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Timor Oriental, la última perla católica de Asia. Indice de Revistas ¿Qué se esconde bajo una mezquita?

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

¿Cómo se llega a ser acosador?.

El acoso sexual y los malos tratos se incuban en una sociedad en que hay una inversión de los valores que la informan.

Un día sí y otro también aparecen en los medios de comunicación noticias de asesinatos, violaciones y maltrato a mujeres, llevados a cabo por sus maridos o por sus compañeros sentimentales. Cabe señalar que suelen producirse con más frecuencia en el caso de compañeros sentimentales; ¿por qué será? ¿qué tipo de sentimientos comparten los llamados compañeros sentimentales?, o ¿son sólo compañeros sentimentales de hecho? Mejor no contestar abiertamente, no vaya a ser que nos pase como al alcalde de Madrid, a quien se le escapó una explicación cargada de sentido común, y tuvo en dos minutos a toda la oposición contra él.

Tienen mucha más frecuencia los casos de acoso sexual en el trabajo, y la mayor parte de ellos no se denuncian. El reciente caso de la exconcejala del ayuntamiento de Ponferrada Nevenka Fernández, es un claro ejemplo.

La tesis que trataré de desarrollar aquí es que considero que hemos incubado y seguimos incubando el problema que ahora surge; y a esa incubación, se la ha perfumado de aires de libertad. No quiero hacer aquí un análisis pormenorizado de las causas de la proliferación del problema del acoso sexual. Debería referirme, si así lo hiciera, a las operaciones de acoso y derribo de los valores familiares, al divorcio, y a la invasión de erotismo que todo lo invade. Lo que deseo es analizar lo que sucede en los colegios.

En los propios Centros Educativos, desde que se implantó la cultura de lo lúdico, por encima de la cultura del esfuerzo, se pusieron las bases para que los chicos consideren como de su propiedad todo lo que deseen, sin que nada cueste, sin que a nada renuncie: lo importante son las "habilidades sociales". En el tema que nos ocupa, el de los acosos en el medio de trabajo, estoy convencido que los que acosan a sus compañeras o compañeros de aula pueden ser los agresores sexuales o laborales del mañana.

Las situaciones de acoso de diverso tipo, se han dado en llamar en su término en inglés, bullyng. Éstas no sólo se producen en el ámbito laboral, sino que son más frecuentes en el ámbito escolar, y los chicos o chicas las sufren en silencio, pudiendo afectar a su salud, a su rendimiento escolar y a su personalidad. Los primeros estudios se hicieron en Escandinavia, donde a partir de varios suicidios de escolares, se descubrió que el acoso era el agente causante.

La violencia en las aulas es un mal creciente en los colegios e institutos de hoy en día, con sus dos versiones, hacia el profesor, o hacia compañeros. La violencia entre compañeros, entre iguales, es la que más preocupa. Alguien podrá decir que esto ha ocurrido siempre, y ante esta idea tan socorrida, siempre añado la diferencia que hay entre que exista en nuestro trozo de playa donde tomamos el sol, dos hormigas a que existan dos millones.

Nos deberíamos fijar en los tres sectores implicados en las situaciones de acoso en las aulas: el acosado, el acosador, y los espectadores. Nuestra mayor atención será sobre el acosado pues su sufrimiento es tremendo. El tener que dirigirse a un lugar, al centro escolar, o al centro de trabajo, donde se le puede acosar o agredir en cualquier momento puede provocar estrés, dolores de cabeza, vómitos, diarreas, etc. Las consecuencias posteriores son las de falta de rendimiento escolar o perdida de las clases a escondidas. Tarde se suelen dar cuenta los padres de esta situación, y a veces ya es demasiado tarde.

La persona que agrede sistemáticamente, que impone su voluntad por la fuerza y de manera dañina ante sus compañeros está aprendiendo que puede conseguir objetivos en la vida a partir de la violencia, sometiendo y machacando a los demás. Esto también es muy perjudicial para el agresor; se conforma una personalidad desviada que será difícil de cambiar, y que se reflejará en cualquier otro ámbito donde esa persona se desenvuelva años después: la vida matrimonial, la vida laboral.

Pero la tercera cuestión, es considerar qué ocurre con los espectadores, los que contemplan esto y no hacen nada para evitarlo. En la adolescencia, de 12 a 16 años, la etapa donde se conforman personalidades, ser acosado o acosador suele configurar y influir en la personalidad, pero, ¿los que contemplan y no reaccionan?, ¿qué decir de ellos? El que sepan diferenciar lo que está bien y lo que está mal es básico, no podemos educar a unos jóvenes acríticos, y permisivos con todo, mientras que a ellos no les afecte. Triste es escuchar la famosa frase venida de América, como muchas otras bondades, de "no es mi problema". No es tu problema, pero será tu problema más pronto o más tarde; ése o cualquier otro derivado.

Ahora debemos mirar a la escuela como formadora de futuros ciudadanos, ¿qué harán cuando salgan de las aulas esos personajes, el acosado, el acosador y el espectador? Se podrá decir que es el ámbito familiar el que forma los valores y la personalidad de los niños, pero no nos engañemos, cada vez el peso que el ejemplo de los padres supone en la educación de sus hijos, es cada vez menor. El colegio no tiene toda la responsabilidad, pero se supone que si llevamos a nuestros hijos al colegio es para que salgan con ciertos valores adquiridos, y no con traumas.

Lo que no es para nada deseable, es que los padres, cuando conocen estos casos, respondan con unos consejos negativos, como lo clásico de "si te pegan, pégales, o defiéndete", creyendo que su hijo acude a un lugar parecido a una selva donde deben andar listos y defender sus territorio.

A la víctima de los acosos, o de las agresiones, lo primero que hay que hacer, como medida precautoria, es separarla del agresor. Hay que ayudarla a que sea capaz de defenderse de forma asertiva, no de forma agresiva. Que pueda encontrar alternativas, salidas para que no se hunda en ese drama.

Los padres de agresores deben dejar claro sus hijos que no están de su parte. Muchos padres suelen ponerse incondicionalmente de parte de los hijos, y eso no siempre es correcto. ¡Cuánto aprende un niño, si ve que su padre, su modelo, su protector, pone por encima la justicia, al amor paterno! Los padres deben tener claro que hacer sufrir a otro niño o niña no es admisible. Hay que ser claros con los chicos, hasta el punto de que o cambian de conducta o nosotros seremos los primeros promotores de la denuncia de esa situación.

En el caso de ser los padres, responsables o educadores de los espectadores, exactamente igual. Se suele pensar que si se denuncian las situaciones injustas, uno puede ser tildado de chivato, e incluso podría uno sufrir consecuencias. La situación no es de decisión rápida, pero hay que ayudar a los chicos a que se pronuncien y a que militen de alguna manera del lado de las víctimas.

Los padres tardan mucho en darse cuenta de situaciones de acoso, pero los profesores también. Sobre todo, porque estas situaciones suceden en los espacios y tiempos donde no hay adultos presentes: pasillos, recreos, comedores, aseos... Los padres terminan enterándose demasiado tarde. Todo esto hay que saberlo y aprenderlo. Es importante que en los lugares de riesgo existan monitores, educadores, etc. Cuando los adultos están, aunque no intervengan, los casos disminuyen drásticamente.

Para abordar todos estos problemas es necesaria la colaboración de todos lo profesores y de los padres. Los profesores no pueden admitir que en colegio haya gente que sufra, esto choca con todo concepto educativo. Los padres también deben formarse adecuadamente, para no permanecer pasivos, y delegar en la televisión su tarea educativa. Y por supuesto, nada de violencia en casa, pues los ambientes de crispación familiar son retratados a la perfección por los chicos que lo han contemplado.

Es un asunto por lo tanto de todos, no cosa particular, no, es un asunto también institucional, ya que las consecuencias no son privadas, sino sociales. Los acosadores de la escuela pueden ser los acosadores sexuales, laborales, o violadores del mañana.

Pedro Pérez Cárdenas ppc@lacaja.net.



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