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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

¿Recuerdan lo que era un buen guión?.

Ha muerto Billy Wilder. ¿Sabría alguien citar una película suya que fuese mala? Si el secreto de la pizza está en la masa, el de una película está en el guión. Los guiones de los films de Wilder eran sólidos como rocas, sin fisuras, de una pieza. Hoy, sin embargo, la mayoría de los guiones son como apuntes tomados al vuelo, inconsistentes, y en el mismo instante en que toman carne ante el espectador, éste los olvida irremediablemente. En abril dos veteranos cineastas españoles han estrenado título: Fernando Trueba, El embrujo de Shanghai; Mario Camus, La playa de los galgos. Dos ejemplos de "guión en pruebas". Merece la pena detenernos en ellos.

La gestación del guión de El embrujo de Shanghai ya es de por sí elocuente. El productor Andrés Vicente Gómez encargó la adaptación al cine de la homónima novela de Juan Marsé nada más y nada menos que a Víctor Erice, uno de los genios indiscutibles del cine español. Después de varias versiones que nunca satisfacían a Andrés Vicente Gómez, éste optó por pagar su sueldo al maestro, ponerle de patitas en la calle y pasarle el proyecto a Fernando Trueba. Erice, despechado, publicó su guión en Plaza & Janés con el título La promesa de Shanghai. Mientras los profesionales y aficionados nos lanzábamos a la calle a comprar y devorar el nasciturus de Víctor Erice, Trueba concluía la película con su propio texto. El guión del primero era mágico, lleno de sugerente sutileza, atravesado por el punto de vista inocente y casi ingenuo de un muchacho de la postguerra barcelonesa. La película de Trueba es todo lo contrario. No hay misterio, no hay lirismo, todo es obvio, incluso burdo y manido. La inquietante y siempre ignota Susana, una adolescente enferma y postrada que es casi la protagonista del guión "ericiano", es en Trueba una "Lolita" basta y provocadora que reduce su atractivo a la mera sensualidad. El uno por ciento de anticlericalismo del primero, engrosa en el segundo hasta un veinte por ciento. Lo más importante es que el guión de Erice provocaba una intensa emoción reflexiva y la versión de Trueba produce un aburrimiento mortal. En fin, Linda Seger, famosa analista de guiones americana, escribió hace años un manual, ya clásico, que se titulaba en español Cómo convertir un buen guión en un guión excelente. Al EI embrujo de Shanghai y su affaire habría que titularlo Cómo convertir un buen guión en un despropósito excelente.

Un juicio distinto merece La playa de los galgos, escrita y dirigida por Mario Camus, el famoso director de Los santos inocentes y El color de las nubes. En el nuevo film está clara su noble intención: reflexionar sobre el sinsentido de la violencia como método de acción política. Se basa en la historia de un etarra arrepentido y fugado, al que su hermano busca para cumplir el último deseo de su madre. La propuesta humana y moral más clara es la de un psiquiatra argentino que representa Miguel Ángel Solá. Frente al odio de la venganza, él propone la alternativa evangélica, en explícitas alusiones a San Pablo. La violencia destruye a la víctima y al ejecutor, sólo deja "deshechos huma-nos", en palabras del personaje. Lo que falta en esta película es la arquitectura de estas ideas en el guión. Un guión forzada-mente arrítmico, perdido en la indecisión, ansioso de abarcar tantas cosas que se desdibuja hasta el mismo estilo del film: ¿es un melodrama? ¿es un thriller? ¿es realista? ¿es poético?... Hay, sin embargo otro mérito que impide hacer una descalificación global de la película: el tangible empeño de los actores. Carmelo Gómez es el actor con más fisicidad del cine español. Cualquier mirada suya, su pesado cuerpo, su increíble voz... son de tina sinceridad que va adquiriendo cada vez más la nobleza de un vino añejo. Claudia Gerini encarna a la perfección la belleza-herida por el mal, la sensualidad atravesada de desesperación. Y por fin, Miguel Ángel Solá que es, sin ninguna duda, une de los mejores actores universales que ha dado el cambio de siglo. Los secundarios Ingrid Rubio y Nicolás Salmerón también dan lo mejor de sí mismos.

La conclusión es sangrante: ¿Por qué una historias con tan buenos ingredientes tie-nen que fallar a causa de unos guiones no suficientemente bruñidos? ¿A qué se debe esta crisis del guión? Dado que la crisis afecta a la literatura en general habrá que pensar que no es una cuestión gremial sino cultural. Ha muerto Billv Wilder. ¿Habrá muerto con él la era del gran guión? ¿Para siempre? Esperemos que no. José Luis Garci, Antonio Giménez-Rico v Rafael Gordon estrenan películas en los próximos meses. Ojalá nos devuelvan la esperanza.
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Juan Orellana

Este artículo ha sido publicado en el número 56 de "Páginas" (mayo, 2002), revista de la Asociación Cultural Charles Péguy de Madrid, (www.paginasparaelmes.com).
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