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La fragilidad del SÍ

por Gerardo González

Yo siempre había pensado que si existe la vida perdurable, la metahistoria, es porque el amor humano tiene pretensión de eternidad – no he conocido ningún enamorado que haya prometido a su amada amor a “tres meses vista”- Pretensión de eternidad con esa capacidad de renovación del SÍ PRIMERO, manifestación de libertad personal y condición de fidelidad, nada ajena, nada alejada, muy próxima, a eso que Julián Marías llama felicidad, “el imposible necesario”.

El pasado viernes se produjo un “nuevo logro” en las libertades democráticas: divorciarse será tarea más rápida, se acortará el plazo para incoar el divorcio y se agilizará su tramitación. (No entro en esta ocasión en el tema de los hijos).

Este nuevo “logro” no puede ser ajeno, es más, debe estar determinado por la idea que se tiene del matrimonio y por el fundamento sobre el que se constituye, que al parecer es el amor humano.

Cabe deducir de la nueva propuesta que el matrimonio es una más de los muchas experiencias de la condición humana con plazo de caducidad y cuyo tiempo es cada vez más fugaz, más breve y, que efectivamente, eso del amor es pura química.

Yo siempre había pensado que si existe la vida perdurable, la metahistoria, es porque el amor humano tiene pretensión de eternidad – no he conocido ningún enamorado que haya prometido a su amada amor a “tres meses vista”-

Pretensión de eternidad con esa capacidad de renovación del SÍ PRIMERO, manifestación de libertad personal y condición de fidelidad, nada ajena, nada alejada, muy próxima, a eso que Julián Marías llama felicidad, “el imposible necesario”.

Yo pensaba que cuando un hombre y una mujer se embarcan en la apasionante tarea de llevar a término un proyecto de vida en común, poniendo cada uno lo mejor de sí, que sin duda es su condición de persona, lo hacían como respuesta a esa necesidad irrestricta que tiene la persona de “ser con”, de ser “además”, de encontrar su réplica, para llegar a ser ese quien, al que está llamado a ser desde el inicio de su existencia...

Y yo pensaba que todo esto solía iniciarse en esa experiencia radicalmente novedosa, sorpresiva, transformadora que es el descubrirse enamorado, encontrando en la amada la radical novedad; descubrimiento que si es mutuo, ha dado lugar y seguirá dando, a las grandes creaciones del ser humano.

Pero me temo que asistimos a una notable disminución en la densidad de los enamoramientos: El empobrecimiento en los “decires”, la escasa creatividad poética, el reduccionismo en el lenguaje, la sexualidad sin rostro, la dignidad personal reducida a la condición de cosa... no sigo, es fácil continuar ampliando los “nuevos logros”... todo ello no es ajeno a la fragilidad del sí.

El sí enterizo, el sí libre, el sí comprometido, siempre ha estado y seguirá estando al inicio de las grandes tareas y de los grandes logros, tanto personales como colectivos.

Nos corresponde a cada uno elegir la naturaleza del SÍ. Deseo que aciertes.

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Gerardo González

 

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