Se pensaría, dado el ámbito
bien definido de la lengua española, al menos a
este lado del Atlántico, que la prensa en
español es efectivamente española,
que no era un negocio de marcas como
el de los coches. Pues lo mismo es el negocio
editorial, tan importante tradicionalmente en
España, beneficiada por el mercado potencial de
la segunda lengua internacional. Pero no es
así. Me impresionó un artículo al respecto del
presidente del sector de enseñanza del sindicato
CSIF, Ricardo Santos. Ofrecía un elenco de
cabeceras y empresas que me limito a recoger. De
primeras, de las 30 revistas mas vendidas en
España, 24 son de propiedad extrajera. Grupos
multimedia internacionales, de accionistas
anónimos ante los que no cabe ciscarse de un
modo personalizado como con los tradicionales
Polanco, Asensio o Murdoc, deciden el qué y el
cómo. Se escapan a esta condición Pronto,
¡Hola!, Super Pop e Interviú. ¡Hola!
Es un caso excepcional, en cuanto significa el
liderazgo español en su sector, el rosa. Los
demás títulos corresponden, y que nadie se
ofenda, al perfil más bajo de
lector. La totalidad de revistas sobre
televisión, tipo Teleprograma el resto de
revistas del corazón; Semana, Lecturas, Diez
minutos. Los diarios económicos de tipo
salmón, por el color
característico, los deportivos, como Marca
y As, los de hogar y decoración, toda la
divulgación científica, el 90% de la
informática, incluso la gratuita, prensa normal
como El Mundo, la que llega al
profesorado; cuadernos de pedagogía y Escuela
Española, (desde hace unos meses, la palabra
española se ha reducido tamaño al mínimo en su
cabecera). Los libros de texto tipo Anaya, las
principales imprentas, distribuidoras de prensa,
las 15¡! primeras agencias de publicidad, tan
importantes ante las elecciones, toda la
distribución discográfica, incluso la revista
más antigua viva (El Consultor de los
ayuntamientos, 1852). Todo pertenece a 10
grupos multinacionales.
Hachette, Bertelsmann, Havas; Edipresse,
Wolterrs Kluwer; Pearson; Axel-Springer; Rizzoli;
Bonniery Burda, copan todo lo que no sea Prisa,
Planeta, Correo, Prensa Española, además de
alguna editorial escolar de la Iglesia.
Formas, contenidos, temporalización, todo se
controla. Incluso se han comprado más de 10.000
títulos para no ser publicados. Por ejemplo, los
poderosos consorcios farmacéuticos poseen
paquetes en esos grupos, y se encargan de
bloquear la divulgación de cuanto perjudica sus
intereses. Un lobby de parentesco hace que los
tres más grandes grupos no se prodiguen en
textos críticos con Israel o la política
exterior americana.
En el terreno educativo es curioso la siembra,
que no tiene porqué ser negativa, que Prisa y
Recoletos hacen regalando masivamente diarios
atrasados o preparados expresamente para el uso
juvenil. Han presionado para que haya una
asignatura optativa llamada Medios, o Procesos,
de Comunicación. Puede ser interesante, yo la he
impartido un curso, si los alumnos superan el
analfabetismo funcional. Muchos bancos regalan a
sus clientes docentes Magisterio español,
tan seleccionado como lo que mandan las
administraciones educativas, en manos casi
siempre chauvinistas, incluso en regiones sin
nacionalistas en el gobierno. Hay un verdadero
ciclo de materiales gratuitos, editoriales,
cursos homologados, que vinculan a las
editoriales y las administraciones más de lo que
fuera deseable. Incluso en Andalucía se sufraga
la compra de ordenadores a familias con hijos
escolares, pero tiene que ser en comercio
señalado, en este caso el Corte Inglés. A veces
la subvención es una ayuda con implicaciones de
teledirección, por ejemplo, el cine español, al
que se subvenciona también con una cuota de
pantalla. No se trata de retirar los impuestos,
desgravaciones, subvenciones lineales, sino
selectivas para unos, y no para otros.
El problema es que, anquilosados tantos en la
vieja y algo anticuada dialéctica
derecha-izquierda, no reparan en el aplastamiento
de la identidad cultural, de la que la enseñanza
y los medios de comunicación son pilares
evidentes, que representa la globalización, en
alguno de sus matices inevitable, pero no en
todos. Los intereses externos se llevan mucho
más que sus debidos dividendos.
España, 40 millones de europeos de mediano
poder adquisitivo, y la lengua española, 400
millones, son ámbitos de mercado
suficientemente grandes como para ofrecer una
cierta entidad. El último artículo de
Huntington sobre la amenaza hispana en EEUU es,
aunque exagerado y supremacista WASP, elocuente.
Por otra parte, a la par que los medios tienen
un control foráneo y mundialista, la enseñanza
es cada vez más autonómica. Unas
CCAA han violado la ley al incumplir la LOCE, sin
esperar a que el PSOE la supliera con otro
experimento, el enésimo ya. Todas ellas se
ocupan de que los chicos aprendan los ríos de su
región, ignorando que si son grandes es
precisamente por que atraviesan varias. Si hay un
idioma con el que blindar las oposiciones, -el
mismo que garantiza a un libro subvención y una
compra masiva para las bibliotecas pública-s, de
paso se controla aún más el libro de texto y el
grado de aldeanización del temario de Sociales.
Si hay emigrantes, lejos de integrar de veras,
que sería españolizar, se refuerza
el pañuelo femenino y las clases según el
guión del imán de Fuengirola.
España se enfrenta en el s. XXI al desafío
de su misma pervivencia. Los medios de
comunicación y la enseñanza serán la batalla
real. Mucho más que las bombas. Socavada por la
chapela y la chilaba, anegada por la uniformidad
universal, el futuro está abierto.
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Francisco Díaz de Otazu
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