Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 85
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 85

Para poder acceder a la página informativa del VI Congreso de Católicos y vida   pública
La invasión silenciosa: modelos de penetración y asentamiento de población en la Antigüedad

por A. C.

El movimiento de grandes masas humanas ha sido una constante a lo largo de la Historia. Este fenómeno ha sido de tal importancia y trascendencia, que bien podría señalarse como uno de los fundamentos de la Historia, factor dinamizador y generador de la Historia misma.

Los sumerios o los griegos fueron emigrantes, el origen y la caída de Roma tienen en el movimiento migratorio uno de los factores que explica cualquiera de los dos acontecimientos, - Roma fue fundada, en principio, por emigrados de Alba Longa y germanos y otros bárbaros precipitaron su caída - ; Parece evidente, pues, que el movimiento de gentes va a generar una serie de acontecimientos, hechos, fenómenos, procesos que han hecho historia, por no decir que han hecho la Historia.

Ahora bien, dichos movimientos solían chocar con otros grupos humanos y culturales de manera que, parece evidente que la migración, el movimiento de masas de población va, generalmente, a afectar a otra/s masa/s de población y a otra/s cultura/s, en ocasiones, de forma dramática, como nos transmiten, de manera más o menos exagerada, las crónicas escritas en el agitado contexto de la llamada Spätantike, la Antigüedad Tardía, o la documentación arqueológica respecto a la destrucción de Micenas que abre el llamado período oscuro griego y que nos pueden dar una idea de lo que estos movimientos masivos de población pueden producir en los pueblos y culturas que llamaremos receptoras.

No obstante, no siempre el movimiento masivo de población implica una penetración o asentamiento basado en la destrucción y la aniquilación brusca de esa sociedad o cultura receptora: También nos vamos a encontrar con movimientos y asentamientos progresivos, en los que no parece haber indicios de violencia o de aniquilación brusca de la cultura receptora, si bien, no obstante, esos asentamientos sí implicarán la generación de etapas culturales diferenciadas de la anterior, es decir, la desaparición de la antigua civilización, cultura o sociedad, bien por síntesis, asimilación, desplazamiento, oscurecimiento, etc. En cualquier caso, parece evidente que el grupo cultural anterior queda anulado en sus formas originales, - que bien podrían haberse configurado a su vez por síntesis con otras culturas, concepciones, etc. -, lo cual, no por mediar violencia, no tuvo por qué dejar de ser traumático para dichas sociedades, especialmente si atendemos a las posteriores reacciones o “renacimientos” como el llamado renacimiento sumerio o de la reacción egipcia frente a los hicsos, matizables en cuanto a las razones que los motivaron o al grado de fidelidad respecto al original, pero en todo caso documentables a través de los restos arqueológicos o los textos que se han conservado.

Tenemos, en definitiva, a grandes rasgos, dos modelos básicos y generales de penetración y asentamiento:

- uno violento que implica la desaparición brusca de la civilización, cultura y / o sociedad anterior, y

- otro modo más o menos pacífico que, conduciendo al mismo punto, esto es, a la desaparición de las formas y / o fondo cultural original, se desarrolla progresiva e insensiblemente.

Este último modo de penetración y asentamiento, al no haber sido espectacular, al no haber provocado una gran conmoción, apenas generaría documentación escrita o arqueológica, - ni edificios destruidos ni crónicas apocalípticas -, pero no deja de tener importancia en cuanto al estudio de los movimientos poblacionales se refiere, puesto que, profundizar en su estudio y análisis contribuiría a una mejor comprensión del pasado y, atendiendo a la máxima mil veces repetida, a comprender nuestro presente para encarar adecuadamente nuestro futuro...

«¿Quién ha visto el reinado de una monarquía que tuviera un señorío eterno?
El reinado de su monarquía ha sido realmente largo, pero se ha agotado.
¡Oh Nanna (dios de la luna y patrono de Ur), señor mío, no te esfuerces en vano, abandona tu ciudad!»
[1].

Así lloraba el poeta, en sus Lamentaciones, la destrucción de Ur; pero, ¿quiénes habían provocado la caída de Ur III, el fin del período fundado en el llamado renacimiento sumerio?. Aunque los fuertes reinos de Elam y Shimashki habían embestido de forma decisiva contra Ur, parece ser que fueron pequeños grupos de nómadas llamados amorreos, los que precipitaron la situación: “Una hipótesis sería pensar que los amorreos “nómadas” presionaran desde el desierto de Siria, rompieran la muralla de la frontera y bajaran asolando las ricas ciudades de la llanura de la Baja Mesopotamia. Pero la existencia de testimonios que demuestran que numerosos grupos de amorreos formaban parte del estado de Ur III, mientras que otros llevaban otros tipos de existencia y constituían pequeños enclaves dentro y fuera de las fronteras del estado, indica que nunca pudo haber hordas de amorreos bárbaros unificados capaces de causar estragos de un modo concertado: Debemos suponer un modelo más sutil de interacción[2]

Efectivamente, aparte de grupos amorritas externos, parece ser que está bien atestiguada la presencia de amorreos formando parte del ejército y como mano de obra desde los tiempos del Imperio Acadio, es decir, que la presencia de estos “inmigrantes” es antigua. A pesar de esta antigua “interacción”, de la presencia pacífica de un significativo número de amorreos, éstos aprovecharán la debilidad de Ur para trasladarse desde las zonas de la periferia al corazón del mismo imperio “donde probablemente se multiplicó su número”, haciéndose con el poder allí donde les fue posible, - lo que se documenta por la fundación de diversas dinastías -, contribuyendo al colapso final de Ur III. No obstante, parece que en la ciudad de Ibbi-Sin, resistiría Ishbi-Erra, oficial de la ciudad, el cual procuraría mantener unidos los territorios de Ur, expulsar a los invasores elamitas y reconstituir el reino frente a las dinastías amorritas.

Caso muy similar es el de los casitas, cuya presencia en Mesopotamia se remonta al período Paleobabilónico, - es decir, al momento en el que comienza el ascenso de la ciudad de Babilonia regida por una dinastía amorrea y cuya figura más célebre es Hammurabi -, apareciendo como peones agrícolas y soldados, llegando a existir “pequeños grupos acampados a las afueras de las ciudades” [3], si bien, como en el caso de los amorreos, había también grupos de casitas hostiles fuera de los límites de Babilonia. De nuevo, la debilidad interna y los ataques de potencias externas, - en este caso, los hititas -, son aprovechadas por estos inmigrantes para, en un contexto de disolución, al que ellos mismos contribuirían, hacerse con el poder.

Encontramos, por último, un ejemplo más de un proceso de penetración progresiva, asentamiento pacífico y posterior toma del poder en los hicsos. De hecho, Joan Ventura, encabezaba un artículo de la revista Historia y Vida con el contundente título, “Hicsos en Egipto: los inmigrantes al poder”. Efectivamente, aunque algunos restos arqueológicos parecen documentar la quema y destrucción de algunas ciudades egipcias en el tiempo en el que los hicsos asumen el poder, José R. Pérez-Accino señala, atendiendo a diversas fuentes como el Papiro Brooklyn 35.1446 o a los Papiros de Kahun, que la población inmigrante asiática llegada del área sirio-palestina, estaba asentada desde hacía tiempo en Egipto como población servil [4], como mano de obra, aunque paulatinamente también habría individuos de origen inmigrante ocupando preeminentes puestos en la administración, el comercio o la economía, llegando a casarse con princesas egipcias. Como podemos ver, esta población asiática (semita), no formaba necesariamente un amorfo conjunto de individuos homogeneizados por la situación económica de dependencia o marginalidad socio-cultural, grupos de oprimidos que, unidos a una población autóctona indiferente cuando no abiertamente hostil al poder constituido, constituirían el auténtico factor dinamizador de la Historia, siguiendo las parámetros de la lucha de clases y el materialismo histórico que configuran la tendencia historiográfica denominada crítica que, creo, sigue Kuhrt. En este caso, los inmigrantes ocupan puestos de poder e influencia, además de existir “príncipes de Retenu”, como se denomina al Levante o área sirio-palestina, emparentados cultural, étnica y/o lingüísticamente a los inmigrantes hicsos. Efectivamente, este es otro dato a tener en cuenta: como en el caso de amorreos y casitas, existían grupos o poderes extra-liminares más o menos organizados y con una identidad política, cultural, étnica, etc. bien definida, con los que estos “inmigrantes” estaban emparentados, (veáse el caso de los inmigrantes marroquíes que, no por vivir en condiciones miserables dejan de venir de un Estado más o menos fuerte y amenazante).

Como en el caso de amorreos y casitas, también los hicsos se hicieron con el poder provocando las Lamentaciones de Ipuwer, texto escrito a finales del Imperio Medio, es decir, en los inicios del Segundo Período Intermedio u Oscuro en el que la XV Dinastía, la hicsa, ejercerá su dominio fundamentalmente sobre el Delta del Nilo. En el Alto Egipto, por su parte, surgirán diversos poderes locales entre los que destacarán Tebas que, consiguiendo desvincularse del poder hicso, sostuvo una especie de Reconquista que culminará con la toma de Ávaris, capital de los hicsos, a manos de Amosis, hermano de Camosis de Tebas, y que fundaría la Dinastía XVIII, iniciando con ella lo que se ha llamado el Imperio Nuevo o Egipto Imperial.

Con trazos muy gruesos, sin duda, hemos esbozado lo que podríamos llamar el “modelo insensible” de penetración y asentamiento de población inmigrante, atendiendo a los casos en los que dicho proceso acaba con la dominación, fundamentalmente político-militar, por parte de esos grupos minoritarios, - asentados de forma más o menos pacífica e integrados, al menos laboralmente -, de organizaciones políticas y civilizaciones, en principio, superiores. Aunque, precisamente por ello, dichos dominadores no hicieron sino asumir la mayor parte de los elementos culturales, organizativos e incluso religiosos de las civilizaciones sobre las que dominaron, - de un modo similar a lo que ocurrió con los germanos y otros pueblos bárbaros con respecto a la civilización greco-romana-cristiana -, no faltaron, como hemos visto, las “lamentaciones” y las reacciones digamos “nacionalistas”... Quién sabe si en un futuro no muy lejano habrá un Ipuwer que se lamente por otra Civilización perdida a manos de nuevos amorritas, casitas o hicsos... Pero, ¿habrá un nuevo Ishbi-Erra o un Amosis de Tebas?.

•- •-• -••• •••-•

A. C.



Notas

[1] Kuhrt, Pág. 93

[2] Kuhrt, Pág. 92

[3] Kuhrt, Pág. 372

[4] Según Pérez-Accino, esta población inmigrante constituiría en torno al 50 % de la población servil de Egipto, siendo citado el caso de una propiedad agrícola del Alto Egipto, es decir, en la zona más alejada de la frontera con Palestina, en la que de 79 peones y sirvientes, al menos 45 eran de origen asiático.

 

Bibliografía

Kuhrt, Amélie El Oriente Próximo en la Antigüedad, I c. 3000 – 330Crítica 2000

Pérez-Accino, José R. Los hicsos. El Segundo Período Intermedio Historia 16

 

Para volver a la Revista Arbil nº 85
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 85

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388