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Isabel de Castilla (1451-1504) Indice de Revistas Eutanasia: el "suicidio asistido" de Occidente

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El gnosticismo .

Un grupo de corrientes filosófico-religiosas antiguos, que nunca desaparecio pero que renace, con los mismos fundamentos, desarrollándose en movimientos religiosos heterodoxos, y en movimientos políticos y "culturales", como la masonería y el "new age".

El gnosticismo en la antigüedad

Con la palabra "gnosticismo" se designa un grupo de corrientes filosófico-religiosas de la antigüedad, que tuvieron su máxima difusión en los siglos II y III de la era cristiana en los mayores centros culturales del área mediterránea, como Roma y Alejandría de Egipto.

En algunos casos se trata de escuelas fundadas por personajes de renombre, como Basílides, Marcione o Valentín -todos vivieron en el II siglo-, en otros casos de grupos de los cuales se desconocen sus fundadores y cuyas denominaciones derivan de elementos doctrinales: por ejemplo, los ofitas atribuyen un papel importante a la serpiente, en griego ofis; los cainitas se remiten a Caín, etc.

Hasta el hallazgo en 1945 en Nag Hammadi, en el Alto Egipto, de una entera biblioteca gnóstica, los estudiosos disponían de pocos textos originales e integrales, hallados en el transcurso del tiempo, y las fuentes para el estudio de las teorías gnósticas las constituían sobre todo las descripciones y las citas contenidas en las refutaciones de autores cristianos, que escribían en defensa de la ortodoxia, como san Ireneo, obispo de Lyon (II siglo) en la obra Denuncia y refutación de la seudo-gnosis.

En los primeros siglos el cristianismo se ve amenazado por el gnosticismo tanto desde el exterior, por movimientos que se plantean como alternativa declarada contra él, como desde el interior, por grupos que trataban de infiltrarse en los ambientes cristianos remitiéndose a veces a escritos, como los evangelios apócrifos -o sea no reconocidos por la Iglesia como inspirados-, estimados con mayor autoridad que los canónicos: éstos recojerían solamente las enseñanzas de Jesús destinadas a las masas y tendrían un carácter exotérico, mientras que otros textos como La Sofía de Jesucristo o el Apócrifo de Juan contendrían una doctrina revelada por Jesús solamente a algunos apóstoles o a discípulos y destinada a pocos adeptos.

Dualismo radical

Un carácter fundamental del gnosticismo es el dualismo radical. También en la tradición bíblica hay un dualismo entre Dios creador por una parte y el hombre y el universo por otra, pero tanto la creatura como el creado corresponden a un proyecto divino y éste les confiere su dignidad: el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, y la creación lleva el sello del creador. Para el gnosticismo, al contrario, hay una diferencia abismal entre Dios y la realidad material: el espíritu es substancialmente ajeno al universo y la relación con el mundo material no puede contribuir de ninguna manera a la elevación espiritual del hombre.

Los especialistas distinguen dos tipos principales de dualismo gnóstico: el tipo iránico admite la contraposición de dos principios en lucha entre ellos y considera al mundo material como al dominio de una potencia negativa, mientras la especulación siriaco-egipcia -según el historiador de las religiones y filósofo Hans Jonas (1903-1993) -"[...] remite la idea misma de dualismo, y su posterior situación del divino en el sistema de la creación, a la única e indivisible fuente del ser, mediante una genealogía de estados divinos personificados que evolucionan el uno del otro y describen el oscurecimiento progresivo de la Luz originaria en categorías de culpa, error y fracaso. Esta interna "involución" divina desemboca en la decadencia completa de la alienación de sí mismos representada por este mundo".

Otra característica de muchos sistemas gnósticos es la descripción mitológica de los pasajes intermedios.

Tanto si admiten un proceso de degeneración, con la aparición de un estado inferior, como la creación por parte de un ser malvado, el demiurgo, ni la creación del mundo ni el orden de la naturaleza se corresponden con la voluntad del Ser Supremo. Las leyes de la naturaleza estarían dictadas por el demiurgo el cual, orgulloso de su propio dominio, trata de inducir al hombre a reproducirse, aumentando y prorrogando la condición de alienación del espíritu en la materia.

Dualismo antropológico

Al irreducible conflicto entre el Ser Supremo y la naturaleza corresponde otro entre el espíritu y la materia, y, a nivel antropológico, entre alma y cuerpo. El espíritu se corresponde con una partícula divina, con la vocación a reunirse con el Ser Supremo y por consiguiente eterna, mientras que el cuerpo constituye la cárcel en la que el alma está cautiva o exiliada, y está destinado a disolverse en la nada.

Algunos sistemas gnósticos engarzan esta teoría en una visión astrológica basada en la concepción geocéntrica. Para unirse al cuerpo el espíritu tiene que llegar a la tierra después de ir atravesando una tras otra las esferas de los planetas. Durante la "caída" en el mundo sublunar, antes de penetrar en el cuerpo material, el espíritu recibe como un envoltorio, "el cuerpo astral", que va en aumento a cada pasaje por las esferas planetarias. Finalmente el cuerpo queda revestido, oculto por las estratificaciones, que son el supuesto de las correspondencias cósmicas y de las influencias astrales que condicionan la existencia humana.

En la condición terrenal el hombre se habría olvidado de su origen y se encontraría como en un estado de ebriedad, de sueño o de olvido, que lo llevaría a someterse a las leyes demiurgicas de la naturaleza o a las influencias cósmicas. Para algunos sistemas gnósticos no todos los hombres estarían capacitados para acceder al conocimiento, a la gnosis, y por ende superar la condición de alienación. Según el sistema valentiniano, por ejemplo, los hombres de nacimiento son de tres tipos distintos: los "espirituales" tienen la posibilidad de acceder al conocimiento y, una vez alcanzado ése nivel, están por encima de las leyes; los "psíquicos" necesitan para su realización de las leyes y doctrinas de una religión, mientras que los "hílicos" son incapaces de superar los condicionantes materiales. Solamente con un acto de recuerdo o de reavivamiento el hombre, o al menos quien posea la vocación necesaria, puede reconocer su propia naturaleza espiritual y encarar el camino de la liberación progresiva de los condicionantes sufridos al paso de cada esfera. Ello es posible merced a un proceso descrito como ascesis del alma, en el cual el adepto, recorriendo hacia atrás el itinerario de la caída, debe encarar en cada esfera a los seres espirituales que la dominan, los arcontes, y conseguir pasar gracias a las formulas y palabras aprendidas en la iniciación gnóstica.

Durante este proceso el hombre también tiene que desasirse de los elementos materiales de la propia individualidad, reconociendo que su propio espíritu es solamente una chispa del Ser Supremo y a él idéntico, en otras palabras que él mismo es Dios.

La concepción negativa de la existencia terrenal y de la vida también condiciona profundamente las relaciones entre los sexos. Supuesto que el placer sexual es una suerte de señuelo con la que el demiurgo induce al hombre a reproducirse, el gnóstico tiene dos opciones: abstenerse de toda actividad sexual, o bien separar la sexualidad de la reproducción, para poder disfrutar del placer sexual evitando la procreación.

De hecho en los movimientos gnósticos se pueden observar tanto un ascetismo radical como el libertinaje, actitudes opuestas pero que presentan un elemento común: el desprecio por la vida.

El rechazo de la tradición bíblica

La identificación del Dios creador de la Bíblia con el demiurgo, en consecuencia, con una figura negativa, conlleva pues un trastocamiento en la valoración de los personajes bíblicos, con la idealización de quien infringió las leyes del Creador, como Caín. El paraíso terrenal se convierte en una especie de jardín encantado en el cual el Dios bíblico tiene a Adán y a Eva en la ignorancia. En el Apócrifo de Juan el mismo Cristo Salvador incita a los progenitores a comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, con una interpretación que introduce una clara fractura entre el Dios creador del Antiguo Testamento y el Salvador que proclama la emancipación de la Ley.

Si algunos estudiosos han considerado excesivo y parcial el esmero de los apologístas cristianos en su lucha contra el gnosticismo y por considerarlo ajeno al cristianismo, no obstante las pretensiones de algunos grupos de representar su más auténtica tradición, los hallazgos de Nag Hammadi ratifican las tesis de los apologístas. Por ejemplo, uno de los textos hallados es La Sofía de Jesucristo, en el cual Cristo enseña a algunos discípulos contestando a sus preguntas: pues bien, resulta ser la transcripción en forma de diálogo de un texto gnóstico más antiguo, Eugnosto el Beato, remontante quizás al I siglo a. C., ratificando con ello el origen precristiano o cuando menos no cristiano de temas fundamentales, siquiera se prescinda del hecho que contactos seculares con el cristianismo pueden haber llevado a cierta cristianización de un gnosticismo originariamente ajeno al mismo.

Implicaciones sociales

Las teorías gnósticas no están exentas de consecuencias sociales: en efecto, si la concepción de la realidad terrenal como "acósmica", "sin orden", pone en entredicho la existencia del derecho natural, el juicio negativo sobre la vida y sobre la procreación destruyen los cimientos de la sociedad, de la familia y de la civilización en general. Por consiguiente, el gnosticismo no solamente es alternativo al cristianismo, sino también al pensamiento griego y al derecho romano.

La afirmación del cristianismo sobre el gnosticimo no representa solamente una cuestión interna de la Iglesia, sino el punto de partida para la formación de una civilización, la cristiana, con el reconocimiento del valor tanto espiritual como temporal.

Por todo ello el politólogo Eric Voegelin (1901-1985) interpreta la secularización del Occidente cristiano como el efecto de la acción de una serie de movimientos revolucionarios, entre los que enumera a la Reforma protestante, a la Revolución francesa y al marxismo, en los que reconoce rasgos gnósticos comunes.

Elementos gnósticos en el Medievo y en el mundo moderno

Si la relevancia del gnosticismo decae a partir del IV siglo, a raíz del cual para los estudiosos ya no se puede hablar de gnosticismo en sentido auténtico, el fenómeno sobrevive en los siguientes, asumiendo nuevas formas y alcanzando a veces dimensiones inquietantes, como con los cátaros. Ciencias como la alquimia y la astrología además de la publicación por parte del humanista Marsilio Ficino (1433-1499), en 1463, del Corpus Hermeticum, una colección de escritos sapienciales de la época helenística atribuídos a Hermes Trismegisto, contribuyen a la difusión de temas gnósticos en la cultura renacimental.

En la época contemporánea además de movimientos, sobre todo elitistas, que se remiten explícitamente a corrientes gnósticas del pasado, no faltaron características gnósticas en fenómenos culturales modernos muy dispares entre ellos: la falta de sentido de la existencia terrena, como en el caso del nihilismo o del existencialismo, el rechazo de la realidad natural con proyectos de intervención radicales, como es el caso de las manipulaciones genéticas. Características gnósticas también se pueden observar en cierta mitología relativa a Internet: si "[...] la pretensión gnóstica - como escribe Giovanni Cantoni - estriba en reconstruir la realidad atribuyendo un estatuto ontológico distinto a "entes de razón" o a "actos de fantasía"", Internet ofrece la posibilidad de modificar la realidad de forma más radical de lo que hasta ahora había sido posible mediante la ideología o la manipulación creando una realidad virtual en cyberspace, en el que cada uno pueda "navegar", desvinculado de los límites del cuerpo.

por Ermanno Pavesi y T. Angel Expósito

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Para consultar: ver algunos textos de Nag Hammadi, en Testi gnostici, a cura de Luigi Moraldi, Unione Tipografico-Editrice Torinese, Turín 1982; un cuadro del gnosticismo antiguo, en Hans Jonas, Lo gnosticismo, trad. it., SEI, Turín 1991; del neo-gnosticismo, en Massimo Introvigne, Il ritorno dello gnosticismo, con una introducción de Giovanni Cantoni, SugarCo, Carnago (Varese) 1993; sobre las características gnósticas de la modernidad política, ver Eric Voegelin, Il mito del mondo nuovo. Saggi sui movimenti rivoluzionari nel nostro tempo, trad. it., Rusconi, Milán 1976; y de la filosófica, Emanuele Samek Lodovici (1942-1981), Metamorfosi della gnosi. Quadri della dissoluzione contemporanea, Ares, Milán 1979; y Ioan Petru Couliano (1950-1991), I miti die dualismi occidentali. Dai sistemi gnostici al mondo moderno, trad. it., Jaca Book, Milán 1989.



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