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Editorial: El basamento de la construcción europea

por Dirección

La reconstrucción de Europa, no puede hacerse mediante un proceso de satelización en torno a la hegemonía de un Estado, sino a través de un reencuentro de cada nación con aquellas raíces propias y a la vez comunes que les dieron vida.

En una Europa sin censura en los media y con la “cultura” sin secuestrar debiera ser innecesario resaltar la importancia que el cristianismo ha supuesto en la formación de Europa.

Ha sido desde la pérdida del ideal de Cristiandad cuando gran parte de las principales naciones han perseguido el objetivo de aglutinar el continente en torno a la hegemonía propia, y en el entorno de un ideal político que alejaba a Dios como clave de ese sistema.

Después del fracaso de algunas de las utopías totalitarias, y superando otras vigentes, un cierto tipo europeísmo, fuertemente influido por la visión cristiana, y en el que participaban varios de los fundadores de la Unión Europea se recuperó como motor de la construcción política europea, teniendo que superar otras visiones, egoístas y negativas.

En la actualidad, con 25 países europeos integrados en la UE, el principal problema es la futura conformación política del viejo continente.

El laicismo imperante, que tiñe el proyecto de futura constitución, es la principal amenaza que intenta socavar la raíz cristiana del continente y que traería como consecuencia, la pérdida de respeto a la persona humana.

También las visiones imcompletas de Europa son causa de que se corra el peligro de que la nueva Europa se construya sobre cimientos falsos

La reconstrucción de Europa, no puede hacerse mediante un proceso de satelización en torno a la hegemonía de un Estado, sino a través de un reencuentro de cada nación con aquellas raíces propias y a la vez comunes que les dieron vida.

Así, tendremos que inquirir que es Europa y cuál es la Europa que queremos.

Porque es un hecho evidente que de el deseo colectivo de encontrar una fórmula que permita salir a las naciones del continente de su gran crisis no se sigue que esas fórmulas sean coincidentes.

Al contrario, no son tan sólo distintas, sino que en algunos casos son contrarias a su objetivo, de tal modo que se ese aplicasen no haría más que conducir la crisis de sus últimas consecuencias, es decir, a la definitiva dimisión histórica continental.

Por eso, frente a las fórmulas mercantil, política y militar, que proponen los políticos del discurso cultural dominante, frente a la Europa de los mercaderes, de los ciudadanos y de los generales, fórmulas que partiendo de un punto razonable, se desorbitan por falta de una base firme en la cosmovisión de quienes los sostienen, proponemos un proyecto que enfoca la realidad y no se distorsiona por la apariencia porque pone su máxima atención en el reencuentro del alma europea.

En el alma de Europa está la razón de ser de su unidad, y sólo apelando a esa unidad genesiaca, la diversidad, evidente a todas luces, no se convertirá en dispersión, primero, y en antagonismo beligerante y dramático, después.

La crisis de Europa sólo puede superarse, según nuestro punto de vista, con una tarea revolucionaria en la acepción etimológica del vocablo, es decir, "volviendo de nuevo", retornando en búsqueda de su alma perdida, de su raíz, como dijera a Juan Pablo II, en Santiago de Compostela, del cristianismo que le dio vida, pero que deja de dársela cuando, de una manera o de otra, se aparta de él.

A partir del reencuentro vivificante con esa cultura, y en la línea que esa cultura exige, son viables y deseables y posibles la Unión económica Europea, los organismos supranacionales y el dispositivo continental de defensa.

En el reencuentro de esa cultura los indicativos morales evitaran que el mercado sea un pretexto para que la Europa del Norte colonice la Europa del Sur y del Este; que el superestructura política no aniquile sino que fortalezca la identidad histórica, el talante específico de que la nación, el modo diferente de vivir en esa y de esa cultura; que el aparato militar de su defensa no sea una institución mercenaria, sino una escuela en la que se enseñe a la juventud los valores de la tradición y de la cultura que hermanaron a las naciones de Europa.

Pero lo que España puede aportar en este sentido el proyecto de reconstrucción de Europa no será posible si el pueblo español continúa enviando a Estrasburgo y a Bruselas a quienes representan, y allí también, las ideologías causantes de la crisis de Europa. En el caso, no sólo no saldremos de esta crisis, sino que la haremos endémica e irresoluble para Europa, pero también para España, incluida en Europa.

El reencuentro de Europa con su cultura demanda con urgencia el reencuentro de España consigo misma, su resuelta voluntad de decir con el coraje que debemos pedir: no a los partidarios, con el pretexto de la reforma y del cambio, del aborto, la homosexualidad, la destrucción de la familia, el racismo, etcétera

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Dirección

 

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