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Experimentación con células troncales embrionarias: Dra. Natalia López Moratalla

por Jesús Romero-Samper

Continuando con el fundamental ciclo de trabajos sobre bioética, donde el autor, desde planteamientos científicos, obtiene respuestas de consecuencias éticas de los investigadores a los que entrevista, en esta ocasión considera los problemas que implica la manipulación de las células troncales embrionarias y para ello cuenta con una de las principales autoridades en el asunto

Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada, en 1968. Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Navarra, en 1972. Catedrático de Bioquímica, Universidad de Valencia, 1981. Profesor Ordinario de la Universidad de Navarra, desde 1981. Ha ocupado cargos de gobierno universitario: Directora de Estudios y Vicedecana de la Facultad de Ciencias, Vicerrectora de la Universidad de Navarra y Directora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular. Pertenece a la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, Nitric Oxide Society y Asociación Española de Bioética y Etica Médica.

Es autora de cerca de un centenar de publicaciones científicas en las áreas de Bioquímica mitocondrial y de Biología Molecular y Celular de terapias antitumorales y de la patología de enfermedades autoinmunes. Ha sido investigador principal de numerosos proyectos. Ha publicado numerosos artículos de Bioética, Biología teórica, Antropología y Divulgación científica.

1.- Se sabe que el proceso de fecundación dura varias horas: desde la unión del espermatozoide al óvulo por la reacción fertilicinas/antifertilicinas; pasando por la reacción acrosómica del primero y su entrada en el citoplasma ovular; la liberación de una sustancia antipoliespérmica por el mismo y, consecuentemente, la despolarización de la membrana del óvulo; la aproximación de ambos pronúcleos (cariogamia); el inicio de sendas mitosis; reabsorción de las membranas de ambos pronúcleos y formación de uno solo (sincarion), constituyendo una célula diploide. Seguiría la primera división, que dará lugar a un organismo bicelular. El Dr. Juan Ramón Lacadena (“El aborto. Perspectiva Pluridisciplinar,” Fundación Universitaria San Pablo-CEU, madrid, 2002) se plantea: “¿en qué momento preciso podría decirse que existe ya el cigoto?” Aunque para la Ciencia esta pregunta tendría una respuesta clara, sugiere otras tantas para planteamientos filosóficos, éticos, jurídicos,... En lo que respecta a la Biología, a mi entender el embrión (cigoto) surge precisamente con la fusión de ambos pronucleos (sincarion), y la consecución de un juego cromosómico completo o diploide: 46 cromosomas, que es la dotación del ser humano. Doctora López Moratalla, ¿coincide en este criterio?

R.:Es una forma “incompleta”. de decirlo; que esté reunida en una misma células célula la dotación genetica procedente del padre y de la madre es necesario pero no suficiente para que ya esté constituido un nuevo ser, el hijo. La fecundación de los gametos es un proceso con etapas muy precisas y reguladas. Para que la fecundación se haya cumplido es necesario además que esa célula producto de la fusión de los gametos haya alcanzado el fenotipo cigoto: sea un organismo en su fase unicelular. Ello requiere toda una polarización y asimetría en la distribución de los componentes celulares y un cambio de la impronta parental del DNA de tal manera que la información genética de los cromosomas heredados sea información de inicio de una vida.

2.- La capacidad antigénica del cigoto ya demuestra su condición de ser humano: de dos padres heterocigóticos con grupos sanguíneos A y B (carácter genético), puede concebirse un embrión del 0; la hemolisis perinatal por incompatividad feto-materna del factor Rh. Es decir, a la par que el cigoto comienza a desarrollar una serie de crecientes interrelaciones con la madre, su propio código genético (único e irrepetible) irá decodificando todas sus potencialidades morfológicas y fisiológicas: mayormente para un exitoso desarrollo por procesos de complementariedad (caso de los grupos sanguíneos); otras veces la relación en sí entraña un peligro inmunológico de graves consecuencias (factor Rh). Como dice Morgan (“Introducción a la Filosofía,Aguilar, Madrid, 1978): “las diferencias individuales humanas comienzan en el momento de la concepción.” ¿Qué valoración le ofrece, doctora, esta manifiesta realidad de un nuevo individuo manifestando su propio ser, aun –siendo tan vulnerable?

R.: Me parece que es irse a un tiempo muy tardío para mostrar la identidad inmunológica del hijo, diferente de la de los padres. Mucho antes de que se constituya esa “mismidad inmunológica” ha habido ya un proceso por el que el embrión y la madre se inducen tolerancia. En la primera semana tras la concepción el embrión se prepara para “presentar” a la madre lo suyo que procede del padre. Y la madre recibe al embrión en el útero a lo largo de la segunda semana de vida en el contexto de “no peligro” y tolera así lo que del hijo no es suyo. Esto permite que en la gestación dos seres diferentes vivan una perfecta simbiosis, no siendo el hijo ni injerto extraño, ni parte de la madre.

3.- Parece existir una relación bioquímica previa incluso a la formación del cigoto, que sería la responsable de la unión de ambos gametos. La específica unión entre la glucoproteína fertilicina de la zona pelúcida del óvulo y las proteínas ácidas o antifertilicinas de la membrana plasmática del espermatozoide; unión que activará la reacción acrosómica de este último y, en consecuencia, la fecundación. ¿Podría considerarse ésta como una primera ‘relación,’ en cuanto necesaria para el origen de la vida humana? Entrecomillo ‘relación’ para rebatir a quienes entienden que el ser humano es tal en cuanto ente capaz de relacionarse.

R.: Evidentemente para que los gametos se fundan y fecunden mutuamente es preciso que primero se reconozcan como tales. Como toda interacción específica entre células el reconocimiento se lleva a cabo por moléculas complementarias que se unen y ponen en marcha el conjunto de procesos intracelulares que activan las células y hacen de la fusión una mutua activación.

4.- Ahora bien, antes de que ambos pronucleos se fundan y alcancemos una plena dotación de cromosomas, existe -sin duda- todo un proceso natural que, como se exponía, conduce irremediablemente a la formación del cigoto. No es una graduación accidental de procesos que, casualmente, converjan en el sincarion. Ni el resultado de una contingencia evolutiva, filogenética. En esas horas en que discurre la fecundación/concepción/formación del cigoto se observa causalidad, no –desde luego- casualidad. Citemos la definición de Spinoza sobre la ‘esencia’ (“Etica,Editora Nacional, Madrid, 1975): “pertenece a la esencia de una cosa aquello que dado lo cual resulta necesariamente dada y quitando lo cual necesariamente no se da; o sea aquello sin lo cual la cosa –y viceversa, aquello sin la cosa- no puede ser ni concebirse.” Es decir, sin la ‘esencia’ de ambos gametos ‘esa cosa (el embrión)’ no se daría, lo que genéticamente es de pura lógica. Hay esencia en cada gameto, y si el proceso no es interrumpido conduce generalmente a la nidación uterina y a la, consecuentemente, placentación. Lamentablemente, se anuncia despenalizar el aborto hasta las catorce semanas... por lo que los medios y excusas de ‘interrupción’ siguen creciendo. Pero quisiéramos, doctora, conocer su valoración -en concreto- sobre la presencia de esencia tanto en el cigoto como en los mismos gametos.

R.: No hay ninguna duda de que la realidad biológica de una célula sexual femenina o masculina es la de unas células producidas por el organismo con una características bien definidas y cuya función es transmitir la vida: fusionarse activamente. La realidad resultante si “cumplen su función” es una realidad diferente: un nuevo individuo de la especie que requerirá un medio (el materno) para autoconstruirse y desarrollarse. Las consideraciones que para destruir embriones de pocos días o para despenalizar el aborto no se intentan justificar por el hecho de que exista duda de que la vida de cada individuo empiece con la fecundación sino en la arrogancia de fijar valor a la vida de una persona de acuerdo con los parámetros que les gusten: pequeño o viejo; enfermo o con predisposición a ser enfermo; deseado o no. No se puede buscar una lógica racional porque no la tienen. Es un hacerse dueño de un ser humano.

5.- Xavier Zubiri (“Sobre el hombre,Alianza, Madrid, 1986) comenta como el germen es un hombre germinante, ‘es ya’ formal y no sólo virtualmente hombre. Define la esencia como la unidad estructural de la sustantividad, constitutiva de la realidad humana que existe desde la célula germinal. Y ejemplifica con un caso bien conocido por los genetistas, la trisomía del cromosoma 21: “La psique del mongólico es mongólica ya desde el plasma germinal,... El plasma celular psicocelular sufre una alteración en el preciso punto físico-químico: en la replicación de los cromosomas. En su virtud el sistema entero es ya anormal, y por tanto lo es su actividad total. No es que la psique será mongólica cuando haya cerebro, sino que la psique es ya mongólica desde su concepción. En su hora se formará un sistema nervioso que será mongólico. Y este sistema nervioso mongólico lo que hará es desgajar mongólicamente la entrada en acción de ciertos aspectos de una psique ya mongolizada desde la concepción.” ¿No demuestra, el caso de las trisomías -por ejemplo-, como desde la consecución de una dotación con 46 cromosomas ya puede definirse al ser humano?

R.: No. Justamente el ser humano con Síndrome de Down lo que tiene es 47 cromosomas. Insisto en la idea de la primera respuesta. Con 47 cromosomas se es un ser humano con esas características porque esa es la dotación recibida y aunque tenga una alteración tan fuerte la información genética contenida en esos 47 cromosomas permite la constitución de un cigoto y la construcción de un cuerpo humano con esa peculiaridad.

 

6.- Y en relación con las afecciones genéticas que afectan al raciocinio quisiera citar las palabras de la doctora Mª Dolores Vila-Coro en “Introducción a la Biojurídica” (Servicio Publicaciones Facultad de Derecho, U.C.M., Madrid, 1995): “el desarrollo se puede definir como el cauce que sirve para que se manifiesten ciertas peculiaridades ya existentes... el concepto de desarrollo elimina la adición de cualidades necesarias.” La racionalidad, como esencial cualidad ya presente en el embrión y codificada -como hemos mencionado- en sus genes, queda pues fuera del proceso de desarrollo. La racionalidad es innata al cigoto (al ser humano), a su código genético primigenio que, ulteriormente, conllevará al desarrollo de un sistema nervioso no completo hasta los dos/tres años de vida del niño. ¿Comparte, doctora, esta valoración acerca de la racionalidad, en tanto definitoria del ser humano?

R.: Tener “razón”, ser capaz de dar razón de algo, es desde los griegos definitorio del ser humano. Lo que no se explica en esa afirmación es “cómo” es innata una potencia como la racionalidad al código genético.

7.- A propósito de la ‘racionalidad’ y en relación con los casos de gemelos monocigóticos, quimeras o molas hidatiformes, quisiera conocer su opinión sobre estos casos. Si bien la racionalidad es cualidad definitoria de la especie humana, entiendo que también lo es -como derivada del raciocinio- la aceptación del congénere, el amor al mismo, su cuidado y protección... por muy extraño que pueda resultar. Esa potencialidad afectiva se da de más a menos conforme a la evolución: todos conocemos los diversos casos que se dan entre los mamíferos. Pero ni siquiera entre los insectos se discrimina al ‘anormal.’ Permítame exponerle un caso particular, cuando estudiaba cierta especie de coleóptero criando varias generaciones: obtuve un individuo teratológico que, por supuesto, dejé vivir y reproducirse. En ningún momento observé que fuera marginado del resto de la colonia, y -sin duda- los genes responsables de su deformidad se transmitirían. Especies inferiores no aniquilan a individuos ‘extraños,’ tampoco se desprecia su patrimonio genético... ¿puede alguien decir que en las irregularidades del código genético humano, aun por descifrar, no se encuentren explicaciones a irresolutas cuestiones?

R.: Diría dos cosas; en primer lugar que una mola no es un individuo de la especie. Las quimeras naturales son alteraciones poco frecuentes del desarrollo y los hermanos gemelos tiene cada uno su propia identidad biológica por muy iguales que sean las dotaciones genéticas recibidas. En segundo lugar de nuevo aflora en sus preguntas un cierto determinismo genético. Los genes sólo ofrecen una cierta predisposición a unas características orgánica, propensión a unas alteraciones que pueden ser patológicas y a un temperamento. Luego la vida biológica que se lleve y la biografía, la tarea de vivir que nos toca a todos, da lugar a una diversidad tal que los limites precisos de “normal” y “anormal” son tan imprecisos como imprevisible es cada persona.

8.- Con la formación del cigoto monocelular comienza una nueva vida humana. Un impulso (o alma causante) del desarrollo de un sistema nervioso que tardará -recordémoslo- tres años en concluir. Durante la filogénesis ese impulso (el alma) puede interpretrarse como efecto del creciente desarrollo evolutivo del sistema nervioso. Alcanzada la hominización, esa desvinculación de lo orgánico que impone un distanciamiento entre el instintivo estímulo y la respuesta (la libertad), el ‘alma’ pasa a ser causa en tanto principio entitativo con poder generante y organizativo. ¿Comparte usted, Dra. López Moratalla, esta visón? y en caso contrario, por favor, explíquenos su visión.

R.: No la comparto porque no la entiendo y me resulta dualista. El alma humana no es exactamente principio vital al modo a como puede hablarse de un alma animal, como forma de la materia. El carácter personal del cuerpo humano, la libertad manifestada en la indeterminación biológica del cuerpo de cada hombre, lo que hace es potenciar o elevan, “añadir libertad” al principio vital o información genética recibida de los padres.

9.- Como biólogo me llama profundamente la atención una observación de la Dra. Vila-Coro: “La anidación en el útero materno no añade ni quita nada a la nueva vida en sí misma; lo que hace es suministrarle las condiciones ambientales óptimas para su desarrollo:” Y esta idea ahonda en el tema del carácter humano en tanto relacionable. Ya hemos planteado que tanto el reconocimiento fertilicinas/antifertilicinas, la antipoliespermia y la inducción a las células trofoblásticas del blastocito para la destrucción del epitelio uterino, la secreción de gonadotrofina coriónica, parecen demostrar que existe una concatenación de relaciones dirigidas por los gametos a contactar entre sí y por el embrión a implantarse. Por no hablar del intercambio de información epigenética entre las dos células del cigoto y su medio, en orden a que cada una de las dos células dirija su desarrollo hacia la constitución del embrión o de la placenta. Y afrontamos aquí otro punto álgido de una cuestión clave. En estos tiempos en que tan reconocidas son ciencias como Ecología y Etología, ¿no resulta extraño poner en duda, sino negar, el derecho de un ser humano (un cigoto, luego, un embrión) a mantener relaciones con su entorno: el epitelio uterino a partir del 14º día, la placenta posteriormente,... pero con una percepción extraordinaria del mundo exterior a la par que se desarrolla la gestación y la neurulación? En Biología se da, cada vez más, en todos sus ramas (incluídas las que estudian la concepción y el desarrollo), significativa importancia a estas primordiales relaciones entre individuos; fundamentalmente entre las especies sociales y semisociales: homínidos e insectos respectivamente (Hymenoperata y Coleoptera).

R.: Sí claramente; nadie ignora que al embrión al que se niega el útero materno se le niega la capacidad de poder seguir vivo y desarrollarse. No es una cuestión de ignorancia de la biología sino un cruel abandono de un hijo, con el consorcio de las clínicas de FIV y el amparo de unas leyes injuntas.

10.- Entremos en el proceso de anidación uterina. Es una corriente de opinión entre científicos (la Sociedad Alemana de Ginecología, por ejemplo), pero también entre teólogos católicos (Curran, Cormick, Chiavacci,...), el que el embarazo comienza entre el 7º y 14º día con la implantación del embrión en el útero materno. Pero realmente, como bien comenta la doctora Vila-Coro, se confunde Gnoseología y Ontología: “... el diagnóstico sólo tiene que ver con el conocimiento y nada que ver con el ser. Es decir, porque se conozca o desconozca una cosa no existe o deja de existir... Pero no es la anidación la que produce la individualización. Con la anidación se comprueba la individualización... La individualización se produce en el mismo instante de la fecundación del óvulo.” Este argumento parece claro, pero volvemos a encontrarnos con un peligroso juego dialéctico. Parece como si los defensores de la FIV, incluso renunciando a su juego dialéctico de ‘formas pre-humanas,’ montaran un segundo argumento/barrera en donde escudarse, algo así como: no hay ser humano en tanto una ecografía no demuestre la implantación del blastocito en el útero. No obstante, este argumento parece irrisorio por cuanto: no se reconoce la vida y, en consecuencia, al ser humano desde su concepción con un completo código genético completo (como se ha demostrado científicamente); pero si se reconocería la existencia de ‘un embrión’ (o -en su terminología- ‘cierto cuerpo extraño’) detectado ecográficamente en el epitelio uterino. ¿Qué opinión le merece esta ‘ceguera científica’, según la cual, siendo el finísimo diagnóstico genético capaz de determinar un ser humano (46 cromosomas) desde el estado cigótico, no somos capaces de reconocer al ‘prembrión’ (al hombre sensu stricto, es claro) hasta detectarle en una ecografía?

R.: No es ceguera cientifica, ni creo que haya mucho que discutir al respecto. No están ni siquiera pretendiendo decir que “no hay ser humano en tanto una ecografía no demuestre la implantación del blastocito en el útero”; Solo que en la practica de la FIV está saliendo adelante, o no.

11.- El Dr. Lacadena (op. cit.), da una interpretación significativa a la fase cigoto/implantación uterina, citando el criterio de la Sociedad Alemana de Ginecología. Y, en este sentido, comenta como las nuevas técnicas de reproducción asistida (manipulación de embriones), cuestionan la individualización del nuevo ser, por dos cuestiones artificiales aunque muy distintas: las directamente abortistas, como el recurso a sistemas anticonceptivos (DIUs) que impiden la animación del embrión en el útero; las recurrentes (por prolificidad o, mayormente, recurso a las células troncales embrionarias) a los ‘cigotos’ (preembriones no implantados, me permito recordar). Retomemos el concepto base que es como, habitualmente, se comprenden mejor las cosas: la ‘individualización.’ Porque genéticamente el ‘sincarion’ ya es individual ‘de per se,’ tiene un código genético completo que se manifestará (si no es interrumpido por DIUs o, ulterior y artificialmente, por extracción del embrión). Genética y embriológicamente la existencia de vida humana, de vida individualizada es manifiesta, no cabe duda. Y sobre esta indudable verdad, se insiste en la individualización. Se confunde ‘individualización’ con ‘independencia del seno materno.’ Individualización es lo que se ha expresado sobre la base genética. Independencia es un inválido argumento, por cuanto exigiría la autosuficiencia vital desde los 14 días (implantación) hasta las 24 horas tras el alumbramiento y, más allá, hasta la mayoría de edad... y esto, ningún mamífero inferior creo que lo cumpla.

R.: Por lo que conozco de estas argumentaciones, cuando hablan de que no es individual se refieren a que no se puede partir por la mitad y dar dos gemelos y cuando hablan de autonomía de la madre se refieren a suficiente consistencia como para ser un ser personal. Desde el punto de vista biológico no cabe duda de que un cigoto es ya un “individuo biológicamente humano”; para quitarle el valor absoluto se dice que el carácter personal lo alcanza más tarde. ¿Cuánto más tarde? Es indefinible el tiempo, pero más tarde. Y ese periodo se cambia y se atrasa según convenga a otros intereses.

12.- E insisto sobre este punto, pues paréceme de crucial trascendencia. Es individual el cigoto en sí, onto y filogenéticamente, tal vez no lo sea del todo fisiológicamente: deberá depender de un útero (tal vez, en el futuro, ni siquiera eso), tras nacer dependerá de su madre (ya existen alternativas a la lactancia materna), hasta los tres años su sistema nervioso no estará completamente desarrollado... pero ese S.N. tardará no menos de 14 años de vida adulta para aprehender, asumir, comprender y responder bajo una libertad, una autoconciencia del ‘yo,’ una responsabilidad. Y cuando el adulto va madurando, cuanto más se aproxima a su ‘inviabilidad’ (a su muerte), más perfecciona el raciocinio. En ninguno de los cinco reinos filogenéticos puede observarse severidad tal para exigir esa ‘individualidad’ con la que se juzga al naciente (a la completa dotación cromosómica) como perteneciente o no a la especie. ¿No le resulta esperpéntica esta visión?

R.: Insisto yo también en que el problema no es individualidad biológica o no. El problema es que si yo me otorgo el poder de decidir por “calidad” biológica el valor de la persona, y decido que los tonticos no merecen vivir, el de enfrente dirá que los enfermos o los ancianos menos y el otro...

13.- Finalizada la gastrulación, el ectodermo no sólo creará la futura epidermis, sino que por un proceso de pliegue e invaginación dará lugar al tubo neural (rudimento del encéfalo y la médula espinal), así como a los órganos sensoriales. ¿Otro acto de autoafirmacón embrionaria, no? Debemos tener, respecto a la existencia/funcionamiento del cerebro del adulto versus embrión, una diferenciada valoración: me refiero al criterio de la muerte cerebral. No es equiparable la muerte por EEG (electroencefalograma) plano en un adulto (con un sistema nervioso completamente desarrollado, cuando no -Alzheimer, encefalopatías, demencias- deteriorado) a un sistema nervioso (central o SNC y autónomo o SNA) en desarrollo en el embrión. Simplemente por la reciprocidad del argumento: si se reconoce la muerte como parada eléctrico/cerebral en un sistema plenamente nervioso desarrollado, cómo puede negarse la existencia de vida humana en un cigoto que comienza a desarrollarlo precisamente en aras de alcanzar esa plenitud. La potencialidad del SNC en el embrión es un garante, la degeneración del mismo en los adultos resulta –al menos, de momento- irreversible. Le agradeceríamos desarrollara algo más este punto desde el punto de vista bioético.

R.: No creo que el inicio de la organogénesis del sistema nervioso central, del cerebro, sea un acto de autoafirmación embrionaria. No somos sólo un cerebro “con patas”; todos los órganos de nuestro cuerpo son nuestro cuerpo aunque unos, como el cerebro o las gónadas, tengan una relación más plena con el carácter personal de todo cuerpo humano. Por otra parte antes de la formació del tubo neural el embrión tiene ya trazados los planos de donde tiene la espalda y el vientre y donde la cabeza y las piernas.

Por otra parte la muerte de un ser humano es un fenómeno extrabiológico puesto que sea todavia embrión o sea anciano cuando la muerte acontece el alma inmortal no desaparece. Los criterios de detección de que ha ocurrido ya no son más que signos. Y es el mismo sea cual sea la edad: ha parado la actividad vital unitaria. En el embrión no hay crecimiento unitario y en el adulto la actividad encefálica detecta la presencia de principio vital unitario presente.

14.- Los defensores de las técnicas F.I.V. nos hablan de un 50 % de embriones que no alcanzan la nidación uterina. Parece éste un argumento que exige aun más a los cigotos, por encima de su ‘individualidad.’ Ya no basta con que sean seres individuales, únicos e irrepetibles: ahora parece que, como sólo el 50 % anidan, no merecen el estatus preembrionario -no ya de embrión, ni siquiera de persona- en tanto su carrera no sea los suficientemente rápida ni efectiva. Y observo, en esta visión de estadísticas, una cierta interpretación economista justificatoria de estas técnicas. Con los actuales recursos y técnicas, la consecución de una concepción se promete realmente difícil (dejando aparte los problemas de infertilidad natural): vasectomía, enlace de trompas, píldora, preservativos, ‘píldora del día después,’ DIUs, donación de gametos, embriones ‘in vitro’ y -a, propósito, muerte en congelación de la mayoría por lógico desgaste respiratorio molecular-, aborto. Es larga la lista de maneras y modos de interrumpir la vida humana, ¿no?

R.: Si efectivamente, cuando no se desea que venga un hijo al mundo o si se desea y no se puede de forma natural y si se quiere que reúna una serie de características, la anticoncepción se confunde con la fecundación “asistida” en provocación de muerte.

15.- En torno a estos asuntos se evidencian continuas tergiversaciones encaminadas, como comenta el doctor Lacadena, a adaptar la terminología a los cambios en las actitudes o viceversa. Reconfortan posiciones como la suya al afirmar: “... mi opinión personal es partidaria de utilizar en todos los casos el sustantivo embrión, sin que ello presuponga una valoración ética de su significado.” Y resulta plausible esa asunción de todos los otros términos (cigoto, mórula, blastocito, preembrión, pre o postimplantatorio embrión, feto) bajo el único de ‘embrión.’ Pero me preocupa (retomando lo expuesto por Zubiri en la cuestión nº 4) esa no valoración ética, pues el concebido, dada su esencia constitutiva, es ya persona humana con independencia de su ubicuidad.

R.: Si estoy de acuerdo en que sea preocupante. Ningún termino puede expresar una realidad biológica vaciándolo de significado. Si es embrión es ser humano. Y ¿qué otra cosa puede ser que persona un ser humano? No se le puede arrancar la perspectiva ética porque el valor absoluto, al carácter personal, en intrínseco al ser humano.

16.- Este mismo autor citado nos plantea una clara tautología: “¿cuándo empieza la vida humana? ¿cuándo esa vida humana que empieza es ya un ser humano individualizado? Pues la vida humana es de por sí ser humano. Coincido con su concepto del tertium como respuesta a la primera pregunta. No así con su interpretación de la ‘unidad’ y ‘unicidad’ como condiciones imprescindibles para la ‘individualización.’ Pone como ejemplo a los gemelos monocigóticos y a las quimeras para justificar que ambas propiedades (unidad y unicidad) no se dan antes de la anidación, por tanto estas anormalidades resultan antes de la nidación uterina, que será cuando se desarrolle la cresta neural embrionaria. Ahora bien, me permito rebatir esta posición con el caso arriba expuesto de la trisomía del cromosoma 21. Y me permito añadir que no es aceptable, ni ética, ni científica, ni jurídicamente, conceptuar la existencia del ser humano en base a casos extraordinarios, y sí -en cambio- a la generalidad y normalidad.

R.: Bien; pero un gemelo no es frecuente pero no es anormal. Lo que es, es. Y un individuo de la especie humana es persona. El serlo no es otorgable por nadie; ni siquiera si su venida al mundo ha tenido “rarezas”.

17.- En cuanto al recurso a las células madre embrionarias hay quien expone, doctora, la legitimidad de recurrir a ellas hasta el estado de mórula, por cuanto entienden que aún no está definido si serán precursoras del embrión o del trofoblasto, es decir: del embrión propio o de la placenta. Y, sin embargo, parece de lógica evidente que ambas estirpes son interdependientes. Sin las trofoblásticas, el embrión no podría implantarse ni desarrollarse. Sin las embrioblásticas, las trofoblásticas carecerían de sentido. Ambas tienen ‘esencia.’ ¿Realmente le parece aceptable basarse en ese argumento, disociando una ‘unicidad’ y ‘unicidad’ manifiestas desde el tertium?

R.: No tiene base esa argumentación; la tarea de desarrollarse de cualquier individuo es una tarea de un continuo diferenciar células distintas desde la primera y única, el cigoto. Es más, en el estado más inicial ya hay diferenciación. Los dos blastomeros en que se divide el cigoto para dar el embrión bicelular son desiguales entre sí, por la asimetría propia del cigoto, y sus progenies tendrán diferente destino en el embrión en desarrollo.

18.- Las técnicas de reproducción ‘in vitro’ han venido a demostrar, paradójica e indirectamente por sí mismas, que el concebido no nacido es ya un ser humano dotado de vida independiente de su progenitora. No sería desacertado barajar la posibilidad de que en el futuro las técnicas posibiliten, aun contra toda ley, la consecución de una plena gestación en probeta (como ha comentado el Dr. Botella Llusiá). ¿Entiende que deberían equipararse con los mismos derechos (como opina Zannoni en “Inseminación artificial y fecundación extrauterina,Astrea, Buenos Aires, 1978) a todos los no nacidos: bien los concebidos naturalmente, los resultantes de la fecundación in vitro y, aunque hoy sea utópico, los desarrollables en probeta?

R.: En la concepción aparece un nuevo ser. Es una pena que se machaque la dignidad de una persona sometiéndole a un proceso de producción en vez de engendrarle en el amor de los padres y acogiendole en el seno materno. Pero aunque se le ofende en su dignidad nadie puede arrebatarle el Amor de Dios que le llama a la existencia por renglones torcidos y que es garante de su dignidad. Afortunadamente estamos más en manos de Dios que en manos de los hombres.

19.- El Dr. R. G. Edwards, ‘padre’ del primer niño probeta, (en su conjunta monografía con Makkun Seppala, “In vitro fertilization and embryo transfer,” Annals os the New York Academy of Sciencies, vol. 442, Nueva York, 1985, pp. 565) comentaba: “... la fertilización no da comienzo a la vida. La vida es un continuo. Está presente en el ovario fetal y se remonta a las generaciones pasadas. Un ejemplo: el “plasma germinal” se hereda a través de milenios y proporciona la base de la continuidad de la vida. La fertilidad es el disparador, activa el ovocito y establece un nuevo genotipo, pero ninguno de estos acontecimientos tienen que ser estimulados únicamente por la fertilización. El programa de desarrollo de un embrión puede activarse por agentes partenogenéticos sin que haya fertilización... Otras etapas del desarrollo,..., pueden ser elegidas para designar el inicio de la vida: la iniciación de la maduración del ovocito,...” Sigue Edwards exponiendo, ambiguamente, designios del comienzo de la vida: formación del blastocito, nidación, neurulación,... Pero quedémonos con lo expuesto. ¿No le parece paradójico, Dra. López Moratalla, que los precursores de las técnicas FIV acaben, con el tiempo, reconociendo la continuidad intergeneracional de la vida humana (ella en sí, s.str.) a través de los gametos? Realmente lo planteado por Edwards abre un abanico de interesantes planteamientos, sin olvidar que el óvulo aunque tenga vida humana no es un ser humano. Aunque -sin duda- resultará interesante conocer el desciframiento del código genético humano, parece cierto que cada juego de 23 cromosomas aporta no sólo información fisio/morfológica del individuos de ambos progenitores (“se parece al padre,” comúnmente se dice), sino ciertas características de la personalidad (actitudes) y del comportamiento (aptitudes).

R.: El desciframiento del código genético nos ha dado ya la mayor de las sorpresas: tenemos muy pocos genes y con ellos “hacemos” mucho. Es decir la ciencia biológica es cada vez menos determinista y como se ha dicho “cabe más la libertad del hombre”..

20.- Con la I Ley sobre técnicas de reproducción asistida (35/88, del 22 de noviembre), promovida por el Grupo Socialista, se llega al dislate de una exposición de técnicas varias no suficientemente ponderadas en sí ni en sus consecuencias: todas ellas orientadas a resolver la infertilidad, bien por manipulación de gametos como de embriones. Además de no invitar al debate a profesionales de la Psicología, Psiquiatría, Sociología, Pediatría o Pedagogía; vuelve a confundirse el plano ontológico con el gnoseológico, al establecer el término ‘preembrión’ para conceptuar al óvulo fecundado pero aun no implantado en sus primeros catorce días. Además impone la prohibición de desarrollar preembriones ‘in vitro’ más allá de los catorce días, es decir: autoriza a destruirlos. E, incluso, diferencia entre preembriones, embriones o fetos en base a su viabilidad: eugenésicamente prioriza la buena salud sobre la vida misma. En fin, muchísimos puntos sobre los que le agradeceríamos, doctora, su valoración.

R.: Es una ley impresentable y nefasta. Y la supuesta fundamentación científica es un puro error.

21.- Ley 42/88 (28 de diciembre) de donación y utilización de embriones y fetos humanos o de sus células, tejidos u órganos, con cuatro capítulos y más ambigua, polémica y disparatada que la anterior. Resumidamente: se autoriza la donación de embriones o fetos nacidos vivos pero no viables para la utilización de sus estructuras biológicas: con fines industriales, terapéuticos o de investigación se fundamenta la experimentación y tecnología genética. Prima, en fin, la viabilidad (mal entendida) sobre la salud y la dignidad humana. Nuevamente le pido su criterio acerca de esta segunda ley.

R.: No dice eso esa ley. Los embriones o fetos no nacen vivos. Si hay un aborto natural no pueden seguir viviendo. Si es provocado el mal está ahí. Ahora bien en un caso o en otro una vez muertos usar sus cadáveres (que es lo que creo que dice la ley) no es tan grave como matarles. En el caso de un aborto espontáneo se le trata como al cadáver de un adulto donante de órganos. En el provocado hay una cooperación al mal hecho.

22.- Y llegamos a la reforma de la Ley 35/1988 aprobada en el 2003. Las declaraciones de la ministra Ana Pastor (diario ABC, 27/07/03) son estremecedoras: “dando una solución ética y abierta a la investigación, a un problema que viene del pasado y que no tiene una solución sencilla... permitir la investigación como alternativa a su destrucción... respeto a la libertad de investigación a favor de la salud humana.” Resultó un poco decepcionante el pronunciamiento del Comité Asesor. ¿Cree, doctora, que esto tiene marcha atrás o que, por el contrario, vamos de mal en peor?

R.: No estoy de acuerdo con el contenido del pronunciamiento del Comité Asesor. Ahora bien, estoy muy de acuerdo con que la reforma de la ley aunque muy insuficiente porque la ley no tiene salida (o se impide la FIV o siempre es injusto) sin embargo da un paso hacia una mejora en el punto más grave: que queden embriones sobrantes abandonados. Pienso que para juzgar una ley, o una reforma en este caso, hay que estudiar el contenido a fondo, las alternativas posibles políticamente etc. y no basarse sólo en una declaraciones a la Prensa. En mi opinión fue un paso adelante muy serio que hubiera permitido seguir dando marcha atrás a las aberraciones de la práctica real de la FIV. Es giro político toma la dirección contraria. Ibamos a mejor y volvemos atrás.

24.- Dra. López Moratalla, cómo prevé que evolucionará la investigación con células troncales. ¿Se impondrá, con el tiempo, la lógica de priorizar la experimentación con las adultas? ¿Es, en este sentido, optimista?

R.: Por supuesto. Nadie duda de que la racionalidad terapéutica es, no sólo dar prioridad a las de adulto, sino que de hecho las de origen embrionario no sirven para curar y las de adulto se están ya llevando a la clínica. En este punto me mantuve optimista desde el inicio.

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Jesús Romero-Samper

 

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