoherencias de aquellos políticos que dicen ser católicos en su vida privada, pero en su vida pública actúan como si no lo fueran.

Debemos procurar denunciar también las injerencias -contrarias a la legítima autonomía del orden temporal y a la debida distinción entre la comunidad política y la comunidad eclesial- de algunos jerarcas de la Iglesia en asuntos políticos opinables que caen fuera de su competencia; y el apoyo de algunos clérigos a ideas, regímenes, partidos o proyectos políticos que son claramente incompatibles con la fe cristiana.

Debemos procurar, pidiéndolo con todo el respeto, afecto y veneración que nos merecen por su condición de sucesores de los Apóstoles, que nuestros Pastores, los obispos en comunión con el Romano Pontífice, sin tomar partido por ninguna opción política en concreto ni inmiscuirse en funciones impropias de su ministerio, sí tengan la valentía de orientar rectamente y sin complejos la acción política de los católicos, y la caridad de señalar y condenar públicamente, para evitar todo posible escándalo, a aquellas personas y organizaciones políticas que, utilizando explícita o implícitamente el calificativo de "cristiano", propugnan ideas o acciones que chocan frontalmente con las mínimas exigencias morales que toda política debe respetar.

Y debemos procurar todo ello acudiendo a la intercesión de María, Nuestra Reina y Señora, humildemente conscientes de que no será posible instaurar y restaurar la Ciudad Católica, la Universitas Christiana, sin el auxilio del Altísimo, pues, como bien dice la Sagrada Escritura, si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas, y si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles.

José Mª Permuy.



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