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Revista Arbil nº 79

Entre la urgencia y la esperanza: El Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España

por Guillermo J. Morado

La finalidad de este texto es aproximarse al “Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España” (DPF), que los Obispos españoles han hecho público en su LXXXI Asamblea Plenaria, celebrada en Madrid el 21 de Noviembre de 2003. Intentaremos señalar algunas líneas principales del documento, sin entrar en absoluto en las críticas de las que ha sido objeto, críticas debidas, en su mayor parte, a una deficiente lectura del texto en cuestión

Una aproximación al Directorio

Quizá resulte útil precisar, en primer lugar, qué es un "Directorio". No se trata de un documento doctrinal, sino de un documento orientado a trazar las líneas maestras que han de guiar la acción pastoral familiar: "Es, por tanto, un instrumento que ofrece, de modo sistemático y orgánico, orientaciones de todo aquello que comprende una acción pastoral en el ámbito familiar" (DPF, 3). Estas orientaciones se concretarán en normas y directrices más precisas en cada una de las diócesis de España. En la base del Directorio se encuentran documentos doctrinales sobre la familia; en especial, la Exhortación Apostólica "Familiaris Consortio" de Juan Pablo II - exhortación que pide explícitamente la elaboración de directorios de la pastoral familiar - y la Instrucción Pastoral de la Asamblea Plenaria de los Obispos de España "La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad" (del 27 de Abril de 2001).

Otro aspecto a considerar para comprender el Directorio es tener en cuenta los destinatarios a quienes se dirige. Estos destinatarios son principalmente los agentes de la pastoral familiar que, en cada diócesis, colaboran con el Obispo - desde la Diócesis, las parroquias, las asociaciones o los movimientos - , en la tarea de "ayudar a la familia a alcanzar su plenitud de vida humana y cristiana" (DPF, 3).

La estructura del Directorio es clara. Consta de una presentación, en la que se explica qué es y qué pretende el documento; una introducción, en la que se hace un análisis de la realidad de la familia en España, análisis que motiva la "urgencia" del Directorio; de siete capítulos y de una conclusión.

Desenmascarar la situación actual para no naufragar en la desesperanza

La "Introducción" plantea la "Urgencia de la pastoral familiar en la situación actual". Significativamente, comienza con una cita de Rom 1, 16: "No me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree". Las palabras de San Pablo nos sitúan en un contexto de incomprensión ante el anuncio del Evangelio y, a la vez, ante la necesidad del Apóstol de anunciar con valentía la verdad que salva. La audacia apostólica de anunciar íntegro el Evangelio, venciendo el temor al rechazo, es el espíritu que anima a los Obispos a no capitular ante lo "políticamente correcto" para intentar superar el desafío de la cultura dominante, que ignora el valor trascendente de la persona humana. Como en San Pablo, la finalidad de esta audacia no es la búsqueda del enfrentamiento, sino la preocupación por la salvación de los hombres y el deseo de que no naufraguen en el nihilismo y la desesperanza. El riesgo del naufragio es tan grande que el silencio o la desorientación "no puede sino calificarse como culpable", máxime teniendo en cuenta la abundante doctrina de la Iglesia sobre la familia y la llamada imperiosa de la misma a evangelizar las familias (cf DPF, 9).

Frente al silencio culpable, no cabe otra opción responsable más que "alzar la voz para desenmascarar la situación actual". "Desenmascarar" es "quitar la máscara" para ver, en su desnuda realidad, lo que hay detrás, lo que la máscara esconde, porque son muchas las interpretaciones que pretenden marginar la verdad del Evangelio. ¿Qué sucede si se desenmascara, por ejemplo, la llamada "revolución sexual"? ¿Qué realidad emerge detrás de la misma? Según los Obispos, lo que encontramos detrás es "la ruptura que se ha producido con los significados intrínsecos sobre la sexualidad humana" (DPF, 11): La ruptura o separación entre sexualidad y matrimonio, entre sexualidad y procreación, y entre sexualidad y amor. Al final del proceso, lo que queda es una sexualidad convertida en elemento de consumo. Estas fracturas han traído consigo efectos perniciosos que caracterizan una "desastrosa situación", que la Iglesia tiene la obligación de denunciar y de ayudar a superar porque está en juego la realidad del sufrimiento de muchas personas (cf DPF 12-13). La denuncia debe alzarse igualmente frente a grupos de presión que intentan lograr la equiparación del matrimonio y de la familia con realidades que nada tienen que ver ni con el uno ni con la otra, y frente a políticas familiares insuficientes y equivocadas. La cultura dominante ha conseguido empañar la realidad del matrimonio y de la familia, reduciendo el matrimonio a un asunto meramente privado, al arbitrio de la voluntad de los individuos, y la familia a un modo más de convivencia, electivo a gusto del consumidor (cf DPF 15-17). Los intereses económicos, que priman en una sociedad utilitarista, propician la difusión de pautas que impregnan los modelos educativos, políticos y culturales, que son rentables, desde el punto de vista económico, pero que conducen al hombre a la soledad, a la amargura y a la frustración (DPF, 19).

La Iglesia no puede capitular ante el utilitarismo, que termina por reducir al hombre a mercancía. Está en juego la verdad sobre el ser humano y la posibilidad de su realización como persona. El Evangelio presenta, frente a la lógica de lo útil, la lógica del amor. El hombre necesita descubrir su vocación al amor para abrirse a la esperanza que salva. Y es ahí, en la lógica del amor, donde encuentra su lugar el anuncio cristiano sobre el matrimonio y la familia; anuncio que está en el núcleo de la nueva evangelización (cf DPF, 20). El Directorio se concibe como una ayuda para la evangelización, a fin de que el hombre descubra y realice su vocación al amor y perciba, en este descubrimiento, la verdad sobre el matrimonio y la familia. No puede reducirse, en consecuencia, la pastoral familiar a un momento en la vida del hombre, sino que ha de ser una pastoral integral, atenta a la globalidad de la verdad del hombre, y progresiva, que ha de acompañar todo el proceso de crecimiento de la persona (cf DPF, 23).

La vocación al amor

El capítulo I, "El plan de Dios sobre el matrimonio y la familia" sitúa la realidad del matrimonio en el contexto del designio divino. Existe un proyecto de Dios sobre el matrimonio, "un plan que solamente puede ser plenamente conocido y desarrollado por los creyentes..." (DPF, 25). La revelación divina y la experiencia humana, que encuentran su punto de convergencia en Jesucristo, son los ejes a considerar para una adecuado planteamiento de la realidad del matrimonio y de la familia.

El mensaje cristiano sobre el matrimonio y la familia se inserta en sustrato antropológico de la "vocación al amor"; una vocación constitutiva del ser humano, originaria, inscrita incluso en el cuerpo. La vocación al amor es la "vocación fundamental e innata de todo ser humano" (DPF, 29). Desde este dato se ha de contemplar la realidad de la sexualidad y de la diferenciación sexual, orientada a la construcción de una comunidad de personas. La redención da al hombre la posibilidad de realizar, a pesar del pecado, la verdad originaria de su ser; la posibilidad de integrar la sexualidad, la afectividad y el amor.

La vocación al amor se realiza en el don sincero de sí mismo; en la entrega de sí mismo en totalidad. Esta entrega se fundamenta en un amor "esponsal", corpóreo e intelectual, que exige, por su propia naturaleza, la fidelidad, la reciprocidad, la totalidad, la corporalidad, la exclusividad y la promesa de fecundidad (cf DPF, 35). Este amor esponsal tiene su fuente última en el amor esponsal de Cristo y la Iglesia (cf Ef 5, 25) y encuentra en el matrimonio un modo particular y específico de realización. Esta realidad humana se convierte, por voluntad de Cristo, en sacramento, en signo eficaz de su amor por la Iglesia (cf DPF, 41).

El matrimonio se presenta como una vocación cristiana específica que configura un estado de vida, una realidad no meramente privada sino social y eclesial, que transparenta en la vida social ese modo concreto, matrimonial, de vivir la vocación al amor. El matrimonio encuentra su despliegue en la familia, que expresa la fecundidad del amor y es el lugar primero de la transmisión de la fe y de la educación en el amor.

La pastoral del matrimonio y de la familia

Estos principios, enunciados en el capítulo I, están a la base de todo un programa de atención pastoral al matrimonio y a la familia. Un programa que comienza con la preparación al matrimonio, aspecto del que se ocupa el capítulo II del Directorio. La preparación remota al matrimonio tiene lugar en los hogares cristianos desde la infancia. Los padres son los principales responsables de esta preparación, con la ayuda de la parroquia y de la escuela. A ellos compete primordialmente también la educación afectivo-sexual. La preparación próxima abarca el período de la juventud, y está ordenada a capacitar para el amor y la vida matrimonial. Adquiere particular importancia el acompañamiento pastoral a los novios. La preparación inmediata se ordena a que los novios se dispongan adecuadamente para celebrar el sacramento del matrimonio.

El capítulo III está dedicado a "La celebración del matrimonio", un momento central de toda la pastoral familiar y un acontecimiento eclesial de la historia de la salvación. El capítulo IV desarrolla las grandes líneas de la pastoral específicamente orientada al matrimonio y a la familia, resaltando algunos aspectos de particular importancia, como la paternidad responsable y el papel de los padres en la escuela. El Capítulo V se ocupa de "La atención pastoral de las familias en situaciones difíciles e irregulares". Algunos principios pastorales han de ser tenidos en cuenta al respecto: confianza en la gracia de Dios; presentación de la verdad clara y completa, con caridad y comprensión; discernimiento, prudencia y gradualidad.

El capítulo VI, "La familia, la sociedad y la Iglesia", presenta a la familia como célula primera y fundamental de la sociedad, con un cometido propio e insustituible a desempeñar. La política familiar ha de reconocer y promover la familia, reconociendo su identidad propia y aceptando su papel de sujeto social (cf DPF, 241). Igualmente, se señala el papel de las familias en relación con los medios de comunicación social. En la Iglesia, la familia cristiana ha de ser una comunidad creyente y evangelizadora, al servicio de la construcción de la civilización del amor. El capítulo VII precisa las "Estructuras, servicios y responsables de la pastoral matrimonial y familiar".

Conclusión: la apertura a la esperanza

La visión cristiana del hombre, ser llamado al amor, permite enfocar con esperanza, a pesar de la situación catastrófica que vivimos, la realidad del matrimonio y de la familia: "por la fe en el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, por la confianza humana que nace del amor verdadero y lleva a entregarse a él, por la presencia de la gracia de Dios que es más fuerte que las dificultades" (DPF, 305).

La lectura del "Directorio" proporciona una inestimable ayuda para comprobar, una vez más, la belleza y la profundidad de la visión cristiana del hombre. Pero, como los mismos Obispos advierten, se tocan realidades existenciales que sólo se comprenden en su totalidad cuando se viven (cf DPF, 38). El anuncio nítido de la belleza del plan de Dios sobre el matrimonio y la familia ha de ir unido al testimonio, también nítido, de su vivencia por parte de las familias cristianas. Sólo de este modo, la palabra de la Iglesia, a través de la cual resuena en el mundo la palabra de Dios, ganará la credibilidad existencial necesaria para ser tomada en cuenta como una alternativa posible y deseable frente al pesimismo antropológico que nos circunda. Entre la urgencia y la esperanza se sitúa, una vez más, la indeclinable necesidad del testimonio

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Guillermo J. Morado

 

Revista Arbil nº 79

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