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Quien te creó sin ti no te justifica sin ti (San Agustín, Sermo 169)

por José Martín Brocos Fernández

Pasada ya la marea de declaraciones, felicitaciones mutuas, conmemoraciones y aniversarios del Documento de la Declaración oficial conjunta de la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica (Augsburgo, 31-X-1999), fruto de su lectura y pormenorizado estudio, son estas líneas sobre el mismo. Cualquier lector imparcial de la Declaración conjunta, advierte enseguida, y esto en una somera lectura, un cambio de onda que sintoniza con la Reforma luterana

Pasada ya la marea de declaraciones, felicitaciones mutuas, conmemoraciones y aniversarios del Documento de la Declaración oficial conjunta de la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica (Augsburgo, 31-X-1999), fruto de su lectura y pormenorizado estudio, son estas líneas sobre el mismo. Cualquier lector imparcial de la Declaración conjunta, advierte enseguida, y esto en una somera lectura, un cambio de onda que sintoniza con la Reforma luterana.

Según la Doctrina Tradicional católica la justificación se apoya en la fe -Rom 3, 28 el hombre es justificado por la fe- y en las obras -Santiago 2, 24 por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre-. Ésta visión, tomada de la Tradición y de los Doctores de la Iglesia -San Agustín y Santo Tomás (S.Th. I-IIae q. 113) abordan este tema-, es asumida plenamente en Trento en el decreto De justificacione, cuando sus capítulos 5 y 6 -cfr cánones 2-7, 9- niegan la tesis que ve al hombre como meramente pasivo y rechazan la justificación por la sola fides (cfr. Denz.Sch 1525, 1533, 1564). Se sostiene también la necesaria existencia de los actos humanos que conjuntamente con la fe preparan para la justificación (cfr. Denz.Sch. 1559). Las buenas obras son fruto y también causa de la justificación. La salvación es vista como tarea conjunta de Dios y el hombre, pues la justificación es en el alma el efecto de la acción de Dios como gracia preveniente y precisa inseparablemente de una respuesta –la cooperación- de cada uno de nosotros. La Iglesia exigió siempre esta cooperación personal que es la causa segunda respecto al efecto último.

Esta antropología optimista parece enterrarse en la Declaración conjunta firmada al máximo nivel. La asunción plena de las tesis de la Reforma es un hecho consumado, y multitud de textos de la citada Declaración y anexo posterior a la misma, confirman este hecho. Somos aceptados por Dios, no por mérito nuestro, sino "sólo" por la gracia de la fe en la redención de Cristo (...) Somos justificados ´"sólo" por Cristo aceptando esta salvación por la fe", que no es una contribución nuestra, sino don de Dios ... La justificación acontece ... "sólo" por la gracia (cfr. puntos 18.35-36 de la Declaración). Más adelante podemos leer las buenas obras siguen a la justificación y son fruto de esta (punto 37).

El anexo a la declaración tampoco deja dudas del cambio radical en la doctrina católica sobre la Justificación: Juntos confesamos: "Sólo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras. (Punto 2) Y en el punto 2 C podemos leer la justificación tiene lugar "sólo" por la gracia, por la fe; la persona es justificada sin "obras".

Ya no aparece en paridad como pilares de la justificación fe y obras. Éstas se ven exclusivamente como consecuencia, puesto que ahora se subordina las obras a la fe. Las obras son frutos, y ahí se queda la Declaración conjuntamente con una exhortación al buen obrar (sic).

Los numerosos ecos que en estos meses nos han llegado de las iglesias reformadas, refrendados en varios artículos salidos en publicaciones, tienen como común denominador la aceptación católica de la justificación por la sola gracia de Cristo con la consiguiente asunción total de la visión paulina que la Reforma siempre ha sostenido. Y es por ello que no se equivoca el teólogo luterano H. G. Pöhlmann cuando sentencia que la Declaración reconoce los tres "sólo" de la doctrina reformista de la justificación: "sólo" la gracia, "sólo" Cristo, "sólo" la fe. Sigue afirmando que Según la declaración cuando los católicos hablan de "cooperación" a la justificación no expresan más que esta participación personal, no una "contribución por cuenta propia" del hombre a la salvación. Y continúa escribiendo ... También se acabaron las controversias de antaño sobre fe y obras, al afirmar la Declaración conjunta que las obras buenas de la justificación deben seguirse necesariamente como "frutos", por más que no sean sus raíces. (Cfr. Pöhlmann, H. G., La unidad al alcance de la mano en Selecciones de Teología 151 (1999) 254-258.)

Personalmente me congratulo de este acuerdo alcanzado -otra cosa es del contenido- y al igual que la Declaración doy gracias a Dios por este paso decisivo en la superación de la división de las Iglesias, -que no ha sido otra cosa que cesión católica-. Pero no dejo de preguntarme a la luz de lo que leo en el punto 3 del citado anexo a la Declaración ... La doctrina de la justificación es medida o criterio para la fe cristiana. Ninguna enseñanza puede contradecir este criterio ... si a partir de esta Declaración –que pese a su pretendida y querida ambigüedad no logra superar los anatemas del Concilio de Trento- en vez de refutar la que era doctrina protestante de la justificación, ahora también la oficial católica, tendré que pasar a refutar a San Agustín, a Santo Tomás de Aquino, y al Concilio de Trento por heréticos.

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José Martín Brocos Fernández

 

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