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Di no a la constitución antieuropea, totalitaria y tiránica

La inadvertida serpiente anticlerical del verano: preparando la Kulturkampf en el diario El País.

por Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

Uno de los tres padrinos de esta hoja de ruta sería el Rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces-Barba, posiblemente el ideólogo más cerril del laicismo español desde la muerte de Manuel Azaña. Peces-Barba, uno de los principales consejeros de Zapatero, tres de cuyos ministros son criaturas del poderoso Rector, estaría apoyado en esta ofensiva por el presidente de la Fundación Cives, el diputado socialista Victorino Mayoral y por el secretario de Estado de Justicia, Luis López Guerra

Este pasado verano supuso para la mayoría unas semanas vacacionales dedicadas a la familia y el descanso. Debido a ello muchos, por higiene mental, evitaron leer periódicos o escuchar la radio con la frecuencia y atención con la que lo hacen el resto del año. Quizá ello explique que haya pasado inadvertida para tantos la que para mí ha sido la auténtica serpiente del Verano: la campaña lanzada por el diario El País contra la Iglesia Católica, una campaña que ahora, a finales del Otoño, aparece con nitidez como el “calentamiento previo” de la ofensiva en todos los frentes que el Gobierno socialista parece haber emprendido contra los últimos restos del naufragio del cristianismo en España.

Comencemos por lo que, en este momento, supone el final de este gradual proceso de descorrimiento del velo sobre el programa oculto del Gobierno socialista (nada en su programa electoral podía hacer prever la intensidad de su rechazo a lo que significa la Iglesia). El diario El Mundo revelaba hace unas semanas (24-9-04) a cuatro columnas en su portada que “el Gobierno prepara una hoja de ruta para acabar con las innegables ventajas de la Iglesia Católica”. Esta hoja de ruta implicaría revisar a fondo los acuerdos firmados en 1979 entre el Estado y la Santa Sede en aspectos clave como la financiación de la Iglesia, la exención fiscal de las órdenes religiosa, la enseñanza de la religión o la presencia de crucifijos en los edificios públicos.

Tal y como señalaba el editorial de El Mundo de ese día, “el conjunto de todas estas iniciativas constituye una grave amenaza contra esta institución (la Iglesia)... Esta hoja de ruta que prepara el Gobierno – que, por cierto, no estaba en el programa electoral – implica hacer tabla ras del pasado y considerar a la religión católica como una más de las muchas que se practican en nuestro país. Ello va a producir un fuerte rechazo en un sector de la sociedad, que se puede sentir agredido por unos planteamientos bajos los que subyace la filosofía de Manuel Azaña”.

Según El Mundo uno de los tres padrinos de esta hoja de ruta sería el Rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces-Barba, posiblemente el ideólogo más cerril del laicismo español desde la muerte de Manuel Azaña. Peces-Barba, uno de los principales consejeros de Zapatero, tres de cuyos ministros son criaturas del poderoso Rector, estaría apoyado en esta ofensiva por el presidente de la Fundación Cives, el diputado socialista Victorino Mayoral y por el secretario de Estado de Justicia, Luis López Guerra. Parece ser (aunque ha habido algún desmentido posterior) que preparan con sigilo un Estatuto de Laicidad que recogería una serie de normas para convertir España en un Estado laicista (que no laico, cosa que ya es desde hace tiempo) al estilo de la República Francesa.

Y no es que el adalid del anticlericalismo del Puño y la Rosa no hubiera avisado de sus intenciones durante el Verano. Cierto es que el titular de su artículo de Tercera en El País podía llevar a engaño (26-8-04): “La Monarquía de nuestro tiempo”. Parecía que Peces-Barba quería abordar la modernización de la Corona a raíz de la boda del Príncipe de Asturias. Sin embargo, de lo que quería realmente hablar el Rector de la Carlos III era de la Iglesia.

Asistir al rito matrimonial regio oficiado por monseñor Rouco o contemplar al Rey haciendo la ofrenda al Apóstol ha debido de provocarle “arcadas” ideológicas al Rector de la Carlos III porque lo toma como punto de arranque de la exposición de toda una serie de tópicos que denotan de una ignorancia y prejuicio ideológico impropios de un catedrático de Universidad tan reputado. Pero lo que realmente nos interesa del artículo de Peces-Barba es su juicio de la relación existente hoy día entre la Iglesia y el Estado. A propósito de esto, el Rector de la Carlos III diserta así: “la intervención del arzobispo de Santiago, monseñor Barrios, ante el Rey y el presidente del Gobierno es una expresión recalcitrante de un talante impertérrito ante el signo de los tiempos. Aquí hay una cierta responsabilidad del Gobierno, de los poderes públicos que mantienen tradiciones obsoletas que permiten esas salidas de tono (v.g. la crítica del arzobispo al matrimonio homosexual) y esos argumentos propios de otros tiempos... Es imprescindible para evitar el factor de desestabilización que se abra la modificación de los acuerdos con la Santa Sede y el resto de privilegios que aún permanecen en nuestro sistema jurídico”.

De forma que la Iglesia Católica es un “factor de desestabilización” del país, porque osa “pretender representar la única respuesta correcta y revestirse con la autoridad religiosa para defender, para pasar como verdades lo que no son sino posturas de un momento del tiempo pasado”. Pero es que la misión de la Iglesia desde siempre ha sido precisamente esa: defender y anunciar al mundo su Verdad tal y como se anunció hace dos mil años, ese “momento del tiempo pasado” al que alude Peces-Barba que no es otro que la Encarnación de Cristo. Parece que para dejar de ser un “factor de desestabilización” la Iglesia debería convertirse en una ONG y guardar el Evangelio en un armario bajo siete llaves. Y todavía Peces-Barba afirma que sus “argumentos son muy respetuosos con la religión y con la Iglesia, Pueblo de Dios”. Con esa vara de medir, si llegan a ser irrespetuosos hubiera propuesto sin más miramientos la quema de conventos, práctica que en su Partido político suena ciertamente familiar.

Los editorialistas del diario El País ya habían lanzado un primer aviso cuando, al hilo de una crítica feroz de la homilía de monseñor Barrio el día de la ofrenda al Apóstol, habían apuntado que los “privilegios de que todavía (la cursiva es mía) goza la Iglesia Católica... tienen difícil encaje en un Estado aconfesional” (27-7-04). Advertencia editorial que precedió a una larga serie de artículos de opinión en El País que a lo largo del Verano cruzaron todos los límites antes establecidos a la hora de desencadenar el ataque más vitriólico al cristianismo y la Iglesia. Por momentos, uno tenía la sensación de estar leyendo Mundo Obrero y no el diario de referencia en España como pomposamente se autointitulan.

Tan solo unas perlas de muestra. La columnista Maruja Torres, dentro de un artículo reclamando la urgente ampliación de los supuestos del aborto, se despachaba así contra la Iglesia, solicitando una mayor contundencia al PSOE contra ella: “ocurre como con las relaciones entre la Iglesia y el Estado... ¿es ello – me refiero al flirteo socialista con el enemigo – lo que está influyendo ahora en la postergación de la ampliación de los supuestos del aborto? Se han arrugado porque la Iglesia y sus legionarios nos han emponzoñado con la primera tanda de sus sofocantes tintes negros?... Si es por no darle un disgusto a monseñor Rouco Varela, que no se preocupen. Los soponcios, mejor, todos de golpe. Él lo aguantará, gracias al estoicismo que proporcionan la convicción de tener a Dios al lado y la falta de compasión” (El País, 24-8-04). ¿Se habrá preguntado esta escritora alguna vez si la lucha de los cristianos contra el aborto tiene que ver precisamente con eso, con la compasión con el bebé no nacido? Quizá sea mucho pedir.

Con todo, el tono ácido de Maruja Torres parece incluso amable comparado con el de Juan José Millás, escritor de cámara de José Luis Rodríguez Zapatero de quien compone de cuando en cuando laudatorios espejos de príncipes para el País Semanal (19-9-04). En un artículo publicado en El País (23-8-04) Millás hace un comentario de una foto del Papa con el título “Algo no encaja”. Millás, en el mayor ejercicio de demagogia anticlerical del Verano, escribe: “por su palacio pasan reyes, príncipes, jefes de Estado... y todos le llevan la corriente... Lo curioso es que en 25 años de pontificado no ha recibido a un solo mendigo”. Este comentario falso y miserable de Millás anuncia toda una batería de insultos del siguiente tenor: “el Papa, que dirige una institución misógina, machista, homófoba y reaccionaria” o “los sucesivos representantes de Dios, además de colaborar en las dictaduras más sangrientas, han llevado a la hoguera a miles de personas por escribir reflexiones más inocuas, si cabe, que la mía”.

Javier Marías, viejo adversario del catolicismo al que ha dedicado piezas volterianas que han provocado siempre polémica, le dedicaba a la Iglesia en El País Semanal un artículo titulado “Miope, torpe y tonta”, derrochando respeto y objetividad desde el comienzo. Este artículo comienza con la siguiente afirmación: “si no otras virtudes, la Iglesia Católica solió tener la de la astucia, de vez en cuando”. Sin embargo, en opinión de Marías, los obispos actuales carecerían de esa astucia jesuítica por oponerse a la legalización de los matrimonios entre homosexuales.

Según Marías, lo realmente astuto para la Iglesia sería apoyar o potenciar que el colectivo gay “aspire al orden, a la monogamia, la fidelidad y el compromiso, a la estructura familiar que la Iglesia propugna, a la integración en el lado conservador del mundo, a aceptar las reglas del juego impuestas por los bienpensantes... Estas pretensiones imitativas de los homosexuales... dan ejemplo y favorecen los propósitos de la Iglesia”. ¿Es posible mayor incomprensión de la misión de la Iglesia? La Iglesia no actúa en función de un astuto cálculo destinado al apuntalamiento del orden establecido, del cual es la voz más crítica, ni tampoco forma parte de lo que él llama lado conservador del mundo.

El problema es que Marías sigue operando con categorías marxistas según las cuales la Iglesia es parte de la superestructura ideológica que sostiene el sistema capitalista. No se ha enterado de nada. De esta forma, su artículo termina con el mismo tono despectivo y desconsiderado: “que nuestros obispos sean tan tontos, miopes y torpes como para no darse cuenta, habrá que añadirlo a su legendaria lista de meteduras de pata y a su ya proverbial falta de astucia”. Esa falta de astucia que denuncia Marías es la que lleva a la Iglesia a no apoyar el aborto como sutil instrumento para convencer a las adolescentes de lo maravilloso de la maternidad, a no apoyar la eutanasia como estrategia de revalorización de la vida del inválido y a no defender la guerra como el mejor medio para convencer al mundo de cuán maravillosa es la paz. ¿Quién es aquí el miope?

Pero la cosa no terminó con el panfleto de Marías. Ya en el mes de Septiembre, Vicente Molina Foix parece anhelar el día “en que el mundo se despierta con la noticia de que habemus un Papa gay” (El País, 1-9-04) y Eduardo Verdú publicaba una columna (El País, 20-9-04) en la que afirmaba cosas de este jaez: “Dios dejó de ser un personaje vivo y determinante en el franquismo para convertirse en una cadáver en la Transición... el Cristianismo está obsoleto, con su Papa decrépito y sus instituciones rancias y corrompidas”.

Curiosamente, la clave de todo este ciclón veraniego de insultos y ataques a la Iglesia Católica, del cual he dado una pequeña muestra centrada en El País ahorrándome los no pocos aparecidos en otros medios, la encontramos en las páginas de este mismo periódico. Allí, en un artículo de opinión magistral titulado “Kulturkampf” (8-9-04), Joseba Arregi, ex parlamentario del PNV, diseccionaba lo que había venido ocurriendo en el medio para el que escribe ocasionalmente. La verdadera razón de la ofensiva laicista del Gobierno y algunos intelectuales estaría, según Arregi en “la amenaza del relativismo siempre presente en el horizonte”, lo que obligaría a los progresistas a “trazar una línea que propicie la orientación como sea, en algún sitio, en la mitad del desierto, en medio del caos. Hay que encontrar algo que permita volver a poder decir: aquí-allí, arriba-abajo, izquierda-derecha, bueno-malo, verdad-error”.

Ese algo, para el PSOE y el universo plural de la Izquierda española, parece ser una nueva Kulturkampf (lucha cultural) contra el Cristianismo: “reinventando el Kulturkamf en sustitución de la, al parecer, trasnochada lucha de clases: progresismo contra arcaísmo. La cuestión es aparentar, dar la sensación de que no estamos tan perdidos... lo que hiela de verdad el alma es que en esas líneas se manifiesta una determinada Izquierda española (Arregi alude a un artículo de Juan José Millás en el que aludía a la España casposa, cutre, meapilas, inculta, tétrica y maloliente que representaría en su opinión Ángel Acebes)”.

Sin duda alguna, nos encontramos inmersos en el momento actual ante este fenómeno que denuncia Joseba Arregi. Una parte de la Izquierda ha decidido desempolvar del baúl del “abuelo” Largo Caballero el manual del buen anticlerical. Ante su descarada renuncia a luchar por la justicia social (la Iglesia es la única que alza hoy esa bandera en España) en aras de no molestar a los banqueros que financian sus campañas, el núcleo dirigente del PSOE ha decidido sustituir la lucha de clases marxista por la Kulturkampf krausista contra el cristianismo.

La retórica progre anticlerical de que ahora hacen gala quizá haga olvidar a algunos de sus votantes la silenciosa renuncia a sus antiguas señas de identidad. Hacer de la adopción de niños por homosexuales una cuestión prioritaria al tiempo que se plantean cerrar los Astilleros o promover una campaña de concienciación sobre la eutanasia y no aumentar el gasto social en el cuidado de los paralíticos, ése es el nuevo socialismo de la caviar gauche. Atentos a los próximos meses. Esto no ha hecho más que comenzar.

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Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

 

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