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Revista Arbil nº 78

Aspasia, la inteligente milesia

por Publio Cornelio

Pericles casó con Aspasia, hetaira -cortesana, rompiendo las convenciones atenienses de matrimonio para sus ciudadanos. Aspasia llegó a ser muy famosa, a pesar de su pésima reputación en el aspecto moral. .
Claro, que estas cosas de hace veinticinco siglos, en que un alto gobernante se casa con una hetera, que acaba dominándolo, ya no suceden.
¿O sí?

El siglo V antes de Cristo marcó el momento de máximo apogeo de la democracia ateniense. Pericles fue uno de sus principales artífices, contribuyendo al embellecimiento general de la acrópolis, gracias a su política imperialista y al mal uso de los recursos de la liga delo-ática, de la que hacía cabeza Atenas.

Plutarco nos refiere en la biografía que dedica a este insigne estadista que Pericles estaba casado con una ateniense, con la que tuvo tres hijos, Calias, Jantipo y Paralo -aunque también se menciona que su esposa había tenido a su primer hijo de un anterior matrimonio con Hipónico-. Pero por la razón que fuere, se divorciaron.

Pericles había conocido a una milesia, Aspasia, que era conocida como hetaira -cortesana-. No era ciudadana ateniense, lo que era requerido para que los descendientes de aquel nuevo matrimonio fueran ciudadanos atenienses. Pericles hizo caso omiso de las leyes, en este caso, y del ejemplo que todo buen gobernante ha de dar a su pueblo. La prefirió a todas las demás mujeres por ser, en opinión de Plutarco, "mujer sabia y astuta". Pero se añade una cosa más: "Dícese que en el procurar dominar a los hombres de poder, siguió el ejemplo de Targelia de los antiguos jonios". Aspasia sabía lo que quería cuando fue a buscar a Pericles, después de que Pericles se fijara en ella, como mujer conocida que llamaba mucho la atención.

Si Pericles tenía entre sus amigos a algunos sofistas, entre ellos Anaxágoras, Aspasia la milesia encajará perfectamente en este círculo de amistades. Ya se sabe que este filósofo, como el propio Pericles, era un poco descreido respecto de las divinidades tradicionales. Pero nuestra alta dignataria se movía como pez en el agua en esos ambientes "intelectuales". Tan es así, que "el mismo Sócrates con sujetos bien conocidos frecuentó su casa, y varios de los que la trataron llevaban mujeres a que la oyesen", como si fuera una locutora en la actualidad, o de otro medio de comunicación de masas.

Platón nos muestra en una de sus obras, el Menexeno, a la milesia Aspasia que alaba la capacidad de las mujeres para concebir y criar hijos, lo cual no parece estar muy en sintonía con su vida personal y parece deberse a una clara ironía. Aunque es cierto que en aquel momento no hablaba a hetairas como ella, sino a dignas y nobles ciudadanas, entre las que ahora tenía un puesto como "primera dama".

Aspasia llegó a ser muy famosa, a pesar de su pésima reputación en el aspecto moral. No solo entre las mujeres, ni entre los filósofos, que se hacían voces de ella. Plutarco refiere que, según se decía, el mismo Ciro cambió el nombre de la más querida de sus concubinas, a la que pasó a llamar Aspasia. Por lo que parece, era un nombre de boca en boca, pero sobre todo de tálamo en tálamo.

Aspasia fue acusada del crimen de irreligión por el poeta Hermipo. No tenemos más detalles sobre este particular, salvo el resultado negativo de la misma. Dice Plutarco -que cita a Esquines- que Pericles intercedió por Aspasia en el juicio, "vertió por ella muchas lágrimas, haciendo súplicas a los jueces". ¿Se imaginan a un jefe de Estado actual en esas circunstancias? ¿Llorando para demostrar que su esposa, una hetera, no era irreligiosa?

A Aspasia le atribuyen el que Pericles iniciara la guerra contra Samos, por no haber cedido estos en sus enfrentamientos con los de Mileto. Hasta aquí parece que llegó la influencia de esta mujer sobre el primero de los atenienses, el "padre" de la democracia, el "motor" de la liga delo-ática.

Y es que el pobre Pericles debía de estar locamente enamorado de su hetera. Recordemos que en esta época no se debían manifestar en público los sentimientos entre varón y mujer. De ahí que se diga con cierto desdén que lo que sedujo a Pericles fue una pasión amorosa. Un hombre seducido por sus pasiones es un hombre poco racional. Y le daba un ósculo en la plaza pública. Los atenienses comenzaron a motejarla en las comedias con los apodos de nueva Onfale -reina lidia de la mitología-, Deyanira -esposa de Heracles- o Juno, mujeres o diosas que se caracterizaban por su impudicia. En una época en que estaba mal visto mostrar el amor, los nuevos tórtolos -por segunda vez, claro-, no tenían demasiado reparo en demostrarlo en el lugar más público de todos, como si en la actualidad lo hubieran retransmitido por la televisión, vaya.

Fruto de su relación amorosa, Aspasia y Pericles tuvieron un hijo. En la guerra del Peloponeso, Pericles morirá víctima de la peste. La pobre Aspasia se consolará rápidamente casándose con otro ateniense, Lisicles, con quien tendrá otro vástago. Dice Esquines que este Lisicles era carnicero, lo que se corresponde bastante con los gustos de nuestra Aspasia, una mujer realmente seductora, y por lo que parece, con unas excelentes dotes de persuasión y como comunicadora.

Claro, que estas cosas de hace veinticinco siglos, en que un alto gobernante se casa con una hetera, que acaba dominándolo, ya no suceden.

¿O sí?

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Publio Cornelio

 

Revista Arbil nº 78

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