Portada revista 55

Esencia y papel del Islam Indice de Revistas E-cristians: una plataforma católica para la reflexión y la acción, nacida en Cataluña, con vocación de presencia pública nacional.

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El libro más "políticamente incorrecto" que ha publicado un periodista. (*)

El ingenio y el sentido común del autor se ponen al sevicio de la Verdad, descubriéndo los falaces argumentos, tópicos y típicos, del Discurso Cultural Dominante.

Se ha dicho que en el Periodismo se encuentran las Humanidades contemporáneas. Si es así, Eulogio López es periodista. Su libro comienza con el relato de un ciclista, que recuerda el de José Espronceda, máximo representante del Romanticismo español, titulado "La pata de palo", una pierna que colocada en un hombre cojo le obliga a caminar, cada vez más deprisa, hacia ninguna parte.

El teniente de la Benemérita que redactó el sumario del ciclista, incapaz de bajarse de la bicicleta por la velocidad que había alcanzado, dejó constancia en dicho sumario: "Nunca vehículo alguno corrió tan deprisa hacia ninguna parte" (p.14). "Avanza en círculo… no se detiene jamás. Siempre comienza, nunca concluye, no tiene ni principio, ni fin, es la plena libertad sin objetivo alguno" (p.15).

Si esta carrera hacia un futuro de libertad sin sentido se le añade la relativización de la verdad, tendremos las características más significativas del progresista. "El ciclista es el mito del siglo XX, cuando los hombres renunciaron al sentido de la certeza, cuando se creó el lamentable consenso de que la verdad no existía, o era inalcanzable, o simplemente resultaba reaccionaria. Y así, tras cinco mil años de civilización, los hombres perdieron el punto de apoyo que necesitaban para no sentir vértigo, abjuraron de la certeza y convirtieron tan lamentable práctica en gloriosa teoría. Se dijeron: 'Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira'. Esculpieron el mandamiento del mundo moderno en letras de imprenta, en los llamados medios informativos de masas, y pusieron un exquisito cuidado en acallar a todo aquel ser, zafio y ordinario, que recordara la contradicción interna del postulado: si nada es verdad ni nada es mentira, ¿por qué había de serlo el nuevo dogma?" (p.17). Por eso, "progresista es el que camina hacia el futuro, la meta de los elegidos, el fin sin principio, el edificio sin cimientos" (p.17).

Sin embargo, como evidencia C.S. Lewis, el futuro lo alcanzamos todos "al ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga, sea quien sea" (p.18). Pero, sobre todo, la civilización se ha construido por hombres que tenían la certeza de que la verdad existe: "El hombre clásico partía de la confianza en una serie de dogmas y de axiomas. Toda su vida intelectual, es decir, su vida más profunda, la de la cabeza y el corazón, nacía cuando afirmaba: 'Dios mío, confío en ti' o cuando su corazón le indicaba que esto es bueno y aquello es malo. Por eso creaba ideas y forjaba hechos, por eso su pensamiento no era estéril. Y también sabía, e intuía, que dos más dos sólo son cuatro en base diez y por definición. Estaba convencido de la existencia de la verdad y de la necesidad de ser coherente con ella. Pero el hombre antiguo no era progresista" (p.18). Y es que "progresismo es relativismo, pero un relativismo fondón, lánguido. Nuestros progres no es que vivan en la duda, es que han renunciado a cualquier certeza, más que nada porque la certeza compromete: la duda resulta más cómoda… Al final, el progresismo se ha quedado como un agresivo sistema de desprecio a todo aquel que 'se sienta en posesión de una verdad (aunque sea muy pequeñita, oiga, aunque sea evidente)', principalmente el desprecio al cristianismo, y en una exaltación, también más teórica que práctica, del despelote sexual. Eso sí, la faltriquera, cuanto más llena, mejor. Es decir, uno grita: 'Aborto libre y gratuito', y, a partir de ahí, ya puedes forrarte de dinero, y no perderás la condición de progresista, sea lo que sea lo que tal cosa suponga" (pp.27s).

De aquí que: "Esta es la gran estafa progresista: si nada es cierto, ¿qué sentido tiene el compromiso, la coherencia, el sentido de la vida y, sobre todo, qué sentido tiene la alegría? O dicho de otro modo, el progresismo nos ha conducido a la tristeza. La estafa progresista consiste en vendernos libertad, cuando lo que realmente estamos comprando es desesperanza. Y así, la sociedad se ha partido en dos: los que tienen convicciones y los que se niegan a tenerlas. El progresismo es, en el fondo, una automutilación de la persona, porque todo pensamiento necesita un punto de partida: el hombre no puede dar razón de sí mismo. Una obviedad que el progresismo se niega, empecinado, a aceptar" (pp. 21s).

Como sagaz periodista, el autor descubre lo que hay detrás de ciertas declaraciones a los medios de comunicación: "Dicen los banqueros que se habla demasiado de banca. He ahí la prueba taxativa de que se habla poco de banca. Dicen los 'progres' que se habla demasiado de aborto e ingeniería genética. He ahí la prueba irrefutable de que se habla poquísimo" (p.68). Y continúa revelando lo que se esconde detrás de sesudos artículos o manifestaciones, como, por ejemplo: "Ayala, Albiac y Pániker tienen algo en común: defienden, aunque no viven, una vida sin porqués. El primero por su pirueta mental, doble salto mortal sin red, en el que lo temporal crea lo eterno. No existe lo espiritual. Pániker, porque se marcha al extremo opuesto de Ayala: todo es espíritu, algo tan ineficaz como la ausencia del mismo. Albiac, por su parte, considera que no merece la pena ni lo uno ni lo otro, porque no hay respuestas… aunque los partidarios de tan exquisita abstención se encarguen de darnos varias respuestas: la tristeza de no saber quiénes somos y la profética imposibilidad de averiguarlo. Que es tanto como condenarnos a la agonía" (p.49).

Los 18 capítulos que integran el libro recogen los temas de actualidad de España y del mundo: "El Mester de progresía", "Pensamiento y ciencia", "El primer poder: la industria cultural", "Aborto y genética", "Orientalismo", "Feminismo", "Dios", "Familia", "Iglesia", "Economía", "Relativismo", "Materia y espíritu", "Modernismo", "Islam", "Sexo", "Arte", "Política" y "Coherencia".

Eulogio López no es un progresista porque no ataca, o ridiculiza como algo superado, a la Iglesia, ni a la religión; porque no defiende el aborto, el divorcio, la eutanasia…; porque no favorece las parejas de hecho, incluidas las homosexuales, así como la posibilidad de adopción de niños por estas últimas; porque no apoya la clonación, la investigación con embriones y otras posibilidades biotecnológicas; etc. No obstante, la razón quizá más radical por la que Eulogio López no es "progre", es porque a lo largo de esos 18 capítulos que componen el libro, implícita o explícitamente, el autor considera que existe el Ser, y en consecuencia el ser, la Verdad, Dios.

Tal vez por ello, de resaltar algún capítulo, el más apropiado sea el que se titula, "Dios ". Eulogio López, considera que resulta poco razonable no creer en la existencia de Dios. "El masón cree en Dios porque no es tonto, y sabe que sin un Creador no puede existir lo creado. Su fe puede ser un 'qué', un principio creador, pero también puede ser un 'quién'. En lo que no creerá nunca es en un Dios Padre, o si cree en Él será para odiarle por su sentida orfandad. Los masones son deístas, y de ahí sus concepciones del gran arquitecto universal, tan próximo al panteísmo orientalista, pero también pueden creer en un Dios y en unos espíritus perversos, algo que históricamente ha llevado a conectar (como todos los tópicos algo tiene de cierto y algo de exageración) a la masonería con los movimientos satánicos .

"Por todo ello, masones y satánicos están consiguiendo tantos adeptos entre las nuevas clases urbanas, preferentemente universitarias, formadas. Porque esas clases son conscientes de que hay que ser muy tonto para ser ateo, o para ser un materialista puro. Desde el materialismo puro, la realidad no se entiende. Desde el satanismo, se entiende muy bien. Para mal, pero se entiende. Ellos saben que existen muchas cosas, y muchos seres, que no se ven"
(p.90).

Tampoco le parece lógico negar desde el punto de vista científico la existencia de Jesús de Nazaret: "Con la figura de Jesús de Nazaret pasa lo mismo, sólo que más. Su condición divina es cuestión de fe; por el contrario, su existencia es una cuestión histórica, la cuestión histórica más demostrada que existe. Dicho de otra forma: puede negarse que Jesús es Dios pero no que Jesús nació en Belén durante el imperio de César Augusto. Y más, si niegas su carácter divino, no puedes explicar sus milagros, que son un hecho histórico" (p.93).

Después de contar con mucho gracejo que a "Stalin le roban su sintonía", porque le han cambiado la letra al himno nacional de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (ahora la letra dice: "Desde los mares del sur a las tierras árticas… Rusia tierra protegida por Dios"), concluye con lo que pasa en Occidente con Dios: "Occidente puede permitirse el lujo de no contar con Dios porque la moral de ese Dios ha sido su matrona durante siglos. Rusia, tras el comunismo, no puede permitirse tamaño dispendio" (p.97).

Estos ejemplos sobre la existencia del ser -como recuerda, Chesterton "hay un es" (p.18)-, la verdad y Dios, son muy explícitos. Existen otros igualmente expresos, pero, en casi todos los temas que trata directa o indirectamente el autor, se presuponen esas tres realidades.

"Uno de los informes de la CIA para el nuevo presidente, advertía que los conflictos del siglo XXI, superada la Guerra Fría, se van a dilucidar en terrenos ideológicos, en concreto en tres: los alimentos, la educación, y la religión… En definitiva, si el mundo de las ideologías ha muerto, probablemente haya llegado el momento del confesionalismo" (p.183). Naturalmente este confesionalismo nada tiene que ver, por ejemplo, con clericalismo, sino con las creencias que determinan el comportamiento de las personas, los partidos y las instituciones.

En las últimas páginas de "Por qué no soy progre" el autor se plantea cuál es el fundamento del progresismo y su respuesta es nítida: la causa moral del progresismo es el relativismo. Y a continuación, de manera convincente, explica "cómo es posible que este disparate (el relativismo) haya llegado a convertirse en el dogma del mundo actual..." (p.187).

Eulogio López, concluye su análisis con una inquietante referencia a la "New Age", "Nueva Era", "el nuevo y, no nos engañemos, formidable enemigo al que se va a enfrentar la humanidad del siglo XXI. Rabindranath Tagore, que antes que filósofo era indio, y algo sabía de místicas orientales, confiesa que se convirtió al Cristianismo cuando comprobó las diferencias entre sus dioses orientales, Alá y Cristo. No dispongo de la cita exacta, pero venía a decir esto: Si un hombre cae a un pozo, los dioses orientales exclamarán: 'Pobrecito'. El dios islámico concluirá: 'Tú tienes la culpa'. Sólo Cristo te tenderá su mano para liberarle" (p.191).

De lo dicho se deduce que estamos ante el libro más "políticamente incorrecto" que ha publicado un periodista. "Por qué no soy progre", tiene una fácil crítica negativa con sólo cambiar la perspectiva desde la que se ha escrito, aunque, quizá, algunos medios, a pesar de ser un compañero de profesión, es posible que lo condenen al silencio. Contradecirlo, intentar demolerlo, ridiculizarlo o, al menos, desvirtuarlo, sería arriesgado y además se leería más, lo que no conviene a muchos.

El crítico de "Por qué no soy progre" tiene garantizado el éxito al recomendar su lectura, con la seguridad de que no va a defraudar al lector. Se trata de un libro muy ameno, redactado periodísticamente al filo de la actualidad, valiente, que enriquece culturalmente, que pone de manifiesto los signos más importantes de nuestro tiempo… y que da qué pensar.


Francisco Ansón
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(*) López, Eulogio, "Por qué no soy progre", Ed. LIBROSLIBRES, 2001, 191 págs..



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