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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Misión de servicio

España, misión colectiva e intemporal, no es un fin en sí misma, sino un proyecto para conocer y extender la Verdad.

Un primer problema moral de la sociedad postmoderna es la visión materialista de la vida. El hombre occidental, tras olvidar los valores que le conformaron en la cristiandad, ha vuelto a retomar algunos de los primitivos idolos y divinidades del Becerro, Marte y Venus (el dinero, la violencia y el instinto) como referencias vitales.

En estos puntos trata el nuevo hombre de fundamentar su felicidad. Este nuevo hombre, que no es el "hombre nuevo" paulino, que regenerado por la gracia, se trasciende, tiene como último fin estar y no servir. Solo le interesan "sus" derechos, pero no las obligaciones, el tener y poseer.

Sin embargo el auténtico valor no está en el tener sino en el ser.

El hombre es un ser, no el SER con mayúsculas que es Dios, pero tiene ser. Y cuanta más perfección, más virtud, tiene potencia de ser más. El hombre así se transciende, y dotado de memoria, entendimiento y voluntad crece en virtudes.

Pero cuando el hombre rechaza la verdad y la virtud, se esclaviza, porque el hombre solo es libre en la verdad y no en el error.

Para crecer en virtud es necesaria la formación, como para volar son necesarias las alas. La formación de uno mismo, pero también para los demás, pues es de justicia, que lo que recibimos gratis lo demos gratis.

La virtud es un hábito operativo bueno, pero el hábito operativo lo hemos de adquirir por medio de una repetición constante del acto bueno.

El hombre ha sido creado para amar. Este es el fin del hombre, sino no tiene sentido la virtud y la perfección. Pero el amor debe ser entendido como entrega desinterresada sin esperar nada a cambio, no como sentimiento o pasión.

Por ello el amor, como entrega desinteresada, quiere decir servicio. Pero para servir antes tenemos que ser virtuosos, estar en paz con nosotros mismos, pues cuanta más virtud mayor paz en nuestro corazón. Con estas dos premisas, el hombre creado para amar y el amor como servicio, deducimos que la misión del hombre es servir. Hay muchas maneras de realizar nuestra misión de servicio, pero todas deben estar basadas en el Bien y la Verdad. Misión individual, pero no podemos olvidar que el hombre es un ser social por naturaleza y por tanto debe participar de una manera u otra en el servicio colectivo de la comunidad.

España, misión colectiva e intemporal, no es un fin en sí misma, sino un proyecto para conocer y extender la Verdad, que nos hace libres, primero en los límites interiores y después extendiéndose por el resto de mundo. Por ello si no hacemos transcender a España y la sacamos de la decadencia material y espiritual en que puede llegara perecer, no podremos extender colectivamente la verdad, e individualmente encontraremos serios problemas en la tan enferma sociedad actual.

Si un pueblo pierde las virtudes que lo hicieron grande, y cae en hábitos operativos malos, se convierte en un pueblo que degenera. La nación, con los principios que la forman, enferma.
Los vicios son incompatibles con los valores superiores de una nación. Pero cuando esos vicios han sido propiciados por los que dirigen una nación, corrompiéndola, destruyendo las virtudes generales de un pueblo, se destruye la civilización que lo conforta.

En España donde el Estado, paso a paso, ha ido introduciendo esos nuevos hábitos operativos malos, su pueblo se va degenerando, y en lugar de transcenderse se envilece. Porque entre la virtud y el vicio no hay un punto intermedio.

Cuando el Estado no utiliza la política como servicio no sirve. Y por lo tanto pierde su legitimidad y su autoridad, convirtiéndose su potestad en tiranía.

En los estados debemos distinguir los que están constituidos sobre fundamententos politicos y principios lícitos, pero, que al estar servidos por hombres, pueden desarrollar algún acto malo, de los que basados en filosofías falsas desarrollan actos buenos con carácter puntual. Este punto es importante para evitar ser seducidos por algunos aspectos que percibimos en los "Testados de bienestar".

Pero, como el Estado, interactuando con sus ciudadanos, puede ser un espejo de éstos, debemos empezar por cambiar nosotros para poder transformar el Estado.

Para ello dos virtudes, la fortaleza y la justicia como peso y medida, y evitar un vicio: la desesperanza, que pudiera ser empujada por una aparente falta de solucciones. Debemos amar la verdad, es más, hacer que se infunda en nosotros para ser "lumen" de España.

Antonio J. Ferrer *


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