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¿Es hombre o mujer?

por Jorge Segura

Gracias a la revolución científica, llegado el siglo XXI, los hombres se pueden convertir en mujeres y las mujeres en hombres. Esto es lo que significa la teoría del género tan usada en las conferencias internacionales sobre la mujer de las Naciones Unidas

Mark Robinson, estudiante de 15 años de una escuela pública en Massachusetts, opina que cada quien es libre de elegir su sexo, y si tiene los medios, es también libre de acudir a la ayuda médica que hoy ofrece estos servicios casi milagrosos. Tal vez Mark habla así porque ha escuchado demasiado sobre las teorías del género, en las que se sostiene que el sexo no lo determina la biología ni la naturaleza, sino sólo la sociedad, de tal modo que, si unos padres tratan a su hijo como “hija”, éste (¿o ésta?) podrá convertirse con el tiempo, realmente en una “hija”. Pero muy lejos de lo que las teorías pueden enseñar a nuestros jóvenes, la experiencia y la realidad nos dicen lo contrario.

David Reimer no compartía la opinión de Mark Robinson. David hablaba de la propia experiencia porque él vivió en carne propia la enorme injusticia de ser privado de su identidad e individualidad. Todos recordarán su famoso caso, publicado en las primeras páginas del New York Times y de la revista Time en el año de 1972. David al nacer fue circuncidado y por un error del médico, fue privado de sus órganos genitales. La solución más simple y exitosa que se presentó fue la de cambiar su sexo: ya que no podía ser hombre, lo convertirían en mujer. El doctor Money que experimentó sobre David, sostenía la falsa teoría de que alrededor de los dos años es cuando se define el sexo de la persona. Este caso revolucionó al mundo y dio enorme fama al doctor Money que, poco después, publicó su libro Hombre y mujer, niño y niña, en el que documenta el éxito de su experimento. Sin embargo, el experimento poco tenía de exitoso, pues a pesar de los vestidos femeninos y de las largas sesiones psicológicas impartidas por el doctor Money, David, que en ese tiempo llevaba el nombre de Brenda, nunca dejó de sentirse varón. El auténtico infierno que vivió “Brenda” por más de catorce años, repercutía cada día más sobre toda su familia, que decidió contarle la verdad.

Al conocer la verdad, “Brenda” de inmediato decidió recuperar su identidad y fue entonces cuando cambió su nombre al de David. Se sometió nuevamente a operaciones y a intensos tratamientos de hormonas que le permitieron adaptarse a su verdadero sexo. Hace un mes supimos que David (“Brenda”) se suicidó .

La opinión de David, de su familia, y de la mayoría de la gente con sentido común o con un poco de estudios, es que el sexo no puede determinarse por la cultura pasando por encima de la naturaleza misma de la persona. El doloroso caso de la familia Reimer confirma que los órganos genitales y unas cuantas hormonas no son lo único que define el sexo de una persona, y es igualmente falso que esta identidad sexual se determina alrededor de los dos años de edad del bebé.

En los Estados Unidos, uno de cada 2000 niños nace con anomalías genitales, y muchos de ellos son sometidos a operaciones de conversión sexual, motivadas todavía por las teorías del doctor Money. La historia de David debería llevar a evitar que tantos niños como él se conviertan en nuevas víctimas de experimentos científicos, fruto de teorías erróneas y totalmente destructivas para la persona.

Defender la dignidad de la persona es algo que todos queremos, pero tal vez estemos errando el camino defendiéndola con prácticas y conceptos que contradicen a la propia naturaleza, y que a la larga acabarán por dañar seria y profundamente las vidas de tantos como David. Y es que no cabe la menor duda de que la persona humana no se puede limitar a su físico. Detrás de éste hay toda una compleja constitución genética, psicológica, y anímica formada por millones de factores que lo constituyen, y que lo definen como hombre o mujer. O, ¿Acaso una mujer a la que se le practica una masectomía a raíz de un cáncer de pecho deja de ser una mujer? La enorme confusión de la pelea de sexos se nos aclarará, cuando logremos entender que el hombre y la mujer son distintos porque son complementarios, y uno no puede sustituir al otro. Mientras lo entendemos, la naturaleza nos seguirá gritando cada vez que intentemos contradecir su gran sabiduría y sus leyes inmutables. Reducir a las personas a su mera sexualidad, es limitarlas brutalmente a su condición animal, ignorando que también poseen una psicología, un espíritu, y un derecho a ser felices y realizarse siendo lo que son. La ciencia y la equivocada teoría del género muy a menudo se olvidan de esto.

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Jorge Segura
http://www.mujernueva.org

 

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