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Revista Arbil nº 79

Terrorismo y globalización

por Fernando J. Vaquero

Terrorismo y globalización: dos impactantes realidades del siglo XXI que, desde el 11 de septiembre y el 11 de marzo, marchan a la par. Unas reflexiones al respecto

Los atentados acaecidos en Madrid el pasado 11 de marzo, con sus cerca de doscientas víctimas mortales y un altísimo número de heridos, han golpeado la sensibilidad y la conciencia de los españoles. Es imposible comprender los rapidísimos cambios entonces desatados, sin tener muy presentes las características y naturaleza de los atentados sufridos. En esa fecha, que ya ha pasado a nuestra historia, España padeció, en cientos de personas concretas, una de las expresiones más negras e imprevisibles de la moderna globalización.

También el terrorismo debe entenderse desde la perspectiva que nos proporciona el fenómeno planetario de la globalización. Y, en esta ocasión, el protagonista de ello ha sido el fundamentalismo islámico, pionero de esta novedosa modalidad de guerra del siglo XXI; si bien pudo realizarlo cualquier otro grupo terrorista consecuente con su dinámica original, sus motivaciones ideológicas y su inserción en la época actual.

El terrorismo obedece a una estrategia muy concreta mediante la que un grupo pequeño, motivado y muy bien formado, pretende forzar un cambio político mediante un enfrentamiento armado asimétrico que persigue la derrota -o la claudicación- de su enemigo. Ni el tiempo, ni el espacio (ambos, factores determinantes de la guerra convencional), ni las reglas asumidas mayoritariamente por una sociedad concreta o, incluso, por la sociedad internacional; nada de todo ello es obstáculo para este nuevo tipo de conflicto armado que, sin duda, marcará este nuevo siglo.

El terrorismo moderno fue iniciado por los nihilistas rusos en su lucha frente al régimen zarista. Desde entonces, finales del siglo XIX, se ha practicado abundantemente y con un protagonismo creciente; siendo las guerrillas marxistas - leninistas las que lo aplicaron con una elaboración teórica más depurada, un indudable voluntarismo y una despiadada resolución. Pero tales guerrillas están en declive, habiendo desaparecido la mayoría de ellas en los últimos años. No podía ser de otra manera. La caída del Muro de Berlín, el hundimiento de los regímenes marxistas en buena parte del mundo, la revisión del comunismo en China, las mutaciones ideológicas de los partidos comunistas occidentales, etc., han influido decisivamente en esta corriente de la historia.

El actual terrorismo islamista desborda a la guerra convencional y al terrorismo "clásico", ya lo veíamos, con algunas de las características -además- de la globalización. Empleo de las modernas tecnologías, comunicación por internet, descentralización organizativa y centralización estratégica, voluntad de ocasionar el máximo daño posible, resonancia mediática, sofisticado cálculo estratégico, persecución con sus acciones de consecuencias económicas de efectos planetarios... Y todas esas características concurren en la matanza del 11- M. Tal vez falte una: el valor simbólico del lugar elegido, evidente en el caso de las Torres Gemelas, y escasamente evidente en la Estación de Atocha.

España ha sido víctima, por lo tanto, de un acto de terrorismo pensado fríamente con una implacable y calculada lógica. Este terrorismo elimina, conscientemente y con mayor decisión que sus antecesores, la frontera entre combatientes y población civil; circunstancia que, en definitiva, es una elevación cuantitativa, que no cualitativa, de las prácticas del terrorismo clásico.

ETA no ha alcanzado los niveles letales del terrorismo islámico, parece ser. Pero, sin duda, para sobrevivir en este nuevo siglo, deberá adaptarse y tomar de la globalización cuantas técnicas le permitan continuar con su "larga marcha". De hecho, ya lo vienen haciendo en buena medida: nuevas tecnologías, dispersión geográfica de sus bases operativas, ingeniería financiera...

No todos los terrorismos contemporáneos son idénticos o asimilables, aunque compartan muchas de sus características. Así, se ha llegado a afirmar que la participación de terroristas suicidas es una de sus características determinantes. Pero no es cierto. Si algunas organizaciones se han servido de estos modernos kamikazes, ha sido, exclusivamente, para obviar una de las mayores dificultades que se presenta en todo acto terrorista: la huida del escenario del atentado. Es decir, por una finalidad meramente utilitaria. Y, todo indica que, para la planificación de los atentados de Madrid no fue necesario; lo que induce a extraer algunas conclusiones acerca de los -aparentemente poco estrictos- niveles de seguridad españoles calculados por los estrategas de la matanza del 11-M. Pero más enseñanzas, de todo ello, deberán extraerse para el futuro, si queremos que nuestra sociedad se defienda con eficacia y libertad.

España está sometida, por tanto, a una dramática coyuntura. Un terrorismo "clásico", el de ETA, no había sido superado, cuando se sufre, de golpe, el acoso del islamista de la era de la globalización: desconocido, imprevisible, opaco. Y más cuando puede camuflarse con facilidad entre los cientos de miles de musulmanes residentes en España; una auténtica sociedad, paralela a la española, hermética y con escasas conexiones.

País Vasco y Navarra.

También en Navarra los atentados del 11 de marzo han tenido consecuencias imprevisibles.

Al igual que en el resto de España, se ha producido una movilización del electorado izquierdista, y de algunas franjas de electores de centro, en torno al PSOE, lo que le ha permito una notable recuperación electoral, en perjuicio de una humillada Izquierda Unida, que nadie garantizaba días atrás.

Así, en la Comunidad Foral el PSOE de un escasamente carismático y muy cuestionado Lizarbe, sólo se encuentra a 13.000 votos de UPN; partido que vuelve a ganar las elecciones, gracias a los 125.000 votos obtenidos, y pese a los 25.000 perdidos, 1 de cada 6, que es posible hayan recalado en su mayor parte en el PSOE. Probablemente, esos votos nunca fueron de UPN; tal vez un préstamo coyuntural que buscó temporal acomodo en UPN ante un PSOE entonces, de la mano de Roldán, Urralburu y demás, en bancarrota.

La sorpresa -relativa, nosotros ya lo esperábamos- la ha proporcionado la coalición nacionalista Nafarroa Bai, que ha obtenido unos 61.000 sufragios y una diputada. Ha logrado aglutinar a todo el voto nacionalista "moderado" de PNV y EA, a todo Batzarre, así como a la mayor parte del abertzalismo radical, vehiculado a través de Aralar; si bien los herederos de Batasuna aseguran que mantienen, todavía, una base de 15.000 seguidores incondicionales, lo que parece plausible y que no puede olvidarse.

En este contexto, electoralmente Navarra se ha manifestado de izquierdas, lo que de cara a próximas convocatorias electorales puede acarrear consecuencias importantes y previsibles. No es de descartar, en un contexto de auge del nacionalismo periférico y de la izquierda en general, se persiga una versión navarra del modelo catalán: una coalición "de progreso". Lo intentarán, antes o después. Al menos una incógnita se ha despejado: el PSOE no ha sido desbordado por Nafarroa Bai, lo que no es poco y permite, al menos a medio plazo, augurar que la estabilidad institucional de Navarra podrá mantenerse sin sobresaltos.

En el País Vasco, la transferencia de votos también se ha producido desde el Partido Popular al PSE-PSOE, al sumar los tres escaños que pierden los populares y buena parte de sus votos. El Partido Popular vasco debe analizar hasta que punto esa pérdida de votos se debe exclusivamente al impacto del 11-M o, por el contrario, también ha concurrido un desgaste de la política de firmeza que -con tanto sufrimiento- ha mantenido allí, con el alejamiento progresivo del PSE-PSOE de Patxi López.

El PNV y EA mantienen similares niveles de representatividad, 7 y 1 diputados, respectivamente, si bien PNV aumenta votos en parte procedentes de la izquierda abertzale y de la propia EA.

Los herederos de Batasuna conservan un nivel de apoyos que ellos mismos han calculado en unas 105.000 personas, lo que constituye un éxito para esta realidad política, fortalecida moralmente por el papel protagonizado por Arnaldo Otegui en la gestión de la crisis del 11-M, si bien debe señalarse que también han perdido unas decenas de miles de votos que han recalado en el PNV y no en Aralar-Zutik.

De fracaso puede calificarse, por lo tanto la nueva incursión electoral de Aralar-Zutik, que ha cosechado un número de votos similar al de las pasadas elecciones municipales y autonómicas; al contrario que en Navarra, donde sí ha sabido capitalizar la voluntad mayoritaria de este sector a través de ese concreto proyecto político, cultural y social.

Buena parte de los comentaristas políticos, tanto nacionales, como los de la Comunidad Autónoma Vasca, coinciden en una probable aproximación de posturas entre PSE-PSOE y el PNV. Su lugar de encuentro se encontraría, previsiblemente, en una reforma del actual Estatuto. La dificultad vendrá al establecer los límites de la misma, pues el PNV, espoleado por sus aliados y por las dos izquierdas abertzales, intentará desbordar a la misma Constitución, buscando con ello una aproximación a los objetivos del Plan Ibarretexe, lo que no parece fácil desde la perspectiva del actual ordenamiento constitucional español.

En este contexto, ETA, ¿anunciará una nueva tregua para forzar al PSOE un cambio radical en su estrategia territorial? Por el contrario, ¿persistirá con sus atentados, en la medida de sus posibilidades, aunque adaptando sus objetivos a la nueva situación política?

Son muchas las incógnitas. Pese a haberse producido aparentes cambios, su trascendencia es menor de lo que hubiera podido pensarse inicialmente, pues, en cualquier caso, los dos bloques, nacionalistas y constitucionalistas, permanecen muy fijados.

Elecciones generales.

España ha sufrido de lleno el terrorismo de la nueva era de la globalización. Y con todos sus efectos y características: máximo daño posible, eliminación de la barrera población civil/combatientes, efectos económicos, resonancia mediática, cálculo estratégico...

Todo ello ha afectado profundamente a los resultados electorales de 14 de marzo. No podía ser de otra manera.

Aznar arrastró a España a la participación en el conflicto de Irak. Tenía sus motivos; muy poderosos algunos de ellos. Pero lo hizo en contra de la mayor parte de la opinión pública y de los medios de comunicación, incluso de la misma Iglesia católica. Tuvo, hasta hace unos días, mucha suerte. Pero, lamentablemente, de nuevo, la realidad supera previsiones y golpea falsas seguridades.

El primer efecto ha sido una movilización del electorado izquierdista en torno al PSOE. Ello explica la pérdida de representatividad de Izquierda Unida, que no obstante ha mantenido un nivel de votos similar al de las elecciones del 2000.

Otro aspecto importante que no conviene olvidar. La movilización del 13 de marzo ante la sede del Partido Popular en Madrid. Ello demuestra la importancia de las nuevas tecnologías, internet y telefonía móvil, en la articulación de una respuesta activista que ha desempeñado una importancia clave en la movilización de una opinión pública abrumada por los hechos terroristas del 11-M en una dirección muy concreta. De nuevo, el papel de una minoría decidida, es capital.

El Partido Popular mantiene una alta tasa de fidelidad, nada menos que nueve millones y medio de votos, base para una "travesía del desierto", pero padeciendo una importante limitación: la ausencia de un grupo mediático que articule socialmente la opinión pública favorable a sus tesis.

El PSOE necesita pactar para mantenerse en el poder, aunque ya ha anunciado un gobierno monocolor. Tiene varios posibles candidatos. No parece sencillo, de todas formas, conciliar proyectos tan diversos (ERC, IU, BNG), con la idea de cohesión social y política de España que ha alardeado el PSOE durante la campaña y con sus promesas de mantenerse en los límites de la Constitución.

Destaca el éxito de ERC a expensas en buena medida de una disminuida CiU que ya no "toca poder".

Otras fuerzas locales (BNG, CC, CHA, etc., mantienen niveles similares de representación, algo disminuidas en número de votos en general por la fuerza de atracción del PSOE).

El Partido Andalucista queda fuera. Pimentel y su Foro Andaluz, cosecha un notable fracaso. Y Andalucía sigue siendo feudo socialista por bastante tiempo...

La extrema derecha.

Ahora o nunca. Éste parece ser el dilema de la extrema derecha. Muy fragmentada, ha cosechado unos resultados mínimos aunque, a pesar de todo, algo superiores en número total de votos a los cosechados en convocatorias anteriores.

Su fragmentación, la ausencia de un líder incuestionable, su ausencia total del panorama institucional y mediático españoles, la criminalización de algunas de sus expresiones más extremas, serán enormes dificultades para un espectro que en Europa ha crecido al amparo del impacto social de la inmigración; realidad creciente en España aunque peligrosamente contaminada por los efectos del 11-M.

Iglesia católica.

Una primera observación. De nuevo ha vuelto a producirse una enorme dispersión del voto católico. Lo encontramos en todas las opciones, especialmente en Partido Popular, CiU, PNV, PSOE... Y también en alguna pequeña formación, caso de Familia y Vida, que no logra despegar ni superar una realidad grupuscular que no cala.

Para la Iglesia se abre una etapa de incertidumbre. La aparición, en su día, de la corriente "Cristianos en el PSOE", generó ciertas expectativas. Se tenía la esperanza de que los nuevos aires anunciados por Zapatero amortiguarían a la tradición anticlerical y anticatólica generalmente predominante en el PSOE.

Sin embargo, esas expectativas se vieron poco a poco anegadas, rebrotando, con fuerza y demagogia abundantes, amagos anticatólicos y decisiones legislativas, en Comunidades Autónomas, contrarias a la libertad que reclama la Iglesia para su realidad y otras expresiones colectivas de la creatividad social. Los próximos meses, en ese sentido, serán decisivos. En cualquier caso, las esperanzas depositadas por algunos católicos de mantener cierta presencia eclesial al calor de la política popular, se han desvanecido.

La actitud del PSOE, una vez en el gobierno, es penosamente previsible. Por ello, no debe descartarse que los católicos deban salir del letargo y movilizarse en defensa de la libertad que en diversos espacios sociales reclaman para todos. Si algo une al PSOE y a casi todossus posibles aliados no es el programa económico, no es la articulación territorial de España: es una común tradición anticatólica. Por ello, es posible que sea la Iglesia quien pague el precio del pacto de izquierdas que se avecina

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Fernando J. Vaquero

 

Revista Arbil nº 79

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