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Revista Arbil nº 81

La derecha radical que viene

por Fernando José Vaquero Oroquieta

¿Existe un espacio político a la derecha del Partido Popular? España sigue sin ser Europa en esa circunstancia concreta: no existe una derecha neta autónoma

La “Operación Mitterrand”.

A primeros de abril, Federico Jiménez Losantos lo denunció: podría estarse fraguando una versión española de la “Operación Mitterrand”, por la que -recordemos- la derecha radical francesa salió de las catacumbas merced a una inyección económica y a oportunos cambios legislativos que le permitieron acceder a algunos cargos públicos; y todo ello con el objetivo de privar, por su derecha, de unos cientos de miles de votos decisivos a sus rivales de la UDF y el RPR, condenándoles de esta forma, sine die, a permanecer en la oposición frente al -entonces- socialismo triunfante.

También el editorialista de elsemanaldigital.com del 13 de abril, uno de los diarios de mayor audiencia en Internet, especialmente bien informado de los movimientos internos de la derecha y del entorno del Partido Popular, se hizo eco de tales rumores, advirtiendo de su responsabilidad a los grandes partidos nacionales y pidiendo que tomaran decisiones valientes que limiten el impacto de la inmigración en la sociedad española, evitando, de esta forma, que una formación de derecha conservadora asomara en el panorama político español laminando las posibilidades del Partido Popular de recuperar un día el gobierno de la nación.

Incluso un periodista políticamente correcto, Julián Lago, se hizo eco de este estado de ánimo en esas mismas fechas, realizando algunas interesantes reflexiones en torno a esta situación.

La derecha radical en Europa.

Conviene recordar, sin embargo, que aquella operación no resultó según se planificó. Ante todo, sumó electorado procedente tanto de la derecha como de la izquierda: los barrios populares de las grandes ciudades francesas se convirtieron, sorprendentemente, en el semillero del Frente Nacional de Le Pen, antes votantes del Partido Comunista Francés, desmintiendo de esta forma que se tratara de un producto político dirigido únicamente a nostálgicos de Vichy, partidarios de la Argelia francesa y universitarios neofascistas…

Lo cierto es que, desde entonces, diversas formaciones radicales de derecha se han asentado, con mayor o menor fortuna, en buena parte de las naciones europeas. No olvidemos una cuestión: esas formaciones, generalmente englobadas bajo la fórmula genérica de “extrema derecha”, encarnan fenómenos muy diversos. El postfascismo de Alianza Nacional en Italia, la atípica Liga Norte, los grupos nacionalistas de diversos países de Europa del este, los neofascistas británicos, la derecha radical de Le Pen, los antisistema holandeses, los liberales austríacos… constituyen partidos o movimientos sociales que en muchos casos no son asimilables y que no pueden etiquetarse bajo un parentesco ideológico análogo del que se sirven, en el ámbito de sus respectivos partidos europeos, las grandes familias políticas: socialistas, comunistas, ecologistas, populares... Y la evidente manifestación de ello es su concurrencia por separado, a las próximas elecciones europeas, en diversas coaliciones que no se explican únicamente por el afán de protagonismo de Fini, Le Pen y Haider.

En otro orden de cosas, señalemos que Francia e Italia proporcionan dos modelos distintos de integración de una derecha radical y sin complejos en el sistema respectivo de partidos. Así, en Francia, con un porcentaje de votos que oscila en torno al 15%, dado el sistema electoral mayoritario, es un sector político marginado de todas las instituciones públicas. Son votos, diríamos, perdidos. En Italia, al contrario, esa derecha postfascista, articulada en Alianza Nacional y formando parte del respetable Polo de las Libertades, se ha moderado notablemente, participando en numerosos órganos de la política local, regional y nacional, con una ejemplaridad democrática indiscutible.

Sin embargo, en este sentido, España sigue sin ser Europa: no existe una derecha significativa.

Se viene diciendo, fundamentalmente desde el entorno intelectual políticamente correcto de PRISA - PSOE, que tal está dentro del Partido Popular. Y, al menos en algunos casos, es posible que sea cierto; pero lo más probable es que esa potencial derecha radical se encuentre en la abstención, o entre los electores de la misma izquierda, más que entre las 22 minúsculas formaciones que integran explícitamente ese espectro

Los cambios del 11 de marzo.

Algunos de los dirigentes de la derecha radical son conscientes de la oportunidad histórica que se les ha presentado desde el 11 de marzo. La ausencia de una política firme ante el fenómeno de la inmigración, el impacto producido en muchas conciencias por la imprevista agresión islamista, los previsibles retos a la unidad nacional española desde los crecidos nacionalismos periféricos; todo ello lo juzgan propicio para el desarrollo de una alternativa a la derecha del Partido Popular, y más cuando ha perdido el poder decepcionando, más si cabe, a muchos de sus obligados votantes.

Pero, más allá de fríos cálculos periodísticos o estratégicos, ¿se ha producido algún movimiento significativo en ese sentido?

Al margen de que el PSOE, o desde ámbitos próximos al mismo, se potencie una operación análoga a la descrita al principio de este artículo, podemos destacar algunas pistas orientativas que, de momento, no se antojan en absoluto decisivas.

Así, debemos constatar, en primer lugar, la existencia, dentro de la sopa de siglas de este sector, de un eje moral conservador, más moderado, integrado por el joven partido Familia y Vida, Alternativa Española (creado por los postfranquistas agrupados en torno a Blas Piñar, que se está implantando discretamente con un tono muy templado), y el PADE (la escisión del exdirigente popular Calero). Por otra parte, existe otro eje, nacional-revolucionario por definirlo de alguna manera, cuyo modelo al menos en parte es el Frente Nacional galo. Lo integrarían: Democracia Nacional (un pequeño partido con cierta implantación en medios juveniles y que cuenta con algunos dirigentes muy formados), el contradictorio MSR (presente especialmente entre colectivos skins y que viene realizando un cierto esfuerzo por implantarse a través de entidades sectoriales), FE/La Falange y España 2000 (dos formaciones procedentes del falangismo que vienen haciendo de la lucha contra la inmigración una de las razones de ser de sus movilizaciones). Al margen de ambos ejes quedarían las siglas históricas del falangismo y del tradicionalismo, así como otras pequeñas agrupaciones, escisiones en su mayoría de las dos anteriores. En definitiva: muy poca cosa.

¿Podría irrumpir una fuerza netamente derechista?

La realidad política de este espectro no es nada halagüeña, según estamos viendo, pero tenemos que destacar varias cuestiones que no conviene perder de vista:

1) Es creciente el descontento entre sectores conservadores del Partido Popular que, no sólo han sufrido el fracaso electoral del 14 de marzo, sino que no soportan su deslizamiento, hacia un centro progresista vacío de ideología, en cuestiones como el abandono de la familia tradicional y la creciente influencia del lobby rosa. No obstante, pese a lo anterior, la invocación al voto útil sigue siendo determinante del comportamiento político de estos sectores, al menos de momento y en tanto no tengan otra opción más atractiva.

2) Algunas de las pequeñas formaciones antes mencionadas se nutren, especialmente las más radicales, no de electores procedentes del franquismo explícito residual, sino, al igual que en el resto de Europa las formaciones análogas, de la que podría denominarse “clase obrera blanca”, lo que implica un cambio sociológico apenas percibido por los politólogos españoles que es oportuno considerar.

3) Pese a su extrema fragmentación, la suma de votos de estas agrupaciones viene aumentando poco a poco, en comparación a anteriores comicios; si bien de momento, su cosecha puede calificarse de irrelevante políticamente considerada.

Para tener algún éxito en política se precisa de, al menos, un programa político coherente, una estrategia adecuada, una clase dirigente capacitada socialmente enraizada, unos ciertos medios humanos y materiales, una ideología o visión global de la vida social más o menos construida, y una base sociológica a cuyos intereses y necesidades responda.

Casi nada de ello parece asomar, con consistencia, a la derecha del Partido Popular, de momento, pero, ciertamente, bien pudiera saltar una sorpresa; ya que condiciones no faltan para ello.

Pero, en este contexto concreto, es decir, el español, también es muy importante considerar el peso y limitaciones que proporciona el marco legislativo: no es lo mismo un sistema electoral mayoritario que otro proporcional.

En una entrevista realizada en este mismo medio, en el mes de abril, a Manel Silva (exdiputado de CiU), al preguntarle por la oportunidad táctica de la irrupción de nuevas formaciones en el panorama político español, el entrevistado realizaba las siguientes reflexiones dirigidas a Familia y Vida y que bien pueden extenderse a otras de las aquí mencionadas: “En cualquier caso, sin una previa reforma del sistema electoral iniciativas como las de Familia y Vida presenta dificultades tácticas y estratégicas. Las elecciones al parlamento europeo hubieran podido significar un buen test, pero no cabe desconocer que el actual momento político convierte a estas elecciones en una segunda vuelta de las generales y que la reducción de eurodiputados asignados a España (se pasa de 64 a 54) convierten en más costosa la obtención de un escaño por esta formación”.

Lo cierto es que la cita de las elecciones europeas no ha supuesto un revulsivo para estas formaciones, que no han sido capaces de articular ni una mínima coalición entre alguna de ellas, ni tampoco de reunir las firmas de 50 cargos electos o las 15.000 alternativas de electores, requisito imprescindible para concurrir a las mismas. Un nuevo test de la salud de este entorno político.

Tengamos presente, por último, otro aspecto: algunos sectores del electorado católico más consciente serían destinatarios de la estrategia de un plausible partido derechista que pretenda navegar, pese a las dificultades que le presenta el sistema electoral español, con autonomía y a costa del Partido Popular. En Francia, mirando la experiencia de nuestros vecinos, vemos que han coexistido, durante muchos años, aunque con dificultades, en el seno del Frente Nacional, dos almas: la católica tradicionalista y la pagana o agnóstica que podríamos vincular con la llamada Nueva Derecha. Y de esta realidad son muy conscientes los teóricos, que existen, de esa derecha que puede irrumpir, rompiendo moldes, en el apático escenario político español.

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Fernando José Vaquero Oroquieta

 

Revista Arbil nº 81

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