Portada revista 55

John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973) Indice de Revistas Disidente y soñador. Un relato sobre la vida, obra y pensamiento de Alexander Solyenitzin

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La cultura vasca en los inicios de la "edad actual".

Un breve repaso por los literatos y artístas vascos de calidad muestra como el nacionalismo vasco nunca pudo conseguir una posición de relieve en el mundo cultural vasco

El romanticismo que imperó en el siglo XIX, puso de moda paisajes rurales y exóticos. El País Vasco se convirtió en uno de los múltiples lugares que trajeron la atención de estudiosos extranjeros que ayudaron al renacer cultural. Los trabajos de un príncipe francés, Luis Luciano Bonaparte, sobrino de Napoleón, establecieron los fundamentos de los estudios vascos, especialmente en el aspecto lingüístico. Su clasificación de los diversos dialectos del vascuence, todavía se utiliza, aunque con algunas rectificaciones.

Sin embargo, los que consiguieron el florecimiento e interés por la lengua euskérica fueron el sacerdote, Resurrección María de Azkue, autor del monumental Cancionero y de un diccionario trilingüe vasco-español-francés y el carlista Julio de Urquijo e Ibarra. El magisterio en la lengua del primero fue reconocido en 1918, cuando fue elegido director de la recien fundada Academia de la Lengua Vasca. El segundo fue pionero de los estudios sobre el Euskera, perteneciente a una acaudalada familia bilbaína, hermano de José María, fundador del periódico La Gaceta del Norte. Julio fue el fundador de la Revista Internacional de Estudios Vascos, que a partir de de 1918, se convirtió en el órgano oficial de la Sociedad de Estudios Vascos, de la cual era uno de los principales inspiradores.

En el campo del bertsolarismo, la presencia del bardo José María de Iparraguirre muestra el ejemplo más palpable del romanticismo vasco. Voluntario carlista en la primera carlistada, vive exiliado en Francia donde participa en los hechos revolucionarios de 1848. Con una visión universalista de la sociedad vuelve a su tierra donde compone un himno en euskera, elogioso de los fueros, que se volverá un símbolo popular del foralismo. El "Guernikako Arbola" se convertirá en un cántico representativo de todo lo vasco y foral.

En cuanto a la novela histórica, que tanto ayudó a desarrollar la época del romanticismo, los autores vascos son de pequeño relieve, como Vicente Arana, autor de Zuria y José María Andueza, que escribió Los herederos de Almazán. La única relevancia se subraya con la del navarro Francisco Navarro Villoslada, autor de Doña Blanca de Navarra, Doña Urraca de Castilla y Amaya o los vascos del siglo VIII. En Bilbao, conviene resaltar la figura del poeta Antonio de Trueba, director de El Noticiero Bilbaíno y cronista de Vizcaya. Su obra más significativa es Cuentos de color de rosa, impregnados en el romanticismo y el optimismo, demostrando ser un hábil cuentista infantil. No obstante, el momento más grande de la literatura vasca es el que corresponde a "la generación del 98". A ella pertenecen, Unamuno, Baroja, Maeztu y Salaverría. El bilbaíno Unamuno fue de los más completos al estar presente como poeta, dramaturgo, novelista, ensayista y filósofo. Unamuno toca en su obra el subjetivismo radical, el existencialismo y la angustia religiosa con obras, como: En torno al casticismo, Vida de D. Quijote y Sancho, La agonía del cristianismo, Niebla, La tía Tula, San Manuel Bueno martir y otras.

El guipuzcoano Pio Baroja, el más novelista de todos, tiene su obra teñida de rudeza, fobias y filias, ingenuidad, anarquismo inocente, pesimismo y una visión de la vida, entendida como lucha implacable en Tierra vasca, La casa de Aizgorri, Zalacaín el aventurero, La ciudad de la Niebla, Paradox y Las inquietudes de Santi Andía. El vitoriano Ramiro de Maeztu desarrolla su actividad de periodista y ensayista, fuertemente marcado por la industrialización y su experiencia diplomática en Argentina, como consecuencia de la cual escribe La defensa de la Hispanidad, La crisis del humanismo y Don Quijote, Don Juan y La Celestina. El bilbaíno, José María de Salaverría, novelista, periodista y ensayista, biografo sobre San Ignacio de Loyola, fue autor de La Virgen de Aranzazu, El oculto pecado, Los fantasmas y Los fantasmas del museo, en una linea similar a la del alavés Maeztu.

La industrialización tendrá su influencia y producira un nuevo estilo de literatos influidos por las corrientes modernistas europeas de entonces. La "generación del 14" será un testimonio de ello, Sánchez Mazas, autor de La vida nueva de Pedrito Andía; el poeta Ramón de Basterra llevado por su clasicismo y un fuerte latinismo, que escribió La obra de Trajano y Los navios de la Ilustración, y por último, Mourlane Mitxelena y Joaquín Adán serán muestra cultural de un Bilbao cosmopolita y moderno.

En la escultura vasca del s. XIX, la industrialización le hizo levantar el vuelo, y su primera generación ilustre estará compuesta por Nemesio Mogrobejo (1815-1910) autor del Despertar y Eva; Paco Durrio (1868-1940), ceramista muy influido por las técnicas francesas; y Quintín de Torre (1877-1966) autor de la Dolorosa, de gran influencia clasicista.

En la pintura, Adolfo Guiard y Dario de Regoyos son los padres de la pintura moderna. Ellos rompieron con la iconografía de temas históricos y paleta obscura para entregarse al suave impresionismo de colores claros. Regoyos pasó de un realismo goyesco a un paisajismo lumínico, y Guiard fundió el clasicismo español con el modernismo francés en sus paisajes rurales e industriales vascos en valores estéticos. Anselmo Guinea, aunque de menor importancia será un pintor costumbrista y lumínico, pero más vigoroso que Guiard.

Como pionero del 98 en la pintura, Francisco Iturrino introduce a través del colorido de sus temas andaluces a la pintura vasca en su más alta cota de vanguardismo. Aunque, los pintores plenamente del 98 son Ignacio Zuloaga y Manuel Losada, el primero lleva la obra al realismo del barroco español, con su maestria en el dibujo y en la administración de coloridos sombrios; el segundo, sigue transmitiendo en un impresionismo superado temas urbanos con un aire romántico. El mundo moderno hace de Bilbao a inicios del siglo XX uno de los principales centros pictóricos del país. En ese marco geográfico tan propicio aparecerán Ricardo Baroja, Angel Larroque, Gustavo Maeztu, Arrúe, en un abanico temático que va de los paísajes rurales idealizados de Zubiaurre a las imágenes fabriles y urbanas que pinta Aurelio Arteta.

Este mundo cultural que surge en la "Fenicia industrial" de Bilbao tiene un carácter cosmopolita y se integra con las obras realizadas por los autores de otras regiones españolas. Por la calidad intelectual de sus autores, el nacionalismo vasco nunca pudo conseguir una posición de relieve en el mundo cultural vasco, siendo sus autores partícipes de formar parte de la república de las letras.

José Luis Orella.



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