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Revista Arbil nº 79

Editorial: Pecar de omisión

Reacciona cuando te agredan: No permitas que hieran tus sentimientos religiosos Que se aplique la Constitución y las leyes

Casi a diario asistimos a la mofa pública y al escarnio de la Fe en obras de teatro, artículos de opinión, programas de televisión, exposiciones “culturales”... una suerte de conductas asociadas a la incapacidad personal (y a la imposibilidad material) para refutar con lógica. Vuelve una y otra vez, de forma recurrente, esa rancia “progresía” iconoclasta que necesita ofender para consagrar el error, que trata de ridiculizar para que la profesión de la Fe sea un acto heroico o una actitud vergonzante.

Algún católico podrá consolarse pensando que su falta de respuesta no es pasividad sino la disposición evangélica a poner la otra mejilla. No obstante le invitamos a pensar si además de desagraviar en contadas ocasiones y de contemporizar permanentemente con el error (renunciando a ser luz en las tinieblas, sal de la Tierra y fermento de la masa), somos proclives por lo general a ceder el manto cuando alguien nos reclama NUESTRA túnica (léanse injustas vindicaciones sucesorias, pactos retributivos no respetados, infundios personales sin fundamento, cobro de importes indebidos...). Quizá es que estamos muy dispuestos a poner la mejilla de la Iglesia (o incluso la cabeza) y sin embargo no arriesgamos ni el ribete de nuestra túnica.

También se puede buscar otra justificación: es que el ordenamiento jurídico no acompaña. Pues bien, a pesar de todas las dejaciones del legislador podemos leer en el artículo 525.1 del código penal que “Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.”

¿Denunciamos alguna en adelante? ¿Hacemos valer nuestros derechos, o mejor, los derechos de Dios? Con la prepotencia que avasallan algunos enemigos de la Verdad podríamos de vez en cuando darles un susto (muy legal) que redundaría además en beneficio de su humildad personal.

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Revista Arbil nº 79

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El alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera
(Ortega OC IV 148)