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Revista Arbil nº 81

Entrevistamos a Fernando Fernández Rodríguez: perspectivas de la Doctrina Social de la Iglesia

por Fernando José Vaquero Oroquieta

Una entrevista a Fernando Fernández Rodríguez, presidente de AEDOS: laboratorio español de la moderna Doctrina Social de la Iglesia.

Pregunta: ¿Podría definir, para los lectores de Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, qué es, hoy, la Doctrina Social de la Iglesia?

Respuesta: Es teología moral, como quedó definitivamente claro desde la Sollicitudo rei socialis. También puede considerarse parte de la eclesiología. La relación entre verdad y libertad -que debe informar la vida de las personas- se ve especialmente iluminada, en el ámbito socio-económico y sociopolítico, por el magisterio de la Iglesia (Veritatis Splendor).

P.: Su entidad, AEDOS, despliega un importante elenco de actividades, contando con la participación de personalidades de gran prestigio intelectual. ¿Destacaría, por su particular interés, algunas de ellas?

R.: Nuestro trabajo se resume en estudio, difusión y promoción de la doctrina social de la Iglesia. Tan imprescindible nos parece la labor de investigación (lo que llamamos capítulos y grupos de trabajo con una dimensión interdisciplinar, hermenéutica y de mediación) como las publicaciones, que con frecuencia son el resultado de estos trabajos, y la labor de promoción (el mensaje social se hace creíble por el testimonio de las obras antes que por su coherencia y lógica internas).

P.: ¿Disfruta de buena salud, en España, la Doctrina Social de la Iglesia?

R.: Pasó un mal momento hace unos treinta años. Después se ha recuperado el interés, con enfoques como el nuestro, que desde las aportaciones “laicas”, por decirlo así, de las ciencias humanas y sociales interpelan a la doctrina social de la Iglesia. Esta tarea tiene mucho que ver con la recreación, sobre nuevas bases, de la expresividad cultural de la fe.

P.: En las primeras décadas del siglo XX, los católicos españoles desplegaron una creatividad social impresionante, desarrollando obras de todo tipo inspiradas por la novedosa Doctrina Social de la Iglesia, hasta el punto de poder afirmar que, todavía hoy, nos beneficiamos en buena medida de aquel esfuerzo. ¿Qué ha pasado, a su juicio, para que ese ritmo haya decrecido de forma tan notable?

R.: Es difícil una respuesta breve, que llevaría a juicios quizá simplistas de la historia de España en el siglo XX. El catolicismo español vivió etapas complejas y en algunos períodos (franquismo) instaladas. Y en medio de eso tiene lugar una profunda crisis cultural y eclesial, sobre todo en los años setenta y siguientes. Las modas, los tics culturales, la abusiva primacía de lo económico (lo economicista), no favorecieron ese ímpetu doctrinal.

P.: La Doctrina Social de la Iglesia, frente a formulaciones intelectuales que se presentan, supuestamente, como más modernas y receptivas a diversas aportaciones de las ciencias sociales, caso de algunas Teologías de la Liberación, ¿tiene capacidad para elaborar instrumentos teóricos y propuestas de acción, adecuadas a los retos del mundo globalizado y secularizado de hoy, al servicio de las personas concretas?

R.: La Doctrina Social, por elaborada que esté, es una incitación, un esclarecimiento, una motivación permanente, fruto de la interacción de la Palabra de Dios y del obrar de los hombres. Son los cristianos, y de modo especial los laicos, quienes, apoyados en ese empeño y en su libre autonomía y responsabilidad, tienen que encontrar respuestas a la situación actual, como ha ocurrido también en otros momentos de la historia.

P.: La Doctrina Social de la Iglesia, ¿es patrimonio de los sectores eclesiales calificados como conservadores o, por el contrario, puede acoger y orientar a todas las sensibilidades católicas?

R.: Nada en la Iglesia es patrimonio de un grupo determinado. Todo es de todos. La doctrina social de la Iglesia puede ser tradicional, pero no es conservadora. Y de una tradición que tiene la intrínseca capacidad de renovarse. Algo semejante a aquello de Ecclesia semper reformanda.

P.: Es evidente el esfuerzo desplegado desde algunas entidades (AEDOS particularmente, determinadas iniciativas diocesanas, ciertas universidades católicas, diversas editoriales…), para el relanzamiento de la DSI, siguiendo el impulso a la misma de Juan Pablo II. Estos “laboratorios de ideas”, ¿encuentran interlocutores, en el pueblo católico, capaces de desarrollar en la sociedad, sus propuestas?, ¿no se corre el riesgo de elaboración de un pensamiento que no “enganche” con la realidad?

R.: La conexión con la generalidad del pueblo cristiano es esencial en nuestra fe, pero cada uno la puede hacer del modo que le es propio. Nosotros, y muchas iniciativas semejantes, llegamos a un grupo de personas (en las que están representadas las diversas áreas del conocimiento y de la actividad del profesional) que a su vez tienen su público, a veces amplísimo. Calculo que en nuestra aún corta vida de quince años, por nuestras actividades han “pasado” varios cientos de intelectuales.

P.: A lo largo de bastantes años, numerosos católicos han mirado con cierta sospecha a la participación política. No obstante, y últimamente, viene emergiendo, en algunos sectores, el interés por la acción política directa, ya sea dentro de partidos aconfesionales o en otros de inspiración cristiana. La Doctrina Social de la Iglesia, ¿puede acompañar a estos católicos en el discernimiento y consolidación de su necesaria vocación pública?

R.: Tal doctrina es una de las facetas de una formación amplia, que incluye -además de la competencia en la profesión- un suficiente conocimiento de las ciencias humanas y sociales -lo que llamamos humanidades-. Pero en mi opinión lo esencial, y lo que le hace creíble, a esos católicos es la honradez, la sinceridad y coherencia: que se vea que, antes que sus intereses o los de su partido, están los que corresponden al bien común.

P.: La Iglesia española mantiene universidades, periódicos, emisoras, colegios, hospitales… pero, ¿existe, todavía, un pueblo católico detrás?

R.: Un buen amigo, socio de AEDOS, respondería a esto que basta contar la gente que reza. Son millones en España, miles de millones en el mundo. Pueblo siempre hay, y millones de gente de buena voluntad. Por otra parte, cuando amenaza el peligro, crecen también los factores de salvación. Esta ley de economía espiritual humana se cumple en la Iglesia en España.

P.: La sociedad española está haciendo propio, de forma masiva, un modelo vital relativista-consumista. A ello contribuye la acción dirigida desde la mayor parte de los medios de comunicación, el poder político y gran parte de los recursos educativos. La Iglesia católica, con sus obras sociales, ¿constituye una alternativa real a esta mentalidad planetaria dominante? La educación católica, ¿tiene recursos para afrontar este inmenso reto?

R.: Ciertamente vivimos situaciones y momentos de crisis. Pero no siempre lo que más suena es lo más frecuente. Pienso que, con fallos y debilidades, hay en España mucha gente de corazón y vida cristiana. Es ese buen olor de Cristo el que hay que difundir, pero no necesariamente creando guetos, ni reservas confesionales, sino, como el Evangelio enseña, con la acción de la levadura..

P.: La publicación de “Alfa y Omega” y el suplemento religioso de La Razón, fundación de nuevas universidades católicas, los congresos anuales “Católicos y vida pública”, constitución del Foro Español de la Familia, aparición de organizaciones “transversales” (E-Cristians, HazteOír.org, Foro Arbil), consolidación de la Compañía de la Obras de España, diversas iniciativas de entidades católicas con vocación pública… ¿Son hechos aislados o constituyen un síntoma de que “algo se mueve” en el catolicismo social español? La Doctrina Social de la Iglesia, ¿puede dinamizar e iluminar tales realidades?

R.: Es claro que algo se mueve. Y casi siempre se mueve muy bien. Eso es doctrina social de la Iglesia en acto. Son opciones ciertamente contingentes en su contenido, por su carácter laical, pero esenciales y necesarias para el magisterio de la Iglesia. La jerarquía la debe aceptar y respetar en toda su fuerza.

P.: Algunos movimientos sociales, aparentemente, han sido abandonados por los católicos. Nos referimos al sindicalismo, el cooperativismo, etc. Esta apreciación, ¿es justa?, ¿debería, el conjunto del catolicismo social, retomar la iniciativa en esos ámbitos sociales?

R.: Muchos de esos movimientos, al hacerse más generales y abiertos, no necesitan ya ser confesionales. Otros, sencillamente, han venido a menos, porque las figuras sociales cambian cuando cambian los tiempos. En la historia las vueltas atrás no son posibles. A problemas nuevos, soluciones imaginativas, siendo los cristianos fuente continua de carismas y de impulsos de renovación.

P.: Un supuesto nuevo humanitarismo, enarbolado por ONGs laicistas, está sustituyendo a las tradicionales obras de caridad católicas. Mientras tanto, ¿sufren una crisis de identidad las ONGs católicas?, ¿puede, la Doctrina Social de la Iglesia, contribuir al reforzamiento de su razón de ser fundamental y originaria?

R.: A mí no me molesta nada quien haga el bien, todo lo contrario. Pienso que el crecimiento de las ongs laicas debería llevar a los católicos: o a trabajar en ellas o a trabajar en otras específicamente cristianas. Y si hay otra posibilidad, seguirla también. Nunca apagar una vela que arde haciendo bien, aunque sea solo una parte de bien. Y asegurarnos, para no caer en una política de pragmatismos humanos, el contacto permanente e identificado con la persona de Cristo, el Hijo de Dios.

Muchas gracias.

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Fernando José Vaquero Oroquieta

 

Revista Arbil nº 81

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