Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Revista Arbil nº 80

La Diputación Catalana de Tomas Bertrán i Soler

por César Alcalá

La nueva situación que vive Cataluña, con el tripartito, ha despertado toda serie de comentarios. El nacionalismo catalán, que desea la secesión de Cataluña, ha abierto una cruzada para conseguir sus propósitos. Estos postulados no son nuevos. En el siglo XIX Tomás Bertán i Soler quiso hacer lo mismo que hoy en día los seguidores de Carod-Rovira, esto es, conseguir la ruptura de Cataluña. Conseguiría la independencia de Cataluña. Para que esto fuera posible, quiso consensuar una constitución que recogería los fundamentos democráticos de Cataluña, tal y como había ocurrido durante la Edad Media.

Apuntes biográficos

Tomás Bertrán i Soler fue un personaje confuso, ambiguo y misterioso, aunque también se pude decir que fue un personaje inteligente, perspicaz, esperanzado, emprendedor y que siempre navegó a dos aguas. Nació en Barcelona en el año 1791. Se desconoce la fecha de su muerte, aunque debió ser posterior al año 1859. Era de familia burguesa. En uno de sus viajes a Londres se convirtió al protestantismo. Hacia el año 1835 estaba considerado como uno de los dirigentes del partido liberal, teniendo como compañeros más directos a Pascual Mádoz y Ramón Xauradó. En esos años era propietario del semanario El Regenerador. En él publicaban artículos un amplio sector de políticos liberales. Además era francmasón. Como escribe Castillo Puche: Como Bertrán Soler era muy entrometido e incansable en los manejos ocultos de las sociedades secretas, se recibió como pastor en la de los leñadores, y ya era el principal manipulante de la asociación, por el desparpajo con que se manejó y los hábitos que había adquirido en las logias masónicas de Francia y Barcelona[1].

Resumiendo, Tomás Bertrán i Soler era: protestante, anticatólico, moralista liberal y francmasón. Su pensamiento político puede sintetizarse con cinco palabras: libertad, tolerancia, igualdad, instrucción y justicia. El mismo lo formuló en Los ingleses tales como son al escribir: La gloria sólo es debida al que sepa presentar a los españoles un verdadero justo medio entre las doctrinas retroactivas de algunos conservadores, las peligrosas exigencias de los demócratas puros, y las teorías disolventes de los comunistas[2]. Así pues, Bertrán i Soler tomó ideas políticas de: Montesquieu[3]; con referencia a la teoría de los tres poderes; Rousseau[4], con referencia a la idea del pacto social; Pufendorf[5], con referencia a la teoría del derecho natural; y Constant[6], con referencia a las aplicaciones prácticas del liberalismo. Sobre el particular escribió: Rousseauenseñó a los hombres sus derechos y sus deberes, y con la publicación del Pacto Social desquició gastadas monarquías, alarmó a los déspotas y causó un incendio cuyas chispas llegaron a ambos polos: él indicó la marcha; pero yo, más osado y activo, me he propuesto señalar los medios, presentando a los hispano-americanos un modelo que se conforme en un todo a sus actuales instituciones (…) Pufendorf, Benjamín Constant y otros nos han dado ideas exactísimas, que aplicadas a la constitución de un pueblo, pueden consolidar su libertad. Montesquieu, en medio de sus errores, nos ha dicho grandes verdades; pero yo, sin aspirar a merecer el laurel que ciñe el sabio, me he propuesto seguir distinta marcha[7].

Después de proponer que la república era la mejor forma de gobierno, Bertrán i Soler dio un cambio de 180 grados y declaró que todas las repúblicas han fracasado, por faltar un poder superior moderador. Esta conclusión le llevó a convertirse en monárquico. La monarquía, según él, tenía que ser electiva, moderada y vitalicia. Así pues, su evolución política pasó de un activismo político progresivo, francmasónico, popular y republicano -éste pensamiento lo desarrolló y defendió durante la primera guerra carlista- hacia una constitución moderada, censataria y monárquica, defendida a partir del año 1845.

A esta evolución política tenemos que añadirle la defensa que hizo de Cataluña con relación a España. Prueba de ello es la proclamación de la Diputación catalana, de la cual hablaremos con posterioridad. Ahora debemos centrarnos en varias opiniones difundidas por Bertrán i Soler, las cuales nos acercan a su personalidad. Con respecto al catalán y al castellano opinaba que: España tenía una lengua propia, lo mismo en la Iberia que en la Celtiberia, y ambas las conservamos en las faldas del Pirineo a saber: el euskar de los celtíberos y el lemosín o catalán de los íberos (…) El castellano es producto de la corrupción de la lengua árabe y la romana con la reunión de otras voces nuevamente traducidas[8].

En El problema catalán escribe: Habla un catalán en las cortes, y los castellanos se ríen. Escribe un catalán; no pudiéndole contestar porque sabemos más que ellos, dicen que no entienden la pureza de la lengua castellana, como si fuera posible hallar pureza en la corrupción. ¿Qué es la lengua castellana? Un latín corrompido con la aglomeración de voces árabes. ¿Qué es el catalán y el escuar (euskera)? El idioma nacional de los íberos y de los celtíberos. El verdadero idioma español[9].

El enfrentamiento entre Castilla y Cataluña fue explicado con sencillez por Bertrán. Según él, el problema radicaba en que Castilla era monárquica mientras que Cataluña era democrática: no habrá jamás simpatía entre dos pueblos que en un todo se distinguen, entre un pueblo naturalmente monárquico, y otro pueblo para quién sólo un sistema fundado sobre bases democráticas le puede contentar[10].

La estructura histórica y política de España es clara: España es un estado plurinacional, y como tal sólo puede ser comprendido si cada nacionalidad puede desarrollar su propia personalidad política (…) El verdadero tipo del primitivo pueblo español, de un pueblo independiente y libre, esta antigüedad inmemorial está en nuestro dialecto. En nosotros todo es nacional: el tipo y la lengua, mientras que Castilla debe su ser al pueblo muzárabe, a la fusión de los hebreos y de los legítimos árabes que en la invasión de los moros y después de la restauración permanecieron en su hogar[11]. En conclusión: El primitivo pueblo español (…) era regido bajo un sistema democrático puro, y era fuerte por medio de la federación[12].

Toda este pensamiento político tenía un único objetivo, proclamar la Diputación catalana. Bertrán i Soler no era montemolista ni tampoco isabelino, era monárquico a secas. Decantarse, directamente, por uno u otro bando, le hubiera ocasionada más de un dolor de cabeza pues, habría tenido que reconocer la autoridad de Carlos VI o de Isabel II. Por ello, al tratar con los carlistas, lo hizo indirectamente, por medio de intermediarios. Finalizaremos los apuntes biográficos con la opinión que tenía sobre los carlistas. Escribió: ¿Quién ha combatido a los carlistas? El pueblo armado en masa, y si Carlos, así como se rodeó de frailes, se hubiese hecho liberal y hubiese prometido al pueblo la libertad que apetece, en vida de Fernando VII, Carlos habría reinado en Navarra, Valencia, Cataluña y Aragón[13].

Por lo tanto Bertrán i Soler, al ofrecerle al conde de Montemolín la colaboración de la Diputación catalana no lo hizo por un convencimiento carlista ni monárquico. Sino porque, de entregarle el poder militar a Cabrera, el pueblo catalán lo seguiría y se conseguiría la independencia de Cataluña. Para que esto fuera posible, se consensuaría una constitución que recogería los fundamentos democráticos de Cataluña, tal y como había ocurrido durante la Edad Media.

La Diputación catalana

El proyecto de Diputación catalana de Bertrán i Soler era complejo pues, en él, deseaba reunir la pluralidad de fuerzas políticas catalanas en un único programa político, es decir, no anhelaba utilizar el programa de ningún partido político, pero sí deseaba que todos se sintieran identificados con él. Para llevar a cabo este proyecto, publicó cinco objetivos de concordancia entre liberales, republicanos y carlistas. Los cinco objetivos eran:

1. Cataluña fue un estado medieval. Como escribió en Proclama de la Diputación General de Catalunya, dado a conocer el 24 de noviembre de 1848: Libres nuestros mayores y conducidos al campo por nuestros condes o por otros adalides que su autoridad representaban, supieron conservar con heroico esfuerzo los derechos adquiridos y aumentar el número de sus fueros comparándolos con sangre catalana.

2. Cataluña es una nación. En la misma Proclama escribe: Aquel carácter nacional que, en época anterior, constituía nuestra fuerza, y nos hizo terribles en la paz y en la guerra por la fuerza que ejercíamos en Europa y en América y en todos los estados que baña el Mediterráneo.

3. El carácter de los catalanes es diferente al del resto de los del estado español: Industriosos, activos y laboriosos, nuestra laboriosidad es un crimen para el pueblo dominador.

4. Es un hecho la opresión económica y política: se nos oprime y se nos insulta, al paso que figuremos los primeros en la escala de los deberes y somos los que más contribuimos con tributos pecuniarios y de sangre al sostenimiento del estado.

5. La inmortalidad de la monarquía hace necesaria una reforma: ¿Consentiréis, catalanes, que continúe esta humilde sumisión bajo el pesado yugo de una corte inmoral y corrompida, que no puede ostentar otros derechos que la usurpación y la rapiña, ni más glorias que la prostitución y el engaño?

Si bien, en la práctica, la Diputación catalana significaría la unión de todas las bases políticas catalanas, en la praxis no ocurrió así. Bertrán i Soler estableció una Diputación ilegal en el año 1848. Nunca fue reconocida por ningún partido político y, tampoco, fue ratificada por el Estado central. Asimismo, él mismo se autoproclamó presidente de esa Diputación, sin pedir el consenso de los otros partidos que deseaba subyugar bajo el epígrafe catalanista. Desde un primer momento la Diputación de Bertrán i Soler estaba destinada al fracaso. No ya sólo porque era imposible unir a liberales, republicanos y carlistas, sino porque era inviable al no tener la aprobación del Estado español. Así y todo, no desfalleció en su intento de darle estructura física y política.

Para Bertrán i Soler hubiera sido fácil haber llevado a su terreno a los liberales y a los republicanos. Estaban más cercanos a su ideal político. También reconocían a Isabel II como reina de España. Hasta ahí todo era perfecto. El problema estribaba en los carlistas. Si bien Bertrán i Soler no era anti-carlista, en el sentido estricto de la palabra, lo que no deseaba es reconocer la autoridad del conde de Montemolín. ¿Por qué? Para liberales y republicanos era claro que el conde de Montemolín era pretendiente a la corona de España, pero no rey. Sí Bertrán i Soler reconocía implícitamente a Montemolín, significaba que asumía los postulados carlistas y, por derivada, liberales y republicanos le hubieran dado la espalda. Por eso no se trató directamente con ellos, por miedo a firmar un compromiso que impidiera acercar a los otros dos grupos políticos.

Como que no quería reconocer la autoridad del conde de Montemolín, Bertrán i Soler, desde Marsella, se puso en contacto con Manuel de Cubells y, éste, a su vez, se puso en contacto con Romualdo Mon, secretario del conde de Montemolín.

La primera proclama de la Diputación General de Cataluña fue dada a conocer el 24 de noviembre de 1848 y, entre otras cosas, decía: Constituidos personalmente en extraño suelo para poder con más acierto dirigir nuestros trabajos en unión con los beneméritos patriotas que, en nuestra representación, los dirigen, diseminados en los puntos más notables del territorio catalán, procuraremos acreditar con nuestros esfuerzos que no en vano confiaron a nuestra lealtad y decisión la suerte de nuestra patria.

Despojados de nuestros más sagrados derechos por causas que es inútil recordar, y confundidos los vencedores con los vencidos, vimos desaparecer insensiblemente aquel espíritu nacional que, en época anterior, constituía nuestra fuerza, y nos hizo temibles en la paz y en la guerra por la influencia que ejercimos en Europa y en América y en todos los estados que baña el Mediterráneo, por el esplendor de nuestras glorias y por nuestras repetidas hazañas.

¿Y no es sumamente deshonroso que un pueblo valiente y desidioso, que alzado en masa bastaría por sí solo para cambiar de una vez los destinos de la España, tolere por más tiempo tan ominosa coyunda? ¿Consentiréis, catalanes, que continúe esta humilde sumisión bajo el pesado yoga de una Corte inmoral y corrompida, que no puede ostentar otros derechos que la usurpación y la rapiña ni más glorias que la prostitución y el escándalo? Y será posible que divididos en bandos los nervudos descendientes de los Berengueres y los Wilfredos consientan en la ruina y en el baldón del antiguo Principado, derramando copiosa sangre para sostener erróneas doctrinas y quizá para entronizar nuevos tiranos. No. No es posible. Somos catalanes: y desde este momento, alzando el estandarte de San Jorge, todos nos miraremos como hermanos.

Dejad que pueblos extraños, quizás más adelantados en la carrera de la civilización, se ensangrienten en esa terrible lucha de teorías, cuya bondad no conocemos; y limitándonos a sacudir el yugo de dominadores orgullosos y cobardes, unámonos de una vez en defensa de nuestros perdidos fueros, sacudiendo con resolución y firmeza los hierros que arrastramos. Demos a los españoles un ejemplo de lo mucho que puede un pueblo belicoso y decidido contra los esfuerzos del opresor; y quizá, con el tiempo, el noble pendón, que antes sirviera de enseña a las huestes catalanas, sirva de guía al morado estandarte que en malhadada época quedó también destrozado en los campos de Villamar por hombres de distinto bando.

Catalanes, vuestra Diputación General no abraza ni sostiene pesados rencores, debidos a circunstancias que todos debemos olvidar, y provocados en su mayor parte por la impericia y despilfarro de pésimos gobernantes. Desde ahora la Cataluña no tiene más que una enseña y a ella debe afiliarse todos los adalides de esta noble nación. Todos tendréis derecho a la gratitud de vuestra malhadada patria: porque todos contribuiréis a salvarla, arrancándola con vuestro esfuerzo de las garras del común opresor. Olvídese lo pasado; y sólo pensemos en el restablecimiento de nuestros fueros, enarbolando el blanco pendón que en otros tiempos más felices empuñando por nuestros condes, se hizo respetar en el universo, ondeando también en nuestras flotas con humillación de los contrarios[14].

Como hemos dicho con anterioridad, Bertrán i Soler, a través de Manuelde Cubells, se puso en contacto con Romualdo Mon. El primero contacto está fechado el 26 de noviembre de 1848, es decir, dos días después de haber dado a conocer la primera proclama de la Diputación catalana. En ella escribe: No debe V. sorprenderse al ver que por primera vez me dirijo a V. para tratar de negocios sumamente reservados cuando le manifesté que la persona que estaba relacionado con V. escribía por comisión expresa mía, halándome ya entonces al frente del Directorio: pero en la actualidad han cambiado las circunstancias; y he creído oportuno dirigirme a V. sin la intervención de un tercero, esperando servirá mediar para entablar de nuevo y con el mismo sigilo la anterior correspondencia. Obligados a seguir la corriente me fue necesario ceder ante una juventud bulliciosa y buena fe, seducida por falaces teorías y engañada por aquella presunción que es natural entre jóvenes en tiempos de revueltas cuando creen tener de su parte la fuerza y la justicia. Si hubiesen encontrado de mi parte y de la de otros compañeros juiciosos, que nunca me han abandonado, la más mínima oposición habríamos perdido la confianza que se nos dispensa: y lo mismo nos habría sucedido en aquella época de efervescencia y entusiasmo, no hubiésemos adelantado con proposiciones que chocasen con sus ideas altamente exageradas, por lo mismo fue necesario ceder, esperando que la experiencia haría su debido efecto y que por resultado de las mismas circunstancias y de esta prudente inacción, se separarían de nuestras filas algunos pocos que por su carácter suelen servir de obstáculo a todas las combinaciones políticas, cuando se trata de sustituir al furor de los partidos el imperio de la razón.

Libres de trabas y convencidos del acierto, podemos desde ahora marchar al frente, sirviéndonos de un lenguaje franco y leal, que es el que corresponde para esta clase de negocios; y debiendo cesar el incógnito se ha determinado que en calidad de presidente de la Diputación General de Cataluña me traslade a ésta a fin de poder dirigir con más seguridad nuestra correspondencia, evitando los riesgos a que nos podría exponer la interceptación de correos, que es tan frecuente en España y en especial en nuestro país por la tiranía que en él ejercen los mandatarios de Cristina. También es de esperar que los mismos acontecimientos que entre nosotros causaron un cambio tan notable habrán hecho especial sanción al Señor Conde y se habrá penetrado de la necesidad de desechar los consejos de hombres frenéticos y sanguinarios, conviniendo en que el espíritu del siglo y el progreso de las luces hacen necesarias ciertas concesiones, sin las cuales a ningún príncipe le sería posible reinar.

Cristina engañó a los españoles prometiéndoles lo que jamás cumplió; y si bien ha tenido la satisfacción de robarnos y esquilmarnos no podía gloriarse de tener entre nosotros ni siquiera un amigo. El rey Fernando, en época anterior, también tuvo que ceder, pues vio que se efectuaba en Europa un camino notable y una revolución que por fin ha estallado de un modo espantoso y acaso podría concluir con la disolución de la sociedad. Han pasado ya aquellos siglos en que los reyes eran mirados como dioses y recibían de los hombres las ovaciones debidas a la divinidad; y es preciso confesar que en este han contribuido también la conducta de algunos príncipes, que tuvieron la desgracia de chocar con la opinión; porque las personas que les aconsejaban cometieron la infamia de ocultarles las necesidades de los pueblos y hacer de modo que en ciertos casos vieran deslealtad y rebelión en actos los más generosos sacrificando a beneméritos patriotas que sólo deseaban conciliar los intereses de los pueblos con los derechos del trono en obsequio del mismo y en beneficio del país. Sólo recuerdo estos antecedentes para manifestar la necesidad de determinadas concesiones, mayormente en aquellas cosas a las que el pueblo se acostumbró.

Al efecto empezamos nuestros trabajos constituyendo del modo que mejor nos fue posible la Diputación General de Cataluña, la que tengo el honor de presidir; y siendo todos catalanes los que militan en el antiguo Principado con diferentes banderías, dispusimos que unos y otros diesen el grito de fueros que más puede alagar a los catalanes. Esto es de esperar que nos conduzca a un desenlace feliz si no hay oposición de parte del Señor Conde a quien desearíamos tener el honor de dirigirnos por su mediación. Tenemos datos positivos para comprometernos que la Cataluña se levantará en masa. En igual caso sólo podía resultar la necesidad de una concesión hecha anteriormente a los vascos, que no tenían más derechos a ella que los catalanes. Entonces tendremos en territorio español un punto fijo que será centro de ulteriores operaciones, pudiendo desde allí con la presencia de la persona más interesada hacer una guerra leal y franca al gabinete tiránico de los hombres de Cristina, mediante ofrecer al pueblo castellano un sistema análogo al que han ofrecido los otros reyes en todos los pueblos civilizados de Europa, fundando en la representación nacional y en todos aquellos principios que ofrezcan más legalidad y mayores economías. Nosotros tenemos hechos grandes trabajos que, cuando se presente la ocasión, tendremos el honor de ofrecer al Señor Conde, luego que nos quepa la dicha de poderle saludar con este grato título; y no dudo un momento que si somos atendidos con preferencia a esos otros hombres que perteneciendo a otro siglo sólo piensan en reacciones sangrientas y en el restablecimiento de procedimientos inquisitoriales tendremos otra mayor dicha cooperando a la reconciliación de los hombres de bien de ambos partidos. Con esto y dejando en la más completa nulidad a los corifeos de partidos extremos que se ha hecho odiosos al pueblo por sus exageradas exigencias, conseguiremos formar una fuerza compacta para oponernos con gloria y provecho a las falsas teorías que invaden la Europa a la sombra del socialismo, cuyo sistema es la reproducción de otras doctrinas anteriormente emitidas por los iluminados de Alemania y los discípulos de Saint-Simon.

El 24 de diciembre de 1848 escribió por segunda vez a Cubells: tuve el honor de dirigirme a V. en cumplimiento de mi deber y me hallo con el desaire de haber perdido el tiempo sin poder presentar a mis remitentes la más mínima contestación. Esto me da a conocer que probablemente había sido desestimadas las proposiciones de la Diputación por efímeras esperanzas debidas a los esfuerzos de la misma Diputación hace en obsequio del señor conde ínterin espera su definitiva resolución; y sería muy sensible que por mala inteligencia se frustrasen nuestros proyectos dirigidos a aprovechar el momento más oportuno a fin de obtener entre liberales y carlistas la más sincera reconciliación. Enemigos unos y otros del gobierno que actualmente nos oprime era regular que el parido liberal mirase con indiferencia la lucha promovida por las huestes del Señor Conde; porque todos sus esfuerzos se dirigen a derrocar un coloso que unos y otros detestamos: pero es preciso que V. entienda que de la indiferencia a la convicción hay una distancia inmensa.

Las poblaciones más ricas y entusiastas de Cataluña que antes hicieron la guerra a los carlistas actualmente callan y les abren las puertas, porque así lo dispuso la Junta que tengo el honor de presidir; y callarán constantemente porque nunca puede serles nociva la humillación de los hombres de Cristina: Callan para dar un público testimonio del odio con que estos son mirados y para que vea la Europa entera el descontento de los españoles por el despilfarro y disolución de los actuales gobernantes: pero los negocios cambiarán de aspecto si convencida Isabel de la tortuosa marcha de sus consejeros adherirse a un cambio de sistema que aligerando a los españoles en sus cargas y tributos les asegurase prosperidad y paz. La tenacidad de Isabel en este punto es el único apoyo en que se pueden afianzar las huestes montemolistas. Si Isabel diese un paso adelante, en dos minutos cambiaría la escena y los consejeros del Señor Conde conocerían su error.

De todos modos se pierde el tiempo y la primavera se acerca. Entonces, aumentando el ejército de Cataluña con todas las tropas disponibles Cabrera será aniquilado: porque esos mismos hombres que actualmente le abren las puertas de las poblaciones y en cierto modo les apoyan, no tratarán de defenderles: porque no verán por resultado de sus triunfos se puedan prometer la más mínima concesión. Entonces Cabrera y los suyos, abandonados a sus propias fuerzas, darán un público testimonio de su impotencia y verán Ustedes desaparecer estos mismos hombres en quien tanto confían. Desengáñese V. S. D. Manuel: sólo la voluntad de los pueblos es la que constituye la fuerza de un partido: la simple tolerancia puede hacerla prevalecer por un determinado término: más tan pronto como la opinión se pronuncia, la derrota es positiva. Ustedes han tenido la ocasión de conocer que la parte ilustrada y la mayoría de la nación no es carlista en el sentido lato que se quiere dar a esa palabra, y por lo mismo deben conocer que la Diputación General de Cataluña había escogido el mejor medio que se ofrecía para fijar los cimientos de una reconciliación estable y racional, y evitar al mismo tiempo la infalible derrota de Cabrera luego que sea transitable la alta Cataluña por la fusión de las nieves que actualmente la tienen del todo interceptada.

Ustedes han dado prueba del mayor sentimiento por la defección de Pons, Posas, Montserrat y otros, y esto les debe manifestar que no son tan fundadas sus esperanzas, cuando estos hombres que estaban en la misma arena abandonan el campo y se pasan al enemigo; y si Cabrera muere de muerte natural o violenta o por fin transige viendo la aproximación de la primavera y el silencio de las otras provincias, ¿quién encontrará que sea capaz de sustituirlo? Los mejores jefes se retiran: todo el cuerpo de nobleza transigió con el gobierno de Cristina: ningún hombre de pro se alista a sus filas: y hasta aquellos que más se distinguieron en época anterior se mantienen agazapados a la sombra de pabellones extranjeros, esperando que la causa de D. Carlos prevalezca por sí sola y al débil esfuerzo de un pueblo de valientes. Aún ha sido necesario que las partidas de liberales se mancomunen con las de los montemolistas: pero Ustedes deben conocer que este consorcio improvisado no puede producir muy buena prole: que esta misma unión hecha tan de ligero y entre hombres de armas tomar ha de ser necesariamente el germen de una guerra civil más encarnizada que la presente tan pronto como sucumba el esfuerzo.

Como siempre ha habido una prevención contra el pueblo catalán, sin embargo de haber sido constantemente los catalanes los primeros que han acudido a la lid en uno y otro sentido, no sería de admirar que el Señor conde desestimase nuestros consejos y nos dejase desairados, pero en este caso nos quedaría la libertad de recurrir a otros medios, y en tal caso, una vez comprometidos no sería difícil retroceder. Por nuestra parte siempre podremos decir que hemos tanteado todos aquellos medios de reconciliación que nos han parecido asequibles, salvando el honor de los beneméritos catalanes que nos dispensaron su confianza, y sin comprometer en lo más mínimo sus intereses y su opinión; y no sería sensible que se nos obligase a seguir diferente senda que sensiblemente nos conduciría a la realización de esas mismas desgracias que nos habíamos propuesto evitar. Sin embargo, primero que todo es nuestra patria; y cuando los intereses de ésta reclamen sacrificios, siempre seremos los primeros que acudan a la lid, prescindiendo, si conviene, de nuestras convicciones y sometiendo hasta nuestra opinión a voto de la mayoría, porque sabemos por experiencia que esta siempre concluye teniendo razón.

Obligado a dirigirme a la frontera para neutralizar los esfuerzos de ciertos hombres que todos conocemos tendré el sentimiento de salir de esta ciudad sin haber conseguido de parte del Señor conde el más mínimo resultado: pero de todos modos cuente V. con mi afecto y nunca debe V. dudar de la sinceridad de mis sentimientos y de los dignos compañeros que tengo el honor de presidir. Siempre se nos hallará dispuestos a una honrosa transacción, a menos que los acontecimientos provocados tal vez por la apatía de los montemolistas o por su excesiva confianza no se pudiese en la imposibilidad de cumplir nuestros deseos, teniendo que figurar como revolucionarios después de habernos propuesto ejercer el noble cargo de pacificadores en obsequio a la patria y a ese mismo príncipe que según parece desestima nuestra mediación creyéndola insignificante y nociva[15].

El 27 de noviembre de 1848, un día después de ponerse en contacto con Cubells, la Diputación catalana dio a conocer su primera comunicación. En ella se explicaban las primeras actuaciones llevadas a cabo por esa institución: Tan pronto como llegué a Perpiñán procuré enterarme del estado de las cosas, y vi lo mucho que se mentía n Barcelona. Todo el ejército liberal se reducía a un puñado de hombres que poco días después entraron en España a las órdenes de Victoriano Ameller y Bellera, otros se habían internado capitaneados por Parera, en una retirada fueron sorprendidos e internados, y a los pocos días presos el general Moreno de las Peñas, Escosura y Bellera que con nombres supuestos estaban en la frontera. Para enterarme del estado de las cosas de un modo que no infundiese sospechas, fui a comer dos o tres días en un bodegón en el que estaban agazapados dos o tres matones de la pandilla de Terrades; y de esto modo tuve la proporción de hablar con esta improvisada notabilidad y de su boca supe que los hombres que estaban más en boga eran Escosura, Salamanca y Orense quienes se habían constituido en la Junta llamada de Bayona pero que residían en Pau. Aquel mismo día, ignorando que Escosura estuviese en Perpiñán, le escribí ofreciéndole mis servicios y recordándole mi amistad con su padre. Al día siguiente supe que Escosura había sido detenido y que se hallaba incomunicado en la Ciudadela, y por esfuerzos que hice no puede conseguir que el comisario central me permitiese hablar con dicho señor.

Cinco días después recibí carta de Mendialdúa, dueño del Eco del Comercio, fechada en Pau, y en ella me decía que había leído mi carta porque el otro, antes de marchar, les había facultado para ello por si llegaba alguna que exigiese pronta contestación. Me decía que tanto él como el marqués de Albaida (Orense) y demás deseaban que les instruyese detalladamente de cuanto les pudiese interesar esperando y prometiéndose esta fineza de mi buen celo y conocido patriotismo. Con este motivo se entabló una correspondencia con remesa de impresos con el fin de que me enterase del estado de las cosas. Vi que no tenían principio alguno, y así se lo expresé, que no había más objeto que comprometer víctimas para derrocar al ministerio de Cristina y colocarse ellos en los sillones que este abandonase. Como tuve ocasión de saber todos los por menores y el despilfarro que había hecho del dinero que Salamanca trajo de Londres, les hice cargos y no gustándoles aquellas verdades cesó nuestra correspondencia y yo dirigí la vista a otra parte.

Hubo en Cataluña algunos acontecimientos favorables al conde y vi que los montemolistas estaban envalentonados; pero siempre constantes los catalanes en el artículo de los fueros. También supe que la Junta de Bayona, siguieron mis consejos y conociendo por fin que para hacer una revolución y procurarse medios era preciso un santo, había acudido también a Londres por medio de comisionados, siendo uno de ellos Salamanca, y unidos ambos extremos temí con razón que quizás sería desechadas mis proposiciones. Mientras estaba en esta perplejidad esperando la respuesta se presentó Soler con la comisión de precipitar mi viaje a Tolosa, atendido a que el Infante había formado nuevos planes y tendría in mente algún proyecto para neutralizar los esfuerzos de aquella Junta, pero como no había recibido la remesa tuve que esperar. En este intervalo acudieron a Marsella Terrades y Bellera, con la circunstancia que este último está enteramente unido a D. enrique, y en unión con Cuello y otro republicano de Valencia formaron su club republicano. De paso se presentaron también los coroneles Serrano y Gurrea, edecanes de Espartero, procedentes de Gibraltar, quienes pasaron en derechedura a Burdeos pasando por Tolosa. Unos y otros habrán tenido ocasión de conocer que nada pueden prometerse de la Francia: al contrario, constituidos los comisarios de la república en meros ejecutores de la voluntad de nuestros cónsules, blancos y negros seríamos positivamente perseguidos si nos permitiésemos las más mínima publicidad.

La Junta de Bayona, chasqueada por la intentona de Montjuïch y fusilamiento de algunos castellanos[16], retiró velas, pero siempre consiguió algo; pues con aquello y el sacrificio de algunos leales pudo cubrir el expediente y repartirse los cincuenta mil duros que trajo de Londres el célebre Salamanca y había adelantado la casa de Sampson: a mí me habían dicho que no tenían un cuarto, sin embargo yo sabía la historia, les reprendí por su mala fe y esto provocó la última carta que recibí de Mendialdúa. También hicieron con Iriarte otra intentona en la frontera de Aragón; pero como son todos castellanos y no tienen en aquel país ni influencia, ni simpatías, aquello fracasó, como era de esperar, y los infelices que pudieron escapar han venido a esta ciudad; y dirigidos por Cuello, pordioseando y trampeando se han mantenido más de un mes esperando lo que nunca debieron esperar: que entrarían a España al frente de un ejército francés, cuando los franceses siquiera se acuerdan de España y bastante trabajo tienen los unos para sostener los principios proclamados y los otros en provocar la restauración[17].

El Estado Mayor carlista nunca confió en Bertrán i Soler. Además opinaban que la pretensión de restituir los fueros no era más que agua de borrajas. Pues, la reivindicación de Bertrán era que, a través de los fueros, se pudieran unir los carlistas y los liberales. Para Bertrán los fueros habían sido la característica esencial del estado catalán durante la Edad Media. Si liberales y carlistas deseaban restablecer éste derecho que le era propio a Cataluña, era lógico que se unieran pues, a pesar de otros postulados que les separaban, en éste estaban de acuerdo.

Ahora bien, Bertrán i Soler iba más lejos. Como escribe Joan Camps: Una vez conseguida la independencia, se aplicarían los principios políticos de la representación nacional, derechos políticos liberales y el sistema económico adecuado. En éste punto, Bertrán juega con una fina sagacidad la escisión de los carlistas. Si Montemolín quiere la reconciliación con los liberales ha de ceder en algunos puntos del sistema representativo y él le le ofrece y confía que será atendido “con preferencia a esos otros hombres que perteneciendo a otro siglo sólo piensan en reacciones sangrientas y en el restablecimiento de procedimientos inquisitoriales”[18].

El 9 de diciembre de 1848 Bertrán i Soler escribió una carta a Lord Palmerston, jefe del Foreign Office. El motivo de la carta, como escribe Giró, era mover el interés de Inglaterra en su pugna hegemónica con Francia, para que, después de los fracasos liberales, obligara indirectamente tanto a los liberales como a los carlista a unir sus esfuerzos en un frente común. En ella escribe: La Diputación General de Cataluña, constituida revolucionariamente a pesar de los obstáculos que opone la opresión de un gobierno inmoral y despótico, tiene el honor de recurrir a V. E. con el único fin de manifestarle los verdaderos sentimientos del pueblo catalán, y que éste está decidido a sacudir el yugo que le oprime y para ello recurrirá a los medios que ofrece la reunión de muchos contra los esfuerzos de un tirano. La adjunta alocución dará a V. E. una verdadera idea del derecho que asiste a un pueblo tan villanamente oprimido por la sola razón de ser entre los españoles el más industrioso y aplicado y no dudamos que la Europa compadecerá a los catalanes por los males que sufre bajo la coyunda de unos hombres que tienen por divisa la opresión y la holganza.

Oprimidos desde la entronización de los Borbones en España se nos ha despojado paulatinamente de todos nuestros derechos, reduciéndonos por fin a la triste condición del esclavo y no deben admirar nuestros vecinos si aunados carlistas y liberales y puestos en la posesión de vencer a nuestros dominadores, rompemos de una vez tan pesados grillos dando el grito de libertad que tan grato fue desde los más remotos siglos a los generosos catalanes que siempre precedieron a Castilla en la carrera de la civilización y en los adelantos del trabajo.

Esta Diputación espera que el gobierno inglés, cuando no era de su interés la protección decidida de un pueblo tan injustamente ultrajado, a lo menos será generoso con los oprimidos, y lejos de manifestarse hostil contribuirá en lo posible para acelerar la deseada reconciliación entre españoles de ambos bandos a fin de que carlistas y liberales concurran a la lucha mirándose como hermanos[19].

El 30 de diciembre de 1848 Manuel de Cubells contestó las dos cartas enviadas, con anterioridad, por Bertrán i Soler: Como me lo figuraba, sucedió. Mi primera en la que iba adjunta la que V. se atrevió dirigirme en 27 de octubre se detuvo en el camino, sin que ni de allá, ni de acá, se haya podido apurar el punto de la detención, ni la causa de ella.

Hoy recibo contestación; en ella se me dice que S. M. se halla dispuesto a oír y a admitir cuanto quiera proponérsele, que tienda a mejorar el estado infeliz en que se ha constituido a la nación, a libertarla del pesado yugo que la oprime y a volverla a aquellos tiempos en que su pabellón ondearía en casi todas las partes del globo, no estando en contradicción con los principios que manifestó en su última alocución en que se consignó la conducta que se proponía seguir. Mi delicadeza me impedía decir a V. que mandando sólo la carta que se me dirigía a mi sería difícil que se contestase y así se me dice, pero queda ya abierta la puerta para entrar en comunicación; por consecuencia, si V. quiere hacer alguna proposición a nombre de la corporación que representa puede desde luego dirigírmela y quedará de mi cargo su dirección y la transmisión de la contestación.

La franqueza que de V. ha debido, me da libertad para hacer a V. una observación que me ha ofrecido la reflexión de lo que v. se ha debido decirme en sus dos gratas que me parece que su sano juicio y buen criterio no desconocerá. Los fueros o privilegios están en oposición con las constituciones representativas; proclamar aquellos es negar el valor de éstos. La concesión, a más de que heriría la nación entera, fuera mirada por los reformistas como una dirección al absolutismo, que no tolera la emancipación de parte alguna del territorio del estado, y cuya desigualdad no puede ser aprobada por ningún gobierno justo, equitativo y paternal. Los privilegios o fueros no caben en manera alguna con formas representativas y en el caso de concederse correspondería a las Cortes tratar de ello, pues toca muy de cerca de las otras provincias cuyos intereses se perjudican conocidamente. Paréceme se persuadirá V. que no es mi ánimo ofender, no contrariarle y sí sólo manifestarle mi opinión a fin de que ilustrados podamos llegar al punto de todo buen español debe apetecer, como es la unión de todos y la prosperidad de la desgraciada nación a que pertenecemos[20].

La carta de Cubells provocó en Bertrán i Soler una reacción que se vio reflejada en dos comunicaciones dirigidas al conde de Montemolín. La primera, fechada el 1 de enero de 1849, decía: La Diputación General de Cataluña, enterada de la comunicación hecha en respuesta a la carta con fecha de 27 de noviembre último tuve el honor de dirigir al S. D. Manuel de Cubells, no puede dejar de manifestar su sentimiento en representación de los naturales del antiguo Principado por la funesta perspectiva que presentan los acontecimientos políticos y la certeza de los muchos males que nos amenazan sea cual fuere el resultado de la actual guerra civil.

Cataluña, mirada de algunos años a esta parte como país conquistado, ha visto mal recompensados los servicios positivos hechos a favor del trono y aun en los momentos en que la nación se ha creído feliz por el establecimiento del sistema representativo, se ha visto despojada de sus patrias instituciones y abolida para siempre la Cámara de la Coronilla, que en virtud de solemnes tratados y de regias promesas se había establecido en Madrid desde la reunión de ambas coronas por el casamiento de D. Fernando de Aragón con D. Isabel reina de Castilla. La política de los palaciegos pudo conseguir que nuestros reyes mirasen como un acto de rebeldía la constancia de los catalanes en la conservación de sus derechos: y ya de tiempos muy remotos se ha conspirado constantemente para conseguir la humillación de los naturales de la Coronilla por derecho de conquista. Sin embargo la Corona de Aragón y especialmente la Cataluña, que ni remotamente ha sido conquistada, tienen derecho a la conservación de unos fueros que la constituían bajo un sistema democrático a la sombra de un trono que les es deudor de importantísimos servicios que la historia transmitirá a los más remotos siglos.

Por esto la primera proposición hecha por mí en nombre de los representantes de Cataluña al Señor Conde por mediación del Señor D. Manuel de Cubells fue el restablecimiento de sus fueros, que constantemente le fueron mantenidos por el Señor D. Fernando Séptimo, si bien en los últimos reinados fueron en gran parte adulterados por la ley del más fuerte, que sólo puede prevalecer hasta que una fuerza superior pueda dictar otra ley que constituya vencedores a los vencidos. Se nos podría contestar que la concesión de nuestros fueros atacaría directamente las libertades de Castilla: pero a este diremos que la Monarquía Española se compone de tres estados enteramente distintos cuyos naturales de diferente casta y origen se distinguen por sus intereses, sus costumbres y también por su idioma y fisonomía; y la experiencia ha demostrado la imposibilidad de establecer una ley única que nivele todas estas diferencias con que la naturaleza señaló esta constante separación de castas y de ideas. Sólo un rey absoluto podría gobernar con igualdad en medio de tan opuestos elementos: pues no teniendo más ley que su voluntad sabría hacer la debida distinción y favorecer a unas provincias con preferencia a otras si así conviniese a sus intereses o al bien de la monarquía; pero el absolutismo pertenece a otros siglo y su entronización es materialmente imposible.

La Diputación, puesta en el conflicto de redimir a sus conciudadanos de la tiránica opresión que sufren, es constantemente decidida a probar todos los medios que aseguren el éxito de la empresa. Conoce que su misión es sumamente difícil, y comparándose con el infeliz que por miedo de ahogarse se agarraría a un hierro hecho ascua, se le pondría en la necesidad de recurrir a los mismos que actualmente nos tiranizan en el caso de que nuestras sentidas quejas no merezcan la atención del Señor Conde.

Los extranjeros y aun los mismos españoles, naturales de Castilla, ignoran completamente todo lo que tiene relación con nuestros gloriosos hechos, y apenas han recorrido las primeras páginas de nuestra historia por lo mismo no han podido formarse la menor idea de nuestra antiquísima legislación. Gobernados por leyes bárbaras, todos los estados que en el día figuran en primer término en la carrera de la civilización, los catalanes y aragoneses dictaban la ley al universo y su constitución, que los hacía en cierto modo independientes, sirvió de base para constituir democráticamente las repúblicas de Génova, Luca, Pisa y Venecia, siendo desde los más remotos siglos nuestros antecesores los primeros legisladores del orbe y los más valientes y aguerridos.

Amantes de sus fueros combatían por la patria, porque sabían que en ella tenían asegurada la independencia y la libertad. Sus antiquísimas Cortes sirvieron de modelo para reorganizar los antiguos concilios que introdujeron los godos en el interior de la monarquía castellana; y sin titularse republicanos, eran regidos democráticamente bajo la tutela de los reyes con el modesto dictado de condes, cuya voz significa gobernador.

La Diputación entiende que empezando paulatinamente es como el Señor Conde, aprovechándose del descontento general, podría sin duda entronizarse y conseguir con el tiempo la completa dominación de ambas monarquías. Asegurada en sus derechos a lo menos en Cataluña, que es uno de los cuatro grandes estados que componen la Coronilla, tendría en el antiguo Principado un punto de apoyo y de allí podría proceder a la completa restauración de una y otra monarquía. De lo contrario esas mismas provincias que constantemente le sirvieron de apoyo, obligadas a combatir con fuerzas desiguales o renunciarán a una lucha que les puede ser perjudicial, o bien transigirán con el gobierno opresor, que actualmente no tiraniza, a menos que, creyéndose con fuerzas para disputar su independencia, se emancipe de una vez y constituyan por si solo un estado independiente y puramente democrático.

En igual caso no dejarían de secundar los esfuerzos de los catalanes, la Navarra y las provincias vascongadas; y también es de temer una sangrienta revolución que degenerase en anarquía; siempre que los castellanos despertando de su letargo, abran el pendón de los demagogos, atendiendo el abandono en que se hallan aquellas provincias por la necesidad de aglomerar numerosas huestes en el antiguo Principado. Nada de esto sucedería si reconocida esta Diputación general o mejor diré autorizado su presidente para reorganizarla bajo los auspicios del Señor Conde pudiese la misma persona de acuerdo con el general Cabrera y encargarse de la dirección de las comunicaciones y de las operaciones administrativas, quedando siempre intacto el derecho a la autoridad militar para la dirección de las operaciones del ejército. En este caso, amalgamando ambas banderas y admitiendo en la misma Diputación un número igual de vocales montemolistas de origen catalán y de sentimientos nobles y generosos, podríamos con facilidad provocar un levantamiento general mediante prometer al pueblo catalán la restauración de sus derechos por medio de una nueva constitución que tuviese por base la antigua y ofrecerles la más completa independencia de los pueblo de la otra monarquía, restituyéndoles su nacionalidad bajo la égida de los signos sucesores de nuestros condes.

La Diputación se adelanta, en obsequio al Señor Conde, a proponer la reorganización de la misma en los términos expresados y la concesión de todos nuestros fueros conforme lo hizo en época anterior el Señor D. Felipe segundo, estando en la persuasión de que positivamente este primer paso deberá conducirle a las gradas del trono, si no se estiman infundados los sobre citados motivos. También se toma la libertad de manifestar por medio de su presidente que quizás no es distante el día en que el gobierno de Isabel, consultando mejor los intereses del trono, piense, conforme hizo con los vascos, en dar al pueblo catalán su antigua constitución. Por la misma causa se promete esta diputación de la fidelidad de los consejeros del Señor conde que atendidos los anteriores antecedentes que hacen posible la unidad de derecho entre los naturales de tres diferentes monarquías y considerando el conflicto en que se hallan las huestes montemolistas y también las liberales, si antes de la primavera no se pronuncian las otras provincias inclinarán el ánimo del Señor Conde a tan halagüeña convicción[21].

El 4 de enero de 1849 Bertrán i Soler publicó una segunda comunicación dirigida al conde de Montemolín. El objetivo era que Montemolín diera una contestación y que, finalmente, se decidiera. Escribe Bertrán: La Diputación, puesta en el empeño de salvar a todo trance las fuerzas reunidas en el antiguo Principado y territorio de la Coronilla antes de que queden desvanecidos los obstáculos que oponen las nieves a las operaciones militares que tienen combinadas los jefes de las tropas de Isabel, ha creído oportuno dirigir al Señor Conde esta segunda comunicación para reiterarle anteriores ofrecimientos y consignar de una vez su opinión en un negocio del cual depende la suerte de los españoles y también la del príncipe a quien tenemos el honor de dirigirnos.

La diputación, sin pretender por ello incurrir en la nota de temeraria, tiene un interés directo en manifestar, si conviniese, al orbe entero que jamás ha sido guiada por espíritu de partido y menos de provincialismo, tal como algunos lo entienden, y sólo se ha ocupado en demostrar en su primera comunicación el error de los palaciegos, siempre empeñados en confundir la voz provincia con la voz monarquía. En efecto, la corona de Aragón es otra de las tres monarquías de que se compone el imperio español, con la circunstancia de tener los mejores códigos que Castilla y una constitución completa, redactada y adoptada en aquellos remotos tiempos en que la Francia, la Inglaterra y otros pueblos que en el día nos disputan la preferencia en la carrera de la civilización eran gobernados por leyes bárbaras y según el antojo de los reyes. Por consiguiente, es mal aplicada la voz provincialismo cuando se trata de un estado libre e independiente que reclama la antigua constitución.

Obligada esta Diputación a desvanecer los cargos que tal vez podrían hacerle hombres poco versados en la lectura de nuestra historia y de nuestra legislación, y otros también naturales y extranjeros que no conocen la España ni sus necesidades en aquella desproporción que ofrece la diversidad de cartas, de intereses y de idioma y también de leyes con que cada uno de los tres estados ha sido constituido, se determinó a proponer lo que creía más natural, más político y más arreglado a justicia. Para esta franca manifestación sólo la ha movido el amor patrio, el deber que se impuso de defender los intereses de sus combatientes y la necesidad de buscar un medio que afiance definitivamente la paz en nuestra malhadada patria, librándola del yugo que la oprime: pero conoce que en aquella comunicación fue poco explícita, y precisamente omitió lo que más convenía.

Para obtener el buen éxito que se desea en un negocio de tanto interés se hace necesario consultar el derecho y, omitiendo rodeos, buscar aquella senda que presente menos obstáculos y la mayor probabilidad. Esto es precisamente lo que nos incitó a reclamar el establecimiento de la antigua constitución catalana, pues, conociendo las inclinaciones y los sistemas de nuestros compatriotas, hemos creído ser el único medio que en la actualidad se presenta para salvar las huestes que están combatiendo, y asegurar para lo sucesivo el cambio de dinastía que todos apetecemos. Sólo teniendo un punto de apoyo en territorio español nos podemos prometer los resultados que deseamos, y para ello se hace necesario contentar al pueblo que debe ayudarnos para lo sucesivo. Si el Señor Conde lo piensa de otro modo, la Diputación General de Cataluña, que odia la tiranía de los cristinos, se someterá gustosa a lo que el Señor Conde disponga, aun cuando sea en prejuicio de sus convicciones, pues en todo caso los futuros acontecimientos acreditarán su buena fe. Hecha esta confesión, que es en todo conforme a sus sentimientos, la Diputación que tengo el honor de presidir se abstiene de presentar proposiciones. Los individuos que la componen saben que no nacieron para mandar. Su obligación es obedecer.

Consumado un hecho que de otros ha sido aprobado y consentido, el cambio de dinastía ha de ser por consecuencia de una revolución, o por efecto de un pronunciamiento que hagan los pueblos cansados de sufrir; y no es culpa de la Diputación que represento si los consejeros de su augusto padre, olvidando la parte por el todo no supieran excogitar los medios que el derecho presenta para vencer legalmente a los defensores de los derechos de Isabel. Hecha la separación de ambas coronas, con respecto a Aragón, estaría en su vigor la ley sálica y sería difícil demostrar en el catálogo de nuestros reyes una sola mujer. Cuando los aragoneses no quisieron convenir las disposiciones descabelladas de su último rey buscaron en el claustro un príncipe que les gobernara y les diese un sucesor es por desear paz al trono de Aragón. A esta inesperada entronización y al consecuente casamiento de un monje debió su existencia Petronila, y ésta es la única vez que consintieron los aragoneses que figurase una mujer bajo regio dosel: más no consintieron que reinase no obstante la calidad de hija única del rey D. Ramiro. Éste se retiró otra vez al claustro tan pronto como la princesa tuvo la edad correspondiente para contraer matrimonio; y los aragoneses la casaron con el conde D. Berenguer, queriendo que éste y no ella fuese el legítimo rey. Los aragoneses otorgaron la preferencia a Dª. Petronila bajo la precisa condición de enlazarse con el conde de Barcelona; queriendo que este reinase de hecho; y en aquellas capitulaciones estipularon que si dicho matrimonio naciera un hijo, este heredaría la corona de Aragón, y de lo contrario, muriendo Dª. Petronila si dejar sucesión, conservase la corona el conde su esposo y después de su muerte pasase aquel trono al que legítimamente le sucediese en el condado de Barcelona.

Con lo dicho se verá que la entronización de Dª. Petronila fue un acto de deferencia y de respeto al príncipe que la procuró y que estaba dispuesto a descender el trono tan pronto como se presentase otro príncipe que fuese digno de sucederle. De manera que la Corona de Aragón pasó directamente de manos del uno al otro príncipe y quedó incorporada a la corona condal, pues ambas habían de pertenecer directamente al primer hijo que tuviera Berenguer. Desde aquella época siguió constantemente la sucesión de ambos tronos por líneas directas y laterales, pero siempre de varón a varón como conde de Cataluña; y debiendo su investidura a los hijos de Carlomagno, necesariamente habrían de prevalecer las leyes de los francos, inclusa la ley sálica en todos aquellos estados que estuvieron bajo su dominación.

El rey D. Alfonso quiso traspasar la corona a su hija Dª. Constanza en perjuicio de su hermano D. Fernando; pero tan pronto lo entendieron los catalanes y los aragoneses empuñaron el arma y lo obligaron a retroceder. Otro tanto le sucedió al rey D. Jaime; y en otra ocasión, atendiéndose a la ley de las Partidas, una mujer debiera haber ocupado el trono de Aragón y Cataluña cuando quedó extinguida la dinastía entonces reinante, más los aragoneses y catalanes no lo consintieron; y su opinión provocó el nombramiento de nueve compromisarios catalanes, aragoneses y valencianos que eligieron en Calpe [sic], en fuerza de la ley sálica, al infante D. Fernando.

La Diputación repite y yo lo hago en nombre y representación que los individuos que la componen están muy distantes de pretender de dictar la ley al Señor Conde y menos pretender cosa alguna de difícil ejecución. Sólo se limita a exponer los hechos, indicar los males que nos aquejan y señalar el medio de curarlos. Si en más altas regiones, hombres de más talento y provisión lo estiman de otra manera, sin renunciar por esto al derecho de salvar la patria cederemos el paso a la experiencia y al saber; y si la necesidad no obligarse a recurrir a los pies de nuestros opresores, cederíamos a otros el ominoso cargo de ejercer tan baja humillación, y ocultos en nuestro hogar o bien emigrando a país extraño, esperaríamos tranquilos el fin de nuestros días, cabiéndonos la satisfacción de haber cumplido el más sagrado de los deberes, y moriremos con honor[22].

Como hemos dicho, en los apuntes biográficos, Bertrán i Soler al ofrecerle al conde de Montemolín la colaboración de la Diputación catalana no lo hizo por un convencimiento carlista ni monárquico. Sino porque, de entregarle el poder militar a Cabrera, el pueblo catalán lo seguiría y se conseguiría la independencia de Cataluña. Para que esto fuera posible, se consensuaría una constitución que recogería los fundamentos democráticos de Cataluña, tal y como había ocurrido durante la Edad Media.

Bertrán i Soler siguió publicando comunicaciones, en un total de siete. En ellas resume sus conversaciones con el Carlismo y con los liberales. Estas comunicaciones son interesantes porque, gracias a ellas, conocemos los pasos dados por Bertrán i Soler y el posicionamiento de las instituciones a las cuales de dirigió. En enero de 1849 dio a conocer la cuarta comunicación. En ella no expone los contactos mantenidos con la Junta de Tolosa. Entre otras cosas dice: Viendo la apatía de D. Manuel de Cubells y la falta de contestación de parte del Señor conde conocí que había una oposición a mis operaciones, y hallándome también en oposición con los siempre nefastos Cuello y Terrades conocí que era todo inútil mi permanencia en dicha ciudad, y determiné pasar a Tolosa. También observé que el ex-presidente y demás vocales y paniaguados de la Junta de Berga se hallaban en la imposibilidad de figurar a las órdenes o a las inmediaciones de Cabrera porque sabían de positivo que este mandaría fusilarles. De aquí provino la oposición que encontró aquel general y la deserción De Pons y otros cuando se convencieron que no le podrían derrocar. En efecto, todos estaban complicados en el asesinato del Conde de España y si Cabrera no hubiese tenido que entrar en Francia por resultados del convenio de Vergara, ya les habría fusilado entonces y así lo expresó a los interesados cuando a la frontera de este reino les puso en libertad. Tampoco tuvo el menor resultado la idea concebida por D. Carlos de crear una Junta Gubernativa.

Entonces, habiendo sido rechazado Victoriano Ameller cerca de la frontera y conducido por los gendarmes al interior, tuvo que entrar Narciso con unos pocos, mientras Bellera se internaba hacia el Priorato y Bonet se mantenía entre el Segre y Noguera. Los demás jefes del bando liberal habían en su mayor parte claudicado, admitiendo del Gobierno de Isabel grados y dinero. Sólo se mantenían unos pocos, siendo Baldrich el que presenta mayor fuerza y mejores medios para sostener, habiéndose puesto acordes con Cabrera y demás.

En Tolosa me relacioné con el caballero, Soler, abogado de Valencia, y con el coronel Pellicer, natural de Aragón, y como vi que simpatizábamos les comuniqué mi misión, y desde entonces, incorporándolos a la Diputación, hemos podido figurar en representación de la Coronilla, un catalán, una aragonés y un valenciano.

Con respecto a D. Enrique han sido inútiles mis esfuerzos. Educado a la sombra de un trono, solo admite a su lado frailes de obediencia, hombres que le obedezcan a ciegas, le adulen y no le contradigan. Cree poderse dirigir por sí solo, por consiguiente no me necesita. De otra parte ha visto que yo tenía formado un plan arreglado a mis convicciones y como éste no es el suyo no podemos simpatizar. Este príncipe tendrá la suerte de su padre: Siempre le perseguían y nunca figurará. Sin embargo, no renuncio a las esperanzas[23].

El 3 de marzo de 1849 publicó la quinta comunicación. En ella habla de las fuerzas de oposición en el sur de Francia y la dificultad que había de coordinarlas. Entre otras cosas dice: Me engañé completamente con respecto a los hombres que decían simpatizar conmigo. La experiencia nada pueda para penetrar a ciertos hombres que mienten con especulación y fundan su bienestar en la intriga y en la hipocresía. También he tenido ocasión de notar l dificultad que ofrece en algunos su posición social por efecto de las circunstancias; y es preciso confesar que la posición de los carlistas es sumamente mala. Precisados a confesar que en el día no es posible la presencia de un rey absoluto: adoptado como principio que los gobiernos monárquicos deben apoyarse en el sistema representativo; es evidente que desapareció la causa; y que de hecho desapareció con ella el partido absolutista: pues haciéndose los carlistas liberales, la lucha entre unos y otros se reduce a una cuestión de nombre. Sin embargo, es humillante para un partido la confesión de su error, y tampoco podrían lucir en la carrera de los progresos determinadas personas que antes se propusieron retrogradar. Ni tampoco todos los carlistas se hallarían en el caso de someterse voluntariamente a un cambio de ideas que hace desaparecer todas sus ilusiones y destruye sus esperanzas.

Por lo mismo he llegado a conocer que los hombres que suponían simpatizar conmigo se engañaban y me engañaron. Por consecuencia, ni la proclama se publicó, ni se ha entablado la polémica convenida. El caballo de batalla es una entrevista con el general Cabrera instada por los Señores de Moura y D’Isard y por toda la aristocracia francesa, combatida de un modo indirecto por los abogados Soler y Amat y quizás también por Oriol, auditor de guerra de Cabrera, porque tienen miedo y les imponen mis conocimientos y mi actividad; y por mi parte la prudencia me aconseja que proceda con precaución en un negocio que podría tener los más pésimos resultados.

Habiéndome explicado con energía y dignidad, prevalido de la confianza que me inspiran Moura y D’Isard, parece que entre la aristocracia de Tolosa ha habido una pequeña reacción; pues los legitimistas consideran que soy el único capaz de llevar a cabo el proyecto y conocen que les puede ser provechoso mi adquisición. Conocen igualmente que puestos en la necesidad de lanzarnos a los brazos de otro partido se haría más difícil su posición, pues (¿) la causa de los legitimistas de las otras naciones: pero los nuestros del uno y del otro bando son desgraciadamente los únicos que no ven y tienen la fatalidad de entender las cosas al revés[24].

Las expectativas de Bertrán i Soler quedaron en nada no sólo por la dificultad de unir carlistas y liberales, sino porque fue encarcelado el mismo día que el conde de Montemolín y el Infante Fernando eran detenidos en Francia. La Diputación catalana, esto es, la idea de una independencia del territorio catalán, finalizó el mismo día que la guerra de los Matiners quedó herida de muerte. Bertrán i Soler fue detenido en Osseja, cerca de la frontera. Ha quedado demostrado que su detención se produjo como consecuencia de la traición de don Enrique de Borbón[25], duque de Sevilla y de un platero llamado Soler i Soler, personaje subordinado al duque. Esta traición la demostró en dos comunicaciones -sexta y séptima- que Bertrán i Soler publicó después de su detención. La sexta comunicación, 20 de abril de 1849, decía: La perfidia ha llegado a su colmo; y si no hubiese procedido con suma prudencia negándome resueltamente a dar vuestros nombres, a estas horas todos seriáis presos y quizás fusilados. ¿Quién había de creer que cupiese tanta perfidia en un príncipe español? Posteriormente he sabido en Perpiñán la trama urdida por el infante D. Enrique, sirviéndole de instrumento y de facto el infame platero Soler y Soler, quien por su notable nulidad no pudo haberme causado la más mínima desconfianza. Sumamente hablador, flojo y ligero, únicamente conmigo supo disimular, porque así se lo mandaría su amo y señor; y he sido desgraciadamente el ultimo q. he conocido los infernales proyectos de ambos tigres.

El hecho es que el referido D. Enrique jamás ha sido liberal; y fingiéndose en desgracia servía directamente y con toda seguridad a los hombres de Cristina. He sabido por personas fidedignas que, tan pronto como vine a Francia, el infame Soler y Soler recibió orden de D. Enrique previniéndole que me frecuentase y me ofreciese su amistad; ya entonces el infante había comprometido los individuos de la Junta de Bayona presentando toda la correspondencia de los liberales de la emigración al mando de la reina; y su objeto fue ganarme la amistad por medios los más amistosos, suponer conmigo las mismas simpatías y prestándose a mi proyecto para poder de este modo poseer mis secretos, conocer nuestras operaciones y tenerme siempre pura oposición con la Junta de Bayona; y el perverso Soler y Soler facilitándome algún corto recurso y dándome las mayores pruebas de amistad y adhesión, preparó una catástrofe que sólo la casualidad pudo dictarme, resultando evidentemente la traición de ambos, en el momento en que esperaban coger el fruto de sus maquiavélicas intrigas.

Confiando en la palabra de un príncipe pérfido y desleal, me creía autorizado para ofrecer la reconciliación de ambos primos, y no habría parado hasta conseguir q. el conde de Montemolín y sus hermanos abandonasen las playas de Inglaterra y se pusiesen al frente de los catalanes, presentando una bandera liberal. Al mismo tiempo, con la aquiescencia y parecer de D. Enrique, emprendí mi marcha hasta Osseja, que es un pueblo de la frontera, y avisado a tiempo el general Cabrera habríamos tenido una entrevista en Talaxá, a cuyo pueblo probablemente habrían concurrido el conde de Montemolín y sus hermanos.

Separadamente el infame platero Soler y Soler, que por mediación de Enrique estaba en relaciones con el general Concha, debía acompañarnos: pero el Infante dispuso que marcháramos por diferentes caminos para que nunca se dijera que íbamos de conformidad: pero fue con el maquiavélico fin de prevenir al cónsul español y sacar pasaporte y recomendación para que el emisario de D. Enrique no fuese detenido por la policía francesa en los pueblos de la frontera. Después he sabido q. D. enrique entregó a Soler y Soler un rico puñal para que presentándose la oportunidad me asesinase; pero el tal emisario fue tan bruto e imprudente que a cuantos quisieron escucharle le repitió su detestable comisión: y si bien vinieron a Osseja algunos amigos con el fin de prevenirme y evitar aquella catástrofe, el comisario Bes se había adelantado, y en un mismo día, pero en diferentes puntos, fuimos presos Montemolín y yo. También lo fueron con el primero sus dos hermanos, pero no habiendo sido conocidos los internaron, considerándolos simples coroneles; y a los pocos días estaban otra vez en Londres[26].

La séptima comunicación, 12 de mayo de 1849, decía: Por fin he descubierto completamente la incógnita y la traición de D. Enrique está patente. Este pérfido, prevalido de su alta posición que en cierto modo le colocaba a la cabeza del partido liberal, vendiéndonos y enemistándonos mutuamente pretendía neutralizar nuestros esfuerzos a fin de que ninguno pudiese triunfar. Titulándose republicano aspiraba a ser rey y afectando simpatizar con todos los que le buscaban, procuraba sondear a los unos y a los otros y como con ninguno había podido formarse un partido, hizo como el perro del hortelano: ni ladraba ni dejaba ladrar. Para seguir tan maquiavélica especulación le convenía un malvado que por el deseo de figurar se presentase a cuanto le conviniese, sin reparar en los medios, sin honor y sin talento, ambicioso y de malas entrañas que sin conocer los compromisos lo sirviese a la vez de confidente y espía. Soler y Soler fue para D. enrique la mejor adquisición. Ese botarate, que ha dado en la manía de figurar y es que un ignorante vano y charlatán, no conoce la vergüenza y era el más a propósito para entrometerse y embrollar, fingiéndose liberal con los liberales, republicano con los demócratas y amigo del orden con los moderados y montemolistas, no pudiendo de otra parte infundir desconfianza por su conocida nulidad y dándose cierta importancia con la privanza de aquel príncipe supo pormenores que de otro modo no supiera, y facilitándole D. enrique recursos pecuniarios consiguió por medio de largueza que se le abriesen puertas que de otro modo habría encontrado cerradas.

Familiarizándose conmigo y poniéndome en relaciones con el Infante me hicieron concebir la idea de una reconciliación entre todos los príncipes españoles; y este paso nos habría conducido a la paz y nos diera la libertad. Había conseguido que Montemolín, Cabrera y los legitimistas españoles y franceses de buena fe [sic] y confesaron que era imposible reinar sin el sistema representativo y era evidente que alzada la Cataluña en masa bajo una misma bandera los españoles de una y otra comunión política, la revolución habría estallado dando fin a la lucha actual. Las cosas habrían cambiado de aspecto, y hechos liberales Montemolín y los príncipes de su casa, los inquisitoriales y los frenéticos absolutistas habrían tenido que renunciar a ulteriores designios. Siempre habría habido una oposición: pero ésta habría sido más racional una vez destruido el principio que anteriormente defendían los carlistas[27].

Son claras las palabras de Bertrán y Soler. Deseaba -por medio de Enrique de Borbón- la reconciliación de todos los príncipes de la Casa de Borbón y su adscripción a la política liberal, implantada en España en 1833. Esto era impensable. El conde de Montemolín nunca hubiera aceptado una renuncia tan costosa pues, no nos olvidemos que muchos se levantaron en armas, en la primera guerra, para defender unos principios contrarios a los postulados liberales. En segundo lugar, considera irracionales los principios por los cuales estaban luchando los carlistas. Irracionales desde un punto de vista liberal. Por lo tanto, se desprende de esta carta que su intención, al aproximarse al conde de Montemolín, era personal, esto es, para llevar a buen término sus propósitos sobre la creación de una Diputación catalana. Todo lo demás era una falacia. Esta táctica de Bertrán i Soler nunca fue bien vista por el conde de Montemolín y por su Estado Mayor, tal y como hemos apuntado anteriormente.

La carta de Bertrán i Soler llevaba insertado un informe sobre la traición de Enrique de Borbón que, por su importancia, reproducimos íntegramente: Traición del Infante D. Enrique copiado del cuaderno de borradores que me facilitó D. Ramón Malla al cual y otros que se hallan en Perpiñán lo oyeron relatar al mismo Soler y Soler. Él mismo remitió copia de este borrador a Sor. Orense y al referido Infante para que supiese que estos hechos han tenido y tienen la mayor publicidad.

Iniciado D. Enrique en los secretos de la Junta mixta de Tolosa que debía ser presidida por el Infante D. Juan y adhiriendo traidoramente a los proyectos de Bertrán y Soler que consistían en moralizar a los carlistas y hacer que Cabrera empezase la reconciliación de los catalanes proclamando las instituciones y las libertades de Aragón, mandó a su garante Soler y Soler que aparentando negocios urgentes marchase a Barcelona pasando por Perpiñán a fin de que el cónsul español le habilitase de papeles y demás que fuesen necesario, y a dicho fin le dio D. enrique una carta de recomendación para dicho cónsul, que era D. Miguel de Tovar. En efecto, le dio pasaporte, le ofreció dinero, que el otro no admitió porque ya le había dado D. Enrique, y le presentó una carta de recomendación dirigida al gobernador de Figueras, manifestándose muy satisfecho de que D. Enrique diese aquel paso que podría conducirle a una reconciliación con su familia.

El garante de D. Enrique llegó a Figueras y de allí pasó a Barcelona en busca del general Concha, que recorría el Principado. En Barcelona visitó al general Lersundi[28], a Mata y Alós[29] y a la Rocha, quienes, según expresó, le habían recibido bien. La Rocha le dijo que el general en jefe debía hallarse en los alrededores de Manresa y que dentro de dos o tres días podría decirle de fijo adonde le encontraría. En efecto, pasados dos días le previno que el general estaba en Vique [Vic] y que necesariamente lo había de encontrar en dicha ciudad o bien en el camino de regreso a Barcelona, y con dicha noticia salió Soler y Soler a su encuentro por el camino de Vique y le halló en Aiguafreda. El jefe de estado mayor advirtió al referido confidente que un campamento no era el lugar más apropósito para tratar negocios tan importantes, que mejor sería que pasase a Granollers y efectivamente allí tuvo lugar la entrevista del general Concha con el emisario de D. Enrique.

Éste le entregó un pliego que contenía una tarjeta del Infante y en ella decía: Que desmentía altamente y protestaba contra la calumnia hecha al partido progresista al cual tenía el honor de pertenecer y que no se había hecho ninguna coalición formal con los carlistas: y que no había pensado en alzarse con sus primos para derrocar al trono de Isabel 2ª y en prueba de la verdad al dador de aquel pliego le instruiría de cosas muy importantes. Concha le contestó: “¿Qué significa esta tarjeta, ésta cualquiera se la puede procurar y aun cuando fuese de D. Enrique, a qué vienen sus protestas? Yo mismo he visto cartas del titulado general Ameller dirigidas al asesino Cabrera llamándose mutuamente generales y reconociendo sus respectivos grados. Marsal dio la mano a Ameller y le ofreció su espada poniéndose bajo sus órdenes, ¿y pretenderá D. enrique, suponemos, que no ha habido coalición entre progresistas y carlistas, batiéndose juntos contra el ejército real?”. En esto Soler y Soler manifestó que D. enrique no había tomado parte activa ni pasiva en aquel negocio y en prueba de ello le enviaba a S. Ex. Para descubrirle los proyectos de reconciliación propuestos por Bertrán y aceptados, y facilitarle los medios de neutralizarlos. Con esto añadió se convencería V. E. que el S. Infante no ha entrado ni entrará en ninguna coalición. Si ha aparentado ceder ha sido con el fin de conocer y desbaratar sus planes, pues en un caso apurado prefería reconciliarse con su hermano.

“¿Y qué me dirá de la Junta salmantina?”, replicó el general Concha: a lo que contestó Soler y Soler que D. Enrique nada sabía de Salamanca ni de Ameller: pues para nada le habían llamado: que si bien era dicho señor progresista, marchaba solo y aislado con toda la necesaria independencia. El general le hizo nuevos cargos manifestándole que el gobierno sabía las relaciones que había tenido D. enrique con la Junta salmantina y también con Ameller: pero audaz el garante, comprometido a salvar todas las apariencias, renegó como S. Pedro, y dijo estar autorizado por su amo y señor para dar el más solemne mentís a los que supongan haber habido entre el príncipe y los otros la más mínima relación, y añadió que el príncipe no los consideraba progresistas.

Lo cierto es que D. Enrique ya en diciembre último se había puesto en relaciones con la Corte por medición de su hermano político, el cual vino a Perpiñán y le trajo un regalo de dos mil duros para los gastos de parto de su esposa. Desde entonces el Infante entabló relaciones con el señor Arnau, secretario de la embajada, denunciando cuanto sabían de parte de los progresistas y de los partidarios de D. Carlos, constituyendo una policía oculta con máscara patriotera.

Puestos de acuerdo el general concha y el espía, éste le enteró de varios pormenores suponiendo haberlos de boca de Bertrán de quien se tituló pariente: añadiendo que éste era vicepresidente de la Junta carlista de Tolosa, siendo su presidente el infante D. Juan. Que D. Enrique fingiría simpatizar con Bertrán y adherirse a la reconciliación con los primos: que así les fuera fácil saber cuando y por donde entraron éstos en la Península y no descuidarla. Se comprometió a dar el debido aviso al general concha y al embajador, añadiendo que él por mediación de Bertrán y la sombra de D. Enrique se introduciría en el campo de los príncipes y cuando se ofreciese la oportunidad acabaría con todos sirviéndose del veneno o del puñal.

Concha, satisfecho con la oferta de Soler y Soler, le ofreció doscientos cincuenta francos mensuales y éste regresó a Tolosa suponiendo mil embustes para ocultar su traición. Bertrán Soler, constante en su proyecto, adelantó los trabajos ofreciendo a los montemolistas la amistad de D. Enrique, conforme a la promesa de este último, y por fin vino el caso de celebrar una entrevista con Cabrera, a la que sin duda habría concurrido el conde de Montemolín, y al efecto se adelantaron a la frontera Cabrera y Marsal con sus tropas, el conde de Montemolín desembarcó en Port-Vendres con pasaporte sardo y se dirigió a S. Lorenzo de Cerdans, y Bertrán Soler, con otro abogado valenciano llamado Soler de Ferreira, se dirigió también a la frontera pasando por Osseja; pero con un día de anticipación había marchado Soler y Soler a Perpiñán para ponerse acordes con el cónsul, y reuniéndoles el coronel español Perote, combinaron el modo de cogerlos a todos en la red. D. Enrique al despedirse de su garante le regaló un rico puñal, pero salieron frustrados todos sus planes: porque la policía francesa se adelantó, y Montemolín y los que le acompañaron fueron detenidos y conducidos a Perpiñán, y en Osseja aquel mismo día fueron también detenidos y conducidos a dicha ciudad Bertrán Soler y el que le acompañaba, el cual había sido miembro de la Junta de Valencia y asesor y auditor de guerra de Miralles, dependiente de la facción de Royo.

Aquel mismo día fue derrotado Marsal y e allí siguieron nuevos desastres y en consecuencia de las referidas comunicaciones; pues ellas estaban prevenidas las tropas de la reina, debiendo su triunfo a tan detestable traición. Las partidas liberales se vieron aisladas y faltándoles tan poderoso apoyo se diseminaron también; y habiendo obtenido Montemolín y los suyos pasaporte para Londres: Bertrán, que lo tiene de pasajero, lo hizo visar para París, y Soler de Ferreira, que es emigrado, fue internado a la Normandía. Tan pronto como llegaron presos Bertrán y su compañero, Soler y Soler se interesó con el cónsul para que le pusiese libremente en libertad y suponiéndole ignorante de cuanto había pasado, conservaría su amistad y podría continuar en su perfidia siguiendo el hilo de tan inicua traición.

No obstante, al partir, temeroso de que en Perpiñán no les internaran y temiendo su presencia en Tolosa, previno al cónsul que no permitiese su permanencia en dicha ciudad, ni tampoco su regreso a aquella capital: por esto le visó el pasaporte para París. Esto lo sabe el que suscribe y otros amigos españoles y franceses hallados o establecidos en Perpiñán porque el garante de D. Enrique es tan flojo y vano: que se figura haber hecho una acción honorífica y la refirió a cuantos tuvieron la paciencia de escucharle[30].

Un error claro de Bertrán y Soler es pensar que el Carlismo surgió como movimiento para recuperar los fueros perdidos en 1714. O no se paró a pensar como habían surgido o les tenía poca consideración. De lo contrario no hubiera afirmado, como hemos podido leer en éste documento, que su proyecto consistía en moralizar a los carlistas y hacer que Cabrera empezase la reconciliación de los catalanes proclamando las instituciones y las libertades de Aragón. Para Bertrán i Soler moralizar a los carlistas consistía en hacerlos liberales. Un error. El Carlismo siempre se ha distinguido por su lucha contra el liberalismo y la masonería. Tampoco el fin principal del Carlismo, al menos en Cataluña, ha sido la recuperación de unos derechos forales perdidos después de la guerra de sucesión.

El duque de Sevilla se limitó a contestarle que sé apreciar debidamente los sentimientos encargándole que desprecie los chismes dirigidos contra la amistad. Hay un tema interesante que apunta Joan Camps, el cual aclara porqué el conde de Montemolín fue apresado antes de entrar en Cataluña. Escribe Camps: Soler i Soler, como representante del duque de Sevilla, contactó con el capitán general De la Concha en Granollers, y le refirió todo lo que estaba pasando entre carlistas y liberales, así como la empresa de Bertrán, en una manifestación de la reconciliación de Enrique María de Borbón con Isabel II. La red quedó trabada con el cónsul de España en Perpiñán, de quien dependían algunos militares de De la concha de servicio en el sur francés. Fue en esta red en la cual cayeron Bertrán y Montemolín el 4 de abril. Por lo tanto, la detención del conde de Montemolín y el Infante Fernando está intrínsecamente ligado con las actividades de Bertrán i Soler, las cuales se iniciaron en el año 1848 y por la traición de un platero al servicio del duque de Sevilla.

·- ·-· -··· ·· ·-·
César Alcalá

Notas

[1]CASTILLO PUCHE, José Luis: Memorias íntimas de Aviraneta o manual de un conspirador. (Madrid, 1952). Pág. 196.

[2]BERTRAN i SOLER, Tomás: Los ingleses tales como son; carácter, leyes, usos y costumbres del pueblo inglés y todas sus estravagancias. (Valencia, 1858). Págs. 8-9.

[3]Charles-Louis de Secondat, barón de la Brède y de Montesquieu (castillo de la Brède, cerca de Burdeos, 1689-París, 1755) Filósofo y escritor francés. De familia noble, inició sus estudios con los oratorianos de Juilly, cerca de París, y posteriormente estudió leyes en Burdeos. Tras la muerte de su padre (1713), fue elegido consejero del Parlamento de Burdeos y en 1716 heredó de su tío, el barón de Montesquieu, una presidencia del Parlamento y el título de barón. Este mismo año ingresó en la Academia de Ciencias de Burdeos, donde leyó un Ensayo sobre la política religiosa de los romanos y varias memorias y ensayos económicos, científicos y médicos. En 1721 se publicó en Amsterdam, anónima, la primera de sus obras, Cartas persas, que tuvieron gran resonancia. Residió temporalmente en París (1722-1724), fue elegido miembro de la Academia Francesa, poco después recorrió Europa, incluida Gran Bretaña (1729-1731), y sus notas de viaje, con las cartas y otros cuadernos, aparecerán póstumamente (Mis pensamientos, 1899-1900). De nuevo en Francia, publicó las Consideraciones sobre la causa de la grandeza y decadencia de los romanos (1734), esforzado intento de mayor rigor histórico, cuya escasa acogida contrasta con la que obtuvo su Espíritu de las leyes (1748), publicada también como las anteriores anónimamente y que, pese a la Defensa del espíritu de las leyes (1750), sería condenada por la Sorbona e incluida por Roma en el Índice (1752). En los últimos años de su vida, se dedicó a justificar sus tesis y a pulirlas; preparó una nueva edición del Espíritu de las leyes (1757) y un ensayo, el Gusto, para la Enciclopedia, con la que afirmaba su solidaridad con las nuevas corrientes. En: Enciclopedia Multimedia Planeta De Agostini. Editorial Planeta De Agostini S.A. (Barcelona, 1997). ISBN: 84-396-6023-0.

[4]Jean-Jacques Rousseau, (Ginebra, 1712-Ermenonville, 1778) Escritor y filósofo suizo en lengua francesa. Nacido en el seno de una familia protestante, en 1741 marchó a París, donde frecuentó algunos salones nobiliarios y trabó amistad con Condillac y Diderot, que le encargó artículos de música para la Enciclopedia. Se dio a conocer con el premio que la Academia de Dijon concedió a su Discurso sobre las ciencias y el arte (1750), en el que rechazaba el optimismo enciclopedista. Tras instalarse en Montmorency, en una propiedad de su amiga madame d'Épinay, se entregó a la redacción de las que debían ser sus tres obras principales: El contrato social, que comenzó a redactar en 1754 y que no fue publicada hasta 1762, la novela sentimental, de pasión y de virtud, Julia o La nueva Eloísa (1761), y la célebre novela pedagógica Emilio (1762). Esta obra fue condenada por el Parlamento parisino y el autor debió huir de Francia. Se refugió en Suiza, y después de una etapa azarosa, se dedicó primero a escribir las Confesiones (1782-1789) y los Tres diálogos (1789) para defenderse de la creciente hostilidad de los enciclopedistas, y después, las Meditaciones de un paseante solitario (1782). Murió súbitamente en casa del marqués de Girardin, su último protector. Su sensibilidad por la naturaleza, sus costumbres sencillas y una susceptibilidad enfermiza le convirtieron, hasta cierto punto, en un inadaptado social, lo cual lleva a comprender su pensamiento, centrado en una casi utópica exaltación de la naturaleza y del sentimiento, en contraposición al estado concreto de civilización y a las posibles posibilidades de la razón moderna. En muchos campos llegó más allá que Voltaire y Montesquieu, y, desconfiando del progreso y de la razón, anunció la sensibilidad romántica. En: Enciclopedia Multimedia Planeta De Agostini. Editorial Planeta De Agostini S.A. (Barcelona, 1997). ISBN: 84-396-6023-0.

[5]Samuel Pufendorf, barón von Pufendorf (Chemnitz, 1632-Berlín, 1694). Jurista e historiador alemán. Profesor de derecho natural en las universidades de Heidelberg (1661-1670), Lund (1670-1677) y Berlín e historiógrafo de la corte sueca y de Brandemburgo. Desarrolló el iusnaturalismo -doctrina interpretativa del derecho basada en el derecho natural-. Autor de Situación del Imperio Germánico (1667), Del derecho natural y de gentes (1672) y Tratado de los deberes del hombre y del ciudadano. En: Enciclopedia Multimedia Planeta De Agostini. Editorial Planeta De Agostini S.A. (Barcelona, 1997). ISBN: 84-396-6023-0.

[6]Benjamín Constant de Rebecque, (Lausana, 1767-París, 1830). Escritor y político francés. Fue chambelán en la corte de Brunswick (1787-1794). Sostuvo relaciones con Mme. de Staël durante 14 años. En París, fue un miembro notable de los círculos liberales. Bonaparte le nombró miembro del tribunado, pero hubo de exiliarse en 1802. No pudo regresar a Francia antes de 1814. Fue elegido diputado en 1819. Sus obras más importantes son los relatos El cuaderno rojo, escrito en 1811, y Cecilia, escrito después de 1810, y su obra maestra, la novela Adolfo (1816). En: Enciclopedia Multimedia Planeta De Agostini. Editorial Planeta De Agostini S.A. (Barcelona, 1997). ISBN: 84-396-6023-0.

[7]Monarquía Constitucional por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 312-321.

[8]BERTRAN i SOLER, Tomás: Cuchilladas a la capilla de Fray Gerundio. (Valencia, 1858). Pág. 41.

[9]El problema catalán por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 329-339.

[10]BERTRAN: Ibíd. Pág. 163.

[11]BERTRAN: Ibíd. Pág. 162.

[12]BERTRAN: Ibíd. Pág. 9.

[13]El problema catalán por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 329-339.

[14]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 242-245.

[15]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 265-269.

[16]De esta intentona hemos hablado en el capítulo dedicado a la guerra de los Matiners. Los fusilamientos tuvieron lugar durante el capitanía de Fernández de Córdova.

[17]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 260-264.

[18]CAMPS : Ibíd. Pág. 110.

[19]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 264-265.

[20]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 269-270.

[21]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 271-277.

[22]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 278-283.

[23]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 283-285.

[24]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 286-287.

[25]Don Enrique María de Borbón era hijo de don Francisco de Paula y de Luisa Carlota, y estuvo casado con doña Elena de Castellví. Era hermano del rey consorte Francisco de Asís de Borbón. Falleció en duelo, de un pistoletazo que le disparó su primo el duque de Montpensier, el 12 de marzo de 1870. En 1944 se publicó: La descendencia de S. A. R. el Infante Don Enrique de Borbón, Duque de Sevilla, y su derecho al tratamiento de Altezas Reales, como Príncipes, actuales representantes de la segunda rama de la familia Real española. Sus dos hijos, Francisco Maria y Alberto de Borbón y Castellví,militaron en el ejército carlista durante la campaña de Carlos VII, pero el advenimiento de Alfonso XII se retiraron de la lucha.

[26]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 287-290.

[27]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 290-293.

[28]Francisco Lersundi y Ormaechea nació en Valencia el 20 de enero de 1817 y murió en Bayona el 18 de noviembre de 1874. Luchó contra los carlistas en la primera guerra y ascendió a brigadier en 1846. En 1848 combatió a los montemolistas de Cabrera. Fue ministro de la guerra y de Estado, presidente del Congreso en 1853 y capitán general de Cuba.

[29]Francisco Mata y Alós, conde de Torremata, teniente general, nació en Gerona en noviembre de 1807, e ingresó en el Colegio de Artillería en junio de 1821. En enero de 1825 pasó a la Guardia Real de Infantería. Ascendió a coronel en 1840, a brigadier en 1843, a mariscal de campo en 1847 y a teniente general en 1858. De 1833 a 1840 sirvió en los ejércitos de operaciones contra los carlistas.

[30]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 293-297.

 

Revista Arbil nº 80

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388