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Revista Arbil nº 80

Editorial: La “escatología” de un noble villano

Para un necio ensoberbecido, la mejor manera de hacerse pasar por intelectual es intentar infligir un contundente golpe de efecto contra todo lo establecido. Eso debió de creer Íñigo Ramírez de Haro con su obra de teatro «Me cago en Dios», representada con varios pases en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado mes de Abril (y que se pretenden siga representándose en otros teatros y provincias, sin que la autoridad haga nada porque se cumpla la ley); aunque las claras está que se equivocó de estrategia el “dramaturgo”, presentando como el más alto producto de su inteligencia un repugnante excremento personal orientado con absoluto desatino

Ya perdonarán la vulgaridad pero cuando un fatuo vanidoso apunta demasiado alto, dicen por el norte que “se echa el pedo más alto que el culo” y el Señor marqués, por noble, no se conformó con la ventosidad ni con una altura lumbar, optó por dotar de más “consistencia” a su agresión, por apuntar mucho más alto en su tropelía (que no en su “vis creativa”) y encontró asiento a sus nobles posaderas más arriba de la estratosfera y aun más arriba del sol y las estrellas.

Al señor Marqués, este pueblo llano (presuntamente soberano) le llama delincuente, imbécil y mal nacido. Delincuente por vulnerar de forma flagrante y generando alarma social el art 525.1 del código penal (que se encuentra entre de los delitos relativos al ejercicio de los derechos fundamentales y las libertades públicas), imbécil por izarse vanamente con insanos propósitos sobre Aquel que todo lo puede y mal nacido por no agradecer lo que de su mano ya ha recibido. La nobleza de sangre se convierte en su persona en necedad y prostitución de espíritu porque si Lucifer dijo “non serviam”, este “artista” da un paso más allá, reconociendo también que Dios existe pero sin conformarse (como Satanás) con dejarle de servir. Según el dicho popular, “Quien al cielo escupe a la cara le cae”; que no se extrañe pues, de ir sufriendo cuando menos unas hemorroides de pesadilla, así se lo pensará dos veces antes de defecar alegremente donde no llega ni con el pensamiento.

Mientras algunas instituciones políticas financian al organizador (escandalizándose de lo que ellos han provocado indirectamente) y otras alegan libertad de expresión, hay quienes han decidido corporativamente presentar una denuncia en toda regla ante la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, solicitando como medida cautelar el secuestro y la retirada de la obra. Aún hay en España un resquicio para la esperanza.

Asimismo, desde el punto de vista de las reacciones personales, se este de acuerdo con ella o no, hay que destacar la gallarda intervención de dos hermanos, que jugándose el tipo y la carrera profesional, no soportaron ataque contra Dios, y en manifiesta inferioridad de condiciones, interrumpieron la blasfema interpretación. Un ligero altercado al que las autoridades han respondido implacables con la detención e incomunicación de los hermanos asimilando sus acciones a las de los terroristas y criminales. Como dispone el artículo 20.4º del código penal al detallar la eximente de responsabilidad penal de legítima defensa, concurren en este caso la agresión ilegítima del autor y actor de la obra blasfema (hechos tipificados en el artículo 525.1 del código penal como delito relativo al ejercicio de los derechos fundamentales y libertades públicas), los detenidos no pudieron obrar de otra manera para impedirla (las denuncias no habían sido atendidas) y por supuesto, no medió provocación previa de los detenidos antes de que se iniciara la recurrente agresión contra lo que nuestro ordenamiento llama “libertad religiosa” y “libertad de conciencia” de los españoles.

Desde aquí queremos animarle, lector, a que exprese a los medios de comunicación su severa queja por la omisión del Ministerio Fiscal primero, que no hace cumplir la legalidad (el citado artículo 525) y por la despropropocionalidad y arbitrariedad que se ha empleado contra los que ejercitaron la legítima defensa de esos Derechos y Libertades recogidos por nuestro ordenamiento jurídico.

Quizá levantando la sordina mediática evitemos más atropellos en las carnes de los detenidos, sobre el nombre del Creador e incluso sobre las cercenadas “libertades” de todos los españoles.

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Revista Arbil nº 80

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