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Amores de verano, peligro

por José Luis Orella

La unión física sólo se da de manera natural, después de haberse producido esa unidad espiritual. Dos personas, hombre y mujer, diferentes, independientes, complementarios, que se aúnan en un proyecto de vida común, y que la convivencia hará que hasta adivinen las necesidades de la persona amada sin decirlas

La época vacacional suele ser el período propició para los romances cortos. La duración de la bonita experiencia termina en septiembre y el corazón destrozado que obliga a un otoño de olvido. No cabe duda que el amor es irracional y que cuando se cree que se ha encontrado la persona acertada, no es que los violines celestiales empiecen a sonar, pero si que nuestro cuerpo parece dominado por una fuerza extraña. Las glándulas suprarrenales aumentan la producción de adrenalina y noradrenalina, que son los neurotransmisores que comunican con el sistema nervioso. Los efectos se sienten al instante, se liberan grasas y azucares, que aumentan la capacidad muscular, el corazón late más deprisa y nuevos glóbulos rojos se suman a la labor de transportar oxígeno al último rincón del cuerpo humano. Las glándulas sudoríparas expelen sus cargas produciendo una sudoración cuantiosa. Mientras, los órganos sexuales se sensibilizan, aumentan de tamaño, acumulan sangre y pasan a dilatarse y contraerse con fuerza. Entretanto, la producción de feniletilamina en el cerebro produce la sensación de bienestar y placer.

Pero, el amor no son exclusivamente los efectos físicos producidos por la atracción física de un cuerpo bien esculpido. No cabe duda, que en una época donde la belleza es un don y el compromiso con los valores, una carga, el miedo a la responsabilidad causa que el egoísmo personal mande la satisfacción física. No obstante, los jóvenes de ahora quieren algo más, aparte de los riesgos producidos por el Sida, con un lenguaje oficial cómplice de las industrias multinacionales del caucho, que produce un aumento de contagiados. Las fiestas locas de droga y sexo aumentan el número de personas hundidas sin una razón por la que vivir, sino satisfacer el placer inmediatamente. La promiscuidad se da al día, especialmente, si se tiene en cuenta que la atracción física con los componentes de placer que producen las endorfinas de nuestro cuerpo puede mantener una relación “perfecta” de pareja durante un par de años. El incremento de las separaciones y de los divorcios se debe normalmente a haberse agotado el “amor” entre los cónyuges, y a la ausencia de convivencia.

La relación de pareja es una unidad espiritual, parte de la física, que se da y enriquece con todo tipo de cariños y mimos. El mínimo cariño ayuda a fomentar la tranquilidad y la seguridad en la persona amada. La comunicación mutua, la responsabilidad compartida, en definitiva la vida compartida sin secretos, pero con respeto a la autonomía del otro componente del matrimonio, ayuda a poner las bases que serán los cimientos de la relación madura. La persona que estará a tu lado el resto de la vida.

El amor verdadero se produce sin esperarlo, ni buscarlo. La empatía verdadera con la persona querida es producida, aparte de la atracción física, por la comunión de un proyecto de vida y la compenetración de los dos caracteres. La unión física sólo se da de manera natural, después de haberse producido esa unidad espiritual. Dos personas, hombre y mujer, diferentes, independientes, complementarios, que se aúnan en un proyecto de vida común, y que la convivencia hará que hasta adivinen las necesidades de la persona amada sin decirlas. No cabe duda que ese amor, núcleo de lo que será una familia, no provendrá de una relación efímera, proveniente de un encuentro casual que satisfaga la necesidad de un día, con el peligro subsiguiente. La vida merece ser vivida, según sus reglas, y el verdadero amor trae el conocimiento de una persona hecha para ti, con quien recorrerás el camino de la vida, con el bagaje completo para el viaje, de sus cualidades y las tuyas.

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José Luis Orella

 

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