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Revista Arbil nº 81

El Semanario Reacción (1931-19xx)

por Cesar Alcalá

El semanario catalán Reacción desempeñó un importante y decidido papel en la obra colectiva de resistencia contra la República. Su aparición constituía una necesidad

El semanario carlista Reacción desempeñó un importante y decidido papel en la obra colectiva de resistencia contra la República. Su aparición constituía una necesidad. Sus inspiradores fueron: Estanislao Rico Ariza, Juan Soler Janer, José María Poblador, José María Junyent y Mauricio de Sivatte. Estos prohombres del Carlismo catalán pensaron que el semanario tenía que llevar un nombre eufórico y de fácil identificación con el objetivo al cual iba destinado. De ahí que se titulara Reacción. Semanario de lucha política. Se imprimía en los talleres de El Correo Catalán. El primer número apareció el 23 de julio de 1931. Los requetés se encargaban de la venta callejera por las Ramblas y otros lugares céntricos de Barcelona. Los domingos y los días festivos se vendía un gran número de ejemplares a la salida de alguna iglesia. Los requetés colocaban, en el pilón de ejemplares, una boina roja y un cargador del nueve largo, como contrapeso contra el viento.

La editorial del primer ejemplar señalaba el objetivo del semanario. El Capitán Justicia, firmante anónimo de la editorial, escribía: REACCIÓN. Este es el nombre que hemos escogido por bandera de combate. Y lo escogemos porque él encarna con exactitud nuestra significación ideológica de siempre. Y nuestra posición táctica de estos momentos. Reacción. Acción, afirmativa, vigorosa, fecunda, que resiste a la acción negativa estéril y destructora

A la acción demagógica, disolvente y corrosiva de todo aquello que construyó en largos siglos la vigorosa Tradición de nuestro pueblo, opondremos nuestra reacción.

A la acción del liberalismo exótico y postizo que intenta desvirtuar las verdaderas características de nuestra raza resistiremos con nuestra reacción.

A la acción demoledora del ateísmo que pretende aniquilar con saña feroz el cristiano contenido de nuestra conciencia, la combatiremos con nuestra reacción.

A la acción pertinaz y agotadora que conduce a borrar de nuestros hijos todo sano concepto de Patria y Familia, enfrentaremos nuestra reacción (1).

Uno de los redactores del semanario, Amadis, se encargó de desenmascarar la trama que estaban llevando a cabo los llamados liberales católicos dentro de la República. En uno de sus artículos escribía: En Cataluña hace más de treinta años, el sentido de los derechos está representado por la “Lliga Regionalista”, que con uniones circunstanciales con otros grupos más significativos de aquel sentido han dirigido y casi acaparado la representación de las fuerzas de orden. La Lliga, pese a todos los esfuerzos de sus directores, es un partido local, falto de engranaje con el resto de España y con todas las cualidades, pero también con todos los defectos del político catalán.

Debería, pues, la política de derechas de Cataluña dejar de ser dirigidas y dominadas por ningún partido local, y serlo por un partido español, a cuyo alrededor se sumarán todos los elementos de derechas y algunos de centro, manteniendo si se quiere, su particular ideología, pero dejando que el organismo director tuviera, por su carácter español, absoluta y fácil correspondencia con los demás elementos del resto de España, que se movieran para defender los mismos principios básicos de la sociedad, que son el común denominador de los partidos de derecha (2).

En el siguiente número publicó un artículo donde denunciaba el fracaso de las uniones católicas: Ni las agrupaciones católicas ni las agrarias, ni la Lliga Regionalista en Cataluña han podido obtener diputados; hace falta, pues, dejar aquí y fuera de aquí la dirección de las fuerzas de derecha al Tradicionalismo, única fuerza política que ha demostrado capacidad directora.

Las uniones católicas y la Lliga Regionalista deben reconocer su fracaso y dejar paso a los que les superen en capacidad organizadora, en energía y en entusiasmo(3).

El 30 de abril de 1931 se repartió, por las Ramblas barcelonesas, una hoja que anunciaba la fiesta del primero de mayo. Dicha hoja decía: F.A.I. A.I.T. Primero de Mayo. Fiesta de la deportividad revolucionaria. Las juventudes obreras, artistas y estudiantes -atletas rojos y negros- deben exigir y obtener: La disolución del Ejército Nacional. La disolución de todas las fuerzas de policía y Guardia Civil. La defensa del pueblo debe ser confiada al pueblo mismo. De esta nota se desprende el pensamiento de los sindicatos, cuyo objetivo era desprestigiar los cuerpos y fuerzas del Estado. Antes ese ataque frontal, Reacción publicó el siguiente artículo: El benemérito Cuerpo que no es monárquico ni republicano, sino español, debe ser tratado con más respeto por quienes lo utilizan con demasiada frecuencia, para represiones que dígase lo que se quiera, han de contribuir forzosamente a restarle y el prestigio y la autoridad tan necesarios para el buen desempeño de la altísima misión que le está encomendada.

La Guardia Civil no debe utilizarse más que en momentos de extrema gravedad. Prodigarla como se hace ahora, no parece sino un purito de hacerla odiosa ante el pueblo que no ve más que sus fusiles, sin darse cuenta de que si ellos hablan es porque no supieran pensar los gobernantes y las autoridades que lo ordenan.
El benemérito Cuerpo, una de las pocas cosas buenas que nos quedan y que ha sido respetado por la trituradora del Sr. Azaña está en camino de caer también en el desprestigio. Y esto no puede ser. La Guardia Civil no es un sistema de gobernar. Si la República ha creído eso se ha equivocado (4).

No acabó aquí la defensa de Reacción hacia la Guardia Civil. Con motivo de los sucesos de Castilblanco, donde fueron muertos cuatro guardias civiles, publicó: Los cuatro cadáveres de los guardias del puesto de Castilblanco, son cuatro nombres más a añadir a la larga lista de los mártires del orden. Cayeron víctimas de su deber, intentando hasta el último instante de su vida mantener el orden y la paz.

El benemérito cuerpo de la Guardia Civil es blanco estos últimos tiempos de una campaña desenfrenada y odiosa de insultos y vejaciones. La ha sufrido con el silencioso heroísmo peculiar de tan gloriosa Institución.

Una formidable reacción del espíritu público, ordenada por cauces de civismo y serenidad, debe demostrar rotundamente que la Guardia Civil es una de las Instituciones más querida de todos los españoles honrados.

Debe terminar la cobarde ofensiva contra la Guardia Civil y debe terminar para siempre, si no queremos que desaparezca el Benemérito Cuerpo, tradicionalmente español, que es hoy una de las pocas cosas respetables que van quedando en este régimen agrio y triste (5).

El semanario alternaba artículos de doctrina y patrióticos con entrevistas de carácter satírico de gran comicidad. El encargado de esta sección era M. Terio. Dos de las mejores entrevistas que publicó fueron las dedicadas a Luis Companys, futuro presidente de la Generalidad y a Angel Galarza, director general de Seguridad. La entrevista a Companys decía: Don Luis, yo quisiera que me hablase para “Reacción” de su vida política. Vamos a ver: ¿Qué impresión dejó en su actuación de gobernador civil de Barcelona?

- Modestia aparte, sencillamente formidable. Ningún otro gobernador había desarrollado allí una labor tan pacificadora como la mía.

- Sin embargo, Don Luis, yo en mis notas tengo apuntadas hasta veintidós atentados sociales.

- Sí es cierto; pero piense que, en aquellas circunstancias, con cualquier otro gobernador esos delitos hubiesen pasado del centenar. ¡Cómo yo no ha habido otro!

- ¡Pues es verdad! ¡Qué bruto soy! ¡Ah!, por cierto que ahora me acuerdo que su nombre sonó para ponerlo al frente de un nuevo ministerio de agricultura.

- Y lo hubiese desempeñado a las mil maravillas. ¿No ve amigo Terio, que un pariente mío tiene una finca próxima a Barcelona y en ella paso muchos domingos, recogiendo los tomates de los árboles? ¡De agricultura sé yo un rato(6)!

La entrevista a Galarza decía: El señor Galarza está sentado ante una gran mesa. Sin que su educación le haga levantarse me dice: ¡Siéntese! ¡A ver! ¿Por qué ha sido detenido?

- Está Vd. equivocado, Sr. Director. Yo soy M. Terio; el de los intervius de REACCIÓN.

- ¡Caramba! Dispense mi confusión... Como que uno no trata más que con indeseables...

- Me permito recordarle que está Vd. en íntima relación con la Cámara y el Gobierno.

- No importa, ya está dicho.

- ¿Cómo se le ocurrió la creación de los guardias de asalto?

- Por no saber lo que hacer con los mozos de cuerda.

- ¿Y lo de llamarles “de asalto”?

- Porque asaltan a porrazos al infeliz transeúnte que por curiosidad se acerca al disturbio que ellos deben evitar.

- ¿Por qué se enojó el otro día en el Congreso con Osorio y Gallardo?

- Porque me interrumpió. ¡Qué osadía! ¡Interrumpirme a mí! ¡A un Galarza!

- Sin embargo, le llamó joven a pesar de sus “patas de gallo”.

- Y soy joven. Eso no son “patas de gallo”, son arrugas. ¡Los Galarza no tienen patas de ninguna clase!

- ¿Por qué ordenó la expulsión del Cardenal Segura?

- Porque me aseguraron los subalternos de mi gabinete, que estando Segura en España, la República no estaba segura.

 

- ¿Le gusta el teatro?

 

- Una barbaridad. Conozco todas las obras clásicas. Me entusiasma el drama; pero aún me gusta más la farsa. Yo soy un gran farsante.

 

- A su parecer, ¿cuál de sus ministros es el que desempeña el cargo con más acierto?

 

- Todos. Estoy muy contento con mi gabinete; únicamente que en lugar de ocuparse Casares Quiroga de los mares, debería ocuparse Fernando de los Ríos.

 

- ¿Prepara algún decreto interesante?

 

- Sí; uno que lo es mucho. Se trata de que a los veinticinco céntimos ya no se le llame “real”, sino que se le denomine “indal”, con objeto de que siempre se recuerde la gestión del primer ministro de Hacienda republicano, Indalecio Prieto.

 

Los ataques a la República fueron una constante en Reacción. El más interesante de los artículos publicados durante esos años llevaba por título La única política salvadora, y fue publicado el 5 de diciembre de 1931: Con un fervor, con un entusiasmo que no será tardía si se afirma en el corazón de cuantos llegan a las filas del tradicionalismo, ha comenzado la campaña que los tradicionalistas españoles se proponen realizar, ofreciéndose a España como esperanza de redención.

 

Bien a su costa aprende en estos momentos una parte del pueblo español, cuáles son las consecuencias de su inconsciente conducta; y de ahí que cuanto más dolorosa sea la lección, más eficacia tenga para una rectificación en las ideas que en mala hora le ganaron para la causa de la revolución, y para una reacción que ya está en el ambiente, y que de cristalizar, ha de ser rectificación total en los principios y en las conductas.

 

Y así están los que invocando hoy como ayer, el concurso de elementos, que por su heterogénea composición pretende seguir aquella política nefasta de acomodamiento, incluso declarando la aceptación de un régimen político cuya característica principal entre nosotros y en el terreno práctico, no sólo pugna, sino que es la antítesis de lo que primordialmente interesa defender, de lo que en primer término, hay el deber inexcusable de defender, ante y por encima de todo.

 

Del espíritu tradicional de España, antítesis del espíritu de la revolución, los únicos depositarios y herederos son los que están fuera del régimen y si se quiere fuera de la ley que el régimen manda hacer contra ellos y para su destrucción si posible fuera.

 

Porque en esta lucha, que data entre nosotros de más de un siglo, lo que se está dilucidando es esto: si España ha de correr todo el camino de la revolución, con todas sus consecuencias, o sí ha de volver a su cauce propio. Si ha de ser la España que culminó en las grandezas del pasado, o la España que proclama la ley fundamental de su régimen laico. Si ha de reinar Cristo en ella o ha de estar sometida al imperio de la masonería. Los campos no pueden estar más claramente deslindados (7).

 

La reactivación del Carlismo catalán se produjo ante la muerte de don Jaime de Borbón. Se celebró una misa en la Catedral de Barcelona, llenándose por completo. El impulso definitivo fue la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción. Los carlistas se congregaron en la Iglesia de San Agustín de Barcelona. Las paredes parecía que iban a reventar pues, la afluencia a la misma fue impresionante. Minutos antes de la homilía, se desplegó una bandera española bordada. No era respetuoso gritar ni decir nada dentro de la iglesia, pero una euforia generalizada recorrió todos los bancos y rincones de San Agustín. Una vez terminada la misa se plegó la bandera. La euforia inicial se eclipsó, convirtiéndose en desilusión. Aquel gesto de guardar la bandera apagó los ánimos de los allí congregados. Esta situación duró sólo unos segundos, pues acto seguido se desplegó otra bandera, esta vez más sencilla, de batalla, y se pidió a todos que, en manifestación, fuesen hasta el centro de la ciudad. Al frente, una pancarta, decía: Estudiants de la Inmaculada. El diario satírico El Be Negre ridiculizó la pancarta al asegurar que estaba mal escrita pues, la “l” se apostrofa e Inmaculada se escribe, en catalán, con dos “m”. Consideraciones a parte, la manifestación transcurrió con normalidad. En los extremos de la misma, a derecha e izquierda, se situaron una serie de carlistas armados que hubieran protegido a los manifestantes en caso de necesidad, lo que no se produjo. Reacción publicó un extenso reportaje sobre los hechos aquí referidos:

¡Gloria a la Inmaculada! He aquí el clamor unánime del pueblo español.

Un gobierno sectario se atreve a suprimir una fiesta tradicional y honradamente arraigada en las conciencias de nuestro pueblo, y este pueblo herido en sus sentimientos más íntimos celebra con un esplendor tal la fiesta de la Inmaculada como nunca se nos había dado presenciar. Nuestros templos fueron insuficientes para contener la multitud que acudió a fortalecer su espíritu con el Pan celestial. Balcones engalanados. Sol brillante. Paro absoluto del trabajo. De esta manera contesta el pueblo al sectarismo de los gobernantes.

La voz de nuestro amantísimo Prelado resuena vigorosa y enardecedora en la Catedral, provocando lágrimas de emoción y sentimientos de entusiasmo. El pueblo le aplaude al salir y se estruja para besar su anillo. ¡Bien por Barcelona!

En la Iglesia de San Agustín

El grandioso templo de San Agustín resultó insuficiente para cobijar a los tradicionalistas que celebraron de una manera brillante la fiesta de su Patrona. Diez mil tradicionalistas se dieron cita para proclamar su amor a la Virgen y a la Tradición española. Veteranos... escolares... requetés... “margaritas”... viejos soldados de la patria... ilustre Generales... todo lo que significa fe y Tradición asistió a la solemne misa con que años atrás honraba a la Inmaculada la Infantería española. Momentos de dulcísima emoción. Lágrimas que se deslizan. Murmullos de oraciones. La bandera de la Patria recibe el beso ardiente y entusiasta de nuestras mujeres, de la mujer española, leona de nuestro escudo. ¡Dios, Patria y ... Tradición!

Los tabernícolas

La multitud compacta de fieles se dirigió en ordenada manifestación hacia las Ramblas. Destacaban del grupo de bravos escolares y los requetés con su boina encarnada. Imposible resulta describir las delirantes pruebas de entusiasmo con que el pueblo acogió su presencia. Vítores, aplausos cerrados... palabras de aliento a los que jamás renegaron de su fe... Entusiasmo indescriptible. El coro de amargados por la pendiente que toman sus cosas y por el rápido ascenso de nuestros ideales no pudo contener sus iras y trató de impedir aquella ola de fe y entusiasmo con una ridícula contra-manifestación de media docena de epilépticos tabernícolas y fracasados “traga-curas”. Fue inútil, y gracias a la serenidad de nuestra juventud la cosa no pasó a mayores.

Un atropello

Una vez en nuestro Círculo la parte principal de la improvisada manifestación, los tabernícolas profirieron blasfemias y otros gritos, provocó la intervención de la policía, la cual penetró en el Círculo, cacheó a los que estaban allí y... asústese todo el mundo... ¡No sé encontró ninguna arma!

Son buenos chicos. Para manifestarnos no necesitamos armas, nos basta tener razón.

Nuestro Jefe Sr. Junyent y el Sr. Rama detenidos y trasladados al Dédalo

No sabemos por qué causas, como no sea para desagraviar a los tabernícolas, fueron detenidos nuestro Excmo. Señor Jefe Regional don Miguel Junyent, el ilustre Presidente del Círculo, entrañable amigo nuestro don Pedro Roma. La injustificada detención fue conocida rápidamente por toda Barcelona, que se apresuró a significar a sus familiares y al El Correo Catalán su protesta. Horas después eran trasladados al “Dédalo” en calidad de detenidos gubernativos. Millares de cartas y telegramas de toda España han testimoniado también la protesta de los tradicionalistas españoles.

 

Nuestra protesta

 

Nuestro católico gobernador sabe mejor que nosotros que la detención de nuestros amigos es totalmente injustificada, por tanto, no debió mantenerla. No creemos que el gobernador católico esté dispuesto a encarcelar a los que públicamente manifiestan su fe.

 

Protestamos de la detención de nuestros ilustres amigos, los cuales ni directa ni indirectamente perturbaron el orden, como equivocadamente ha afirmado nuestro católico gobernador.

 

Culpe antes bien a los que provocan estas manifestaciones con sus sectarismos y leyes arbitrarias y aplíqueles como reales inductores todas las leyes de defensa.

 

¡Adelante!

 

Nuestra entusiasta felicitación a todos los que tomaron parte en la fiesta de la Inmaculada. Nuestra leal adhesión a los ilustres presos. Si la indignación del momento no detuviera nuestra pluma, les felicitaríamos, porque la cárcel puede trocarse de un momento a otro -¡se han dado casos!- en antesala de un Ministerio.

 

Carlistas: ¡viva la Inmaculada! ¡Viva la Tradición!(8)

 

Teniendo en cuenta como se estaba desarrollando el devenir diario, Reacción publicó un artículo, ¡A la ofensiva!, para dar a conocer su posicionamiento ante la política llevada a cabo por la República: Con creces ha pasado el periodo de tregua. Todos nos hemos definido y si algún sector queda por definirse, es inútil esperar, como pedazo de corcho, los restos inútiles del naufragio nada inconscientes por la superficie y todas las corrientes los atraen y repudian. ¡Qué vayan pues a la deriva!

 

Los demás a la derecha y a la siniestra se han definido. ¡Enemigos! Desde el católico liberal al comunista son nuestros enemigos. Tengámoslo bien en cuenta por sensible que sea, hemos de considerar enemigos peores a los de la derecha que a los de la izquierda, éstos son enemigos declarados, los otros, hipócritas y pretenden herirnos resguardándose detrás de la Cruz.

 

Ya ha pasado el tiempo de la defensiva. No perdamos el tiempo. A la ofensiva. Organicémonos para la defensiva. Ni treguas ni prudencias suicidas.

 

¡Al ataque, por Dios, por la Patria y por el Régimen Tradicional!

 

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España! ¡Viva el Rey (9)!

 

Al cumplirse un año de la proclamación de la República, Reacción publicó Un balance desconsolador. Un año de prueba. La República de San Vicente Ferrer y la de Manuel Azaña, en el cual analiza el primer año republicano: Hace un año ya. Un año tan sólo y un año nada menos.

 

Entonces el júbilo victorioso de un pueblo. Ahora la sorda murmuración rencorosa del desengaño.

 

Se prometió todo. Todo y un poco más. Trabajo. Riqueza. Prosperidad. Bienandanza.

 

Se prometió más todavía. Respeto. Tolerancia. Comprensión. Paz en los espíritus.

 

Se realizó ¡cuán otra cosa! ¿Trabajo? Medio millón de obreros parados. ¿Riqueza? Un 60 por 100 de descenso en la general del país. ¡El dólar, de 9,15 a 13,29! ¿Prosperidad? Ni un avance mínimum en ningún orden del progreso material del país.

 

¿Bienandanzas? Huelgas, tiros, atracos, desórdenes, atentados.

 

Se invocó en un famoso discurso a una república bajo la advocación de San Vicente Ferrer.

 

Y después, hemos visto como era ella.

 

¿Respeto? Agresiones a los contrarios políticos. Cerrilidad. Intransigencia.

 

¿Tolerancia? Procesiones suspendidas. Iglesias incendiadas. Los sentimientos religiosos salvajemente escarnecidos. ¿Comprensión? Prisiones, multas, suspensiones de periódicos, persecución arbitraria y feroz en todos los órdenes de la actividad pública.

 

La Arcadia feliz de las promesas revolucionarias, se convirtió en Insula Barataria a beneficio y medro de unas pandillas políticas. Al caciquismo viejo, substituyó un caciquismo nuevo más brutal, más ofensivo, más deprimente.

 

Y así hemos llegado al primer aniversario. A medio camino tan sólo. Quedaban todavía sectores republicanos -auténticos a su decir- que no han gobernado.

 

La república es hoy de Manuel Azaña. Mañana puede ser de Balbontín, el renegado; de Samblancat, el blasfemo; de Barriobero, el masón. Y después, los comunistas.

 

Así, como estos, empezaron los otros. Prometiendo repartos y felicidades. Soliviantándola ignorancia popular. Así empezaron. Prometiendo siempre, incansablemente, con la seguridad del sablista que sabe no ha de pagar y solo le interesa convencer.

 

Triste aniversario de experiencia dolorosa y trágica.

 

Toda la faramalla de una alegría oficial y mentida, no bastará para disimular la desilusión del pueblo.

 

Detrás de cada charanga, se oirán los gritos roncos del populacho desenfrenado, de los pueblos en rebeldía. En cada castillo de fuegos, se evocarán los incendios sacrílegos de Mayo. Y las salvas de artillería estremecerán de pavor a la muchedumbre que recuerde los atentados terroristas, los motines reprimidos sangrientamente.

 

Desconsolador balance. El pueblo miserable antes, acentuó trágicamente su miseria con el experimento revolucionario. Los hombres que creyeron ya no creen.

 

Pero ¡ah! en cambio los muertos irán a la fosa sin cruz. Las mujeres al matrimonio sin bendición. Los niños a la escuela sin catecismo.

 

¿Adelante? Es posible. Pero hace veinte siglos que sucedía así y nadie se le ocurre que aquellos fueron tiempos de progreso.

 

Festejos oficiales, secos, fríos, descorazonadores, presidirán este aniversario al que le faltará el calor popular que tanto prestigió su iniciación.

 

Si ninguna revolución tuvo en sus principios tan fastuoso regocijo de pueblo ilusionado, ninguna tampoco ha tenido tan rápido y desilusionado descenso.

 

Un año, uno tan sólo. Y la república que había de traer paz a los espíritus y satisfacción interior ha encendido una guerra civil alimentada con ofensas y agresiones a los sentimientos más caros, con rencores y desengaños, por los que no vieron satisfechas sus ansias de mejora.

 

Guerra civil, no por episódica, menos latente y desengañadora.

 

Un año no más. Y un año nada menos. Pero muchos millones de labios vitoreadores musitan hoy con tristeza, con horror y con desencanto.

 

Y con esperanza también que así es de débil y tornadiza la condición humana la frase evocadora: ¡Delenda est República!(10)

No quedaron impunes las derechas españolas, en un articulo titulado, Las derechas españolas y la República , se puso los puntos sobre las íes de cómo veían el camino tomado por éstas durante el primer año de República: Es cierto que algunos hombres destacados en el campo católico han intentado hacer compatibles sus sentimientos religiosos con el régimen republicano en España. En el terreno de las ideas reconocemos su razón. Claro que nosotros monárquicos, además de católicos, tenemos las nuestras, que nos impiden compartir su criterio. Pero eso no obstante, lo respetaríamos si la realidad hubiera demostrado que lo es aceptable en principio lo fuera también en la práctica.

Desgraciadamente para ellos, no ha sido así. Y esta es la explicación del fracaso rotundo de todos aquellos hombres que pretendieron incorporar al régimen republicano las masas católicas españolas.

Ossorio y Gallardo, Alcalá Zamora, Miguel Maura han puesto de su parte todo lo posible para lograr esa incorporación de que arriba hablamos. Pero los hechos han venido y vienen demostrando que todo su empeño va siendo estéril.

Ahora bien. Este fracaso no es razón para atribuir a las derechas católicas españolas una insensibilidad que no es cierta.

Porque si alguien está obrando con lógica y sensibilidad, es esa masa católica y conservadora que cada día se siente más distanciada del régimen. Motivos sobrados tiene para ello. Se les dijo que la República sería para todos y efectivamente la República va siendo para todos menos para ellos. Se les dijo que el nuevo régimen respetaría los sentimientos religiosos, y ahí está el resultado. Se respetan todos los sentimientos, sí. Todos hasta los judíos. Pero todos menos los católicos.

Y si esto es así, no hay elocuencia bastante que destruya y subvierta la muda elocuencia de los hechos. ¿En nombre de qué se puede pedir a los católicos que colaboren y se adhieran a un régimen que se muestra esencialmente enemigo suyo?

Si la lógica encontrara intérpretes sinceros, Ossorio, Alcalá y Maura tendrían que reconocer su tremendo error.

 

Pero la soberbia humana ciega aun a los hombres de más talento. Y en lugar de reconocer su yerro, pretenden justificar su conducta echando sobre las masas que no han querido seguirles el sambenito de inconscientes e insensibles.

 

Inconscientes, porque no quieran identificarse y dar solvencia a unos poderes que emplean todos sus resortes en perseguir a la Religión. Insensibles porque no quisieron autorizar, con su adhesión ni con su silencio, la labor destructora de los sectarios y los demagogos.

 

Si inconsciencia e insensibilidad existen, no es por cierto de parte de las masas católicas y conservadoras. Está más bien con los que poseídos de su “rol” de rabadanes, se sintieron defraudados en su orgullo al notar que las masas que creían sugestionables no tenían temperamento de rebaño.

 

Y eso es todo. Los católicos españoles, aun los no monárquicos no se sentirán identificados con la república mientras ésta constituya una grave amenaza para la Religión.

 

Y de eso no tienen la culpa los católicos, sino los que trajeron una República de secta, con ribetes socialistas y bolchevizantes.

 

Y los que teniendo autoridad para impedirlo lo consintieron.

 

Porque, digámoslo de una vez, muchos católicos podrán estimarse perfectamente compatibles con un régimen republicano. Y nosotros, monárquicos, pero no sectarios, ni intolerantes, lo creemos posible, aunque no compartamos su criterio. Pero ni un solo católico español podrá jamás sentirse identificado ni representado con esta república que disfrutamos.

 

Y si hay algo en esto de absurdo e incongruente, es que hombres como Ossorio, como Maura, como Alcalá, y como “Graziel”, no pueden o no quieran comprenderlo (11).

 

Una de las pumas más destacadas que colaboró con Reacción fue la del ilustre prohombre carlista, don Luis Hernando de Larramendi. Terminaremos éste capítulo dedicado a éste semanario con un artículo de Larramendi. Llevaba por título Por el alma española, y decía así: Como si pudiese arrancarse el alma a una milenaria nación, se ha borrado la Religión de eso que, por votos apasionados e ignaros en su mayor parte, se urde bajo el nombre de Constitución.

 

Afortunadamente, es una constitución de papel. ¡El pobre papel, tan sufrido!

 

Aun decadente y corrompidos, no es fácil que los pueblos sean tan sufridos como el papel.

 

No formulamos, ante el rescripto de persecución del alma española y de las conciencias individuales, protesta ineficaz. En silencio, el ritmo de todos los corazones y la tensión mental de todos los españoles auténticos, seguramente coincidentes, es lo que importa.

 

Testimoniemos nuestra gratitud a las minorías católicas del Parlamento, que, dentro de sus posibilidades, han combatido con heroísmo y honor. Destaquemos el nombre del jaimista señor Beunza.

 

Por desgracia, la lucha parlamentaria es, ha sido y será siempre inútil para los efectos de buen gobierno.

 

Como lo son, fundamentalmente, el propio liberalismo, la democracia y los partidos.

 

Y ahora, a proceder como cristianos. Nada de revisiones ni remiendos constitucionales: todos los esfuerzos deben ser para echar fuera las constituciones de papel.

 

Nada de democracia y guerra civil de partidos, cruel, perniciosa, corruptora, obscurecedora del ideal católico y de la significación histórica nacional, y, por añadidura, inútil.

 

Nada de tejer y destejer, agitarse sin finalidad práctica, bajo apariencias de miope sensatez o de miserables logranzas inmediatas -actas, beneficios, distinciones, cambio de comas- mortíferas para el supremo interés de la Religión y de la Patria, en definitiva.

 

El deber es prescindir de todo lo enredoso e inútil, dañino y notoriamente fracasado, y reconstruir el alma nacional, la unidad católica española.

 

Está latente en el pueblo aún hasta en esa porción que se agita removida por las insanas propagandas. ¡Pobre pueblo al que se ha tenido casi abandonado con las preocupaciones democráticas, que toman su nombre, pero que no se cuidan de él más que para la miserable captación del voto!

 

¡Acordaos, españoles! Jamás de nuevo por el camino que conduce al fracaso (12)

 

El semanario Reacción dejó de publicarse el 28 de octubre de 1933. Las causas de esta desaparición estuvieron basadas en las mismas causas de su aparición. La necesidad de hizo que se luchara contra la II República desde un solo frente y no en varios. Por eso, a partir de esa fecha, todos los esfuerzos se centraron en El Correo Catalán, del cual eran redactores y directores los miembros del semanario Reacción

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Cesar Alcalá

Notas

 

1.-Archivo José Vives.

2.-REACCIÓN. 22 de agosto de 1931. Número 5.

3.-REACCIÓN. 29 de agosto de 1931. Número 5.

4.-REACCIÓN. 29 de agosto de 1931. Número 5.

5.-Mártires del Orden. REACCIÓN. 9 de enero de 1932. Número 24.

6.-REACCIÓN. 6 de agosto de 1931. Número 2.

7.-Reacción. 5 de diciembre de 1931. Número 19.

8.-Reacción. 12 de diciembre de 1931. Número 20. España por la Inmaculada.

9.-Reacción. 16 de abril de 1932. Número 37.

10.-Reacción. 16 de abril de 1932. Número 37.

11.-Reacción. 7 de noviembre de 1932. Número 15.

12.-Reacción. 31 de octubre de 1931. Número 14.

 

Revista Arbil nº 81

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