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Revista Arbil nº 80

Diferencial

por Juan Carlos Nieto

La autodeterminación es una forma de atomización caótica que destruye la ardua labor de construción nacional a cambio de una promesa vacía del los oligarcas de turno. Los responsables tienen nombres y apellidos

No es nueva la reivindicación del hecho diferencial por parte del nacionalismo catalán. Tampoco es injustificada la sospecha de que en realidad no se trata de ser diferente sino sencillamente de ser más. El día que Aragón cambio su Estatuto de Autonomía para llamarse nación, en Barcelona, les faltó tiempo para indignarse, como si Cataluña hubiera sido ultrajada en lo más hondo. Es el fruto del pensamiento corto: la fortaleza propia depende de la debilidad del vecino. O de la avaricia: la medida de la riqueza es la pobreza ajena. La verdad es que no es avaricia sino soberbia en estado puro.

Ahora Carod ha puesto las cosas en su sitio. Hastiado del desdén centralista, toda la vida reivindicando el hecho diferencial ante Madrid, Carod decidió acudir a Francia donde los tutores de los chicos de la gasolina sólo tardaron seis horas en reconocerle la condición de minipotencia mediterránea inmune a cambio del reconocimiento de mininación oprimida. El tour de la dinamita ya no da la vuelta a Cataluña. O mejor dicho, si le da la vuelta, de hecho la rodea. Otras veces la atraviesa, pero como los fantasmas, sin tocar.

Carod necesitaba equilibrar. Después de veintitrés años con la misma historia, Pujol se había despedido mediáticamente con una entrevista en Informe Semanal en la que sus ultimas palabras, casi cortadas por el editor, rezaron: “Nosotros también somos españoles, pero a nuestra manera”. ¡Toda una vida, que dice el bolero, erre que erre, para acabar ahí! Muy medieval, eso sí.

El Partido Socialista de Cataluña también es diferente, sobre todo si se le compara con el extremeño. Su alma palpita en la red neuronal de Maragall, ese lugar que lo mismo podría ser un verso seco e inhóspito de Bukowski que un cuadro naif de Lola Flores. La red neuronal de Maragall tiene muchas ramificaciones. Hay dendritas que conectan con Europa sin pasar por la centralita de Madrid, hay dendritas que se hunden en la tierra para imitar las raíces seudomilenarias del Gernikako Arbola.

Todo y todos se mueven. Y parece no importar hacia donde empujan, el abismo se acerca por delante y por detrás. Así es la política. Pero qué pasará cuando estemos en el borde del abismo, cuando el polvo de las punteras de nuestros zapatos sienta en vértigo y se nos encojan los dedos de los pies, cuando el de los manguitos diga aquello de “no va más” y la bola saltarina busque el numerito de la suerte.

Todos libres, todos asociados, todos durmiendo con un ojo abierto, acechando y acechados. Suena la carraca en la que se ha convertido la máquina del tiempo parlamentaria. Puestos a hacer de cada huerto un país, que cada casa sea un estado.

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Juan Carlos Nieto

 

Revista Arbil nº 80

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