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Revista Arbil nº 81

Razones para un Concilio en Toledo

por José Pérez Adán

Los concilios se celebran “ante algo”: una herejía o hereje, un estado o poder. En nuestro país la Iglesia necesita redefinirse ante el Estado. El Estado Español no solo ha dejado de ser católico, sino que de facto ha pasado en ciertos aspectos a ser anticatólico. Los resortes de poder del Estado están, por otro lado, más concentrados que nunca y en muchos casos ese poder se ejerce en pro de una cultura que llaman laica y que es en efecto anticristiana.

Como le ocurría al pueblo elegido en Egipto antes del éxodo, hoy los cristianos en España tenemos la sensación de que no gestionamos nuestro devenir. Más bien, al contrario, sentimos que a los poderes públicos les estorba nuestra fe, y que nuestra libertad de optar por valores cristianos en las manifestaciones culturales de la vida social, se ve seriamente constreñida. Independientemente de las causas que el desprecio por el mensaje de Jesucristo custodiado por la Iglesia pueda tener en esta situación, no podemos desechar de entrada que ello pueda ser también culpa nuestra. Quizá nosotros los cristianos no estamos sabiendo incardinar la fe en la cultura moderna y nuestras vidas desdicen de nuestras creencias. Examinemos qué pasa y preguntémonos cómo podemos legar al mundo y a nuestros hijos unos ejemplos de vida cristiana coherentes con la fe y los tiempos que nos han tocado vivir. Para eso necesitamos un concilio, un concilio de la Iglesia española en Toledo, que aúne voluntades y propósitos para que los cristianos en este país seamos faros de luz en un mundo que amenaza deriva. Diez razones amparan nuestra propuesta:

1.- Los concilios se celebran “ante algo”: una herejía o hereje, un estado o poder. En nuestro país la Iglesia necesita redefinirse ante el Estado. El Estado Español no solo ha dejado de ser católico, algo que es en sí mismo bueno, sino que de facto ha pasado en ciertos aspectos a ser anticatólico. Los resortes de poder del Estado están, por otro lado, más concentrados que nunca y en muchos casos ese poder se ejerce en pro de una cultura que llaman laica y que es en efecto anticristiana. El Estado ha aumentado exponencialmente su poder sobre la Iglesia y la Iglesia tiene cada vez menos poder frente al Estado.

2.- Estamos en una situación de emergencia eclesial. La condición de católico resulta discriminada para optar a ciertos servicios de responsabilidad pública. A la Iglesia se la ataca desde los poderes establecidos, particularmente desde el cuarto poder, con manifiesta impunidad. La Iglesia parece no contar en este embate con nadie que la defienda, incluso dentro de ella: estamos en una época de sequía histórica por lo que se refiere al elenco de figuras señeras apologistas de nuestra fe católica.

3.- Entre los obstáculos que los poderes públicos establecen para la plena realización de la vida cristiana y la paz social, ninguno tiene más repercusión que la sistemática conculcación del derecho a la vida mediante el aborto. El Estado Español es un estado abortista en el sentido que las leyes y el dinero público nos hacen a todos cómplices en la responsabilidad por las 200 vidas diarias que son eliminadas mediante el holocausto silencioso y criminal del aborto: la mayor lacra de la historia humana conocida, el punto más bajo del abismo de nuestra indignidad, ante el que la Iglesia no puede callar.

4.- La Iglesia no pretende cambiar al Estado pero es de todo punto legítimo que pretenda separarse de él: de su responsabilidad culpable en las estructuras de pecado que amenazan la salvación de tantas personas. Pretendemos alumbrar una nueva cultura eclesial, libre de cualquier injerencia estatal en el legítimo espacio público al que la Iglesia tiene derecho y que abarca todas las manifestaciones culturales, educativas y asistenciales que la libertad de los cristianos desee emprender.

5.- Los nuevos tiempos claman por una distinta relación entre la Iglesia y el Estado y en el marco de esa nueva equidad la Iglesia debe estudiar caminos viables de mantenimiento al margen de los presupuestos públicos.

6.- La Iglesia en España debe, asimismo, como una responsabilidad para con todos los fieles, apartar al pueblo cristiano de la cooperación fiscal con un estado abortista. Para ello la Iglesia dará ejemplo sabiendo sufrir con heroísmo cristiano la presión del poder.

7.- La obligatoriedad de la educación en España ha sido, en no pocas veces, interpretada por el Estado como un derecho hegemónico para regular la escolaridad. La Iglesia debe de independizarse de una tutela innecesaria que cercena la libertad de elección de los padres cristianos que desean, en plano de igualdad con los demás contribuyentes, educación separada, currículo libre, o más religión. Nos planteamos la denuncia de la concertación educativa y la aspiración de conseguir una escuela católica genuinamente libre.

8.- La Iglesia española, que tiene todavía el mayor patrimonio artístico de toda la Iglesia mundial, ha visto cómo gran parte de ese patrimonio, cuando no ha sido requisado ni destruido, ha pasado a depender directa o indirectamente de la prodigalidad estatal. La Iglesia necesita rescatar del mercado turístico todo ese bien que es memoria y testimonio de fe del nosotros colectivo para el uso religioso y catequético que le es propio.

9.- Las decisiones que puedan tomarse ante estos retos por la Iglesia española, que supondrá un renacimiento y un nuevo punto de partida para nuestra fe, serán sin duda un referente de peso en la lucha que mantiene la Iglesia por su libertad e identidad en tantos países de América, que son el futuro del mundo.

10.- Las condiciones de nacimiento y presencia de los nuevos carismas espirituales en la Iglesia española y el vigor de autenticidad que denota el compromiso de vida de tantos ejemplares cristianos, confieren a la Iglesia en nuestro país una situación de solidez y esperanza capaz de afrontar los retos que se plantea el concilio que, por todas estas razones, vemos conveniente convocar.

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José Pérez Adán

 

Revista Arbil nº 81

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