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Revista Arbil nº 81

No es cosa nuestra

por Marta Rodríguez

Hay quien empieza a estar harto de oír hablar del “reto de la mujer” del siglo XXI. Más que de un reto de la mujer se trata de un reto de todo el conjunto social

Acabo de participar en un congreso sobre la mujer. El tema de la mujer y el trabajo terminó de caldear completamente el ambiente. Se esgrimieron datos y aportaciones interesantes. Y, sobra decirlo, salieron a relucir las constantes ya manoseadas por los peritos: la necesidad de los permisos de maternidad, la equidad en los salarios, el servicio de guarderías…

No sé si por lo apasionado del debate o por la somnolencia que hacía mis párpados asombrosamente pesados, pero, de repente, tuve la sensación de que la mujer de hoy se parecía más que nunca a un malabarista de circo: ese artista que con habilidad mágica lanza 7 bolas al aire y es capaz de engañar a la tiránica ley de la gravedad con la presteza de sus movimientos. Hoy la mujer debe ser la mejor profesional, con el mismo reconocimiento, sueldo y exigencias laborales de un hombre; debe ser madre, darse tiempo a sí misma y a sus amistades; cultivarse y viajar y, en lo posible, hacerlo evitando el estrés y sus síntomas. Y, como nuestro amigo el malabarista, acomete esta empresa casi titánica ella sola, contra todos y a pesar de todos.

Sin embargo, la vida no es un circo. En el desafío de compaginar trabajo y familia, la mujer no debería ser un personaje solitario. Y tampoco el hombre. A pesar de mi sueño durante el congreso, anoté algunas ideas sobre este punto:

Primera: no es la mujer la que tozudamente trata de inmiscuirse en el mundo del trabajo. Su aportación es un bien necesario para toda la sociedad. Por tanto, los gobiernos, las empresas, las leyes y todas las entidades públicas deberían favorecer su inserción en este ámbito.

Segunda: la familia tampoco es un capricho de las mujeres, que necesitan tener hijos para satisfacer sus vacíos emocionales. La familia es la célula básica de la sociedad. A los ejecutivos que reniegan cuando sus empleadas se quedan embarazadas habría que preguntarles quién creen que van a pagar sus pensiones cuando sean viejos, sino el fruto de sus actuales zozobras.

Así, compaginar trabajo y familia no es un problema de las mujeres: es un problema de todos. Todos somos responsables de crear las estructuras necesarias para que los padres y las madres puedan dedicar su tiempo más precioso a la familia. Así sale ganando la sociedad entera: las empresas porque sus empleados trabajan más a gusto al ser tratados más humanamente, los hijos que reciben la atención que tanto necesitan, la pareja que crece por medio del compromiso y la corresponsabilidad en un proyecto común…

Hay quien empieza a estar harto de oír hablar del “reto de la mujer” del siglo XXI. Más que de un reto de la mujer se trata de un reto de todo el conjunto social, que debe buscar que la vida sea cada vez más humana para todos. En este mundo que se jacta de poseer todas las comodidades y medios para todo, nadie debería ser “malabarista de la vida”. Para lograrlo, es necesario el replanteamiento de muchos esquemas y utopías oxidadas.

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Marta Rodríguez
Mujer Nueva

 

Revista Arbil nº 81

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