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Revista Arbil nº 80

Unas pinceladas sobre economía familiar

por Bienvenido Subero

La mayor parte de la población tiene fe en el funcionamiento del sistema financiero. Me parece lamentable que con gran vehemencia y un cierto aire divertido se critique a los católicos por tener fe en Dios, por ser invisible e intangible, pero ¿acaso podemos ver o tocar los mecanismos de control financiero?. Cierto es que lo tangible son sus efectos, pero a tenor de los fallos que hemos conocido de estos mecanismos, lo único que podemos hacer es seguir teniendo fe en su funcionamiento y en la honradez de todos los participantes en el mercado financiero, algo, por otra parte, muy distinto de la legalidad de sus actos. ¡Uf!, a poco que se conozca la naturaleza humana, eso sí que es tener fe.

Imaginemos que Anselmo Jama es su vecino de escalera. Junto con otro socio posee una pequeña empresa del sector metalúrgico desde hace ya 14 años, y ahora están pensando en modernizar las instalaciones de la empresa para mejorar su competitividad(o sea, para producir cada unidad de producto a un coste menor que el actual) y poder aumentar su facturación. Su socio, que es el entendido en finanzas, prepara un breve informe en el que explica cómo ha ido prosperando el negocio y lo bien que va ahora, y también cuáles son sus planes para el futuro, incluida la sucesión en la dirección de la empresa para que no desaparezca cuando ambos se jubilen.  

Con este informe y toneladas de entusiasmo, llama a la puerta de su casa, y vd. amablemente le invita a pasar, escucha sus explicaciones y lee atentamente el documento en el que figuran los compromisos que adquiriría  la empresa con vd., en el caso de que esté dispuesto a invertir en el negocio.  

Dando por hecho que la empresa cumple con todos sus compromisos legales y que vd. tiene algo de dinerito en el banco, responda el lector sinceramente, con sus ahorros tan esforzadamente conseguidos ¿invertiría en ese negocio una parte de los mismos?.  

La respuesta más frecuente, con total seguridad, será “no, gracias”. Las razones lógicas para declinar la invitación son el desconocimiento del negocio metalúrgico, la desconfianza en que sus ahorros estén razonablemente seguros, o la razón que resume a todas las demás, que no se fía.  

Sin embargo, la mayor parte de la población tiene fe en el funcionamiento del sistema financiero. Me parece lamentable que con gran vehemencia y un cierto aire divertido se critique a los católicos por tener fe en Dios, por ser invisible e intangible, pero ¿acaso podemos ver o tocar los mecanismos de control financiero?. Cierto es que lo tangible son sus efectos, pero a tenor de los fallos que hemos conocido de estos mecanismos, lo único que podemos hacer es seguir teniendo fe en su funcionamiento y en la honradez  de todos los participantes en el mercado financiero, algo, por otra parte, muy distinto de la legalidad de sus actos. ¡Uf!, a poco que se conozca la naturaleza humana, eso sí que es tener fe.  

Si además vd. o yo tenemos como debilidad principal la avaricia, somos perfectos candidatos a entregar todo o parte de nuestros ahorros a otros participantes en el sistema financiero, con mejor suerte o información. Esta transferencia de fondos de su bolsillo al de otros trataré de explicarla con un breve ejemplo: estamos en 2001 y Terra está a 30 €, obviamente barata, y además, me han dicho “de buena tinta” que esto ya no puede bajar más, así que compro títulos de esa compañía con la expectativa de ganar un buen dinero (tal vez doblar), después de todo, la bolsa a largo plazo no baja, así que como mucho tendría que esperar unos meses hasta que suba. La experiencia demuestra que este razonamiento es un craso error.  

Claro, dirá el lector, después de que ha sucedido cualquiera lo puede explicar, lo difícil es adelantarse. Comparando con el negocio de Anselmo, parece que cuando compramos acciones en el mercado no hacemos las mismas preguntas, pero... ¿alguien garantiza que como mínimo va a recuperar lo puesto?, ¿conoce vd. bien el negocio de Terra?, ¿ha leídola última memoria anual de la compañía?, ¿confía en sus gestores?... ¡Ah! ¿no? ¿y por qué deposita sus ahorros en esa compañía?.  

No voy a seguir con el resto de instrumentos financieros, pero salvo que invirtamos en alguno por sus ventajas fiscales, el razonamiento es el mismo: un fondo ético, un fondo de valores estadounidenses, obligaciones de empresa a 10 años, etc.

 ¿Es un sistema perverso en el que uno no puede fiarse ni de su intermediario financiero de confianza?, sí, ese al que conocemos desde hace tantos años, y que, a veces, nos ha aconsejado tan bien. Yo creo que el mecanismo del mercado financiero en sí es neutral, salvo porque se apela a la avaricia individual en lugar de a la responsabilidad, y así, el mercado financiero en España desde hace unos años se ha convertido en lo  más parecido a un casino, sin ser una sala de juego.

 Si hay gente capaz de desplazarse varios quilómetros para comprar en un hipermercado y ahorrarse unos euros, ¿por qué no perder algo de tiempo recogiendo información sobre aquello en lo que están depositados sus ahorros?. En mi opinión, hay dos problemas al respecto: la información no está fácilmente disponible (a pesar de Internet) y los términos en que está expresada no son accesibles para un profano. Y para rematar, tampoco tenemos tanto tiempo libre como para dedicarlo a todo esto.  

Hombre, hay una manera de eludir estas cuestiones, y es aplicar la norma básica cuando vamos al casino: la banca siempre gana... y cotiza en bolsa.  

¿Cual es entonces una regla básica para invertir?. Muy fácil, calcular la pérdida de dinero que su esposa o esposo le autorizaría a dilapidar en digamos, el bingo, y tomar esa cantidad como referencia para invertir en instrumentos financieros. Con el resto, si se siente patriótico invierta en títulos del Estado Español (aprovechando que todavía se le puede llamar así) o si no, pregunte en su banco por alguna operación con riesgo cero.  

Recuerde: dedíquese a aquello que conoce bien. Así que si necesita un buen curso de formación, págueselo, a largo plazo conseguirá más ingresos por esa vía. O váyase de vacaciones, sus relaciones familiares y su salud se lo agradecerán.  

Las familias, como entidad económica, están muy desamparadas frente a este tipo de desastres, así que lo único que se puede recomendar es prudencia. Como individuos pagamos impuestos indirectos, directos, tasas, contribuciones y lo que nos echen, consumimos, gracias a lo cual otros pueden trabajar, pero sin embargo invertimos (en un piso o un coche) porque la familia aporta estabilidad económica suficiente como para comprometer parte de los ingresos futuros con un préstamo.  

Pero además, mal que les pese a algunos modernillos de tres al cuarto, la familia (la tradicional, vamos, la única que designo bajo ese nombre) aporta futuros trabajadores, consumidores y contribuyentes, a los que forma y prepara para afrontar la vida. Y eso, creo yo, es tan digno de subvención como la inversión en I+D de las empresas o a la contratación de trabajadores discriminados positivamente.  

Las empresas, individualmente si tienen tamaño para ello, y si son más pequeñas agrupándose en lobbies, tienen una gran influencia sobre las decisiones políticas de reparto de los fondos del Estado, pero las familias como tales, no tienen ninguna. Este es el panorama que afrontamos, además, para evitar que acciones incipientes para formar grupos de presión lleguen a tener éxito, se está  favoreciendo la falta de cohesión familiar. Básicamente por dos vías: estrategias de comunicación que nos dicen lo que es progreso en este terreno y mediante medidas legislativas en las que se favorecen otras opciones como si fuesen una apuesta por el futuro.  

Así se distraen fondos a las políticas sociales realmente necesarias y peor aún se distrae la discusión del asunto fundamental: el modelo de sociedad que resulta manejable en términos políticos. Y para terminar un último ejemplo, o más bien una pregunta: si el derecho a la educación lo debe garantizar el Estado ¿por qué no entrega un “cheque” para que la familia lo gaste en el colegio que elija en lugar de subvencionar a estas instituciones y hacer que acaten las normas políticas impuestas? ¿Se intenta controlar el adoctrinamiento del ciudadano o simplemente se trata de garantizar unos mínimos de calidad?.

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Bienvenido Subero

 

Revista Arbil nº 80

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