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Revista Arbil nº 78

Cine, naturaleza y perfección: Leni Riefenstahl, la autora maldita.

por Francisco Torres García

El documental y el cine netamente político tuvo en el siglo XX una gran autora, Leni Riefenstahl. La trascendencia de su obra ha superado la maldición que supuso su adscripción a la Alemania derrotada en la II Guerra Mundial. Sus cintas son, en realidad, muy superiores a las del celebrado Eisenstein, a las breves incursiones de Ford o la larga serie de afamados documentalistas que han continuado el camino abierto por Riefenstahl. Tratar de analizar su obra desde un punto de vista meramente artístico continúa siendo, salvo para reducidos ambientes, un problema, pero la influencia de esta directora es tal que el cine documental no ha podido escapar a su influyo, constituyendo un referente clásico.

La obra de Leni Riefenstahl tiene un gran tema desarrollado desde múltiples perspectivas, un tema que, como artista, le obsesionó a lo largo de toda su vida: la fuerza, la armonía y la perfección de la Naturaleza. Su propia vida, contada con mayor o menor grado de realismo, es un trasunto de esta idea, de tal modo que existe una clara simbiosis entre sus formas, biografía y comportamiento con lo que transmite en los fotogramas.

La vida real de Leni Riefenstahl, nacida prácticamente con el siglo XX, para el mundo del arte, se inició como bailarina en el Berlín de 1923, contaba veintiún años. Aquella muchacha, que a lo largo del tiempo acentuaría una sorprendente imagen de fragilidad en un mundo de claro predominio masculino, sorprendía a sus coetáneos bailando descalza, quizás porque, como ella misma recordaría, se había criado como "una hija de la naturaleza", imagen que luego consagraría en sus primeras películas. Una inoportuna lesión le impidió seguir una prometedora carrera. Sin embargo, el Berlín de aquellos años era un hervidero de experiencias artísticas. El expresionismo alemán era un referente. El cine pronto reparó en la fuerza que aquella mujer era capaz de transmitir, algo fundamental para el cine mudo de entonces.

En 1926 las pantallas alemanas acogían la proyección de "El monte sagrado"; una película de un género entonces muy en boga: la montaña. En aquella y otras cintas Leni era la encarnación de esa fuerza de la naturaleza; parecía formar parte de las roscas que escalaba de forma libre, descalza. El mundo del cine comenzó a rendirse ante la fuerza que transmitía la artista, totalmente opuesta a la ambivalente de otra estrella entonces en ciernes, Marlene Diectrich.

El 24 de marzo de 1932 en el Palacio de la UFA en Berlín, Leni Riefenstahl estrenaba su primera gran obra como autora, "La Luz Azul". Una fantasía en la que una criatura de la montaña, Junta, papel que ella misma asumía, vivía en un mundo ideal simbolizado en los brillos cristalinos de las rocas, un mundo, un sueño que es finalmente destruido. Un tema omnipresente en su vida, porque los sueños de sus tomas son destruidos, una y otra vez, por la realidad que esconden o por el devenir de las fuerzas externas.

Una mujer directora en la época era una anomalía, mucho más cuando mostraba algo consustancial con una industria que se desarrollaba a pasos acelerados: ingenio y capacidad de innovación.

Cuando se visiona "La Luz Azul", independientemente de la fuerza imperecedera de muchas de sus imágenes, es fácil rastrear todo cuanto va a ser Leni Riefenstahl en el mundo del cine: la investigación permanente a la hora de encontrar los filtros, las lentes y el tipo de película más adecuado para lograr unos efectos previamente planificados; el dominio absoluto de la posición de la cámara; el aprovechamiento de la realidad para captarla y luego incluirla adaptándola a la ficción que se quiere narrar; la concepción de la obra cinematográfica como una unidad artística en la que el tema ha de ir indisolublemente fundido con la configuración de las imágenes; la especialísima sensibilidad que convierte cada fotograma en una composición pictórica, como sólo lograrían hacerlo grandísimos directores como John Ford; y, como no, el absoluto dominio de las imágenes a la hora de montarlas para darle vida propia, el gran secreto de sus películas documentales que nunca fueron documentales. De ahí que la obra, perseguida y censurada, de Riefenstahl influyera en directores tan antitéticos como Capra, Chaplin, Buñuel, Fassbinder, Coppola, Sáenz de Heredia o fuera admirada ardientemente por Disney.

El encuentro con el Tercer Reich.

Leni Riefenstahl ya era la gran promesa cinematográfica, la gran directora en ciernes que luego fue y que la persecución desatada tras la II Guerra Mundial prácticamente destruyó, antes de conocer a Adolfo Hitler. Si creemos sus diversas recreaciones vitales, Leni no estuvo preocupada por lo que sucedía en la política alemana hasta 1932. No ocultaba la preocupación genérica que existía por el futuro de Alemania y no parece que la crisis general que vivía el país le afectara de forma importante, estaba alejada del mundo real debido a su carrera. Sin embargo eso debió cambiar a principios de los treinta. A finales de febrero de 1932 asistió por primera vez a un acto nazi en el Palacio de los Deportes de Berlín.

"Era difícil encontrar sitio -recuerda Leni-. Pude sentarme apretujada entre personas excitadas y ruidosas. Me arrepentía de haber ido, pero era casi imposible abandonar el recinto, esas masas humanas obstruían las entradas.

Finalmente, con retraso, apareció Hitler, después de que una orquesta de viento hubiera tocado una marcha otra otra. La gente se levantaba de un salto de sus asientos, gritaba como fuera de sí: ¡Heil, Heil, Heil! Durante minutos. Yo estaba sentada demasiado lejos para poder ver la cara de Hitler. Cuando se extinguieron las aclamaciones Hitler habló.

Curiosamente en aquel mismo instante tuve una visión casi apocalíptica que nunca pude ya olvidar. Para mí fue como si la superficie de la tierra se extendiese delante de mí, en una semiesfera, que de pronto se escindió por el medio y arrojó un gigantesco chorro de agua, tan enorme que tocó el cielo y sacudió la tierra. Yo estaba como paralizada. Aunque no entendí gran cosa del discurso, actuó sobre mí de un modo fascinante. Un fuego de tambor atronaba los tímpanos de los oyentes y noté que éstos habían sucumbido al magnetismo de aquel hombre. Dos horas después, me encontraba estremecida de frío… con tanta intensidad repercutía en mí la experiencia de aquella asamblea. Nuevos e inesperados pensamientos cruzaban por mi mente. ¿Desempeñaría aquel hombre un papel en la historia de Alemania, y sería para bien o para mal?"

Nunca ocultó Leni, y así lo mantuvo a lo largo de su vida, la fascinación que Hitler le causó, pero siempre mantuvo su alejamiento y desvinculación del partido, así como su ignorancia con los aspectos más amargos del Tercer Reich. De sus memorias se desprende una cierta exoneración de Hitler y una responsabilidad mayor en sus subordinados. Si seguimos sus confesiones, tanto en sus memorias como en algunas larguísimas entrevistas filmadas concedidas en la última década de su vida, fue crítica con la política seguida contra los judíos antes de la II Guerra Mundial. Sin embargo, siguió en la línea de explicar esos años de su vida en la clave de lo que le sucedió a millones de alemanes. Tesis que ahora comienzan a asumir públicamente muchos historiadores al compartir la idea del "no sólo Hitler".

Hitler estaba entusiasmado con al obra de Leni Riefenstahl. Había visto "La luz Azul" así como las películas de montaña, que muchos críticos consideran como protonazis, lo que no es sino una interpretación a posteriori. La amistad real entre ambos se fue cimentando en breve tiempo. Leni formó parte del círculo de amigos de Hitler a quien visitó por última vez el 21 de marzo de 1944. Recién llegado a la cancillería del Reich, Hitler quería a Riefenstahl para realizar grandes películas, fuera del control del partido, sobre Horst Wessel o sobre el propio NSDAP, pero Leni rechazó esta primera invitación.

La cercanía de Leni a Hitler le ganó amigos y enemigos en la cúpula nazi. Parece evidente que el doctor Goebbels, por quien pasaba toda la propaganda y la puesta en práctica y desarrollo de los planteamientos estéticos del nazismo realizados por el propio Hitler, pronto vio en Leni un poderoso rival. Entre la corte de Hitler, Leni contaba con importantes apoyos, entre ellos destacaba el arquitecto Albert Speer, el hombre que diseñaría el marco arquitectónico que acogería los congresos del partido y por tanto el plató de una de las dos grandes obras de la directora alemana.

El Triunfo de la Voluntad.

En agosto de 1933 la carrera de Leni experimenta un giro trascendental, el que le llevará a las cárceles, los juicios, el proceso de desnazificación, el ostracismo y la persecución de su obra tras la II Guerra Mundial. Acepta realizar su primer gran documental sobre el congreso del Partido, "El Triunfo de la Fe". La cinta, muy maltratada por las mutilaciones, hasta tal punto de ignorar si hoy la podemos contemplar en su concepción íntegra, es un ensayo de lo que sería "El Triunfo de la Voluntad". Cuando se contempla resulta evidente que no cuenta con la riqueza de medios con que contaría un año más tarde, pero en ella está en síntesis lo que hará que los documentales de Riefenstahl se transformen en películas: el ritmo y la variedad de las imágenes junto con un poderoso montaje.

La posición adquirida dentro del aparato del poder le permitirá iniciar los preparativos de otro gran proyecto "Tierra baja", un drama situado en la España de Goya que se convierte en un fuerte alegato antixenófobo. Una obra que las circunstancias de la guerra primero y la condena y el ostracismo tras la guerra después impedirán que se concluya hasta 1954.

Hitler también debió comprender que con los medios adecuados y evitando toda injerencia del Ministerio de Propaganda, Leni podría hacer una obra maestra e imperecedera con los moldes estéticos del congreso nazi, de ahí su empeño en que rodara el siguiente congreso del partido. Quería, recuerda Riefenstahl, "un documento artístico" y no un documental; por eso le dio plena autonomía.

Leni puso todo su ingenio en la producción: cámaras móviles, algo que ya había utilizado Abel Gance en Napoleón pero sin la pericia de la directora germana; cuidadosamente buscó emplazamientos múltiples que le permitieran captar la misma escena de la forma más variada posible; y hasta diseñó un curioso sistema de rotación de cámaras para rodar con vida los monótonos discursos políticos, algo en lo que nadie la ha superado; experimentó con luces, reflectores, antorchas de magnesio y cuanto tuvo a su alcance para lograr grabar imágenes nocturnas de un impacto difícilmente superable. Ahora bien, todo ello no sería más que cinta, más o menos preciosista, sin la labor de montaje personal de Leni. Horas y horas, días y días, delante de la mesa hasta conseguir los efectos deseados dando narración a una película sin guión ni narración. Hasta tal punto cuidó su obra que una vez preparada la partitura se atrevió a dirigir ella misma la orquesta, para lograr una perfecta sincronización entre el tiempo musical y lo que se ve en la pantalla, adecuando los cambios a los saltos y a los distintos tiempos causados por el rodaje manual de entonces.

La proyección, hoy imposible, de "El Triunfo de la Voluntad" fue un éxito tanto en Alemania como en media Europa. La película sería exhibida en la Exposición Internacional de París obteniendo la Medalla de Oro en la Francia del Frente Popular.

No terminaron ahí los rodajes, poco después realizó para la Wehrmacht, "El Día de la Libertad", hoy prácticamente ignorada.

"El Triunfo de la Voluntad" está considerada como la mejor película de propaganda política de la historia. Para muchos, reconociendo la impresionante fuerza de las imágenes, que pudieron derrotar al propio Buñuel cuando remontó la película en EEUU como propaganda antinazi, la película es un producto del mal y por tanto merece el ostracismo a que ha sido sometida. Para la progresía, pese a que muchos cineastas de izquierda admiraron y admiran a Leni, es imposible disociar la obra del artista de la política a la que sirvió, aunque, naturalmente, tal norma no rece para quienes cantaron las glorias de Stalin o del comunismo. El film de Leni era, en definitiva, muy superior, en su calidad narrativa a los del propio Eisenstein

El principal problema que presenta "El Triunfo de la Voluntad" es que sus imágenes, repetidas hasta la saciedad en decenas de programas documentales sobre el Tercer Reich, sin mencionar la autoría, constituyen la imagen estética del nazismo que todos tenemos en la retina. Esa estética existía antes de las imágenes de Leni, pero no es menos cierto que "El Triunfo de la Voluntad" le dio una entidad inimaginable, hasta tal punto que resulta imposible disociar el nazismo de esa película. Obviando los análisis de los críticos y revisando las numerosas ocasiones en que la propia Leni explicó las imágenes, sobre todo en un fantástico documental alemán de hace una década, parece evidente que Leni diseñó o contribuyó a determinados aspectos de aquel magno congreso que atrajo personalidades de todo el mundo. Es imposible admitir que la cuidadosa Leni, que era una maestra del montaje y de la preparación escénica, no instruyera sobre los movimientos que quería captar o no los captara una y otra vez hasta conseguir el efecto deseado, en la distribución de las masas e incluso en la colocación, actitud y acción de determinados grupos. Ejemplos destacados de ello son las famosas escenas de los tambores de las juventudes hitlerianas o las de las SS bajando al compás las escaleras del gigantesco espacio diseñado por Speer en Nuremberg. A la ya de por si espectacularidad del Congreso, Leni añadió los contrastes, las luces y las sombras, el modo de enfocar y de presentar lo que estaba sucediendo.

Ahora bien, en "El Triunfo de la Voluntad" están los mismos temas que Leni llevaba planteando desde "La luz Azul": un idealismo desaforado en el que los brillos de las rocas que cautivaban a Junta son sustituidos por el mar de uniformes y banderas del partido; la belleza tranquila y alegre que aparece en esos rostros que le obsesionan, en los que busca la perfección natural; el movimiento casi sinfónico de la naturaleza en orden que aquí son las formaciones, pero que luego serán los deportistas de Olympia, los Nuba africanos o, incluso, las formas submarinas de su última película.

Olympia: los primeros síntomas de persecución.

Nadie podía dudar de que la película sobre los juegos olímpicos que se iban a celebrar en Berlín en 1936, tenía que ser rodada por la aclamada directora alemana. La producción de "Olympia" absorbió a la autora hasta que no concluyó su montaje final en 1938. Todos los efectos y avances que Leni había desarrollado en "El Triunfo de la Voluntad" se multiplicaron en la película de los juegos olímpicos, el mejor film de deportes de la historia todavía no superado. Algo de lo que tuvo conciencia la propia Leni cuando en 1949 le propusieron rodar los juegos de Helsinki.

Leni volvió a lograr hacer de un documental una película donde el ritmo de las imágenes, los ejercicios retratados desde puntos de vista, a veces, imposibles, constituyen el nexo narrativo de una historia inexistente. "Olympia" es, en conjunto, más que nada, una exaltación de la fuerza de la naturaleza humana, de la potencia del hombre y de la perfección de los cuerpos en movimiento, que en la mente de la autora retrotraen al mundo actual a los marcos de la belleza clásica, tal y como nos sugiere en el impactante comienzo de la película. El metraje que nos lleva al mundo clásico, a las estatuas que se convierten en deportistas sin necesidad de recurrir al moderno ordenador y a los trucos digitales, los deportistas prácticamente desnudos en un paraje eterno y el caminar de la antorcha, que Leni rodó de forma independiente al momento real, es, aún hoy, de una belleza plástica y de una fuerza impactante. Quizás por ello en Francia fue subtitulada como "Los Dioses del Estadio".

Europa se rindió ante el arte de Leni Riefenstahl, siendo posiblemente la única película de los juegos exhibida de una forma comercial en tantos lugares y que ha seguido proyectándose, aunque, a veces, terriblemente mutilada, ya que la cinta sufrió también un proceso de desnazificación.

La película cosechó numerosos éxitos. Hasta Stalin felicitó a la autora. En la Bienal de Venecia llegó a competir y ganar nada más y nada menos que con la inmortal "Blancanieves y los siete enanitos" de Disney, quien fue un rendido admirador de la artista. Fue en la gira promocional por los EEUU cuando Leni advirtió levemente lo que le aguardaba en el futuro. Las Ligas Anti-Nazi boicotearon la película, alabada por los cineastas del momento, y en la prensa se la presentaba como la amante de Hitler.

El montaje íntegro de "Olympia" trató de ser rescatado por Leni después de la II Guerra Mundial. La visualización de la cinta permite borrar alguna de las leyendas que sobre los juegos y ellas misma circulan. Leni, obsesionada por los cuerpos, el movimiento, las capacidades estéticas que le ofrecía el deporte, en ningún momento margina a los atletas de color. Las famosas y repetidas escenas, magnificas las de la carrera, de Jesse Owens son de Leni, basta con observar los fotogramas de los instantes de la salida de Owens en la carrera decisiva para reafirmar lo dicho. También desmiente la leyenda de que Hitler abandonara el estado por no estrechar la mano de un negro. Lo cierto es que Hitler hizo eso el primer día con los deportistas, después le fue prohibido por el COI.

A pesar de todo,"Olympia" contó con una larga vida. En 1959 varios cine-clubs alemanes plantearon la exhibición de la cinta. Ello permitió la primera reconstrucción de la cinta por parte de la autora, aunque tuvo que eliminar varios minutos de escenas en las que aparecía Hitler. Después la cinta fue exhibida en algunos cines. Al llegar los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 se planificó una nueva exhibición, pero esta vez las protestas lo impidieron. Leni fue contratada como fotógrafa de los juegos por la prensa británica, lo curioso es que tantos años después sus fotografías recreaban con un encuadre similar los fotogramas de "Olympia". El Sunday Times sufrió numerosos ataques por haber contratado a Riefenstahl. La persecución continuó, en los juegos olímpicos de Montreal, fue invitada de honor como poseedora del Diploma Olímpico. La prensa canadiense lanzó una importante campaña contra ella: su presencia era "una vergonzosa afrenta contra el espíritu olímpico". En 1982, con motivo de la Semana Olímpica celebrada en Lausana, el COI programó la exhibición del Olympia. Samaranch cursó una invitación especial a Leni. Las manifestaciones y las protestas dieron como resultado la sugerencia oficial de que no acudiera. Samaranch le envió una bandeja de plata grabada.

La persecución.

La guerra paralizó en buena medida el trabajo de Leni Riefenstahl. Se sabe que durante algunos meses estuvo en los frentes como reportera de guerra pero, de momento, no se conocen sus filmaciones en profundidad. Con el sonido de los bombardeos y el ataque definitivo Leni no tuvo más obsesión que poner a salvo su obra. No siendo especialmente buscada fue detenida tres veces por los norteamericanos logrando fugarse. Finalmente detenida fue conducida a la cárcel de Salzburgo y después al campo de prisioneros del VII ejército americano. Los interrogatorios se sucedieron junto con las proyecciones e imágenes de los campos de concentración: "me resultaba inconcebible relacionar a Hitler, tal como yo le conocía, con aquellos hechos terribles. Pero dentro de mí fueron suscitándose las dudas, más y más cada vez. Yo quería saber la verdad, por mucho que me doliese. Me parecía difícil imaginar que órdenes de tanta trascendencia pudieran ejecutarse sin conocimiento de Hitler. ¿Pero como podían compaginarse aquellos horrores con las palabras que al principio de la guerra le oí en Zoppot, cuando dijo indignado: Mientras haya todavía mujeres y niños en Varsovia no se disparará".

Tras semanas de interrogatorios fue puesta en libertad en junio de 1945 sin cargos. Un mes después era detenida por los franceses. En la cárcel llegó a pedir un veneno. A su madre le dijeron: "Su hija fue la amante de Satán, nunca podrá volver a ver un pedazo de cielo". Puesta en libertad le fueron confiscados sus bienes y entre ellos las cintas de sus películas. Pero aún quedaban los tribunales de desnazificación. En diciembre de 1948 Leni fue declarada no afectada por la Ley. Los franceses protestaron y un segundo juicio se celebró al año siguiente. En estos juicios no se contaba con abogado pero Leni volvió a ser absuelta. En 1949 la acusaron de haber empleado gitanos sacados de los campos de concentración en el rodaje de Tierra Baja.

Pronto comprendió que sería muy difícil su vuelta al cine, pero quería recuperar sus cintas. Los archivos en Munich se habían salvado. Leni pudo revisarlos, allí estaba todo el material pero dependía de los americanos, cuando por fin accedieron a devolverlo no quedaba prácticamente nada. Leni pensaba que se había perdido hasta que en los ochenta comenzaron a encontrarse en la Biblioteca del Congreso de Washington. La vida de Leni se convirtió en una interminable red de procesos y lucha por su obra. Quería trabajar, culminar Tierra Baja y rodar Los diablos rojos. En 1951 parecía que podía volver, remontaba La Luz Azul, la Cinemateca francesa le anunciaba la devolución de sus películas, pero en 1952 la acusaron de presenciar matanzas de judíos en Polonia. En 1954 logró estrenar Tierra Baja pero la presión sobre los productores impidió iniciar el rodaje de su nueva película.

África: un espacio para el artista.

Comprendiendo que resultaría muy difícil seguir su carrera en Europa, pese al reconocimiento cinematográfica, Leni decidió emprender una nueva vida en África. Pensaba rodar una película en África, Cargamento Negro. El proyecto no salió adelante. En 1962 Leni Riefenstahl encontraba un nuevo espacio para su arte, las tribus Nuba y Masai. Sus fotografías darían la vuelta al mundo, aunque no se librarían de ser identificadas como restos de su ideología nazi por la perfección corporal captada. Según Leni esas fotos eran "cuadros bíblicos como de los tiempos primigenios de la humanidad". Intentó rodar otro de sus documentales-película, un nuevo "Triunfo de la Voluntad", pero las desgracias sufridas con el material sólo le permitieron un breve pero impresionante documental. África se convirtió para Leni en su paraíso perdido, en el mundo ideal de Junta en la Luz Azul que por fin podía recuperar. Un mundo ideal que también acabaría destrozado por la llegada de la civilización. Quizás por ello o por la impresionante sed de aventuras que poseía se lanzó a la fotografía y al reportaje submarino. Su última gran obra.

La fotografía y su lucha personal comenzaron a reivindicar a Riefenstahl, o al menos a sacarla del ostracismo. Se le sugirió que admitiera su culpa durante el nazismo lo que le abriría numerosas puertas. Se negó. A mediados de los ochenta comenzó a reivindicarse personalmente, escribió un interesante libro de memorias y trabajó en varios documentales sobre su obra, pero no escapó al odio de la izquierda en ninguno de los lugares donde compareció.

Probablemente dentro de unos años su obra comience a ser reivindicada, porque como le escribió Cocteau: "¿Cómo podría yo no ser un admirador suyo, siendo usted como es el Genio del Cine y habiendo elevado usted el Cine a una altura que raramente ha alcanzado?"..

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Francisco Torres García

 

Revista Arbil nº 78

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