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Una nueva oportunidad para el proyecto socialista

por José Basaburua

Los resultados electorales del pasado 13 de junio han confirmado el inicio de una nueva etapa en la reciente historia de España. Si el PSOE ya intentó transformarla radicalmente en su día, consiguiéndolo en buena medida, de nuevo hará todo lo posible para profundizar su revolución socio-cultural. Así, España corre el riesgo de perder su identidad

Los resultados electorales del pasado domingo 13 de junio habrían sido muy buenos para el Partido Popular… de haber ganado las anteriores del 14 de marzo. De esta forma, aunque afirmen sentirse muy contentos, su recuperación electoral no impide que España cambie de nuevo de signo -no sabemos por cuantos años- embarcando de lleno en el proyecto socialista.

Breve valoración de los resultados electorales del 13 de junio

Los resultados electorales, ya a escala continental, no han sido nada halagüeños para el actual proyecto europeo. La mitad de los electores no han mostrado ningún interés por la convocatoria, y eso que no es poco lo que está en juego: nada menos que un tratado que sentará las bases de la futura constitución de Europa.

Destacaremos algunas reflexiones deducidas de los datos españoles:

1. Se ha impuesto una bipolarización, PSOE - PP, en detrimento de los partidos nacionalistas y de otras identidades políticas minoritarias.

2. De nuevo gana el PSOE. Nada se opondrá a la implantación progresiva de buena parte de su proyecto. Aunque las contradicciones y los incumplimientos programáticos hayan marcado las primeras semanas del nuevo gobierno socialista, su proyecto saldrá a la luz y se aplicará.

3. El Partido Popular se ha recuperado en buena medida. Pero ello no es obstáculo para lo decisivo: ya no están en el gobierno. Y tendrán que adaptarse a un papel que no esperaban afrontar cuatro meses atrás: en la oposición al gobierno sin grupo mediático alguno que lo respalde, con complejo de identidad, con el lastre del apoyo a la política internacional de Aznar (principal causa de la derrota del 14 M), habiendo perdido, en definitiva, el liderazgo nacional y la capacidad de iniciativa.

4. Izquierda Unida sigue retrocediendo, a las faldas del PSOE. Y no resucitará la estrategia de la “pinza” que, años atrás, le proporcionó buenos réditos electorales, aunque en detrimento de la izquierda en su conjunto.

5. En Cataluña es espectacular el desplome de CiU, acompañado de malos resultados de ERC, lo que catapulta al PP a una segunda e inesperada posición. De esta manera, a los populares catalanes se les presenta una extraordinaria, y no menos ambiciosa, oportunidad: constituirse en el futuro del centro derecha en Cataluña, desplazando poco a poco a CiU.

6. En el País Vasco, el nacionalismo dividido no pierde cuota electoral. Aralar se hunde, de momento. Y no olvidemos los 100.000 votos nulos correspondientes a la expresión política de la izquierda abertzale.

7. En Navarra UPN mantiene unos regulares resultados -que sin embargo no serían suficientes para volver a gobernar la Comunidad- así como un renacido PSOE. Todos los partidos pequeños retroceden.

8. Otras fuerzas nacionalistas (BNG, CHA, PA…), también retroceden en su conjunto.

9. A la derecha del Partido Popular –estaba claro- nada ha cuajado: el fracaso ha sido importante. Por ahí no se vislumbra ninguna alternativa análoga a las diversas “derechas nacionales” o a las formaciones “euroescépticas” que tan buenos resultados han obtenido en numerosos países europeos. Tal vez, la convocatoria de un referéndum, anunciada por el presidente del Gobierno, para la ratificación del Tratado constitucional europeo, sea la oportunidad que necesita para emerger y proponer su alternativa.

Los retos europeos.

Europa afrontará, en breve, importantes retos: la aprobación del primer tratado constitucional europeo, una articulación estructural de los contrapoderes territoriales y nacionales, la configuración de una política internacional conjunta alternativa a la de USA, el marco financiero, etc. Y, en el fondo de todos estos debates, seguirá latiendo una cuestión pendiente: los valores sobre los que se edificará este nuevo sujeto histórico. No parece factible, a estas alturas, que se recoja en el Tratado constitucional ninguna referencia a la herencia cristiana de Europa. Pero, aunque se hubiera incluido, acaso más importante sea la consolidación del espacio de libertad que corresponde a las comunidades cristianas para vivificar la sociedad europea, por una parte, y desarrollar su labor evangelizadora, en cualquier caso.

En cualquier caso, vistos los resultados que indican una cierta divergencia entre la Europa de los políticos y la de sus ciudadanos, se tendrá que superar la ola de indiferencia que la recorre y que, junto al fantasma del euroescepticismo y de la exacerbación identitaria, amenaza con privarla de soporte vital.

Y ¿España, qué?

España también se juega mucho en el proyecto europeo. Y, mientras tanto, el nuevo gobierno intentará aplicar el suyo propio; un sectario proyecto de sociedad a imponerse desde los poderes político y mediático afines.

En política interior son varios los retos que requieren urgente respuesta, en todo caso: el desafío de los nacionalismos periféricos, una nueva política de solidaridad que contemple a los más desfavorecidos junto a las entidades de iniciativa social que ya trabajan en el “tercer sector”, las nuevas situaciones e impactos de la inmigración, una política internacional coherente…

Y, además, los debates mediáticos abiertos desde el progresismo, que delimita unilateralmente lo “políticamente correcto”, acarrearán nuevas fracturas sociales: diversas perspectivas del reconocimiento de las uniones de parejas de homosexuales y sus presuntos derechos, la arbitraria e injusta determinación de nuevos límites de la vida humana…

El PSOE ya se ha manifestado. Pese a sus declaraciones, reclamando consenso y diálogo, es evidente que intentará aplicar su programa con el concurso de las fuerzas políticas periféricas y de IU. Aunque no coincidan en aspectos de política internacional, acciones sociales y programa económico, en buena medida están de acuerdo en una cuestión previa: recluir a la Iglesia en las sacristías, limitando de esta manera concreta la posibilidad de que las identidades colectivas vivas contribuyan a la vertebración de la sociedad -desde su ideario y sus capacidades- con el concurso subsidiario del Estado. De nuevo, laicismo anticatólico y estatismo sordo se dan la mano.

El catolicismo social español en marcha.

Tales circunstancias han encendido la luz roja en un sector significativo del catolicismo social.

Esta vigorosa realidad social, a pesar del cerco mediático y gubernamental que se sufre y que previsiblemente se estrechará, sigue dando muestras de vitalidad. Es el caso del nuevo diario digital, de orientación católica y vocación generalista, en la red desde el 15 de junio: www.forumlibertas.com. En dicho diario, un nuevo paso más en la estrategia de e-Cristians impulsada por Josep Miró i Ardèvol, encontramos a un puñado escogido de las nuevas personalidades del catolicismo social español actual. Existía un hueco que viene a colmar aunque, seguramente, tenía que haber sucedido mucho antes. Ganará cuerpo, se consolidará y contribuirá –deseamos- a la vertebración de una corriente social de opinión huérfana de referencias mediáticas.

Por otra parte, diversas realidades cívicas, impulsadas por católicos, de incidencia y tácticas muy dispares, se dieron cita en Madrid el pasado sábado 19 de junio con la pretensión de reflexionar en torno a algunas propuestas y análisis de la realidad presentadas desde por e-Cristians con el aval de ACdP. Su objetivo: articular al catolicismo social como una corriente activa con peso propio y capacidad de determinación de la agenda política. Y ello partiendo de una dolorosa constatación: los católicos apenas están representados en las instituciones y entre la clase política. Su tarea es compleja: la heterogeneidad de las entidades convocadas, el distinto calado de las mismas, las tácticas dispares seguidas, las particularidades de las diversas agrupaciones eclesiales (que se traducen, en cada caso, en un análisis propio, un lenguaje, unas inquietudes, una metodología)…, estas circunstancias deberán superarse si se pretende vertebrar un sector de opinión que ha permanecido muchos años sin un rostro público operativo.

Son muchas las dificultades que esperan a la Iglesia católica en España, en resumen. Por ello, las realidades vivas del catolicismo social español deberán articular, con efectividad y realismo, su presencia. Pero no tanto desde la mera reactividad, como desde la afirmación de su identidad y las razones últimas de su propuesta; única respuesta –la cristiana- que puede satisfacer plenamente a las exigencias de la persona de toda época.

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José Basaburua

 

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